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29 nov 2017

HALL OF FAME VII: BRIAN ENO




BRIAN ENO - DAVID BYRNE            "MY LIFE IN THE BUSH OF GHOSTS"
Hace cuatro años asistí a la exposición que la MADATAC 05 (Muestra de Arte Digital Audiovisual y Tecnologías Avanzadas Contemporáneas) organizó en la sala Alcalá 31 de Madrid para presentar el "77 Million Paintings" de Brian Eno. Era una mañana de últimos de noviembre, fría y soleada como la de hoy, y recuerdo que dudé antes de entrar al recinto al observar a un numeroso grupo de jubilados (calculé una media de edad superior a los 70 años) salir del mismo local donde tenía lugar el evento. Me pareció entonces que no era ese precisamente el típico público que pudiera estar interesado por la propuesta del artista inglés, o quizá pudiera equivocarme, el anhelo de experimentar nuevas sensaciones audio-visuales por parte de nuestra sufrida tercera edad había llegado hasta extremos hasta entonces impensables. Así las cosas, el hecho es que retrocedí unos cuantos pasos y, dirigiendo mi mirada hacia los paneles que colgaban del techo, comprobé la presencia del retrato gigante de Brian Eno, justamente colocado encima del vestíbulo de entrada. Una vez tranquilizado cedí el paso al cuantioso grupo visitante y antes de entrar al recinto, mientras me cruzaba con la última pareja, escuché cómo uno de ellos comentaba a su compañero las bajas temperaturas que estaban padeciendo por esas fechas en Consuegra. Según me introduje en la sala -la atmósfera inicial era de una oscuridad completa-, me dio la impresión de penetrar en un enorme confesionario manchego.

El catálogo de la exposición, un coqueto libro de tapa dura con páginas satinadas en negro y abundantes fotografías de las imágenes expuestas, incluía, además de la obligada presentación y biografía del artista, una extensa entrevista con él. "77 Million Paintings", nace de la exploración por parte de Brian Eno de la luz como medio artístico y de las posibilidades estéticas del arte generativo. Su título -continuaba la introducción- proviene del número posible de combinaciones aleatorias de vídeo y música que pueden ser generadas por la instalación, partiendo de la certeza de que nunca se repetirá el mismo paisaje audiovisual. He de confesar que esta misma noche pasada, influido sin duda por la escucha de buena parte de la obra de Eno (después de repasar, también, una gran cantidad de notas preparatorias), me encontré con ánimo suficiente para experimentar por mi propia cuenta. Coloqué en dos platos los distintos vinilos de "My Life In The Bush Of Ghosts" (Brian Eno-David Byrne, EG Records, 1981) y "Remain In Light" (Talking Heads, Sire Records, 1980) y, después de acoplar el mismo nivel de volumen en la mesa de mezclas, ligeramente superior en el primero para compensar la preponderante presencia de las voces de David Byrne, dejé caer las agujas entre sus surcos.

Debo indicarles que lo que ocurrió a continuación fue un tanto extraño. Intenté hacer coincidir las secuencias de sus respectivas canciones, procurando combinar al centímetro los cortes de ambos discos, buscando en definitiva crear un ambiente donde la pura experimentación del sonido fuera el tono predominante. También dispuse la atmósfera adecuada apagando las luces de la habitación, solo resplandecía el ordenador en modo protector de pantalla, de modo que un diafragma sucesivo de fotografías iban apareciendo aleatoriamente, cambiando sus motivos en apenas unos segundos. Animales en cautiverio, retratos de varios escritores nacionales y extranjeros, pictogramas de películas de ciencia ficción, carteles y grupos de los años 60, las figuras de algunos familiares paseando por desiertas playas del Norte. Me pareció como si el sonido se materializara desde parámetros distintos. Además del protagonismo de los propios instrumentos, cintas, voces, grabaciones y samplers externos, las imágenes buscaban su propio espacio al margen del ensayo. La aparición de un zumbido confuso, fruto de la emisión combinada de ambos discos, junto a la exposición continuada de las figuras de la pantalla, me introdujeron simultáneamente en el umbral de un proceso que pensé podría dar mucho juego. Desde el lugar donde estaba sentado creí observar una red de exuberantes raíces extendiéndose por el suelo de la habitación, pero esa visión apenas duró unos pocos segundos.

