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25 oct 2013

LA GRAN AVENTURA AMERICANA







WILLIE NILE              "AMERICAN RIDE"
Tic, tac, tic, tac, tic..., el último tac de la serie se pierde en el proceloso océano del tiempo. No tan lejos querido amigo, no hace falta llegar hasta las mismas cuevas de Cronos, se trata simplemente de medir la duración de un disco más y encontrar cierto sentido al número resultante. 60 minutos, ¿puede valer la cifra?..., quedémonos con ella entonces, aunque..., bien pensado, no llega ni de lejos a representar el valor temporal de este "American Ride", el último disco del trobador neoyorquino Willie Nile, su octavo trabajo en estudio, para mí el primero. Un descubrimiento en toda regla.

Pues eso, el tic tac del "American Ride" ni empieza cuando la aguja cae por primera vez en sus surcos, ni termina cuando el plato levanta su brazo automático al final de la cara B. Su principio se retrotrae a los primeros minutos de Elvis Presley, Everly Brothers, Buddy Holly o Fats Domino, aquellos que emocionaron a toda una generación de "boomers", y culminará "in illo tempore" con aquellos que nos sucedan para llegar a vivir el "gran estallido final", ese último hálito del espacio que arrastrará como un torbellino todo lo entonces presente. Es este el valor más patente de la grabación de Willie Nile. Ecos del pasado, el ahora mismo de este instante, el futuro que con certeza adivinamos. Su música tiene principio y fin, pero no se concentran en un espacio exclusivo de 60 minutos, ¿queda claro?

No es mio el pensamiento que asegura que mientras nosotros, los europeos, poseemos una fuerte cultura clásica, anclada en muchos siglos del devenir conjunto de sus pueblos, determinante de nuestro carácter y forma de entender el arte, la historia y el mundo, el pueblo norteamericano, mucho más joven, con apenas doscientos cuarenta años de existencia, encuentra en la cultura popular del siglo XX su forma de ser y actuar artísticamente. El jazz primero y el rock´n´roll después son sus señas de identidad más acusadas, no solo musicalmente hablando, también a efectos de comportamiento e imagen.

"American Ride" de alguna manera recoge ese legado puramente americano, lo adapta a estos nuestros días y lo sirve al oyente con toda la honradez de que es capaz Willie Nile, y es mucha ciertamente. "Es nuestro tiempo, es nuestro lugar, es nuestro momento" de "This Is Our Time", es la vida que pasa, aparentemente plácida y no exenta de sorpresas en el Village de "Life On Bleecker Street", la ruta americana que cuajó en su día Jack Kerouac, el gran viaje iniciático de costa a costa, aparece en "American Ride", la inhóspita ciudad y la añoranza de la luz en "If I Ever See The Light" se contraponen a un Nueva York luminoso y sonriente de "Sunrise In New York City", el feble fiel de la balanza entre la violencia y la libertad tantas veces reseñado (se trata del ácido despertar al "gran sueño americano") nos llega en "The Crossing".


También hay tiempo, no podía ser de otra manera, para relatar esos instantes en los que el amor nos abandona en tierra de nadie, pero lo aceptamos porque "She´s Got My Heart", críticas divinas y humanas al compás de líneas repletas de socarronería en "God Laughs" y "Holy War", con ese tan logrado coro final de "Holy Holy Holy Whore", tiempo para un deje final que, pareciendo irrelevante, puede resolver un mal (o mejorar un buen) momento en "Say Hey". El único tema no compuesto por Willie, Frankie Lee o E. Brazilian, atiende al título de "People Who Died" y fue su autor el malogrado Jim Carroll.

Todo ello, en su justa medida y proporción, acomodado al más puro estilo rock. Acordes clásicos, tiempos exultantes, medios o lentos que dan entrada a los instrumentos clásicos de toda banda del género que se precie. Guitarras eléctricas (¡qué alegría de sonido, incluso en sus momentos acústicos!), dobros, banjos, base rítmica potente y limpia, teclados que juegan su papel en los momentos adecuados (qué importante el piano cuando se sabe emplear bien), sección de cuerdas (violín y viola) o de viento (saxofón) ampliando la atmósfera a tonos de "music-hall", vodevil o "rockabilly" que enriquecen el conjunto musical de la obra. Y sí, se merecen aparecer en estas humildes notas los compañeros de Willie. Johnny Pisano (bajo y voces), Matt Hogan (guitarras) y Alex Alexander (percusión). Excelentes instrumentistas, pequeño y perfecto ejército al servicio de una causa dichosa y bienhechora.

