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23 jun 2020

MIL DOLORES PEQUEÑOS



THE KENT 3                           "STORIES OF THE NEW WEST"
Estuve tentado de comenzar este texto con la cita de algún relato de Ignacio Aldecoa pero, según iba trabajando en él, decidí dejar a los favoritos tranquilos en su sitial y no salir de mi barbecho. Por fortuna no está hecha la condición de buen escritor para todos los mortales. Viene esto a cuento porque en algún instante de estos días pasados me vino a la mente aquel inicio de un relato suyo (lo transcribo seguramente sin orden) que hablaba de lo difícil que le resultaba a un cobrador de tranvía sonreír en Madrid en el mes de Julio. El caso era que yo estaba viviendo una situación parecida, si no en la misma escena urbana descrita por el escritor vasco, si en la sensación que entonces me dominaba. Después de un grave accidente de tráfico me encontraba inmovilizado en mi casa, por la fuerza ajeno a ese mundo externo que creía haber recuperado después de tantos meses de confinamiento. Si, he de confesarlo, me costaba sonreír, me costaba comprender también cómo había sucedido todo, incluso si llegué a ser capaz en algún momento de anticiparme al riesgo, de parar y detener el tiempo.

Compruebo consolado cómo en esos estados de desolación los libros no solo acompañan, también curan, restañando unas heridas a veces tan escarpadas como las simas de Igúzquiza.  Me ocurrió no hace tanto tiempo con "El cielo protector" de Paul Bowles y lo hace ahora con "Meridiano de sangre" de Cormac McCarthy. En ambas obras el paisaje del desierto, subsahariano y africano en el primero, el del Sonora americano y fronterizo el segundo, sirvió de marco geográfico a dos hechos traumáticos. Los personajes de esos libros vagan sin rumbo aparente, temiendo encontrar en un mundo desconocido la inseguridad del que intentaban escapar. Reconozco ahora que con Bowles yo huía de mí mismo, profundamente avergonzado, con McCarthy me encontré en el mismo punto final, el de las ondas electromagnéticas del dolor.

Resolví entonces sacar fuerzas de flaqueza y escribir un párrafo diario, servirme para ello de cualquier influencia que me pudiera haber llegado durante las interminables horas de reposo y recuperación que me esperaban. Mientras hojeaba el último ejemplar de Rockdelux, el que ponía punto y final a su prolongada trayectoria, me sentí sin apetito, con pocas ganas de hincarle el diente. Nunca he sido devoto de esta publicación musical, tan solo la he seguido en sus resúmenes anuales y en alguna que otra edición dedicada a un artista favorito. Asunto distinto fue cuando me enfrenté a uno de los últimos números de Enlace Funk, revista veterana dedicada al groove funk, jazz, latin, soul... De ahí saqué una gran cantidad de referencias de artistas que se mueven en esa onda, me entretuve en ver sus vídeos, archivarlos en una carpeta ad hoc, creando un listado específico que bautizé como elgorrinocojo. Vi un par de películas de John Ford ("La legión invencible" y "El hombre que mató a Liberty Valance") y otra de Peter Bogdanovich ("Luna de papel"), no me dormí en ninguna de ellas. ¿Qué más...?, desempolvé algunos suplementos domicales atrasados para terminar enfrentándome al mismo cansino discurso de la nueva normalidad. No merece la pena seguir por ese camino, no creo en él.

Mientras suena la tembladera de "Mambo No 666" de Tito Ramírez ("The Kink of Mambo", Antifaz, 2019) hago acopio de las pastillas que ya están empezando a hacer merma en mi castigado estómago. La próxima toma está programada para dentro de algo más de 3 horas, mientras tanto las heridas no dejan de rastrillar su rabia por la piel ennegrecida. Memorizo las llamadas recibidas interesándose por mi estado de salud. Constato que en cada una de ellas he llegado a explicar los acontecimientos con alguna variante más o menos tenebrosa, de aquellas en las que el oyente no quisiera verse ni por asomo envuelto, y me pregunto cual de esas versiones será la verdadera, cual quedará fijada en la memoria como la más cercana al acontecimiento real. Admito que en algunos momentos he llegado a pensar en un resultado fatal. Motivado quizás por la incertidumbre que probablemente provocará en algunos lectores el nombre de esta banda americana, hace días determiné que la segunda obra de The Kent 3 ("Stories of the New West", Super Electro Rcds, 1997) fuese la banda sonora de estos días de rayadura mental.

