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10 oct 2014

LA CHARCA IDEAL



RAFAEL ARGULLOL                           "MALDITA PERFECCIÓN"
Al margen de las conocidas como "novelas-río" (estilo en el que ando algo metido últimamente), y como contrapunto a una trama inicial que normalmente continúa en otras obras que mantienen la misma historia, siquiera alteradas por el paso del tiempo, existen ensayos literarios que son como profundas charcas de ideas. Pozas donde quedan flotando las percepciones que un autor viene a expresar sobre distintas materias, algunas de ellas manteniéndose en la misma superficie de la acuosidad, dada su mayor relevancia y significado, otras, las más pesadas y difíciles de digerir, quedando ancladas en el leve tálamo de su profundidad. Esa pequeña balsa natural, que debido al fango acumulado muy pocas veces se nos presenta como transparente y cristalina, refleja no obstante las formas de aquellos elementos más próximos que, contemplados a ras de su superficie, sirven para acercarnos a una realidad que queda al alcance de la mano, en la trayectoria de aquella visión que con más atención las contemple. Tal es el caso de la penúltima obra publicada por el filósofo y ensayista, también poeta y catedrático universitario, catalán Rafael Argullol (Barcelona, 1949), "Maldita perfección. Escritos sobre el sacrificio y la celebración de la belleza" (Acantilado, 2013).

Siguiendo con el símil acuoso, bien podríamos imaginar que,  nunca de forma premeditada pero, eso sí, arrostradas por un destino inapelable, aparecen en la limitada parcela de la charca una serie de burbujas que caprichosamente van y vienen, impulsadas por un hálito de energía fugaz que las ven nacer y morir en cuestión de pocos segundos. Cada una de ellas, en su mayor o menor prolongación de vida, en su menor o menor tamaño, vienen a representar la existencia concreta de un autor y de una, o varias, de sus obras a comentar por el ensayista. Las burbujas de más grande envergadura, más proclives también a una más rápida explosión, nos muestran aspectos interesantes de artistas célebres como Miguel Ángel, Shakespeare, Goethe, Hölderlin, Nietzsche, Víctor Hugo, Thomas Mann y Pablo Picasso. Otras de menor tamaño, y más tendentes a su permanencia, nos hablan de Lucrecio, de Rilke, de Dostoievsky, de De Chirico, de Di Lampedusa, de Mark Rothko. Unas y otras, cruzándose y entrelazándose entre sí, crean algunas de mayor formato que, impulsadas por el propio soplo del ensayista, crecen de tal manera hasta que sus ondas se confunden con la totalidad del fluido. Éste, el ensayista, como un demiurgo plenamente consciente, dirige la acción desde la orilla de la pequeña laguna y, a veces, como adormecido por tanta belleza, lanza piedras de profundidad contra la superficie.

Y ocurre que hay todo un crucero naval en el trayecto que va de orilla a orilla. Un viaje impulsado por la idea de la obra de arte como más fidedigna representación del Hombre y de la Naturaleza. Autores célebres, como los mencionados, que actúan como pilotos y manejan el timón mejor forjado para hacer avanzar la nave en la que, desde Noé, sigue embarcada la raza humana. Travesía que en función del esfuerzo y sacrificio de los timoneles, contando también con las vicisitudes propias del clima artístico, arribará a un puerto donde lo aprendido tornará en mercancía de intercambio. Tal es el precio a satisfacer; más cultura, mayor conocimiento para rellenar la, casi siempre, insatisfecha mochila de la existencia.

El lector enamorado ante la calidad de la obra narrada, aquel que la come y hace de su placentera digestión una enseñanza que intenta abarcarla en su totalidad, se sorprenderá gratamente por el rum-rum que se irradia desde el mismo estómago de la poza. Desde los jugos que emanan del propio fluido emergerán a la superficie palabras y adjetivos definitivos, aquellas palabras que forjan por liberarse, estos epítetos que buscan enconadamente delimitarlas, ambos intentando febrilmente capturar el meollo de las mejores ideas, propicias a la huida muchas veces. "Movimiento ", "geografía mítica", "fuentes de otredad", "modernidad espectral", "pintura metafísica", "silencio escuchado", "futuro permanente", "enigma", "utopía biológica", "ideas de luz", "claroscuro"..., en tantas otras el ensayista armado de claridad, sutil verbo y pluma correosa.

Los remos del autor, éste Argullol del que solamente había leído su muy recomendable "La atracción del abismo" (Editorial Destino, 1983), bogarán también, en una suerte de "eterno retorno", hacia lo más profundo de la misma charca. Y tal sucede cuando, sumergido en su escafandra de visionario y de viajero hacia lo íntimo, nos narre las visiones propias del mundo abisal del agua estancada. Comentarios que abarcan el espíritu de los continentes, la personalidad propia de algunos países y ciudades, el entramado y el andamiaje de la poesía, las ráfagas intermitentes que han definido siglos y movimientos artísticos, y que se utilizan como faros espectrales para iluminar el núcleo más oscuro de lo ya acontecido. Pasado, presente y futuro. Brillo, desanclaje e incógnita aterradora.


4 comentarios:

  1. Envidia de tiempo para leer . Lo guardo para Reyes Magos

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  2. E incluso a mayor conocimiento mayor insatisfacción, Javier. Me apunto este libro y celebro tu texto.

    Un abrazo, maestro.

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  3. Muchas veces conocer y estimar, sólo lleva a la infelicidad. Opino como Gonzalo. Cuando me acabe unos ensayos que tengo pendientes, te prometo que lo leeré, Javier. Un abrazo.

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  4. Primordial pensamiento ; en esto debo de decir que el conocimiento , en mi humilde opinión , facilita más momentos de felicidad que los que niega ; tener inquietud intelectual , saber , tener curiosidad por uno mismo y por los demás es de gran ayuda a la hora de perseguir nuestra propia sombra ; brillante texto una vez más Javier , apunto el libro ; lástima de tiempo.
    Abrazosss !

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