Intentaba, en definitiva, arribar a la conclusión a la que el propio Brian Eno llegó cuando se recuperaba en un hospital londinense del atropello que sufrió por un taxi. Corría el año 75 ó 76 y nuestro convaleciente trataba de subir el volumen de una grabadora desde la alejada posición de su cama. Al no conseguirlo decidió que los restantes sonidos de la habitación también fueran los personajes de la sesión; participantes ellos, hasta entonces no invitados, en una relación espacio-temporal donde el único eco instrumental acaparaba la atención primaria y exclusiva del oyente. Nacía entonces, tal y como la entendemos hoy, el concepto de la música ambiente, una idea de la que ya tenía Eno algunos antecedentes teóricos desde su formación académica en las Escuelas de Arte de Ipswich y Winchester, y que venía a suponer el desarrollo de una nueva noción, la de una música de baja intensidad diseñada para modificar la percepción del espectador, inmerso, a partir de entonces, en un entorno mucho más amplio y rico, aquel que le pudiera sugerir la mera observación del espacio circundante.

Desde entonces se convierte Brain Eno en un auténtico teórico de la música, un pensador no-músico (como siempre le ha gustado llamarse) que, además de suplir de este modo su carencia de formación, busca concretar sus ideas produciendo sonidos desde otras fuentes hasta entonces poco utilizadas. Se valdrá para ello del reproductor móvil de cintas analógicas, una relativamente nueva tecnología que, desde la aparición de las cintas magnéticas a finales de los años 40 del siglo pasado, se abre paso rápidamente, casi al mismo tiempo que en los estudios de grabación se extienden los canales hasta las 8 y las 16 pistas. Las grabaciones obtenidas por este sistema, y sobre todo la posibilidad de recuperar los sonidos previamente almacenados mediante el uso del playback, otorgan a este procedimiento múltiples oportunidades. Brian Eno, por todos conocida su etapa en la primera versión de Roxy Music (1971-1973), alcanza su primer cenit creativo, trabajando como verdadero manipulador de sonido, en la obra "No Pussyfooting" que firma conjuntamente con Robert Fripp en 1973. El frippertronic, artilugio diseñado por el propio líder de King Crimson en 1971 (siguiendo los experimentos anteriores de Terry Ryley, compositor minimalista del que también Eno se considera discípulo), consistente en dos reproductores encadenados, uno en forma de grabación y otro en reproducción retardada, servía de sistema operativo para que Fripp manejara su guitarra y Eno sus teclados. El concierto al que asistí en el Teatro Monumental el año 1974, en el que presentaron su "No Pussyfooting" ante una audiencia mayoritariamente descolocada, forma parte de uno de los momentos más curiosos en mi educación musical.

El contexto familiar y geográfico de Brian Peter George St John Baptiste de la Salle Eno (nuestra educación coincide en la misma orden religiosa) tiene cierto interés a la hora de desglosar los antecedentes socio-culturales de nuestro protagonista. Nacido en 1948 en Suffolk, en la zona oriental de las Islas Británicas, la más cercana al continente europeo, es el segundo hijo de una antigua familia de hugonotes franceses emigrados. Su madre es natural de Flandes y, al contraer matrimonio (católico) con su padre, tiene ya una hija cuyo verdadero progenitor ha desaparecido en el transcurso de la Segunda Guerra Mundial. Su siguiente hermano Roger, con el que colaborará en numerosas grabaciones posteriores, nace 11 años después, con lo que Brian podría justamente considerarse como hijo único durante gran parte de su infancia y adolescencia. Las emisoras radiofónicas de las bases aéreas norteamericanas cercanas a la localidad de Woodbridge, donde reside la familia, suponen, además de una gran influencia, una referencia obligada en la educación musical de Brian. Los esporádicos viajes a Bélgica, para visitar a su familia materna, también significan para el joven Brian una ocasión de oro para salir de un ambiente de posguerra inevitablemente limitado al mercadillo local de los fines de semana, también para liberarse, aunque solo sea momentáneamente, de un estrato donde las relaciones sociales seguían pautas muy ancladas en siglos anteriores.