The Kent 3 se forman en el área de Seattle a principios de la década de los 90. Los cuatro miembros originales graban sus primeros singles en 1994 en el sello Bag of Hammers. "Screaming Youth Fantastic" es su álbum de estreno ese mismo año, un kaleidoscopio acelerado de punk, surf y rock. Grabado en los estudios Wedgewood Manor, fue producido por Jim Collier, personaje preferido en las catacumbas más subterráneas de la ciudad de Seattle. Se suceden a partir de entonces varias salidas y retornos de los miembros del grupo hasta que definitivamente quedan conformados como un trío, Viv Halogen (guitarra y voz), Adam Gremdon (bajo) y Tyler Long (batería). Steve Turner, guitarrista fundador de Mudhoney, los ficha para su sello Super Electro después de asistir a uno de sus conciertos. Para este su segundo trabajo "Stories of the New West" de 1997 acuden a los mismos estudios de Wedgewood Manor y confían en el mismo Jim Collier para las labores de producción.

Escuchando una y otra vez esta segunda obra de The Kent 3 uno tiene la sensación de encontrarse ante una revisión más acelerada, más caústica de Violent Femmes. Temas como los que inician el álbum, "Stories of the New West", "Amateur Motor Race", "International Mod Heights", también los que se suceden durante las etapas medias y final, "Speedball", "By Heading East" y "Mad About The Boy", así lo proclaman. Guitarras de alta tensión telegráfica, percusión con ecos de pasillos oscuros llenos de humedades, voces en el umbral del cortocircuito. Dos instrumentales, "You Can´t Get Rich Like That" y "Strangers (High Fiving in the Streets)", el primero posee el encanto de una toma de ensayo, el segundo, con la aportación del saxo de Matt Grendon, tiene un sonido The Seeds más atractivo. "11th St.Wipeout" suena al post-Creedence que pocos años más tarde popularizaría una banda como Southern Culture on the Skids. "The Scientist", siguiendo con las comparaciones, recuerda mucho a los The Lyres del "How Do You Know" ("Lyres Lyres", New Rose Rcds, 1987). En "Factory Row", el sonido de las guitarras de Viv Halogen acercan el tema al psicobilly de Mike Ness y su Social Distortion. Una última mención para "Soul Commode", el tema más flojo del álbum, intrascendente sin desentonar con la atmósfera general del disco.

"Stories of the New West" no es nada del otro mundo, quiero decir que si este álbum faltara en cualquier colección que se precie no ocurriría nada irreparable. Pero es posible que sea necesaria la conjunción de varios elementos para que este segundo trabajo de The Kent 3 adquiera una nueva dimensión. Las piezas se podrían conjuntar de forma totalmente aleatoria, desde la mención al Taos (Nuevo México) del autoexilado Dennis Hopper, a la fotografía interior del "Sage Advice" (Demos Rcds, 1990) de The Band of Blacky Ranchette, desde los presuntos efectos curativos de las escamas del sapo volterius, hasta la referencia al personaje de Roque Barcia del cantonalismo de Cartagena. Noam Chomsky y su Internacional Progesista Band Orchestra ambientan la espera (con versiones de temas de Blaine L. Reininger) desde un pequeño escenario ubicado en la sala de urgencias de un gran hospital. Nueve horas de estancia en el reducido teatro del mundo mientras Betty, Carlos, Javier, Rubén, Genoveva, Mª de los Ángeles, Gloria, la parte femenina de la familia Murphy, trasegaban sus mil dolores pequeños ante las cámaras de seguridad de la repleta sala de consultas. En muchos de esos instantes vacíos he recordado las canciones de "Stories of the New West", algunos de sus riffs y versos me han servido de compañía, parte de sus ecos han llenado un vacío que a veces se volvía difícilmente soportable. Por todas estas razones, además, me gustan The Kent 3.





3 jun 2020

RAREZAS XIX: SOÑAR




SOLID SPACE                             "SPACE MUSEUM"
El Profesor Nesta es un vendedor de humo, personaje de edad indeterminada, suele aprovecharse de la ignorancia de esos pardillos que, conscientes o no de ello, torpemente acarician un nirvana casi siempre fraudulento. El Profesor Nesta nunca cumple años, no le hace falta soplar las velas porque su paso por la tierra abarca un enorme y desdibujado paréntesis temporal, sus tejemanejes son tan extensos e imprecisos que se asemejan a los que se procuraron durante milenios los nigromantes de las tribus antiguas. Por lo ya dicho habrán deducido ustedes que su labor consiste básicamente en engañar al tonto y vivir a su costa. Ángel Sánchez es su socio único y preferente. Ángel se dedica a dar la matraca a los oyentes con un insoportable electro-shock que recuerda los peores momentos del bakalao. Está enamorado de una chica de raza nubia que asiste desorientada a sus sesiones, pero ella no le hace ni puto caso. El Profesor Nesta y Ángel Sánchez están trabajando sobre un remedio que acelere el logro de una vacuna contra el covid-19 y, para financiar el proyecto, cuentan con la ayuda de una asociación ultra de tractoristas manchegos (noticia esta última todavía no confirmada en la redacción de la Agencia).