Willie Nile, ya en la mitad de sus sesenta, acapara una trayectoria rica en vivencias, la mayor parte de su vida artística ha transitado por las aceras del Village neoyorquino, tocando en pequeños clubes o asistiendo a conciertos míticos en el CBGB de los 80, el mejor de la escena Ramones, Patti Smith, Television o Talking Heads. Mucho de ese ambiente húmedo y excitante se encuentra también en este "American Ride", reflejo en fin de una ciudad como Nueva York, de tan rico caudal musical. Telonero en su día de The Who, compañero de grabación en aventuras varias de Ringo, Tori Amos, Elvis Costello, Lucinda Williams o Ian Hunter, protagonista entonces de la historia del rock americano, de esa vivencia tan rica pero ajena totalmente a los fastos y luces de las grandes estrellas.

Y yo sin pillar a este abuelete hasta ahora. Pero, sirva de consuelo, me ha calado hondo y con honestidad, con una propuesta que recoge de una manera fidedigna la gran aventura americana. ¿Porqué estaré ahora mismo pensando en Genya Ravan?

16 oct 2013

REENCUENTRO CON NICK CAVE





NICK CAVE & THE BAD SEEDS           "PUSH THE SKY AWAY"
"Todos mis huesos dirán: Quién semejante a tí, ¡0h Yavé!, que libras al desvalido del poderoso, al pobre y al afligido de quien le despoja" (Salmos 35,10). Y ante tan flagrante verdad, que se torna falsedad en nuestra realidad más próxima, yo invoco al microcosmos de Nick Cave para que su luz inaccesible guíe mi camino, de sentido a las derrotadas horas de las últimas tardes, cierren sus dedos invisibles mis párpados en un soñar eterno y benéfico.

Ya es difícil tomar el pulso a un artista como Nick Cave al que acudo muy de vez en vez, tres ocasiones en casi tes décadas. "From Her To Eternity" en 1984, "Henry´s Dream" en 1992 y éste "Push The Sky Away" en 2013, sin contar su aventura primera con Grinderman en 2007. Si hubiera quedado una definición válida, un concepto no inconexo de su propuesta musical esa hubiera sido la de la rabia, la de la provocación no exenta de un tamiz razonado y razonable, fuera todo pastiche del "search and destroy" de otros contemporáneos. Una suerte de grito desde el hondo alamar que se hace música, variante del rock caústico e hiriente que, tanto en sus textos como en su mera interpretación instrumental, deviene en fango de fuego.

Y ahora me encuentro en éste "Push The Sky Away" con una larga oración, una suerte de libro de salmos, donde Nick profesa un papel de pastor, guía de almas, también juez imperturbable, esa magnífica portada dando juego a la imagen del "hombre de negro de Johnny Cash", expulsando de una estancia desnuda y limpísima a esa mujer, sirena y novia, chica de la ciudad, prostituta, bellamente avergonzada, señalando su brazo la salida hacia una nada improbable, abriendo la puerta hacia una luz final blanca, tan blanca que solo una posible redención pueda tener cabida, a cambio quizás de un olvido perpetuo.

Nick Cave & The Bad Seeds, en éste su último trabajo "Push The Sky Away",  han publicado más un libro que un disco. Un texto de una  lírica oscura y desolada, una especie de "spoken word" con un acompañamiento musical muy acorde con esos sentimientos. Ejercicio que se hace inicialmente hermético para, al cabo de varias escuchas, tornarse en un "puzzle" donde solo la paciencia del oyente encontrará sentidos, mensajes, salidas al fin a un mundo que juega con lo interno, tan profundamente anclada su pena que difícilmente libera de su aflicción a los protagonistas de los textos, y con lo externo, muy pocas veces asidero donde pueda uno agarrarse a una salvación que se presume imposible. 