Volviendo a la mención de Robert Fripp, soy de los que piensa que su ya famosa alusión a dejar de lado la infraestructura propia de las bandas de rock, abocadas a un gigantismo exacerbado y, por tanto, a una flagrante despersonalización de su propuesta, para entrar en una dinámica de pequeñas células autónomas, capaces por sí mismas de crear música propensa a una nueva inteligencia, debió de tener en su entonces estrecha relación con Brian Eno unos antecedentes incuestionables. Fripp lanza esa idea a finales de 1974, poco después de la publicación de su último trabajo "Red" (Island Rcds) con King Crimson, justo antes de cerrar la primera y más brillante etapa de tan fundamental banda. En ese mismo año, Eno ha publicado ya sus dos primeras obras, "Here Come The Warm Jets" y "Taking Tiger Mountain (By Strategy)", y sus pasos ya se dirigen a materializar un producto de consumo cuya materia prima, el sonido en su máximo significado etimológico, surgiera de un intérprete-no músico, en cierta forma ajeno (tampoco cabe olvidar su vena estrictamente pop...) a la composición más convencional. Sus posteriores trabajos hasta su mudanza a Nueva York en 1978, "Another Green World", " Discreet Music", "Evening Stars", "Before And After Science" y "Cluster & Eno", en los que la presencia de su buen amigo Phil Manzanera merece ser reseñada, nos presentan a un artista que parece haber ya consolidado su propuesta, utilizar el estudio de grabación como instrumento para la producción en masa de un nuevo oyente, aquel inclinado más al pensamiento sosegado que a la explosión orgánica del rock tradicional.

Esta es una de las muchas ideas (añadidas a otras tantas variantes teóricas más complejas) que conforman el pesebre de lo que el artista inglés vino en llamar música generativa, y que desarrollaría, con alteraciones más o menos pop, o según el momento más puramente ambientales, en los discos publicados desde 1978 hasta 1984, período en el que se establece en Nueva York. Algunas muestras: "Music For Films", "Ambient 1, Music For Airports", "After The Heat", "Fourth World, Vol 1: Possible Musics", "Ambient 2: The Plateau Of Mirror" y "My Life In The Bush Of Ghosts". Pero..., detengámonos en ese mismo año, en 1978. La ciudad de Londres se encuentra entonces en el cenit de su última genialidad musical. La reciente eclosión del punk ha abierto el camino a distintos movimientos que hacen de la capital británica el verdadero centro de la escena pop y rock mundial. ¿Por qué trasladarse entonces a una ciudad todavía inmersa en la resaca del famoso "Ford To City: Drop Dead", una gigantesca urbe sin aparente orden ni concierto, abocada desde hacía ya tres años en una bancarrota financiera que, entre otras secuelas, la convertía en una de las metrópolis occidentales más inseguras del mundo? Un contrato, inicialmente firmado para producir el segundo trabajo de Talking Heads, "More Songs About Buildings And Food" (Sire, 1978), es la causa que motiva la decisión de su traslado temporal.

Pero la verdadera razón es una huida hacia adelante, el aburrimiento producido por una escena demasiado repetitiva, la apatía por llegar a las mismas metas, los músicos hablando exclusivamente de música, los pintores de pintura, los actores de obras de teatro, los activistas políticos de la revolución pendiente. No hay tranversalidad de ideas, tampoco exposición de pensamientos que puedan influir en otros artistas de ámbitos diferentes, gran parte del escenario cultural sigue anclado en el racionalismo del siglo anterior, como mucho en un existencialismo tardío que nunca entendió la fuerza creativa del rock ´n´roll. El Nueva York al que llega Brian Eno es muy diferente a ese Londres de finales de los 70, allí la actividad artística se encuentra en plena ebullición, sus múltiples escenarios están ocupados por una auténtica multitud de protagonistas que buscan motivos de inspiración en cualquier ámbito del que pueda surgir algo medianamente atractivo. Los músicos hablan de pintura, los pintores de música, los escultores de astronomía, los fotógrafos de ecos solares, todo el ambiente está contagiado de una loca carrera por llegar más allá, por alcanzar nuevas metas que, seguramente al día siguiente, puedan estar sobrepasadas por una audacia apenas vislumbrada algunas noches antes.

