HOME                     LINKS                       CONTACT                      

2 jul 2015

EL PACTO




DERRIBOS ARIAS                          "EN LA GUÍA, EN EL LISTÍN"
Podría empezar contando que la ballena sagrada me regurgitó en la playa de Gros, en San Sebastián, allá cuando los tiempos parecieran haberse difuminado. Hacía un calor aberrante, (como en estos días, en los que Clío se ha prestado a servirme de Musa). Tal era el horno exterior que cuesta pensar por un momento el existente en las tripas del inmenso cetáceo. Lo que si recuerdo es que lanzó un erúpto al estilo de parto de los montes, sin anestesia y con un ensordecedor grito de ultra tumba.. Un inmediato relámpago anunció el volcánico regüeldo de crustáceos que me dejó tirado en la playa, al mal fario de la próxima marea de las 19 y media. Tuve que buscarme la vida de inmediato. Una media hora después (lo calculé porque los latidos de mi corazón estaban cada vez más en mínimos) apareció paseando por la orilla un tipo estrambótico, una especie de cuerpo desmadejado que con sus brazos iba haciendo aspas de molinillo, ya que no era de tan gran tamaño. Comprendí mi perentoria necesidad y le lancé un destello superatómico. Las ondas ayudaron, hacia levante todavía, y mi aliento casi moribundo llegó hasta el humanoide, empañando sus gafas.


Recuerdo que me recogió del suelo con una familiaridad que en un principio extrañé. Me metió en la bocacha de sus lentes submarinos sin saber si debía o no aspirar mis alientos, a la saz casi postreros. Gafas acuáticas porque eso era lo que portaba el favorecedor de mi suerte, parecía que fuera a hacer cualquier tipo de inmersión futura. "Para mí querría esa inmersión, buen amigo", dije para mí, y "es posible que si hago bien mi juego te pueda vencer...". ¿De qué va esto?. Era una vida por otra, y de tal manera tenía que introducirme y manejar el alma de mi protegido para, viviendo en él, también llegado su momento deshacerme del mismo. Este mecenas del que hablo salió al poco de la playa y embarcó en un 2CV color gris azulado. Al abrir la puerta Clío dice que me encontré agradablemente sorprendido al ver la parte trasera de un vehículo convertida en un fumadero de cannabis. Sus pequeños altavoces de andar por casa colgados a ambos lados, con sus cables a la exacta altura del techo para no molestar. Una desvencijada alfombra persa recortada invitaba a tenderse y esperar la cena.

A mitad de marzo de 1983 estaba en Madrid. Llevaba un mes escaso grabando con su grupo Derribos Arias su primer larga duración, "En la Guía, En el Listín". Tenía las ideas claras en tanto que por fin aparecía la ocasión de subirse al tren de los ganadores. Cada día de grabación, espaciado por continuos conciertos y apariciones en medios, iba siendo más caótico, cómo a él le gustaba. La experimentación había llegado hasta límites desorbitados; el cansancio acumulado, la falta de sueño, el necesario emplasto mental de alcohol y drogas, les empujaba a él y a sus compañeros inevitablemente a hacer el loco con las máquinas, y en esa tarea, debo decirlo, mi protector era un primer campeón, su carácter de patoso curioso casaba aberrantamente con tal condición. Nada de ensayos previos, a cada momento una canción podía sonar totalmente diferente a como lo hiciera una hora antes, sus experimentaciones debían seguir el curso que en otras ocasiones anteriores tanto sorprendieron.  La crudeza arrítmica, el sonido sincopado con un bajo irritante, voces bellas e incorrectas, un torbellino de melodías que muchas veces paralizaban al oyente, fueron las armas de las que el grupo se valió (con un estilo tan propio dentro del panorama musical de aquellos años) para hacerse conocer. Textos de restringida comprensión, su mensaje o era una patochada o era genial.

