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25 sept 2014

VENDRÁN TIEMPOS MEJORES





ANGEL VIÑAS                      "LA SOLEDAD DE LA REPÚBLICA"
Hace no muchas fechas terminaba de ver en algún canal de televisión la serie basada en el muy recomendable libro de Arturo Barea "La forja de un rebelde" y sentí la necesidad de reforzar mis lazos ideológicos con la II República española. No por causa de que dichas ataduras estuvieran en ese momento de la visión debilitadas (algo muy improbable que ocurra dada mi profunda querencia sentimental con su doctrina y espíritu), sino más bien por el hecho de recargar con nuevas razones objetivas los argumentos iniciales que me llevaron en su momento a optar por ese sistema político. Exigencia, esta de confirmar mis votos republicanos, que personalmente me viene al pelo para fortalecer mi aborrecimiento y rechazo por una época como la actual en la que la malísima calidad de nuestra democracia  se ha tornado en el pan nuestro de cada día.

El texto elegido para aplacar tal necesidad revitalizadora ha sido el primer volumen que el historiador Angel Viñas publicó en 2006 (70 años después de la sublevación militar contra la República), titulado "La soledad de la República" y que conforma, junto a los posteriormente publicados, "El escudo de la República" (2007) y "El honor de la República" (2009), una trilogía de indudable valor histórico y documental. Angel Viñas, propietario de un envidiable curriculum académico y profesional (Catedrático de Economía Aplicada, profesor de la Escuela Diplomática, funcionario nacional e internacional de altísimo nivel en distintos ministerios españoles, FMI, Comisión Europea y delegación ante las Naciones Unidas) se sirvió de las entonces (2002-2004) descalificaciones secretas de los archivos republicanos, ingleses, franceses y rusos para aportar a su visión histórica todo un cúmulo de datos y documentos que supusieron una muy completa visión de los hechos acaecidos entre Julio y Diciembre de 1936, fechas en las que se produce la sublevación armada y la consolidación del "status quo" bélico entre los rebeldes y el gobierno legítimo.

Es obvio que la ingente y novedosa documentación que aporta Viñas en la primera obra de su trilogía republicana no sería tan interesante si no hubiera por medio una clara intención de desligitimar la visión histórica que muchos otros especialistas, post-franquistas y anti-republicanos en su mayoría, se han empeñado en considerar como únicas e inequívocas. Desligitimación, o visión torticera y claramente politizada (que también la hubo y mucha), de otros historiadores que, en la misma época en que Viñas publica su "La soledad de la República",  tuvieron acceso a la nueva documentación desclasificada y que, por razones obvias a su ideología, interpretaron a su modo o pasaron directamente por alto. Y no por ello, por estudiar concienzudamente los nuevos archivos y ligar sus datos con los ya existentes con anterioridad (en una suerte de fastidioso ejercicio de revisión de acontecimientos, repaso de hechos y novedosas interpretaciones de los mismos), cae Viñas en la fatuidad de considerar su mirada como definitiva y exclusiva. Antes bien, situándose (como reconoce) bajo el "dictum" del maestro Pierre Vilar, reconoce que las conclusiones a las que ha llegado no despejan en su totalidad las lagunas que todavía existen, dejando entonces a los historiadores futuros (una vez vean la luz pública los archivos todavía clasificados), la tarea de ir completando la historia viva sobre este apasionante tema.

Una "soledad" de la II República que, retomando el mismo título de la obra, es fruto entonces (Julio de 1936) de la debilidad interna del propio régimen (administrativa, de orden público y militar) y del inesperado vacío que le hacen las democracias occidentales a las que inicialmente acude pidiendo auxilio (Francia e Inglaterra, en menor medida los Estados Unidos). Aislamiento que, salvo la honrosa excepción del México del presidente Cárdenas, la obliga a buscar "in extremis" (avalado por el nervio financiero que significa el traslado y depósito de las remesas de oro nacionales) el apoyo de la Unión Soviética de Stalin. Soporte que empieza a consolidarse a mediados de Septiembre de 1936 con el envío de importantes remesas de armas y víveres, dos meses más tarde que los rebeldes sublevados, amparados desde el primer instante por la ayuda militar y económica (a crédito) de las potencias del Eje germano-italiano (además de la muy importante logística de Portugal). Tal plazo de tiempo, aunque compensa en alguna medida el desequilibrio militar republicano a primeros de Octubre de ese año, no sirve en absoluto para mermar las posiciones territoriales ya adquiridas por los sublevados, situación que, por el contrario, se verá lentamente acrecentada en los meses posteriores.

No es evidentemente esta "La soledad de la República" una obra que remita su narrativa exclusivamente a los meros acontecimientos bélicos de la segunda mitad del año 36 en España ya que por sus páginas pasan los personajes que hicieron posible sus episodios. Los más significativos, un Largo Caballero, como nuevo jefe de Gobierno desde Agosto de ese año, un carácter más resolutivo y comprometido con la defensa a ultranza de la República, además de un Juan Negrín ,como ministro de Hacienda y encargado de planear la financiación de una "economía de guerra", apta para la supervivencia del régimen a un plazo mayor de tiempo, que ya entonces preveía. Franco (figura algo secundaria en un primer momento de la rebelión dado que la autoridad militar recaía en los Generales Mola y Sanjurjo) que, por sus primeros y concluyentes triunfos (y también por su astucia al autoproclamarse como único interlocutor válido ante Mussolini e Hitler), va adquiriendo el protagonismo por todos conocido. Azaña, asentado en Barcelona cautelarmente, pensando ya (a los pocos meses de iniciarse la conflagración) en la mediación internacional para dar fin a la contienda.