Nada más llegar a la megalópolis americana, y antes de centrarse en la producción del segundo trabajo de Talking Heads, asiste al festival underground que la Artist´s Space ha organizado en diversos clubes de la ciudad. Impresionado por la fuerza de la propuesta acepta hacerse cargo como productor del "No New York" (Lilith Rcds, 1978), recopilación en directo de varias de las bandas presentes (Contortions, Teenage Jesus and The Jerks, Mars y D.N.A.). La grabación es cruda, sin ningún overdub ni empleo de otros efectos de estudio, nada que ver con el trabajo mucho más innovador que desarrollaría posteriormente. Ante este panorama tan atractivo Brian decide extender sine die su estancia en Nueva York. Acuerda con David Byrne la producción del "Fear Of Music" (Sire, 1979) y, de una forma conjunta, la del "Remain In Light", un año después. Mientras trabaja en este último (a lo largo de 1980), prepara las bases del que será su segundo trabajo grabado en tierras americanas, "My Life In The Bush Of Ghosts", también estrecha su colaboración con E.G. Records, propiedad de los antiguos mánagers de King Crimson y Roxy Music, sello que publicará gran parte de la obra del artista inglés hasta 1985, recién vuelto a su Inglaterra natal.

De este "My Life In The Bush Of Ghosts" cabría destacar dos aspectos, uno de ellos relativo a su fundamento teórico, el otro, a  su envoltura puramente musical. El primero bebe de la contradicción que Eno observa en la vida americana, contrapuesta con su  experiencia natal europea. Mientras en esta última el espacio del artista es distinto, la valoración más sosegada del tiempo le permite dedicarse a pensar y encauzar su obra, a interiorizar más profundamente su situación, la visión americana, por el contrario, es más dinámica, la velocidad del sonido es similar a la de una caja registradora, la necesidad de la creación es instantánea, no cabe el detenerse, toda la producción artística necesita ser de inmediato expuesta, valorada y vendida. Eno encuentra también en las emisoras de radio otras paradojas que llaman su atención. Muchas estaciones son utilizadas como plataformas para trasladar al oyente la visión religiosa puritana y excluyente de una parte importante de la sociedad norteamericana. Los frecuentes reportajes y entrevistas efectuados a políticos (mayoritariamente conservadores en zonas rurales), emitidos por enardecidos locutores la mayoría de las veces, se ofrecen sin apenas freno a la incontinencia verbal. Como buen observador de la realidad circundante, Eno se aprovechará del potente imaginario visual de esos escenarios para incluir en la grabación de "My Life In The Bush Of Ghosts" las voces de esa América profunda, hasta entonces poco investigada.

El segundo aspecto, la corteza musical, presenta al oyente un mundo fascinante. El edificio melódico está construido sobre la base principal de la percusión, batería, tambores de doble parche y de marco irlandés, congas y gongs de bronce (al igual que lo hace en la paralela grabación del "Remain In Light"), y a su lado, flotando en un magma de bajos, sintetizadores, guitarras y otros objetos (no identificados), emana un halo de atrayente misterio. La inclusión de voces sampleadas de cantantes libanesas, y de intérpretes egipcios y argelinos, beneficia a una grabación que resulta, en última instancia, un riquísimo contraste entre la mirada occidental y la puramente oriental, entre el exceso de un mundo en declive y otro desconocido para la mayoría de los oyentes. Los efectos especiales incorporados añaden al sonido un ambiente de dunas y desierto, de caravanas circulando por una autopista americana, bellamente interminable. 

Después de la aparición de este "My Life In The Bush Of Ghosts" Brian Eno decide trasladarse a Los Ángeles para profundizar en su formación como artista visual, una vertiente de la que ya ha dado muestra, en algunas exposiciones anteriores, en varias ciudades europeas y americanas (y de la que la cubierta de este disco es modelo ejemplar). En 1983 vuelve desde la ciudad californiana a Nueva York, donde reside hasta finales de 1984, momento en el que regresa definitivamente a Inglaterra. Su prolongada estancia americana, inicialmente planificada como breve, ha significado un salto importantísimo en su ya por entonces celebrada carrera. Su papel como "productor de arte" queda claramente renovado. A partir de entonces su nueva apuesta artística no tendrá linealidad, ni comienzo, ni desarrollo, tampoco el consabido final. Será un constante fluir de ideas, un intento de mirar el cielo con otros ojos, con una luz circular distinta.













