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29 oct 2020

ELLIS ISLAND




GENYA RAVAN.                    "URBAN DESIRE"

Aunque es muy discutible que disminuya el número de los ignorantes si me refiriera a ella por su más conocido nombre artístico, apostaré doble contra sencillo a que muchos de los lectores de esta entrada desconocen la figura de Genyusha Zelkovitz. Vayan por delante algunos datos biográficos. Genyusha emigra con sus padres y hermana desde su Polonia natal a los Estados Unidos en la segunda mitad de la década de los 40. Atrás han quedado dos hermanos, exterminados, como muchos otros compatriotas judíos, durante la barbarie del holocausto nazi. Su biografía más a mano habla de su primera visión de la América del Truman nuclear vía la obligada inspección higiénica en Ellis Island. Recurro ahora al tema del mismo título, el “Ellis Island” de Julie Driscoll con Brian Auger & The Trinity (“Streetnoise, Polydor, 1977), pensando que allí podría encontrar alguna inspiración sobre la primera impresión que debieron sentir los Zelkovitz al llegar al islote. No hay manera, ese magnífico tema instrumental se refiere a Don Ellis, uno de los músicos y teóricos más interesantes de la escena americana en la década de los últimos años 60 y primeros 70.

No tan afligido por mi fallido intento, debo reconocer que los teclados de Brian Auger me hacen buscar la pipa, devuelvo a su balda de origen  este “Streetnoise” (colocado justo tras el “You Gotta Problem With Me” de Julian Cope, Invada Rcds, 2007), mientras me vengo arriba rememorando experiencias musicales que han venido sucediéndose durante la jornada de hoy. La audición de un programa homenaje a la figura de Lou Reed, editado en el blog “My Kingdom For A Melody” por su titular y amigo, Carlos “Savoy” Lorente; uno más de otro bloguero, también buen amigo, Juanjo Mestre, en su podcast “Melodías Cósmicas”, especial dedicado a las primeras grabaciones de la intérprete británica P. J. Harvey y, rematando la faena, culmino con la escucha del programa 41 editado por "La Ruleta Rusa", otro estimulante podcast editado por Santijazz y que, además de presentar una serie de novedades interesantes, homenajea  al recientemente fallecido Gordon Haskell, voz y bajista en los “In The Wake Of Poseidon” y “Lizards” de King Crimson. Toda una maratoniana jornada musical precedida por la lectura del último monográfico de Mojo dedicado a Neil Young (The Collectors ´ Series. Archives, 1945-1978).

Vuelvo a repasar las notas sobre la biografía de Genyusha (aun no he descubierto a mi mujer el nombre artístico de su contrincante de hoy) y entre tanto suena  el “Tonight I´ll Be Staying Here With You” ("LP1 Bob Dylan Live 1975, The Rolling Thunder Revue, The Bootleg Series, Vol. 5", Columbia Rcds, RE 2019). Genya salta entonces a la palestra, nunca mejor dicho, en los primeros años 60. En 1962 se da a conocer en una inesperada actuación en el club The Lollypop Lounge de Brooklyn y, aupada por su desparpajo y magnífica voz, convence a Richard Perry, uno de los miembros de The Escorts (banda por entonces habitual en el local), posteriormente productor y promotor de fama mundial (The Pointer Sisters, Rod Stewart, Carly Simon, Nilsson, Art Garfunkel...) que la introduce desde entonces en su ámbito de influencia. Un año más tarde, Genya forma Goldie & The Gingerbreads, la primera formación estrictamente femenina en la historia del rock que firma con ATCO, la subsidiaria independiente de la major Atlantic Records, dirigida a la sazón por Ahmet Ertegün. Es en esa época, cuando los habituales caza-recompensas británicos (Chas Chandler, Mike Jeffries,…) solían merodear por los clubes alrededor de Times Square, cuando la invitan a cruzar el charco y ella, ¡cómo no hacerlo!, accede encantada. Goldie & The Gingerbreads permanecen en Inglaterra dos largos años, girando continuamente con Rolling Stones, Kinks, Yardbirds, Manfred Mann. Su single “Can´t You Hear My Heart Beat” alcanza en 1965 el puesto 25 en las listas británicas.

Con esos antecedentes vuelve a finales de 1966 a un Nueva York en plena ebullición post-folk. Genya disuelve a The Gingerbreads y junto a Aram Schefrin y Mike Zager forma en 1969 Ten Wheel Drive, una populosa banda que, en la onda de Blood, Sweat & Tears y de los primeros Chicago Transit Authority, apuesta por una mayor presencia de orquestaciones jazz y funk. Un contrato con el sello Polydor ofrece a la formación la posibilidad de grabar hasta tres Lps (“Construction Number 1”, “Brief Replies” y “Peculiar Friends Are Better Than No Friends”) pero su exposición, lamentablemente, no logra sobrepasar la escena estrictamente americana. Así las cosas, Genya abandona el grupo y, ya como Genya Ravan, comienza su carrera en solitario. Su antiguo mentor Richard Perry convence a Clive Davis, entonces capo de Columbia Records, para incluirla en su nómina de artistas. Nace así, con la publicación de su primer Lp homónimo en solitario en 1972, la etapa de Genya Ravan que ahora nos interesa.