Pero sí, se encuentran siempre hermosísimas palabras y giros acertados que, dentro del contexto de las canciones, enseñan cierto camino de liberación. Rocío y árbol, manos suplicantes, llaves secretas y cristales transparentes, mariposas, mitos y leyendas, mareas, agua, sirenas colgadas desde sus cabellos, jóvenes empujados por el volante del deseo, vírgenes raptadas, alertas, planetas medidos desde distancias imposibles...; y también busquemos el otro fiel de la balanza que, como contrapunto a la solución que se adivina, da sentido a esa sensación de laberinto al que nos lleva irremediablemente la obra. Manos ennegrecidas, cielos herrumbrosos, desmantelamientos, fetos sujetos a correas, embriones comiendo oxígeno oscuro, vigilancia despiadada, cielos devoradores, árboles en llamas, encrucijadas, desangrarse..., empujar el cielo hacia el vacío.




De abajo a arriba, todas esas imágenes de desolación, de paz imposible, narradas desde un púlpito aconfesional por un clérigo malherido por una civilización tan corrupta, dan pié a una atmósfera de recogimiento religioso, de soledad de claustro abandonado, los pianos y sintetizadores, sección de cuerda, base rítmica y voces crean un ambiente de belleza musical sacra, un coro olvidado entre las celdas vacías se encuentra por fín a sí mismo, de sus instrumentos salen suspiros de una tristeza infinita, y ahí, precisamente en esa belleza oculta por un musgo dorado de siglos está el secreto de "Push Away The Sky", una obra de incalculable valor poético, de una riqueza dolorida, vencida pero trémula como la onda del aire. Inmensa.

Es éste el quinceavo disco de Nick Cave & The Bad Seeds, el primero sin Mick Harvey, uno de los miembros originales de la banda. Me he perdido la mayoría de su producción, aunque he de decir también que siempre he considerado al australiano y a sus bandas (The Birthday Party, The Bad Seeds y Grinderman) miembros de esta santa casa, con patente para entrar y quedarse a su antojo, como y cuanto quisieran. Considero a Nick como uno de los mejores compositores actuales, casi siempre acertado en esa su visión desolada que tan bien sabe transformar en belleza perdurable. Su faceta de escritor creo que le ayuda bastante en el momento de plantear y desarrollar sus trabajos. Y créanme, escuchando por enésima vez esas plegarias llamadas "Mermaids" o "Higgs Boson Blues", entre otras joyas del disco, me encuentro mejor, mucho mejor, cercano al "nirvana".

9 oct 2013

FÁRMACOS DESDE ELLENSBURG




SCREAMING TREES                            "UNCLE ANESTHESIA"
"The leaves are turned to gold
All the trees have fallen to the ground
I can´t explain
All along I knew that she would fly
But I think she died
Goodbye" ("Story Of Her Fate")

Aquel vitriolo dulce de Ramón Llull y Paracelso, éter de Frobenius, óxido nitroso, cloroformo, curare de las cerbatanas que aniquilaron a nuestro Juan de la Cosa, sean bienvenidos como fármacos protagonistas de la segunda revisión debida a los Screaming Trees, cuyo sugerente título responde al nombre de "Uncle Anesthesia". Narcótico que guiará nuestro recorrido, propiciando la relajación muscular y cierto grado de bienestar, confío. Todo sea por aliviar la traumática tarea del "parto de las letras", tan difícil tantas veces que llega a causar dolor, también en ocasiones amnesia.

Habíamos dejado a nuestros héroes de Ellensburg con su "Buzz Factory" de 1989 recién horneado y listo en las baldas de las tiendas de discos, aun existentes entonces. Las ventas, como suele ocurrir en una banda que, aunque tenga ya progresión nacional, carecía de promoción adecuada, no fueron exultantes. SST, el sello con el que grabaron sus trabajos anteriores, solo les obliga contractualmente por disco grabado, nunca por espacios de tiempo concretos, así que culminada la primera gira de presentación del "Buzz Factory", tanto el sello como el grupo deciden romper su relación. Mientras esto sucede, y a la espera de recibir ofertas de otros sellos, Screaming Trees graban un single doble con Sub Pop que contiene varias canciones que, posteriormente, formarán parte de "Uncle Anesthesia". Concluida la grabación con el sello estelar de Seattle, el "management" del grupo tiene ya prácticamente cerrado el nuevo contrato con Epic Records, filial de la todopoderosa Sony, acordando la grabación y edición de cinco nuevos álbumes. Estamos en Enero de 1991 y, gracias a este contrato, Screaming Trees se convierten, después de Soundgarden, en el segundo grupo de la ciudad de Seattle que quedaría ligado a una gran multinacional.