16 nov 2017

RAREZAS XIV: MORRIS EL SUCIO





STONEWALL                              "STONEWALL"
Puede que se trate de elucubraciones mías pero creo haber comentado con alguien (cercano) en alguna ocasión que me hubiera gustado vivir en dos épocas muy concretas, la implantación de la técnica de la imprenta en la ciudad-estado de Venecia al final del siglo XV y el auge de los nightclubs de Nueva York durante las décadas de los 50 y 60 del siglo pasado. En el primer caso sería usual verme trabajando en los talleres de los hermanos alemanes Da Spira, creadores en 1460 del llamado tipo veneciano, un formato de letra ágil y limpio, fácilmente legible y que rompía con el pesado modelo gótico de la primera escuela alemana de Gutenberg; para pasar, unas décadas más tarde, a colaborar con Aldo Manucio, un auténtico orfebre de la tipografía, quien creó la primera bastardilla y al que se atribuye la invención del punto y coma, un avance gigantesco que propició la aparición de las primeras ediciones de bolsillo de clásicos literarios griegos y latinos, textos antiguos que iluminaron el alto Renacimiento italiano. Para que puedan hacerse una idea, en la ciudad de la Señoría existían, en la época de la que hablamos, más imprentas y mercaderes dedicados a la venta de libros que obradores y panaderos.

El bello país transalpino sería el punto de conexión con la escena de los nightclubs neoyorquinos ya que son ciudadanos italo-americanos los que controlan la mayoría del negocio nocturno de la ciudad de los rascacielos durante los 50 y 60 del siglo pasado. Atrás han quedado las big bands de Duke Ellington y de la primera Count Basie Orchestra, aunque esta última se adaptará a los nuevos tiempos con su "The Second Testament Band", una formación cuya propuesta de jazz más suave y ligero, realzada con la inclusión de las voces de Joe Williams, Frank Sinatra o Billy Eckstine (entre otros), encaja mejor con una audiencia que, desde la finalización de la Segunda Guerra Mundial y hasta bien entrada la siguiente década, busca tranquilizar sus ánimos. Pero será el bebop de los gigantes del 40, Charlie Parker, Dizzy Gillespie, Thelonius Monk, el cool de Miles Davis, el hardbop de Sonny Rollins o Art Blakey, el free de Ornette Coleman, las geniales aportaciones de John Coltrane,  Albert Ayler y Sun Ra los estilos que dominarán la escena del ocio musical neoyorquino.

La supremacía italo-americana del negocio del espectáculo en Nueva York, que se amplia hasta el fascinante universo del Rat Fink Room de Jackie Kannon, un humorista grosero que disputa a Lenny Bruce el trono de cómico más popular de entonces, tiene sus primeros antecedentes en la ciudad de Miami. La metrópoli más poblada de Florida tiene el honor de ser a finales de los años 40 e inicios de la siguiente década, por supuesto en términos relativos, uno de los centros neurálgicos del crimen organizado y, como no podía ser de otro modo, hasta allí se extienden los tentáculos de la Mafia de Nueva York y Nueva Jersey. Joey Blue Nose, Ice Pick Willie y Matty The Horse Iannello controlan el negocio de los numerosos locales de strip-tease, juego y prostitución más o menos encubierta (los cárteles de Colombia aun no habían acto de presencia por la zona). Entran y salen constantemente del 600 Club, del The Frolics o del Five O´Clock, del Copa City o del Beachcomber, donde muchos de los grandes hombres de negocio y ejecutivos de alto nivel adquisitivo pasan junto a sus esposas las mejores veladas nocturnas de sus vacaciones; partida de golf por la mañana, alguna discreta visita de las mejores hookers a sus suites mientras sus mujeres andan de compras al mediodía, apuestas en las carreras de caballos, galgos y partidos en los jai-alais al atardecer. Las camareras del Five O´Clock toman fotos de Jake LaMotta y de Rocky Graziano, que se han acercado desde el Sea Gull Hotel, para dar mayor ambiente al local. Morris Moishe Levy -Mo a partir de ahora- trabaja entonces como el chico del cuarto oscuro en la mayoría de los mejores clubes de Miami.