Hitler y Mussolini, haciendo caso omiso de las resoluciones de no intervención del Comité internacional del mismo nombre, enfrascados en su estrategia de utilizar a España como campo de pruebas del enfrentamiento bélico mundial que ya estaban fraguando. Leon Blum en Francia, como jefe de un gobierno salido de las urnas como Frente Popular que, por proximidad ideológica, debería haber dado mucho más apoyo a la República y que, débil interna e internacionalmente, queda al amparo de los intereses geoestratégicos del gobierno inglés, a la corta y a la larga enemigo no declarado de la II República. Un Stalin en una situación extremadamente compleja,  inicialmente apostando por una política de no injerencia (garantía de su plan estratégico para hacer con Francia una suerte de pinza contra Alemania), posteriormente, y una vez constatada la burla constante de las potencias del Eje, aliado imprescindible del régimen republicano, pero más orientado hacia el apoyo a un régimen "burgués, demócrata y no estrictamente revolucionario" que, sin ahuyentar la posible alianza con Francia sirviera, al mismo tiempo, de freno frontal a la creación de un estado fascista en el extremo sur de Europa. Roosevelt, más enfocado a la política interna (a 7 años del "crack" del 29, enfrascado en su ambicioso programa del "New Deal"), pero también siguiendo las recomendaciones del gobierno inglés para obstaculizar y paralizar las gestiones de los diplomáticos y agentes republicanos al objeto de financiar la compra de armas en su territorio.

Además de esos grandes protagonistas, parangón de la Historia Universal para bien y para mal de muchos de ellos, aparecen un sin fin de figuras que otorgan a la obra un singular carácter de curiosidad y cercanía en su relato. Embajadores, cónsules, agregados militares de todo rango, agentes gubernamentales, espías y contraespías (la documentación aportada por los servicios de inteligencia ingleses, en mayor medida, y rusos es abrumadora), comisarios políticos, dirigentes de partidos políticos, figuras anarquistas y nacionalistas (muy controvertida la actuación de muchos de ellos), financieros (¿recuerdan a un tal Juan March?...), aristócratas, aventureros, contrabandistas y gente de mal pelaje, pueblo llano,  todo un crisol de individuos y de escenarios que, en mayor o en menor medida, ayudan a que la obra, a veces farragosa en cuanto a la cantidad de datos que facilita, pueda digerirse con mayor comodidad.


Recomendable, en definitiva, para todos aquellos amantes de las obras de divulgación histórica y también para los que, como es mi caso, sean más aficionados a estudiar y comprender el devenir reciente de nuestro país. Independientemente del signo e ideología política del historiador (todos ellos en mayor o menor medida la tienen), una obra como "La soledad de la República" y, en definitiva, la entera trilogía del autor (de la que ya leí hace tiempo su segundo volumen), suponen una magnífica aportación para el conocimiento de unos hechos no tan lejanos y que, sin ninguna duda, siguen siendo tema de actualidad a día de hoy. Si a ello añadimos un esfuerzo encomiable, como hace el autor, por manejar los nuevos datos aportados por los archivos especializados más importantes, y hacerlo de la manera más objetiva posible, miel sobre hojuelas.







4 comentarios:

  1. La traición del Reino Unido era lógica, dado que Churchill estaba de lado de los golpistas (aunque sea moralmente), pero lo de Francia es más difícil de encajar. ¡Menuda farsa lo de escudarse en la no intervención! A pesar de ello los republicanos españoles lucharon a favor de la democracia y contra el fascismo y fueron los primeros en entrar en París en 1944. La realidad es que fueron Stalin y la Unión Soviética quienes ayudaron a la República. La labor de Viñas ha sido muy importante para desmontar a propagandistas como Pío Moa, al igual que fue la de Herbert Southworth en los años sesenta a la hora de poner en sus sitio a tanto mentecato que se dedicó a la historia, digo a la mentira, durante la dictadura. Excelente y necesaria entrada, Javier.

    Un abrazo.

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  2. Quiero aclarar que he nombrado a Churchill por su influencia, aunque en el momento del levantamiento fascista él no era primer ministro británico, claro.

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  3. Yo, personalmente, respeto la II República por hacer en su momento algo que ningún Gobierno ha hecho: romper lazos con la Iglesia Católica y por cómo se quiso reforzar la enseñanza, el sufragio universal femenino y demás. Personalmente, creo que la II República quiso emplear una serie de reformas que en un puebo culto como el francés o el inglés, habrían sido aplaudidas. En España, en aquella época -vosotros lo sabéis mejor-, una ley tan avanzada como la del divorcio y demás, era como una rareza a la que les costaría acostumbrarse.

    También la II República tuvo leyes profundamente anticonstitucionales ( La Ley de Vagos y Maleantes) y unos dirigentes que no supieron combatir a la extrema izquierda y la violencia en las calles. Evidentemente, el levantamiento no es justificable, máxime cuando era una democracia la que gobernaba, máxime cuando esos militares juraron fidelidad, y peor por lo que vino después: cuarenta años oscuros.

    Poco y mal habla de la II República que Largo Caballero amenazase con la insurrección armada cuando la CEDA de Gil Roles ganó las elecciones. Al igual que Mola, Queipo, Monasterio, Kindelán, Millán Astray y Sanjurjo eran unos hijos de puta: la II República no supo, para mí, claro, adaptarse a la realidad de una población que aún prefería lo tradicional a lo racional, pese a que Azaña quisiese revertir esa tendencia.

    Un abrazo, Javier: gran entrada.

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  4. Me parece muy interesante Javier, eso de desmontar manipulaciones históricas me atrae. Tengo alguna recomendación similar también de Gonzalo a la que sumo la de Viñas. Abrazo.

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