Es éste "Uncle Anesthesia" el último disco en el que aparecen los cuatro miembros originales, los hermanos Conner, Lanegan y Pickerel. Van, el hermano encargado del bajo, vivía una situación un tanto extraña dentro de la formación, casi como si fuera miembro "interino" de la misma. De hecho, en la segunda gira promocional del "Buzz Factory", Van desaparece de escena y se dedica a acompañar a Dinosaur Jr en sus conciertos. Le sustituye Donna Dresh, una bajista espabilada que se amolda rápidamente al grupo. Mark Lanegan, por otro lado, se desplaza a Seattle a vivir, y no solo deja al resto de sus compañeros al albur de la brisa maderera de Ellensburg, lo cual no era tan grave, si no que se atreve a romper una suerte de pacto no escrito, y que consistía en intentar mantenerse unidos en un único punto de residencia que facilitara la composición, los ensayos y la grabación de temas, tan a mano tenían el famoso estudio Velvetone de su amigo Steve Fisk. No obstante, y llegada la hora de la grabación del "Uncle Anesthesia", Van vuelve al redil.

Seguimos hablando de protagonistas para reseñar la participación en esta grabación de Chris Cornell, guitarrista de Soundgarden que, junto a Terry Date, cuyo "curriculum" abarca trabajos con la misma banda de Chris, Pantera, Deftones, Overkill o Smashing Pumpkins, se encargan de las labores de producción. Y para terminar las referencia, no se nos canse el lector al que le flojee el interés, mencionar que, ya lo apuntaba al principio de la entrada, esta grabación será la última en que participarán los cuatro miembros originales. El otro Mark, Pickerel, quizás el menos significado del grupo, dejará de prestar sus servicios al no identificarse con el tipo de música que entonces practicaban. Su sustitución  recaería en Barrett Martin, batería que provenía del grupo de Jack Endino, Skin Yard.


El tono del album, que no deja de quedar enmarcado en esa feliz fusión de garaje psicodélico y post-punk de los 80, tan afín a la banda y que les distingue merecidamente a lo largo del tiempo, es melódicamente más suave que el antecesor "Buzz Factory" pero, sin embargo, tiene una lírica más depresiva, más concentrada en experiencias que reflejan tiempos turbios, de bajón emocional. Muchos de sus textos relatan pasajes de negrura, de ahogo, de enterramiento, de ausencia de soluciones. El alma de los actores, ellos y ellas, hablan de sombras, dibujan crepúsculos sin esperanza posible, refieren maldiciones amuralladas, ríos de lágrimas, océanos de confusión, una nada herida y sin escapatoria posible. Hasta ocasiones que reflejan imágenes poéticas de gran fuerza, más sugestivas, quedan finalmente sometidas a un destino cruel. Si, definitivamente va a ser necesaria la inyección de cierta dosis de anestesia.

"Uncle Anesthesia" es un trabajo muy prolífico (en el año 1991, un album con 13 temas, apenas espacios en los finales de sus caras antes de la galleta central del sello, podía entonces considerarse un tanto extenso) y que viene a funcionar, tal es mi criterio, como una especie de muelle de avance y retroceso. A unos inicios de gran belleza y pasión controlada, como "Beyond The Horizon" y "Bed Of Roses" (uno de mis temas preferidos), se suceden baladas de menor intensidad, sin detrimento de su calidad, en "Uncle Anesthesia" y "Story Of Her Fate". Hay un nuevo impulso anímico-instrumental en "Caught Between" (hay aquí ecos del mejor Young eléctrico) y "Lay Your Head Down", para volver a un "impasse" melódico que acoge tres temas, "Before We Arise", "Something About Today" y "Alice Said". Salta de nuevo la sorpresa en una canción que, pareciendo menor en la primera audición, revela una riqueza instrumental de alto calado, "Time For Light", inicio acústico que va progresando en unos acordes "post-hardcore" de tintes psicodélicos y con un gran trabajo de la sección rítmica. Descenso final en "Disappearing" y "Ocean Of Confusion" para un renacimiento final en "Closer", balada en penumbra, con una atmósfera REM, que presenta al oyente los mejores momentos, que no son pocos, de la voz de Mark Lanegan.

Como muchas veces ocurre, la escucha repetida del album es aconsejable al objeto de sacarle el máximo provecho. Hay una sensación final de ácida tibieza , de falta de cólera pero no de brío, que acaba por subyugar al oyente. El silencio final se torna en una hoja dorada, de ahí los primeros párrafos de la reseña, la narcolepsia va haciendo su efecto anestesiando ténuemente al sujeto que la prueba. Y ya va él entrando en la burbuja del tiempo detenido.