Recorto un artículo publicado por Carol Pires (1). "El neurocientífico brasileño Sidarta Ribeiro, que desentrañó la ciencia de los sueños en el libro "O Oráculo da Noite", recomienda una solución lúdica: soñar. No soñar en el sentido publicitario que ha acuñado la ecuación "sueño igual a deseo que es igual a dinero". Sino soñar como lo hacían nuestros ancestros, como ejercicio para entender nuestros miedos, para solucionar problemas y encontrar pistas para el futuro". Me pregunto alarmado qué relación podría existir entre nuestros ancestros y el Profesor Nesta, ¿o es qué acaso este último no sueña...?, ¿y quién me asegura que la interpretación que dichos ancestros hacían de sus sueños no se asemeja a los que hace con los suyos la chica de raza nubia?. Todos soñamos, deduzco, ¿pero lo hacemos habitualmente sobre un mundo mejor?. Yo, sin ir más lejos, esta pasada madrugada andaba soñando con la muerte, venía a visitarme disfrazada con la máscara de Alien, el octavo pasajero, y claro, salí despavorido de mi sueño, deseé soñar entonces en que era inmensamente rico o, en el peor de los casos, anhelé volver a padecer aquellos incómodos insomnios propios del climaterio.

No recuerdo en qué momento de mi errática existencia tuve conocimiento de Solid Space y su obra "Space Museum" (Dark Entries Rcds, 2017). Gran parte de los indicios apuntan hacia alguna revista rara (del tipo de The Sound Projector), una reseña obtenida de una fuente no muy común, quiero decir, absorbida desde una de esas piletas donde solo suelen abrevar las bocas que no rechazan el grasiento sabor del almizcle. Creo que por entonces (por dar alguna pista al autor del texto), yo andaba bastante interesado con las grabaciones de Delia Derbyshire con la BBC Radiophonic Workshop (que pena de dentadura, ennegrecida por el tabaco) y también en los artistas cobijados bajo el sello Ghost Box (particularmente en Belbury Poly), o en gente como David Tibet y su Current 93 o Ben Chasny y Six Organs of Admittance. Las obras de ciencia ficción de Clive Staples Lewis y su "Trilogía Cósmica" debieron influir lo suyo, al igual que los seres profundos de H.P. Lovecraft y los acantilados de mármol de Ernst Jünger. En todo caso, el descubrimiento de Solid Space fue muy fructífero, se asemejó a aquel proceso de rebobinación en el que, además de las referencias citadas, recuperaba también parte de los comics de estilo de la época, Métal Hurlant, CIMOC ó 1984.

De lo que si se tiene noticia en la redacción de esta Agencia es que el Profesor Nesta y Ángel Sánchez se reunieron clandestinamente en un piso húmedo y estrecho de la calle Ave María, allá arriba, cerca ya del cruce con Antón Martín. A la luz de un par de lámparas de queroseno el profesor desplegó un grande cartapacio repleto de recortes de periódico, notas manuscritas y otros documentos imprecisos. Carraspeó antes de hablar. Lo que parece claro es que debemos fijar nuestra atención en los experimentos desarrollados a partir de material genético, esto es, aquellos en los que la célula haya generado las proteínas suficientes que permitan que el virus se multiplique. Los ojos de Ángel Sánchez permanecían fijos en el tablero de la mesa, disimulaba así un repentino correazo de pánico que le subía por la espina dorsal. Cuando te inyecte la dosis precisa, continuó el Profesor Nesta, tu ADN se transformará en material genético viral y eso propiciará que las células dendríticas puedan localizar e inmunizar el virus. Ángel Sánchez pensaba entonces en la chica de raza nubia y en cómo se ganaría con este acto su estima, él, un díyei del montón convertido en el héroe salvador de la humanidad. Levantó la cara de la mesa, qué calor, dijo, comprendo a los japoneses.

A principios de la década de los 80 Inglaterra seguía padeciendo una importante desescalada en sus respetables niveles de bienestar social (suena "Hole In The Sky", Black Sabbath, "Sabotage", Sanctuary Rcds, RE 2015). A los altos porcentajes de desempleo le acompañaban una creciente inflacción y un grave y continuado deterioro en su tejido industrial. El descontento de la población juvenil crecía enormemente, parecía que tan solo existiera salida enrolándose en el ejército (la guerra de las Malvinas supuso un inesperado asidero para la continuidad del gobierno de Margaret Thatcher), pretender ser un futbolista bien pagado en un club de la Premier o formar parte de una banda de rock. Este último camino fue el que afortunadamente decidieron seguir los miembros de Solid Space, los londinenses Dan Goldstein (teclados y voz) y Matthew Vosburgh (guitarra, bajo, teclados y voz). Solid Space nace cuando su banda inicial, Exhibit A, publica su segundo single. Es en ese mismo momento cuando componen "Platform 6", un tema que les dará pie para crear Solid Space y estructurar su próxima propuesta musical, aprovechan también para dar así por terminada su primera etapa. Cuentan entonces con tan solo 16 años. Su sonido es una mezcla entre el primer post-punk y la new vawe, allí se encuentran reminiscencias de grupos como X-Ray Spec y Wire, el primer techno de John Foxx de "Metamatic", ya desgajado de Ultravox!, y el Cabaret Voltaire más feroz y cáustico de "Red Mecca".