Clío me advierte que ya va siendo hora de presentar a mi redentor, Poch. Si, éste fenómeno de la naturaleza fue el que suscribió conmigo un pacto mefistofélico al poco de encontrarnos en la playa de Gros. Yo le suministraría "aberrantina", una especie de vitamina reforzante de efecto múltiple, y él, a cambio y en agradecimiento a la inspiración que tal flujo le aportaría, en determinado momento aceptaría que yo adelantara su muerte. El asunto estaba en ver por cuanto tiempo nuestro acuerdo tendría efecto. Ni siquiera yo lo sabía y pensaba (aunque muy en el fondo porque mi misión no me permitía contemplaciones), que siempre que inoculara en sus leucocitos la dosis suficiente de entusiasmo salvaje, mi protegido (¿aprecian cómo se van tornando misteriosamente los papeles...?) podría sobrevivir temporalmente. Había escuchado un tiempo antes sus canciones "Branquias Bajo El Agua", "Dios Salve Al Lendakari" y "Vírgenes Sangrantes En El Matadero" y veía con claridad meridiana que su estado musical convencía a mucha gente de entonces, la mayoría de ellos moviéndose en una onda urbana que habían bautizado como "La Movida".

Poch, no lo supe hasta mucho después de su desaparición, había nacido 3 años después que yo en San Sebastián. (Me contaron que San Sebastián era una ciudad que estaba situada tan al norte de España que en realidad se encontraba en otro sitio distinto. Nunca entenderé del todo a estos humanos...). Allí comprobé que la felicidad más absoluta realmente existía. Allí era donde se comía muy bien y era fácil hacer cuadrillas con los hombres según el volumen de sus barrigas. Pero ellas eran más finas, lo pude comprobar en cómo evitaban mirar a mi amo cuando tantas veces, deslabazado y desafiante, cruzaba de acera a acera o hablaba con los semáforos.. "Este debe ir muy colocao...", musitaban,  "... o no es de aquí", apuntillaba otra. Parecía como si todos hubieran acordado ser felices a la fuerza, incluso en los tan abundantes días de lluvia. Y cuando mi amigo ("realmente no es amigo mío, recuerden nuestro pacto..."), viajaba a Madrid yo le notaba como más puesto. Y me creerán  si les digo que "notarle" a Poch era muy complicado, muy difícil. de conseguir. Sus compañeros de piso (lo "compartío" varios años con Pablo Carbonell de Toreros Muertos) lo atestiguaban cuando hablaban de su comportamiento de pájaro y de zebra, "una total inutilidad para la Hacienda nacional", decían.

Bueno, entonces en Madrid (en aquel mes de marzo de 1983) pasaban más cosas que en otros sitios en los que no estuve , y debo decir que puede ser posible ya que ni yo ni Poch parábamos quietos un instante. Cada nueva actividad creativa traía bajo el brazo el pan, el alcohol y las hierbas que para su fiesta inaugural se preparaba ipso facto. Las fotos hacían a los participantes famosos y se terminaban las noches unos cuantos días después, cuando aquellos que a la mitad se rendían eran de inmediato sustituidos por una nueva pandilla de hornadas irritantes, dispuestos a seguir el juego un día más. No había tregua posible. Cada línea de moda, cada surco de música, cada paletada de óleo, cada frase luminaria, cada película antes imposible, cada dibujo cómico se elevaban de inmediato a la altura de lo fantástico, de lo nunca visto en villa por lo general tan incrédula y pobretona. Y lo más sobresaliente es que esa situación daba pie a la gente para que su diversión fuera espontánea y contagiosa, así pues que había muchos que se lanzaban a realizar los equilibrios artísticos más inauditos. 