Mo es descendiente de judíos sefarditas y nace en Brooklyn en 1927, huérfano de padre a los 4 años, cuando cumpla los 14 es expulsado del colegio después de haber derramado un tintero en la cabeza de su profesora, una anciana de 75 años a la que despoja de la peluca antes de derrarmarle todo el contenido. A la vuelta de Florida se instala definitivamente en Nueva York en 1947 para ejercer el mismo trabajo que venía haciendo en los clubs de Miami, revelar las fotografías de los invitados selectos y asistentes en las sesiones nocturnas. Su centro de operaciones es el Clique Club, un local situado en el 1678 de Broadway, en el extremo norte de la ya entonces famosa West 52nd Street, y que compraría, dos años después, junto a su hermano Zacharias (Irving) y su socio Oscar Goodstein para rebautizarlo como Birdland, (parece ser que en homenaje al seudónimo por el que entonces se conocía al saxofonista Charlie Parker). Por el club, retitulado por los nuevos propietarios como "The Jazz Corner of The World" pasan los mejores artistas del momento, Lester Young, el mismo Parker (aunque éste lo hace solo en par de ocasiones, y ya en el año 54), Harry Belafonte, Stan Getz o Lennie Tristano. En su escenario graban en directo Blakey ("A Night At Birland", 1954), Coltrane ("Live At Birland", 1964), actúan Gillespie, Monk, Davis, Bud Powell, Getz y Young. Allí George Shearing compone en 1952 su famoso "Lullaby of Birdland", un tema que pronto deviene en clásico, posteriormente versioneado por grandes artistas como Sara Vaughan o por las malogradas Dinah Washington y Amy Whinehouse, más recientemente.

Que Mo era un águila para los negocios lo demuestra la conclusión a la que llega después de la visita que uno de los representantes de la ASCAP le hizo en su despacho de Park Avenue, allí mismo donde en la pared trasera aparecía colgada una placa en la que se podía leer: "Oh Lord, Give Me A Bastard With Talent". El agente le anuncia que debe pagar un estipendio mensual por programar en directo la música previamente publicada por los artistas sindicados. Este acontecimiento le anima a crear su propia agencia publicitaria, la Patricia Publishing, en la que registrará, como propietario de los derechos de autor, todas aquellas canciones que su próximo establo de músicos realicen en sus locales, cadena de recintos que ha incrementado también con la adquisición del no menos célebre Peppermint Lounge, en el 128 de la West 45th Street. Pocos años más tarde este Peppermint Lounge se convertiría en el epicentro de un nuevo baile de moda, el twist (confieso que lo he llegado a bailar...), además de ser escenario de visitas de personajes famosos como Marilyn Monroe, Audrie Hepburn, Judy Garland o Truman Capote, también albergaría algunas de las fiestas privadas en las primeras visitas americanas de The Beatles. Una Jackie Kennedy, emocionada por el espléndido ambiente observado en una de sus veladas, lo instala temporalmente en una de las alas de la Casa Blanca, un sucedáneo de espectáculo que emplea para recibir a los estirados y conservadores miembros del Council of the Organization of American States.

Convencido por sus contactos con las Cinco Familias -que ya controlaban gran parte de la industria discográfica de la Costa Este-, y gracias a un crédito avalado por uno de los más poderosos miembros del clan Genovese, Vincent Chin Gigante-, Mo crea en 1957 su propio sello discográfico, Roulette Records, una plataforma que en principio pretende centrarse en la grabación de la nueva sensación musical del momento, el rock´n´roll que Alan Freed ha hecho famoso desde las emisoras WAKR y WJW de Cleveland. Freed ya está en nómina porque desde 1954 trabaja para la emisora WINS que Mo posee en Nueva York; sus programas de radio "Rock´n´ Roll Party 1 & 2" se difunden por todos los EEUU, generando, además de importantes beneficios económicos, una influencia masiva en los gustos de las nuevas generaciones, cansadas de los crooners de décadas anteriores, ignorantes también del legado de los gigantes del jazz de la época. Sus multitudinarias sesiones de baile en los teatros Paramount de Brooklyn y Manhattan (en el St.Nicholas Ballroom llegó a concentrar a 12.000 asistentes) convencen a la cadena ABC de TV para financiar sus famosas series "The Big Beat". Todo parece marchar sobre ruedas hasta que a Frankie Lymon, cantante negro de doo-wop y anterior líder de The Teenagers (intérprete de la maravillosa "Why Do Fools Fall In Love", una de las gemas de la banda sonora del "American Graffiti", MCA 1974) se le ocurre bailar con una chica blanca en uno de los conciertos televisados. Las cadenas afiliadas del Sur cancelan indignadas sus contratos y la ABC suspende definitivamente la emisión de nuevos programas.

