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22 abr 2020

RÍO GRANDE




THE BEATLES                       "THE BEATLES"
Suena "I´m Coming Home" de Frank Trumbauer and His Orchestra (Bix Beiderbecke a la corneta), una grabación del sello Heywood realizada en 1927 y no esperen ahora encontrar volutas de humo ni parejas sentadas escuchando el saxo tenor de Lester Young en "Four O´Clock Drag". Tampoco se oye el tintineo de los vasos, ni las risas y conversaciones del público asistente entre las distintas piezas, el ambiente se ha trasladado hasta la zona del guardarropa, el dueño del local intenta desperezarse. Sube la persiana y observa la calle, un par de transeúntes persiguen a la carrera un tranvía, una mujer levanta la funda de la máquina de escribir en su oficina, de algunos balcones caen enredaderas de ropa recién tendida, Louis Armstrong culmina su "Yellow Dog Blues",... " y entonces se fue huyendo. / Se fue donde el tren del Sur se cruza con el perro amarillo".

Afortunadamente los días de confinamiento se suceden bajo esa luz tamizada que tanto gustaba a Baroja, los colores se tornan así más delicados, esperando la salida del sol para resplandecer en su brillo de pintor. La lluvia se sucede en sus diversas variantes, a veces tibia como un velo de encaje, otras granulada de rocío de cretona, alguna vez en chorretones de rabia. Los árboles, las plantas y los arbustos han adquirido ya buena parte de su esplendor, las flores lucen sus modelos de primavera, el aire es fresco y tenue, vuela empujado por el soplo de la mano de una niña. En estas circunstancias, si había algo que echaba de menos eran los paseos por el campo, alcanzar una suerte de comunión con la Naturaleza (así en sus mayúsculas de Diosa Blanca), rastrear con la mirada las pinceladas verdes de los prados, la leonada melena de las crestas, el azul vidrioso de los arroyos. Respirar a pleno pulmón las bajas turbulencias de los insectos, mirar el cielo y contemplar los nidos grisáceos de las nubes.

Soy hombre ordenado, planifico mi actividad con detalle (más aún en estos días de cautiverio), de modo que sigo repasando la colección de discos. Llegué hace unos días a The Beatles, coincidió además con un magnífico reportaje sobre la banda que emitió La 2. Todo ha cambiado lógicamente, la habitación se ha sumido en una repentina y merecida genuflexión. Elijo el "White Album" (Apple Rcds, 1968) como obra de referencia, mi conocido apego por los discos dobles, esos ríos mansos y bravos donde cabe todo flujo de emociones, me empuja a esa cortesía. Álbum a álbum, resumo al sorprenderme con la cantidad de canciones que han quedado en un segundo plano, casi desapercibidas al compararlas con los numerosísimos hits de la banda. Otras me indignan, el incluir el "Yellow Submarine" en una obra tan revolucionaria como "Revolver" (Parlophone, 1966) me parece un insulto, la tontería de "Ob-La-Di, Ob-La-Da" es un borrón en el disco blanco. Hay varias, "Penny Lane", "Magical Mystery Tour", "Sgt Pepper´s Lonely Hearts Club Band", "Goodnight", todas (sin excepción) del "Abbey Road" (Apple, 1969), "The Long and Winding Road", "Hey Jude", que tienen la suerte de dormir conmigo todas las noches.

Se amontonan los libros leídos, demandan tratamiento post-operatorio, incluir los pasajes subrayados en sus correspondientes carpetas de notas; gano algunos puntos (...un momento, está sonando "It´s Alright" de Lil´Ed and The Blues Imperials, una primicia publicada en el "The 25th Alligator Records Anniversary Collection" Alligator Records, 1996 y el ambiente de la habitación vuelve al Chicago de las últimas semanas), decía que ganaba algunos puntos despertando mi cinematografía ya tan dormida, películas como "Network" de Sydney Lumet, "Maridos y Mujeres" de Woody Allen o "Carrie" de Brian de Palma (delicioso ese ambiente kistch setentero de los norteamericanos) me vuelven a emocionar, mientras caigo en la entretenida y sangrienta bobada de "Robocop" de Paul Verhoeven. Nada de series, no me privo de aquellas horas de lectura nocturna en las que uno recapacita sobre el provecho del día. Grupos de whatsapp imprescindibles, familia y amigos cercanos, fuera los demás. En la aguja "Sitting On Top Of The World" de Eddie Show and The Wolf Gang, la versión de Cream en su "Wheels Of Fire" (Polydor, 1968) llega a su altura. Termino la nueva distribución de algunos libros en la biblioteca, juego al dominó con mi mujer, la gano con holgura, ella se desquita ampliamente al parchís.