7 oct 2013

VUELTA A LAS ANDADAS



ADMIRAL SIR CLOUDESLEY SHOVELL           "DON´T HEAR IT...FEAR IT"
El círculo se va cerrando inmisericorde y, conforme se van cumpliendo más años,  más fácil también retorna el espíritu a aquellas épocas en las que el rock, sin apenas etiquetas entonces, era puro placer orgánico, básicamente dirigido a facilitar al oyente un grado tal de excitación que le provocara, además de una sana descarga de fluidos corporales, el estímulo necesario para dejarse llevar por exultantes movimientos corporales, inconexos y alocados las más de las veces, radicales combinaciones de las extremidades inferiores y superiores que, aunados por el bandear de una melena absolutamente imprescindible, hacían del protagonista un ser completamente liberado (y de esa manera automáticamente admitido en el club de los que entonces se denominaban como "tíos enrollados").

Y ese escenario que podía ocurrir perfectamente el año 1973, cuando el personaje de ficción, que es siempre actor en estos ensayos, escuchaba los discos de Black Sabbath o de Black Widow (grupo a reivindicar), Cream, MC5 o Status Quo, revierte gustoso cuarenta años después con la reproducción de trabajos como los de Uncle Acid and The Deadbeats, Church Of Misery, Witchcraft, Ghost, Astra o el que nos ocupa hoy, el potentísimo trío de Hastings Admiral Sir Cloudesley Shovell, todos ellos pertenecientes a uno de los más celebrados sellos del llamado estilo "doom" o proto-metal,Rise Above Records.

Pues bien, el trío inglés moldeó el año pasado, a hierro y fuego de yunque, un potentísimo artefacto ROCK que responde al nombre de "Don´t Hear It...Fear It". Si señores, ROCK con mayúsculas. Absolutamente imprescindible para aquellos que, sin importarles la edad ni la imagen de bajo perfil andrógino que su calva o barriga puedan transmitir, aun se siguen considerando "rockfreaks" auténticos, esos que a cada riff de guitarra o cambiante acorde rítmico sienten un escalofrío en su espalda, contando también con ese automatismo nervioso, que hace que su cabeza se mueva como un hacha con los acordes de la música, por no mencionar lo que entre líneas propiciaba todo este temblor anímico, y que no es otra cosa, y aquí volvemos a 1973, que una necesidad irresistible de bronca, sana con los amigotes, violenta contra la nauseabunda realidad política de entonces en este país (tampoco ha cambiado tanto la situación...)

Louis Comfort-Wigget, al bajo y voces, Bill Darlington, a la batería y percusión y Johnny "Gorilla" Redfern, a la guitarra y voz solista, son los músicos de esta formación, Admiral Sir Cloudesley Shovell, que rememora a un famoso marino militar inglés de los últimos años del siglo XVII y primeros del XVIII. Y quiero, en este momento, levantar mi vaso de cerveza en honor de esta bendita escoria que, de vez en vez, da a luz la pérfida Albión. Elementos como estos reconcilian a Inglaterra con la humanidad entera, nos hacen olvidar su papel de "masters" de la piratería universal, elegantes tiranos que sorben su taza de té mientras alientan la "guerra del opio" en China o, mejor no sigo..., tampoco está nuestra historia muy autorizada para dar ejemplos a los demás.


El trío de Hastings, que comienza su andadura como grupo en 2008, lanza su primer trabajo en 2011, un EP, de muy limitada tirada, titulado "Return To Zero" y que, según comentan los entendidos, alcanza ahora mismo precios de escándalo. Es este Don´t Hear It... Fear It su primer album de larga duración, grabado en el verano de ese mismo año y publicado en 2012, y contiene tan solo siete temas, tres en la cara A que responden a los títulos de "Mark Of The Beast", "Devil´s Island" e "iDEATH", y cuatro en la cara B, "Red Admiral, Black Sunrise", "Scratchin´And Sniffin´" (aquí cuentan con el impagable apoyo del T.S. McPhee de Groundhogs a la guitarra "slide"), "The Last Run" y "Killer Kane".