Otra labor en la que destaca Genya, y reconozcamos su indudable mérito en una industria musical ampliamente dominada por el género masculino, es en la de la producción. Dos son las obras en la que sobresale su trabajo tras las mesas del estudio de grabación. La primera, el imprescindible “Young, Loud And Snotty” (Sire Rcds, 1977) de The Dead Boys; la segunda, el “Siren” (Polish Rcds, 1982, un sello de la que Genya fue cofundadora junto a Cy Berlin) de Ronnie Spector y en la que participa como guitarrista el Cheetah Chrome de The Dead Boys. Long John Baldrey, Kool & The Gang o Tiny Tim son además algunos de los artistas y grupos que integran su palmarés como productora de cierto renombre y prestigio.




Como todo buen disco de rock que se precie, el “Urban Desire” de Genya Ravan (20th Century Fox Rcds, 1978) no suele madrugar. Le da por amanecer cuando la tarde ve desaparecer sus últimas luces,  así que abre los ojos después de varios intentos baldíos. La resaca del día anterior fuerza algún tipo de desorden biológico, quiero decir que Genya ha apetecido comenzar por la cara B, un redoble de circo romano con el que “Cornered” se estrena.  Puro rock épico, la voz de la artista tiene un toque claramente springstiniano, la vibración del piano le otorga un añejo bouquet honky-tonk. “The Sweetest One” contiene una esencia de balada europea, su lirica habla de Gretta Garbo y la Bardot, los teclados de Charlie Giordano siguen marcando (y lo harán durante todo el transcurso del Lp) la pauta melódica. En “Darling I Need You” volvemos al tono barrel-house, versión neoyorquina, un sugestivo vaivén r&b envuelve la pieza. “Messin Around” es mucho más cañero, las guitarras de Conrad Taylor y Ritchie Fliegler marcan la pauta, sus riffs y punteos son adictivos. Cierra “Shadowboxing”, (“On the steps of Roseland & 52nd Street”, ¿alguien se cruzó con los actores protagonistas de “Midnight Cowboy?”), retorna la balada urbana, un cúmulo de sensaciones de humedad y hojas otoñales embarga al oyente.

La cara A encuentra a la cantante felizmente algo sudada, los surcos del vinilo transpiran pasión cuando “Jerry´s Pigeons” salta como un rugiente león al coso. Una canción que eleva la autoestima de cualquier semoviente medianamente decepcionado.  Ese coro de “It´s  You / You Bring It Back To Me / (Oh! My Urban Desire)”, el puente final doo-woop, “There´s A Moon Out Tonight / This Is Dedicated To The One I Love”), es pura dinamita, también enternecedora diáspora. “The Knight Ain´t Long Enough” posee ese toque guitarrero marca Quine & Lloyd que Television y Richard Hell & The Voidoids desarrollaban por la misma época. “Do It Just For Me” me gusta por la suplicante y arrastrada voz  de Genya y, sobre todo, por el acaramelado riff de Taylor en los puentes. En “Shot In The Heart” volvemos al abrasivo medio tiempo marca de la casa, todos los instrumentos se conjugan en una perfecta ceremonia roquera. Lou Reed aparece como invitado en “Aye Colorado”, su estructura de pregunta-respuesta entre su voz y la de la propia de Genya, otorga a la canción un indudable valor añadido, el fraseo final latino creo que sobra. Cierra la primera cara “Back In My Arms Again”, el medio tiempo del tema, contundente y preciso, mantiene y acrecienta esa hermosa influencia inequívocamente Ashbury Park.

Urban Desire” se resiste a volver a su balda correspondiente. Sus compañeros de fila, Gene Vincent and The Blue Caps y Gentle Giant parecen encontrarse algo mosqueados, como a la espera de alguna contundente respuesta por parte del encargado. Reclaman con razón que se vuelva al orden establecido, que el cómodo cojín que ahora echan de menos, el calor del puro rock´n´roll y el vuelo ideal del prog, vuelva a encontrar su espacio natural. No hay forma. “Urban Desire” sigue girando en el plato, sus surcos circunvalan el vinilo sin descanso. Genya Ravan alcanza tal protagonismo que diluye cualquiera otra posibilidad. ¡Menudas son ellas cuando se ponen!