El reencuentro con "El Nuevo Mundo" de Terrence Malick revitaliza en el espectador el sentido poético de la realidad; la contemplación de los hermosos paisajes del cielo, la tierra fértil, los árboles enhiestos como lanzas y, sobre todo, el agua en su continuo flujo, me inspiran para enfrentarme a una obra como la del disco blanco. Un río tan grande como inesperado contiene distintos cursos superiores, sube o desciende por las laderas de las montañas, se adapta a relieves insospechados. Temas como "Back in the U.S.S.R.",  "Why don´t we do it in the road", "Birthday", "Everybody´s Got Something to Hide Except Me and My Monkey" o "Helter Skelter" (aquí el cauce del río se precipita hacia unas cataratas repletas de hippies ciegos) conforman su nacimiento. Este curso superior coincide además con los sonidos más roqueros (generalmente los compuestos por Lennon), sonidos que erosionan el resto de la obra arrastrando sedimentos de cobalto, colores ácidos y herrumbre. Los riffs de guitarra más crudos se encuentran depositados aquí, la lírica más corrosiva se abre paso entre las fauces de grandes reptiles al acecho.

Los cursos medios e inferiores ocupan gran parte del álbum. El caudal recibe el aporte de una serie de poderosos afluentes; algunos de ellos mantienen todavía el río bravo, "The Continuing Story of Bungalow Bill", "Yer Blues", "Revolution 1", otros le confieren mayor profundidad, "Glass Onion", "Happines is a Warm Gun", "Martha My Dear", "Rocky Raccoon", "Mother Nature´s Son", "Sexy Sadie", "Savoy Truffle", todos ellos extienden sus orillas hasta alcanzar los límites de la jungla urbana. La topografía del curso inferior aparece en las mejores guías turísticas, zonas planas repletas de meandros, "Wild Honey Pie", "Don´t Pass Me By" (Ringo a la voz, siempre un regalo), "I Will", "Honey Pie" (el vodevil inglés felizmente rehabilitado), lagos de paz y de ondas zancudas, "Dear Prudence", "Blackbird", "Julia", "Long, Long, Long", "Cry Baby Cry", "Good Night" (mi madre me miraba con esos ojos al acostarme). Aún hay espacio para cinco temas más, en la orilla un niño juega con un barquito de papel, "Ob-La-Di, Ob-La-Da", aparece una piara de simpáticos cerditos abrevando en "Piggies", y ya en el delta, justo antes de alcanzar el estuario, reina sobre una isla la mejor canción, "When My Guitar Gently Weeps", el inicio del piano de Paul (esa voz dando la entrada al resto de la banda), marca uno de los cúlmenes de la obra artística de The Beatles. ("Revolution 9" la incluyo entre las dudas de un merecido paréntesis). Después de esta maravillosa travesía, imposible creer en un título como "I´m so Tired" (a su favor, el crítico comentario contra la controvertida figura de Sir Walter Raleigh)

Desmond utiliza las escobillas de la batería para limpiarse los restos de ceniza de la cara, enciende un cigarrillo y lo succiona con la ansiedad propia de un próximo condenado a muerte, baja la persiana. Por sus quicios penetran haces de espaguetis, telas de araña en suspensión y el rumor de los frenos de un camión de mudanza. Arrastra las zapatillas hasta el cuarto de baño, se mira al espejo y observa una pareja de buitres leonados desplazándose en dirección norte-noreste. Abre el grifo de la ducha y el chorro de agua gira lentamente, sus aspas rotativas se esparcen en modo paraguas, antes rechazó la mezquina idea de masturbarse. Como en todas las películas desplaza la cabeza hacia atrás mientras pasa sus manos por el pelo mojado, voltea su cuello siguiendo la dirección de una hora menos en Canarias. Suena "Welcome To Your World" de Emperors New Clothes, banda inglesa pionera del mejor street dub.