A los conocedores y seguidores de este estilo "doom" o proto-metal que comentábamos al principio, les sabrán a gloria esos "riffs" de guitarra graves e incendiarios (hay toques "fuzz" de Hendrix y distorsiones psicodélicas también), esas armonías oscuras y repetitivas, estructuradas alrededor de un un bajo audible y poderoso, batería compulsiva, voces desgarradas y cavernosas. Y por sus surcos recordarán, otra vez volvemos al pasado, a gente como Sir Lord Baltimore (que gran grupo tan reivindicable), Budgie, Dust, Meat Loaf, Blue Cheer, Mountain o Blue Oyster Cult. Todo ello, la escucha, sin que en ningún momento caigamos en la trampa de una serie clonada de esas luminarias, más bien al contrario, Admiral Sir Cloudesley Shovell, aun conociendo las raíces musicales en que se basan, y asimilando los arquetipos del "hard-rock" más elemental, tienen la suficiente personalidad como para conseguir una variedad dinámica en todas las canciones del album, sin repeticiones que puedan hacer pensar al oyente que nos encontramos ante un mismo tema calcado hasta la saciedad.

Magnífico sería que una banda como Admiral Sir Cloudesley Shovell durara mucho tiempo, y tuviera éxito. Su propuesta es el engarce actual con las antiguas bandas mencionadas, y con lo que representaron también. Igual de recomendable sería verlos en directo, toda la fuerza de su música al alcance de la mano, propiciando aquella liberación de la que hablábamos al principio (de hecho ASCS hicieron una pequeña gira por Cataluña en el año 2009 de la que, según cuentan, tardaron algún tiempo los asistentes en recomponerse)...


...y además, para los ya cercanos a la senilidad, como es mi caso, su presencia continuada aseguraría una revitalización tan necesaria, la vuelta a unos tiempos que, si no mejores, si fueron más ilusionantes.

4 oct 2013

Vadeando un arroyo




Seguimos investigando, y echando horas, para intentar hacer un blog atractivo. Víspera de una nueva jornada ciclista en el fin de semana.

3 oct 2013

AL FIN LLEGA EL AGUA.




THE WATERBOYS                     "THIS IS THE SEA"

"And I am the Waterboy, the real game
not over here..." ("Berlin", "The Kids", Lou Reed)

Aguas claras, aguas primaverales, aguas corrientes, aguas estancadas, aguas muertas, aguas dulces y saladas, aguas reflejantes, aguas de purificación, aguas profundas, aguas tempestuosas, y ahora mientras escribo llueve y las gotas crepitan contra el cristal de la buhardilla, sus gotas se elevan en milésimas de segundo y forman pequeñas cimas transparentes, sus cúspides redondeadas se separan y quedan suspendidas en el aire sin saber que hacer. The Waterboys.

The Waterboys son un estremecimiento, y doy fe de ello. Valencia, ciudad de luz y cielos de sal, me vio recorrer sus calles una noche de hace muchos años y entrar al albur en un cine. El nombre de la película "Death Or Alive" (aquí, como casi siempre, mal traducida como "Muerto En Vida") y uno de los temas que componían su banda sonora, "Don´t Bang The Drum", una de las canciones estrella del disco que comentamos hoy, "This Is The Sea", tercero de la banda inglesa, comenzó a sonar en toda su inmensa grandiosidad. La pantalla, recuerdo nítidamente, reflejaba unas calles anegadas por una lluvia nocturna y torrencial, los personajes encontrándose en un abrazo empapado y ansioso, la tensión de la búsqueda inicial apenas liberada, la cámara girando lentamente alrededor de Dennis Quaid y Meg Ryan que se besaban con un furor de supervivientes. Un calor helado recorrió mi espinazo y recuerdo sentir un pasmo de intensa felicidad. Si, The Waterboys.

Mike Scott, buscador de un concepto superior, una suerte de ente espiritual que, transitando por la tradición post-romántica literaria inglesa, le permitiera llegar a una orilla (de nuevo el agua) donde poder pergeñar una música grandiosa, mística, catedralicia, "Big Music" o "Big Sound", como él mismo la llamó en su primera época, la que abarca sus tres primeros Lps antes de asentarse en la tierra irlandesa del "Fisherman´s Blues", es un humanista escocés (licenciado en Literatura inglesa y Filosofía) que, como muchos de sus pares, forma sus primeros grupos de onda punk en los muy últimos años 70. Su primera banda seria, Another Pretty Face, le serviría de trampolín para saltar desde su Edimburgo natal hasta Londres donde, ya a principios de los 80, forma el grupo que le servirá de plataforma para dar forma a esa visión, que felizmente identificaba como "una metafísica para ver la autoría de Dios en el mundo". The Waterboys.