Alejo Alberdi, Juan Verdera, Manuel Moreno "Paul" y Poch (nacido Iñaki Gasca) están ahora juntos en la galería de arte de Fernando Vijande, aquel iluminado que trajo a Andy Warhol por primera vez al país. Van a presentar en un momento en público su nuevo disco "En la Guía, En el Listín". Ya están prácticamente todos sus amigos y enemigos preparados para asistir a uno de los acontecimientos más esperados de la temporada. Directores de cine y vídeo-clips (que entonces iniciaban su camino comercial), músicos de todas las bandas y estilos posibles (muchos ya incursos en lo deletéreo del famoseo), pintores, diseñadores de moda, artistas y actores modernos, críticos de magazines y literarios, escritores y poetas (casi todos de cierto éxito porque los bohemios se extinguieron y ya no se presentaban) celebran haberse conocido cuando la banda Derribos Arias inicia el concierto. El ritmo es tan chocante y agnóstico que muchos de los espectadores, sin saber realmente de qué va la música, hacen como que la entienden y, aun más, empiezan a hablar en alemán sin tener papa del idioma, y en menos de siete días. Vivir para ver.


Mi musa Clío, siempre atenta, está empeñada en rememorar la anécdota de aquel asistente desconocido que, al finalizar el concierto de presentación, abordó en plan jocoso a Poch y le pidió prestadas sus gafas. Según dijo, y ahora ya caigo, las quería para ver los textos de las canciones incluidas en el disco, tan diminutos como apósitos de insectos. Poch le contestó sin mirarle que no eran letras sino consignas, y se acercó a Mariví Ibarrola para ver qué tal le habían salido las fotografías, también para besarla. Y es así que el sorprendido asistente pasó a ser ninguneado además de desconocido pero, justo es reconocerlo, tenía toda la razón. Las letras eran ilegibles de tan escaso alimento ingerido y, para mayor incomprensión, aparecían textos de canciones que no se incluían en el disco. Ni yo mismo (siempre tan dentro de Poch, tanto que él no me privaba de acosarme con la constante humareda dulzona que ingería hacia sus pulmones) comprendía al principio las letras, y aunque quise pensar que no merecían en el fondo la pena, después me di cuenta de la profundidad y calado de lo que él llamaba sus consignas. Pongo un ejemplo, y a otra cosa: "Pero en Europa, si quieres venir a Europa / pero en Europa, no vengas nunca a Europa /...Norteamérica es ideal, si es que eres subnormal ". Más claro imposible.

Después del concierto de presentación  muchos engañaban a Poch diciéndole que había sido tan bueno como las grabaciones que se hicieron anteriormente en los programas de TV "Musical Express" y "La Edad de Oro", pero él se daba cuenta de que no era así. En el estudio Kirios, con la producción del ya casi de la familia Paco Trinidad, habían conseguido crear una atmósfera más estridente, resaltando el sonido profundo del bajo, instrumento que domina el tempo de la mayoría de las canciones, y dando libertad a que las guitarras sonaran brillantemente irritadas, como para ensalzar a gritos un funeral. Hay una presentación inenteligible en "Introducción" y una llamada chirrichirri a las vacas inicia los acordes de "Europa". Mayestática composición apoyada, también, por la trompeta de Iñaki  Fernández (Glutamato Ye-Ye). La versión velvetiana en "Pobre Cowboy Bill" le hubiera gustado a Poch dedicársela al Warhol que se pasó también por la galería Vijande. "Lo Que Hay" no pasa de más y "Aprende Alemán En Siete Días" no tiene la fuerza que consiguieron en sus directos, pero tampoco es una grabación floja, como algunos apuntaron años más tarde..