16 oct 2020

DESAFÍO

DEAD MOON "DEFIANCE" Sucedió por sorpresa, se cree que durante el astuto equinocio de la niebla. De una de las siluetas entreabiertas (la correspondiente a los grados de medida Fahrenheit), Karl Heinz Stockhausen entonó en "Gruppen" su controvertido canto en honor de los altos hornos abandonados por Lutero, en la otra (la más aguda, según los datos facilitados por el dron en servicio), Lee Morgan y Jackie McLean aparecían interpretando en deslumbrante dueto el "These Are Soulful Days", sus instrumentos de viento remontaban una colina alpina para introducirse luego en los prados boyales de Quincy Jones. Así consta en el script de Stanley Kubrick. Parecía como si la atmósfera no cejara en producir una catarata de ideas. Pero dejemos de lado las opiniones favorables de la crítica y mantengámos la compostura; hablemos tan solo de un arroyo nocturno que reflejaba sin muchas ganas el carril helado de la luna. Las gruesas líneas de Robert Motherwell optaban al Grammy del Salón de 2020, un evento que intentaba emular al veneciano de la princesa de Polignac (Winnaretta Singer de soltera). La dirección transversal del poema pretendía funcionar como un eje sinfín, pero las mismas siluetas, absortas como estaban en su intento de epatar a la clase burguesa, se negaron a participar en el juego. Vestidas con túnicas y turbantes (a lo Gautier para no extendernos demasiado) aparecieron en la puerta del salón seguidas por un herrumbroso mastín castellano, su fiereza se escurría sin remedio mientras roía un hueso de baquelita, el griterío ensordecedor de los asistentes al espectáculo presagiaba proezas de todo tipo.
Justamente en ese minuto 3:46, coincidiendo con la trágica muerte de Manolo Montoliú al citar el toro en la suerte de banderillas, György Kurtág mostraba (en su "Grabstein Für Stephan") el pánico del hombre ante el mismo hombre que tras una alambrada observa a un niño jugando en el parque ("Keep The Park Clean"). Su mirada aparece vidriada, fruto del desorden homeopático, las deudas arañan sus bolsillos de arpillera, recuerda entre sollozos, hay perfumes tan frescos como carnes de niños, me sabrá mejor el flujo de su sudor nuevo, de almendras, mientras me mire y no comprenda porqué su madre está lejos, no está cerca, ven little boy, tengo un caramelo de limón, ¿o prefieres el helado de Charlie´s?. Mantengo al baño maría la pálida imagen de los rostros de Fred Cole y su mujer Toody, la de Andrew Loomis, los miembros de Dead Moon. Aleatoriamente los canes heráldicos de la NYPD conocen la crudeza del crimen, aúllan varias madres como testigos imprevistos, le introdujo en la parte trasera de un Toyota blanco, tenía los cristales tintados, no pudimos ver mucho más oficial. Mientras, dos manzanas más al norte, White Noise en "The Visitation" anuncian los precios rebajados en los surtidores de la tierra, "she´s waiting alone in the dark", la madre desconsolada, una nueva mártir Catherine Tekakwitha aparece en escena, ¿quién eres tú?, ¿has existido realmente? ("Beautiful Losers", Leonard Cohen). Gracias al aliento del jaguar galés el globo de Gustave Moreau asciende lentamente en el cielo del París del fin de siecle.
Aunque no puedo precisar con total exactitud el momento en que ocurrió supe de Dead Moon hará tres o cuatro años, seguramente no llovía. Recuerdo, eso si, que fue a raíz de una entrevista que un bloguero amigo realizó a Fernando Pardo, guitarra y líder principal de la banda madrileña Sex Museum. Comentaba entonces Fernando cómo esa oscura formación de Portland (Oregón) era una de sus influencias más señaladas, una especie de flujo subterráneo del que bebían solo los muy iniciados. Los gruesos trazos negros de Robert Motherwell, las caras podridas en el lienzo del odio, los retratos de Antonio Saura se asoman al balcón de la locura mientras pasa la procesión del Corpus Christi. El diseño de las letras de Dead Moon en la portada de su "Defiance" (Mississippi Rcds, RE 2011) muestra unas líneas contrapuestas por estrías blancas fosilizadas, entrelineadas sobre el absoluto color negro, surgen lácteos bosques nocturnos. Intentaré que la imagen identificativa de la banda americana (una luna en pleno proceso canibalístico) exceda cualquier comentario feliz, por ejemplo, la semejanza con una llave inglesa, presunta arma causante de la muerte de little boy.