Mike se sirve de varios músicos, muchos de ellos excepcionales, para apuntalar sus elevadas ideas. Anthony Thistlethwaite (su primer compañero en una banda llamada The Red and The Black) y Roddy Lorimer (sus referencias abarcan desde trabajos con The Who y Eric Clapton hasta The Communards, Deacon Blue, Bevis Frond, David Gilmour, Suede o Blur) forman la sección de metales, tan importante en un disco como éste "This Is The Sea", trasunto majestuoso de una pequeña orquesta. Kevin Wilkinson (conocido en grabaciones anteriores de los añorados Niki Sudden y Jacobites, músico de sesión en trabajos de Los Secretos ["Colección 1987-2000"], Robert Fripp & The League Of Gentlemen o China Crisis) lleva la batería y percusión. Karl Wallinger, en sus tiempos miembro del Whole Thing de Peter Gabriel, responde a los teclados, y Martin Swain controla el bajo. Steve Wickham, músico que posteriormente alcanzaría más importancia en la banda como compositor, colabora al violín.


Es éste "This Is The Sea" un album de imágenes, donde la música y los textos se alinean perfectamente para provocar en el oyente una serie de sensaciones de alto contenido onírico. Lugares fabulosos donde se pueda contemplar a nuestros mayores y rememorar sus enseñanzas, sus vidas pasadas, como en la misma "Don´t Bang The Drum", canción de épica doméstica, sin duda; escenarios donde los palacios y sus torres adivinan unicornios y amplios océanos repletos de lágrimas, como en la sublime "The Whole Of The Moon", tributo al escritor norirlandés Clive S. Lewis, medievalista, ocultista (gran amigo del Tolkien del "Señor De Los Anillos") apologista del cristianismo y que influyó mucho en un Mike Scott que siempre consideró la idea espiritual como fuerza motora en la creación artística, véase también esta misma razón en el contenido lírico de otro gran tema, "Spirit". Y qué decir de otra gema como "The Pan Within", que nos habla de aquellas estrellas vivientes, nacidas exclusivamente para ser aliadas nuestras en esas altas horas nocturnas en que buscamos la música para que nos redima.

Viajes iniciaticos en los que el autor nos invita a transitar  entre tifones y cielos asesinos en "Medicine Bow", alegatos contra las drogas vestidos de horizontes amarillos y herrumbre en las miradas de la gente joven de su país, "Old England", parajes donde fraternizan la belleza y el terror de las serpientes en "Be My Enemy", cantos poéticos en los que el amor y la vida se asemejan a sonidos, parajes, iglesias, veranos intensos como abrazos rubios, "Trumpets", para finalizar con una llamada a la liberación personal como recurso de salvación en "This Is The Sea", un hombre nuevo que aparece súbitamente después de una vivencia de dudas y desgracias.

Se me antoja ciertamente difícil culminar con un comentario que sea fiel reflejo de las emociones provocadas por la escucha de este "This Is The Sea". El agua ha cruzado transparente entre todas las imágenes apuntadas, agolpándolas en un nudo fluvial que forma una pequeña cascada en la memoria. Cada surco es un riego, un canal que será río. El mar es el final, un final incomparable bello para todos nosotros.

1 oct 2013

PICADURA SIN VENENO




SCREAMING TREES               "BUZZ FACTORY"
Llegan las nubes de otoño y aquella luz metálica de la mañana se ha convertido en un blando vientre de lagarto. Ahora, cuando la tarde ya se ha puesto su velo mortuorio, el pincel de cielo se torna en un negro profundo, como un acantilado, casi como un abismo. Y siguen llegando las olas de un dolor de cabeza intermitente, que ni siquiera los antibióticos al uso merman. Tengo que remediar el perverso efecto del cambio de estación y Screaming Trees me ofrecen una excelente oportunidad de conseguirlo.