El resto de los temas, le quedan a Clío por inspirarme apenas ya unas líneas, dibujan maestramente tonos punk en "Íntima Decoración", con una tensión latente durante toda la melodía. Ritmos más sedosos y abiertos en "Crematorio", sin dejar de apretar ni un instante el gaznate del oyente, ahogándole con frases que rompen la cadencia melódica. "Misiles Hacia Cuba", más en tono acústico y también relajada sensación de paz espacial,  fomentada aquí  por el saxo de Karl -Ox. "La Chica de Brasil", perfecta estructura pop donde queda patente la conjunción instrumental de la banda, a pesar de sus intentos al contrario en tantas veces anteriores. El último tema, "Derribos Arias", se inicia enigmáticamente con la presencia de una madre-cabra para tornarse en una ópera de amables despropósitos vocales. Los instrumentos se quedan escondidos entre los escombros de la propia canción, ecos de batería y piano descendente (no se sabe si lo tocó el mismo Paco Trinidad o Luis Calleja) van marcando el ritmo final. Un verdadero atrevimiento para la época finalizar el disco sin apenas entenderlo.

El precio que tendrá que pagar Poch por esta singular obra "En La Guía, En El Listín" ya es algo que teníamos él y yo negociado. A tanto alzado el minuto de gloria y reconocimiento, tanto el peso y gravedad de la enfermedad que estaba a punto de confiarle. Enfermedad que en los primeros síntomas parecieron como propias extravagancias del muchacho de Gros, más tarde muchos se dieron cuenta que no era así. Pero eso sucedió más adelante. De momento, ahora mismo, cuando Poch propone a sus amigos (apenas quedaba en la galería Vijande suficiente ágape), dónde ir después del evento, nadie se llamó a engaño. Vamos a Rock-Ola, y si en la fiesta anterior introduje camuflado en mi gabardina un jamón cocido, en esta me embadurnaré con la tinta de un kilo de calamares y un par de pinzas, de esas de plástico de colada, sostendrán mis ojos y mi penúltima locura.






8 comentarios:

  1. Querido Javier este hilarante texto además de interesarme por todo lo que contiene me ha llenado de nostalgia en el recuerdo de Poch, conocí su obra y milagros ya mayorcito, pero de inmediato sentí un gran afecto por él, además su obra es mucho más de lo que parece.
    Es genial leerte sobre aquella época, sobre aquel Madrid.
    Que grande Javier.
    Abrazo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gracias Addi, celebro que te haya gustado la entrada. Si, ciertamente, Poch era mucho Poch, tanto en sus momentos cuerdos como en los locos. Patrimonio nacional, ya sin duda.
      Abrazos,
      Javier.

      Eliminar
  2. Esto es lo más grande que he leído sobre el inolvidable Poch. Acabo de flipar, Javier. Si me dijeras que lo conociste realmente sería lo máximo. "En la guía, en el listín" es un discazo impresionante. Gracias. Un abrazo, crack.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. La anécdota del concierto en la galería Fernando Vijande es totalmente rigurosa. Asistí al concierto con un amigo que al final, cuando Poch estaba ya algo alejado del escenario, le hizo la pregunta que relato. Ese fue el momento en que más cercano estuve a Poch, a dos palmos. Ni siquiera nos miró, tuvo una actitud muy despectiva, vaya.
      Gracias y abrazos,
      Javier.

      Eliminar
  3. Prefiero el epé de debut que mentas nombrando sus canciones, pero "En la guía" va a misa, claro que sí. ¡Ay, esa pinzas, esa pinza!

    Nos une la bandera griega, la patria griega, Javier.

    Un abrazo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Yo también prefiero sus grabaciones anteriores al "En la Guía, En El Listín", son más fuertes, más auténticas de lo que representaban como grupo iconoclasta. En "En La Guía...", todo suena bien, pero un poco más civilizado, más atenuado.
      Grecia, nuestra patria, igual que la de Byron, Hölderlin y tantos otros.
      Abrazos,
      Javier.

      Eliminar
  4. el John Cale español y Deribos nuetra velvet con una diferencia a la velvet han consegido plagiarla a Derribos no. Algo tendran

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Buena interpretación Bernardo. Efectívamente, DDAA rompieron el molde. Nunca después nadie fue como ellos, y dudo que pueda surgir un grupo tan peculiar en un futuro.
      Gracias y saludos,
      Javier.

      Eliminar