El Lieutenant Governor del Estado de Texas (no viene al caso su desgraciado nombre) ha declarado que la gente mayor debería estar dispuesta a morir en esta pandemia para salvar la economía de los EEUU (1), pero esta mañana el sol ofrece síntomas de recuperación. Gilles Deleuze se pregunta cómo tener beneficios secundarios de la enfermedad, es muy sencillo (responde), basta con servirse de ella para ser un poco más libres. La enfermedad agudiza las sensaciones del enfermo, le otorga una visión de la vida, la vida en toda su potencia (2). La estabilidad del cuerpo sano es una ilusión temporal que ayuda a olvidarnos de la dolorosa idea del cuerpo como entidad inestable, en perpetuo cambio y destinado a su desvanecimiento (3). No habrá pandemia, por fuerte o mortífera que sea en su amplitud y efectos, que convenza al hombre corriente, aquél que se deja dominar por los otros, los que organizan lo real, que la enfermedad, la insana quietud que produce, nos acerca (como ninguna otra cosa lo hace) al múltiple escenario de lo efímero.



(1) USA Today, 24 de Marzo.
(2) "Abecedario", entrevista con Claire Parnet.
(3) David García Casado ("Desde la herida. Potencias del cuerpo enfermo". Campo de relámpagos. 19 de Abril)

8 abr 2020

EL ROCK Y LAS CIUDADES XII: CHICAGO, 3ª PARTE



MAGIC SAM BLUES BAND                          "WEST SIDE SOUL"
Los casos de COVID-19 en el Estado de Illinois alcanzaban la cifra de 12.262 a las 4 horas de la tarde de aquel martes, la mayoría de afectados se producía en la misma conurbación central de la ciudad de Chicago y en los condados circundantes de Cook y Lake. También el mayor número de fallecidos, aproximadamente un 75% del total, tenía lugar en las mismas áreas descritas. Las cadenas de TV y las emisoras de radio locales comunicaban en tiempo real estas estadísticas a una población que, inicialmente incrédula, se refugiaba en sus casas siguiendo las prescripciones de las autoridades locales. Las redes sociales hablaban de un incremento repentino de la población china en la ciudad, de hecho el crecimiento en los vuelos que recibía el aeropuerto internacional de O´Hare en los últimos días se debía al retorno de miles de americanos de origen asiático que regresaban a su hogar. Por la cadena FOX se propagaba la idea de un plan perfectamente diseñado por las autoridades de Pekín para infectar masivamente a la población estadounidense. Las órdenes de las primeras autoridades federales prohibiendo los vuelos desde China no eran más que una pantalla. Otras fuentes (generalmente bien informadas) relataban cómo testigos presenciales habían asistido en vivo a una ola de suicidios colectivos, gente lanzándose al vacío desde los rascacielos de Nueva York, algo parecido a la crisis del 29.

Me encontraba confinado en mi habitación de La Quinta en Lake Shore Drive,  40 metros cuadrados frente a una amplia vista al Lago Michigan. El cielo gris, encapotado de pesadumbre, se confunde con la inmensa planicie de agua, también empañada por un manto sin apenas reflejos. Mantenía la TV encendida con el único propósito de escuchar un sonido, que me llegara el eco de una voz al que no prestaba atención. La habitación se mantiene limpia, las camas hechas, el baño arreglado, la mininevera repleta, la cocina americana preparada. Cada 5 ó 6 horas me llamaban desde recepción para preguntarme si necesitaba algo, cualquier cosa, desde comida y bebida hasta prensa y revistas, sugerencias de ejercicios físicos y juegos virtuales. Intentaba hacerme cargo de la situación pero no es fácil, tenía la sensación de viajar hacia el pasado, al tiempo de la peste negra o de la fiebre española, estar sobreviviendo a un mal sin nombre ni motivo. Y lo peor era la soledad, esa sensación de pasos perdidos, miradas sin ver, asomándome al teatro de las ventanas donde el paisaje se limitaba a un vacío dificílmente soportable.

Recordé entonces las últimas palabras de Rufus Mellon cuando me llevó de vuelta al hotel después de visitar la tumba de Junior Wells: "Vendrán todos...". Busco la nota que me entregó a continuación, allí estaba, entre las páginas de una novela de Ann Radcliffe, un dibujo representando una cruz griega acompañado por las tres primeras letras del abecedario seguidas de un breve texto: "Personajes, Prisionero y Sombras". La letra A se encontraba colocada en la parte inferior de la cruz, la B en el punto medio y la C arriba. Detrás de la primera letra otra mano había dibujado un haz de fuego y postrera a la última aparecían paralelamente varios rasgos ondulados. Si se trataba de algún tipo de hechizo no había manera de confirmarlo, así que decidí acudir al mismo Rufus y llamarle por teléfono. Me contesta una voz oblicua al otro lado de la línea, ¿quién llama?, preguntó antes del hola, me presenté, le comento a continuación que Rufus estaba a mi servicio como chófer turístico esos días atrás, se produjo entonces un silencio pesado, me extraña el sonido generado cuando colgó, como si se tratara de un golpe dado a un aparato antiguo, de esos que aparecen en las cabinas telefónicas en las películas de Woody Allen.