"Space Museum" se diluye entonces como un azucarillo entre los efluvios del synth-pop y el techno más ingénuo. Sus trece temas conforman todo un canto a la naturaleza sincopada de los teclados, las cintas programadas de guitarras, bajos y percusión. La atmósfera lírica bebe tanto de la library music televisiva como de las primeras influencias literarias de Dan Goldstein (los textos son mayoritariamente suyos). En "Afghan Dance" se anticipa la alegría y vivacidad de un método DIY marca de la casa, en "Spectrum Is Green" las imágenes provienen de "Captain Scarlet", una serie de ficción de la TV británica que utilizaba marionetas para caracterizar el movimiento de sus personajes. "Destination Moon", inspirada en el "Objetivo: La Luna" de Las Aventuras de Tintín, sigue por esos mismos derroteros de influencias adolescentes. Mientras "The Guests " se recrea en la declamación de paisajes marcianos "New Statues" marca uno de los puntos álgidos de la grabación. Una pieza tremendamente bailable, es fácil imaginar a los Blitz Kids bailando en el garito homónimo de Covent Garden (allí sufrió Pete Tonwshend su famosa sobredosis) junto a floor-fillers de Joy Division y The Cure. "A Darkness In My Soul" cierra la primera cara, inspirada en la obra homónima de Dean R. Koontz escrita en 1981 (un novelista inglés de ciencia-ficción que anticipó hace 40 años, en la misma localización china de Wuhan, la pandemia que ahora nos afecta [2]). No deja de sorprender que esta increíble casualidad posea un precoz fondo musical en Solid Space.

Mientras "Radio France" es puro europop de la época, con destellos inclinados hacia el disco y el techno, "Tenth Planet" suena a un Gary Numan (afortunadamente en este caso) infraproducido. "Earthshock", instrumental basado en los Cybermen de la serie de TV "Doctor Who" sigue el mismo tono sincopado y da entrada a un "Contemplation" en el que las cintas y los loops priorizan el latido programado de la percusión. En "Please Don´t Fade Away", uno de los temas más minimalistas de la grabación, la voz emula a los mencionados Cybermen, fríos como robots sin cara, la pieza posee un alma de hojalata. "Tutti Lo Sanno", versión del tema original de Marine Girls (una banda, favorita de Kurt Cobain, que daría después pie al nacimiento de Everything But The Girl), muestra al dúo sonando casi en calco a unos posteriores Orchestral Maneouvres in the Dark y en "Platform 6" (recuerden, la grabación origen de la idea Solid Space), el tema se sucede en un enigmático ambiente subterráneo, de estaciones de metro sometidas a leves vaivenes de contrapuntos, coros y recitaciones de versos. Pieza que cierra una grabación en la que la lírica de Dan Goldstein muestra una riqueza de imágenes y emociones que no dejan de sorprender en un chaval que apenas había superado los 18 años.


Este "Space Museum" fue originalmente grabado por el sello In Phaze Records en una cinta de limitada tirada en 1982. En ella participó también a los vientos Jonathan Weinreich, concretamente en los temas "New Statue" y "Contemplation", aunque, debido a la pobreza tecnológica de las demos originales, apenas se pudieron entonces escuchar. Fue producido por Pat Bermingham en su diminuto estudio (The Shed, no le podía ir mejor el nombre) en Ilford, un barrio residencial del municipio londinense de Redbridge. El posterior divorcio de Bermingham provocó la desaparición temporal de las cintas originales hasta que, ya en 2017, fueron recuperadas y regrabadas para su edición definitiva por Dark Entries Records, un sello californiano especializado en recuperar el legado de bandas marginales de las últimas décadas del siglo pasado. Su escucha actual, pasada ya la época en la que las grandes formaciones de post-punk y synth-pop marcaron su sello, procura al oyente aficionado a este tipo de sonidos el enorme placer de soñar emulando la visión de aquellos Rayos-C, brillando en la oscuridad, cerca de la puerta de Tannhäuser.



A Gonzalo Aróstegui, viajero experto por otros planetas mejores.


(1) ("Sueños para vencer la pandemia", suplemento Ideas, El País, 31 de Mayo)
[2] (La Vanguardia, Ficción y Realidad, Domingo Marchena, 24/02/2020)