Sin contar, desde finales del 57, con el apoyo de la incipiente programación televisiva, Mo decide centrarse en dar a conocer las grabaciones de sus músicos a través de las poderosas emisoras de radio. Él mismo idea entonces, aunque lo negase en todas aquellas ocasiones en las que prestó declaración ante los agentes de la IRS, lo que llegó a conocerse como la payola, esto es, el dj de la emisora de turno recibe un sobre en efectivo para que de preferencia a los artistas del sello en cuestión. Joey Dee, líder a la sazón de unos The Starliters tambíen contratados por Roulette Records, recuerda recorrer gran parte de las estaciones de radio de Nueva York y Nueva Jersey acompañando a los sicarios de Mo. En la parte delantera de la limusina se colocaban los portadores de los sobres, siempre armados con bates de béisbol, en las piezas traseras, un par de despampanantes hookers servían de guinda final de la transacción. El dj que se atreviera a no cumplir el pacto tenía garantizada, a su propia costa, tratamiento y habitación en los hospitales de la zona. Alan Freed, aparentemente una pieza fundamental en el entramado creado por Mo, fue declarado culpable de soborno en 1962, su figura ya había entrado por entonces en un alarmante declive.

A finales de ese año de 1957 nace Roulette Records, un sello que, a pesar de moverse en los círculos cercanos de la Mafia, era si cabe más respetado por estar encabezado por un tipo peligroso y despótico. Mo no solo hace suyos los derechos de autor de las composiciones de los artistas de su establo, tampoco está dispuesto a pagarles sus royalties. El hecho es que Mo se encabrona mucho cuando su hermano y socio Irving es apuñalado y muerto en el callejón trasero del Birdland el 26 de Enero de 1959. En una posterior disputa con un cliente, alguien le oye amenazar con hacerle lo mismo que hizo a los supuestamente asesinos de su hermano, una pareja convicta por robo y prostitución a los que se les había prohibido la entrada, la misma noche en la que actuaba el trombonista Urbie Green. Clavarles un puñal en su éstomago para después girar con fuerza su poderosa muñeca y así provocar el torrencial vomitorio de sus intestinos. Jimmie Rodgers, el meloso cantante de pop-country, cuyos conocidos hits "Honeycomb" y "Kissess Sweeter Than Wine" contribuyeron en gran medida a elevar el nivel de natalidad en la América profunda de los últimos 50, fue vapuleado sin misericordia por tres policías de Los Ángeles en una carretera secundaria con dirección a San Diego el primero de diciembre de 1967. Su delito, haber reclamado insistentemente a Mo el pago de sus salarios, demasiados años atrasados.

Pero si hay otro testigo de excepción que nos pueda hablar del despotismo de Mo, ese es Tommy James, líder de The Shondells, un grupo cuya música recuerdo emular golpeando el tablero del pupitre del colegio tratando de imitar la entrada de batería de su éxito, "Mony Mony" (Columbia 1968, aun conservo el single). Tommy publica su libro "Me, the Mob and the Music: One Helluva Ride with Tommy James and The Shondells" en 2010 (Simon and Shuster), unos años después de cerciorarse de la muerte de Vincent Chin Gigante en Diciembre de 2005. Allí relata su llegada a Nueva York en Marzo de 1966 con su canción "Hanky Panky" bajo el brazo. Comenta la magnífica recepción de sus primeros contactos con los sellos Atlantic, Kama Sutra, Columbia, Epic, RCA y Roulette, todos deseando firmarles el contrato de inmediato. Al día siguiente, descolgar el teléfono y Jerry Wexler de Atlantic, te hablo en nombre de todos Tommy..., ayer por la noche recibimos una llamada de Mo, ya sabes, de Roulette, indignado, exigiéndonos que nos retiráramos de la puja porque el grupo ERA SUYO..., ya sabes cómo se las gasta este tipo Tommy,... buena suerte. Durante los ocho largos años en que la banda de Niles (Michigan) permanece ligada a Roulette Records no ven ni un solo centavo. Será a la muerte del propio Mo en 1990, y después de litigar arduamente en los tribunales, cuando los royalties debidos, por una suma estimada entre 25 y 40 millones de dólares, empiecen a entrar en su cuenta bancaria.