El autor busca entre sus notas aquellos escenarios que pudieran servirle para concretar su obra. Acude a varias páginas subrayadas de "El Ruedo Ibérico" de Valle-Inclán. En una de ellas el editor comenta cómo Valle estuvo recitando versos enteros de "El Diablo Mundo" de Espronceda en una noche de bohemia frente al Palacio Real de Madrid; en otra, el mismo autor gallego, adicto a la marihuana, establece su tesis del sueño como extravagancia, ensalzando el juego de vocablos para, de ese modo, realizar transformismos absurdos. La primera escena podría trasladarse al conocido como Old Town de la ciudad de Chicago. Fue esta de antiguo la parte más bohemia de la ciudad, una suerte de Greenwich Village o Haight Ashbury angelino, alrededor del Geja´s Cafe, del Big John´s o del club Plugged Nickel (allí actuó muchas veces Miles Davis con sus distintas formaciones) se presienten las figuras de Mike Bloomfield y Paul Butterfield. Entre todos entonan la letra de uno de los singles de éxito de Magic Sam ("All Of Your Love"): "...Whoo, your love pretty baby / I have in store for you / Whoo, your kisses pretty baby / That I´m holding all night / You know I love you baby / I hope you love me too", sonaban además adjuntos coros sensuales, jugaban a rechazar el galopante climaterio de los hombres ya muy maduros.

Repasé las primeras páginas del "Macbeth" para así tomar inspiración del hechizo de las tres brujas. Tomo de la cocina un mortero, con su mano de madera trituré media cucharada de ají en polvo, nuez moscada y semillas de anís, le añado medio vaso de J&B y unas cuantas gotas de fentanilo. Al poco estaba extendiendo unas toallas de baño en forma de cruz sobre la alfombra de la habitación, cierro a canto las cortinas mientras coloco la lámpara de una de las mesas en el suelo, lo suficientemente cercano al escenario para que pudiera proyectar su foco de luz contra la pared. Me senté después en medio de la cruz, en el lugar reservado para el Prisionero, el piso estaba mullido, apenas sentía una breve palpitación de anfibios recorriendo mi espalda. Entonces aparece ella, la falsa baronesa rusa que había dirigido sesiones de magnetismo en la Cámara de la Reina Victoria. Los Personajes se colocaron detrás mío mientras yo permanecía inerte, con los ojos cerrados, tratando de adivinar el significado de sus movimientos, la voz campanuda de la baronesa Percolatti di Amatista los presentó a continuación. Abro los ojos y contemplo sus sombras bailando en la pared desnuda.

Los párrafos que ahora siguen son fruto de la investigación que el autor hizo sobre Magic Sam y su banda. Nacido en Mississippi, emigra con su familia a Chicago en 1950, se establecen en el área del West Side más cercana al lago, entre las calles Calumet y East 27th, un barrio donde la mayoría negra está sujeta a la pobreza, la exclusión social y la violencia policial. Magic Sam, alias artístico de Samuel Maghett, lleva la savia del blues del Delta en sus venas, y es allí en la gran ciudad del norte donde da sus primeros pasos como artísta, inicialmente como guitarrista de incipiente talento, más tarde como cantante y compositor. Su principal padrino en aquellos momentos, un jugador profesional llamado Shakey Jake, merodea la escena de los clubes del West Side y le consigue un ensayo después de una actuación de Muddy Waters en el 708 Club de la East 47th Street. Han pasado ya siete años y Magic Sam realiza su primera grabación en el sello Cobra. Al comienzo de la siguiente década su nombre ya tiene cierto eco entre los clubes del West y Near North Sides, en ellos se compadrea con Howlin´ Wolf y Otis Rush. Corren los años en los que el soul de Memphis y el gospel de Detroit encandilan a las nuevas audiencias, los 12 acordes del blues tradicional se extienden hasta los 16 y tanto la guitarra de Magic Sam, ya un prodigio de fingerpicking en sus cortas notas de gran intensidad, como su voz, desde antiguo entrenada y mejorada gracias a su participación en The Morning View Special (una de las muchas formaciones familiares de gospel), se encuentran preparadas para acceder a un olimpo largamente esperado.