Una de las mejores bandas de la escena "grunge" de Seattle sin duda, Screaming Trees, cuyo nombre parece que surge de un pedal de distorsión para guitarras de la misma marca, que venía a hacer un efecto tipo "wah-wah" más acusado, nacen a mitad de los 80 en Ellensburg, una pequeña población rural a unas 90 millas de Seattle. Formado por los hermanos Conner, Lee y Van a la guitarra y bajo respectivamente, más dos Marks, Pickerel a la batería y el famoso Lanegan a la voz, se distinguieron en seguida por dar vida a uno de los  "duettos" lírico-instrumentales más acertados de la época, y si me apuran, de los últimos treinta años. La guitarra de Lee que, sosteniéndose en un fondo sonoro de evidente riqueza cromática, construye con sus "riffs" unos brillantes arabescos melódicos, apoyados las más de las veces por tonalidades psicodélicas, otras cercanas a un estilo garaje más evolucionado, creando a la par una base "hard-rock" de gran elegancia, dando pie a un Mark Lanegan, dotado de una voz portentosa, émulo de un Jim Morrison sobreviviente a su desaparición, que modula con sus fraseos una suerte de emoción y vitalidad que pocas veces he escuchado en otros cantantes. Van y Pickerel, la base rítmica, mantienendo en todo momento la tensión y la pujanza que la música del grupo demanda.

Este "Buzz Factory" que hoy comentamos es el último trabajo de la banda grabado en el mítico sello SST, propiedad del no menos célebre Greg Ginn, pieza angular junto a Henry Rollins de los muy recordados Black Flag. Corren los primeros meses de 1990 y la banda de Ellensburg es pionera al firmar por una "major" como Epic, abriendo la puerta a que lo hicieran posteriormente otras bandas que, no por sus menores méritos (Nirvana, Soundgarden, Alice In Chains, Mudhoney...), tendrían mucho mayor éxito y reconocimiento popular. Las lenguas viperinas, a las que en este caso no les faltaba algo de razón, comentaban que Screaming Trees era un grupo de gran conflictividad interna, siendo sus peleas actividad de rutina casi diaria, cuestión que propició que alguno de sus miembros, concretamente Van, saliera y entrara con cierta asiduidad de la formación y trasladó, en definitiva, una imagen de los Screaming Trees como un combo difícil y de trato violento. La abundante ingesta alcohólica, marca registrada de la casa, no facilitó en ningún momento las cosas.

Una de las facetas que más me agrada de la banda es su extrema capacidad para escribir canciones que, aun en su inicial simplicidad, se desarrollan en textos de una riqueza poética patente y en este "Buzz Factory" hay ejemplos sobrados de esta cualidad. Tomemos, por ejemplo, el tema "Black Sun Morning":

"Tapestries of black and gold they´re crying
Looking through the windows I´m watching you
You as you go by",...

o las no menos interesantes "Flower Web":

"And the world will change into a fog of butterflies
Within our reach and in our sky
When you put your head into the flower web",...

y "End Of The Universe":

"Ten million miles behind you will find
Orange circles of a southern sunrise
Reflected through a blackened haze".

Todas ellas recreándose en unas imágenes de indudable belleza psicodélica. 



Y ocurre lo mismo cuando afrontan textos que marcan aspectos más introspectivos, ligados a experiencias menos agradables. Lean y juzguen los textos de "Wish Bringer":

"The gaze of eyes will feel so cold
Where blackness covers all you want to know"...,

o el de "Revelation Revolution":

"So heavy as the smoke still lingers
restless lights creeping in
Your body splits in two again".

Y este rico entramado lírico, conjuntamente con la facilidad del diálogo entre la guitarra de Lee y la voz de Lanegan, ambos extendiendo sus radios de acción muchas veces por encima de las propias canciones, hacen de éste "Buzz Factory" una de las más reconocibles gemas, delicada en su textura, amplia en sus colores refulgentes, de la producción musical de la última década del siglo pasado, olvidémonos ya de los posibles quebrantos interpretativos que el subtítulo "grunge" pueda tener.

Jack Endino, propietario en Seattle de un estudio casi artesanal en la época, por el que pasaron para hacer sus iniciales grabaciones los primeros Nirvana y Mudhoney, productor también de gente como Soundgarden, Supersuckers o TAD, entre otros, y autor de un magnífico trabajo con su grupo Skin Yard (que comentaremos en su momento), se encarga de las labores de producción. Se nota su claridad de ideas y su énfasis por dejar que el agreste zumbido de banda pique pero no envenene.

Seguiremos, en próximas entregas, alternando los comentarios de algunos discos del grupo. Una pequeña retrospectiva que me consuela, siquiera ténuemente, de esta infame migraña otoñal.