Toda organización que bordee la ley debe disponer de un último eslabón para cerrar la cadena de su actividad delictiva (aunque aparentemente todo parezca cumplir con los requisitos legales). Con este propósito Mo funda un nuevo sello llamado Tiger Lily, una empresa tapadera en definitiva, que tiene como intención la evasión continuada de impuestos. El método que siguen es sencillo, cautivar a cuantas bandas e intérpretes solistas puedan, facilitarles presupuesto y estudios donde puedan grabar sus composiciones, cuyos derechos quedarán (por supuesto) retenidos por el mismo sello y, caso de que llegaran a publicar alguno de sus trabajos, dejarles en la más absoluta indigencia económica. El escenario que manejan es la fingida edición de miles de ejemplares de las grabaciones efectuadas, sin que en realidad ese hecho se produzca, los datos que presentan al fisco hablan de una mínima cantidad de discos vendidos. La diferencia económica por la inversión efectuada, y no recobrada, la presentan como pérdida evitando, de esa manera, el pago de los impuestos correspondientes.

En ese sórdido escalón se encuentran nuestros héroes de hoy, Stonewall, una banda originaria de Flushing Meadows, en el corazón de Queens, cuyos miembros son captados por un asociado de Mo, una especie de cazatalentos que responde al nombre de Jimmy Goldstein. La muchachada de Stonewall, Bobby Dieneman (guitarra, voz, armónica), Robert Demonte (bajo, coros), Bruce Rapp (voz) y Tony Assalti (batería) se encierra a finales de 1969 en el Tower Studio, un coqueto y bien equipado estudio, localizado en el mismo Ed Sullivan Theatre del 1695 de Broadway, muy cerca del escenario donde The Beatles hicieran su primera presentación americana seis años antes. Con libertad total, sin mediación de ningún elemento extraño a la propia creatividad de la banda, con la sola colaboración del mismo Jimmy Goldstein como productor e instrumentista a los teclados, Stonewall da a luz un disco homónimo, un soberbio ejemplo del rock imperante a finales de la década de los 60. Duro, macizo, su sonido recuerda en mucho al estilo de Led Zeppelin y Blue Cheer, las guitarras se expanden en orgánicos riffs, fuzz pleno de contenido heavy, la voz de Bruce cabalga con espacio suficiente, su tonalidad expresiva se desarrolla sin holguras, es convincente, no admite dudas. La base rítmica cementa el sonido, le otorga la callosidad necesaria, los teclados de Jimmy constituyen una gran aportación a la atmósfera general del disco, su contribución colorea y pule un trabajo que no puedo dejar de considerar como soberbio. Tan solo 7 temas, a cual mejor, "Right On", Solitude", Bloody Mary" y "Outer Spaced" en la cara A; "Try & See It Through", "Atlantis" y la suite "I´d Rather Be Blind. Roll Over Rover" en la cara B. Atrévanse a descubrir cualquier punto flaco entre sus surcos.

A comienzos de la siguiente década Stonewall desaparecen del mapa, la gerencia de Tiger Lily -en realidad una silla, una mesa y un teléfono manejado por una secretaria- les asegura que ningún sello está interesado en su reciente grabación, tampoco en firmar con ellos ningún contrato. Retienen los masters originales y esperan a que la banda se desintegre en 1972. Cuatro años después publican, sin previo conocimiento y acuerdo del grupo, el disco. Los beneficios económicos resultantes entran a formar parte del conglomerado creado por Mo y sus cómplices, nada que cobrar, nada que reclamar y, si alguien se pusiera especialmente pesado, mandamos a los chicos con los bates de béisbol. Una historia que, por desgracia, para muchos artistas de la época fue razón común de abandono, causa suficiente para cambiar de aires y trabajo. Algunos años después Mo se vería obligado a dejar paulatinamente el mundo musical, llegaba el tiempo en que una generación de jóvenes ejecutivos, sin ninguna conexión con el crimen organizado, hacía su aparición. David Geffen se convierte entonces en una de las nuevas estrellas del negocio, pero puede que ello merezca otra crónica.