Este "West Side Soul" de la Magic Sam´s Blues Band fue grabado, como tantas otras joyas del blues eléctrico de Chicago, en 1967 en el Sound Studio y fue editado el mismo año por el sello Delmark. El insigne Stu Black (poco después desaparecerá sin dejar rastro), sigue contratado como Ingeniero de sonido y a la producción se coloca el capo Bob Koester. Detallémoslo, la cara A comienza con "That´s All I Need", es puro sonido soul, ideal la melodía para conducir por las autopistas del Northern Belt, "I Need You So Bad" posee ya un inexpugnable toque chicagüense, blues eléctrico acompasado del mejor trote rítmico posible, en "I Feel So Good (I Wanna Boogie)", una versión del clásico de John Lee Hooker, la guitarra de Magic revolotea como una avispa punzona, su voz se estira siguiendo las polvorientas huellas del Coyote y de Correcaminos, en "All Of Your Love", primera composición propia,  Magic Sam vuelve al camino de los doce acordes, la segunda guitarra de Mighty Joe Young y el piano de Stockholm Slim apuntalan un sonido contenido en su propia brillantez, "I Don´t Want No Woman" cierra la primera cara, Magic regresa aquí a los dieciséis acordes, sus riffs, acompañados de una voz cada vez más brillante, otorgan al tema un ambiente de festival, de hits compartidos, de celebración hirviente.

¿Es Steve Ray Vaughn el intérprete del tradicional "Sweet Home Chicago"?, su aclamada versión junto a Eric Clapton y Buddy Guy no suena mejor que la de este álbum, la de Magic Sam conserva el prurito de la más auténtica academia del West Side Sound, en "I Found A New Love" el muelle revierte, el tempo se asoma al blues tradicional pero los riffs ya han asimilado el estímulo de las acerías industriales, un mix magnífico, algo parecido ocurre en "Every Night And Every Day", aunque aquí la tonalidad se encuentra más pausada, más cercana a los ensayos eléctricos de Jimmy Rogers y Muddy Waters de la Chess Records, en el instrumental  "Lookin´ Good", segunda composición propia de Magic Sam, reconozco al J.J. Cale de Oklahoma, hasta allí llega su influencia, el "dust bowl" sigue su patrón  y sopla ahora hacia California, allí le esperan Canned Heat con los brazos abiertos, en "My Love Will Never Die", un original de Willie Dixon, asoma en la voz de Magic Sam el maravilloso escarnio de Screamin´Jay Hawkins, la base rítmica de Mack Thompson y Odie Payne refuerza el hechizo de los garitos viciados, en "Mama, Mama -Talk To Your Duaghter", la flecha del arco alcanza al mismo Chuck Berry, la Epiphone Riviera granate de Magic Sam compite con la Gibson Cherry Red del astro de Sant Louis, ambas escalan cimas cuya cuerda otros más tarde seguirán.


¿Qué hacer a partir de ahora...?, me hacía esa pregunta mientras me despierto empapado entre los tibios grumos de la placenta anaranjada, pretendía cuanto antes salir de ese tejido esponjoso que me tuvo retenido durante el tiempo completo que duró la ceremonia. ¿A dónde dirigirse entonces...?, si..., siento cómo mis miembros antes aletargados rompían caperuzones de larvas al irse extendiendo lentamente. La pantalla de la TV anunciaba nuevas recetas de cocina, "Easy Mashed Potatoes", "Rack of Lamb with Nopales", todo un surtido de entretenimiento gastronómico para mantener ocupados a los ciudadanos recluidos en sus casas. Me sacudo el pringue como un perro el agua no deseada, alcancé la botella de whisky y le pego un buen trago. Mientras me acercaba titubeante a los ventanales con la intención de descorrer las cortinas suena el telefonillo de recepción. Lamento molestarle señor, el caso es que tenemos quejas de sus vecinos de planta, parece ser que desde su habitación sale un olor muy desagradable, fétido, ¿le importaría que el servicio de habitaciones suba ahora a comprobarlo?