Enfréntense ahora al coro del espasmo, el que acompaña a la orquesta, aquella que pretende no quedar atrapada en el cortacircuito provocado por el TEDIO. Observen atentamente cómo sus miembros se empeñan en evitar el desasosiego anunciado por las próximas jornadas del Black Friday. El coro se presenta ahora ante la bohemia concurrencia del Chat Noir parisino. El maestresala prueba los venenos permitidos (vino aguado, hachís, absenta), a continuación da noticia sobre los últimos partes médicos, menciona cómo causó gran sorpresa la de aquel paciente inglés que se empeñaba en reconstruir el final de "La Naranja Mecánica", ya les advertí, el último gesto de Malcolm McDowell anticipaba el fatídico final de un Brexit sin acuerdo. Dead Moon nacen fruto de la incurable enfermedad de los mamíferos, todos hemos de morir, mejor entonces convertirse en crustáceos, quedar eternamente empotrados en el hermoso acantilado gallego (o ser apaches en las películas de John Ford), protegidos con ese caparazón tan teatral, tan de ópera wagneriana. Aunque DM hablen en sus canciones de muerte por sobredosis ("Walking On My Grave"), aquí hoy la gente sigue muriendo por falta de ella, así que ¿a quien diablos le interesa ahora hablar de los últimos días de Torcuato Tasso, recluido en el monasterio de San Onofre, mientras abjuraba de las antiguas y queridas musas?
El Equipo de Homicidios Infantiles de la NYPD, dirigido por Brenton Woods McPie, fue el elegido para investigar el caso de little boy. BWMcP, más conocido como Piggally por sus ayudantes, es un cincuentón oriundo de la ciudad de Portland (Oregón) y a principios de la década de los 90 dirigía un magazine local (el "Blood Sucker Chronicle") y daba allí cuenta del ambiente underground de la ciudad más poblada del estado. El Noroeste USA es el territorio número uno de los asesinatos en serie, se dan allí más casos de muertes violentas de ese tipo no resueltos que en cualquier otro rincón de la Unión, la familia Manson solía escoger los alrededores de Portland como uno de sus lugares preferidos para pasar las vacaciones. Además, al llover constantemente, la gente suele salir poco de sus casas y el ambiente, en consecuencia, está plagado de ocultismo, de agobiantes escenas interiores que propician el trauma. La escena musical de Portland en los últimos años 80 y primeros 90, cuando el grunge comienza su andadura, ya se encuentra vacunada del ninguneo al que la sometieron en décadas pasadas las bandas y artistas que no subían más allá de San Francisco, la atmósfera de aislamiento de la que antes hablábamos ha generado un explosivo DIY que propícia la aparición de múltiples escenarios, de bandas dispuestas a incendiarlos, algunas de ellas notables: Wipers (la personalidad de Greg Sage como su líder y alma mater siempre me ha parecido equiparable a la de Fred Cole en Dead Moon), Poison Idea, Mono Men, Miracle Workers, Napalm Beach, Quasi y Dharma Bums (estas dos últimas, por no extendernos demasiado, en su vertiente indie y low-fi). El Northwestern Punk de los oriundos Paul Revere & The Raiders, The Kingsmen, The Rats (antecedentes de DM), el garaje en su versión más avinagrada, el punk inglés, incluso algún ramalazo lírico de la cultura coffehouses de la beat generation de San Francisco, se hacen un decisivo hueco en la ciudad. (Existen un par de cortos, "Hype!" y "Unknown Passage", que recomiendo al lector más interesado)
Piggally tiene un plan alternativo para resolver el caso de little boy. En una nave abandonada ha dispuesto, junto a unos grandes altavoces (tamaño "Rust Never Sleeps"), todo lo necesario para conseguir que el sonido sea lo más atronador posible. Los sospechosos se someterán a una prueba específica, escuchar tendidos en el frío suelo del local este tercer disco de Dead Moon, "Defiance". Inicialmente grabado en el sello Tombstone (propiedad de la entonces ya pareja formada por Fed y Toody Cole) en 1989, su aparición en la entonces naciente escena grunge pasó desapercibida. El estilo de la banda, más cercano al garaje con base hard-blues y afilado punk, no casaba tanto con el noise marca cercana Seattle. La imagen de la banda de Portland, más parecida a la de unos hippies pasados de rosca, además de su sonido, en ese momento más enraizado en un supuesto rock clásico y contundente, dejaba un tanto descolocados a los asistentes a sus conciertos (más acostumbrados al noise extremo, pelea en las primeras filas y stage-diving). Dead Moon eran diferentes, unos tipos habitualmente vestidos de negro, una vela sujeta a la boca de una botella de Jack Daniels presidía sus actuaciones. Fred Cole, el guitarrista y líder de la banda, ya un cuarentón en esa época, transmitía su gran experiencia y conocimiento musical. Miembro fundador de numerosos grupos previos en las décadas anteriores, The Weeds, The Lollipop Shoppe, Zipper, King Bee, The Rats, Western Front, The Range Rats, su trayectoria musical había tocado ya todos los palos, white soul, bubblegum, pop, psicodelia, punk, hard-country, hasta que, llegados al momento de la creación de Dead Moon (1987) se alinean definitivamente en la onda hard-rock-garage. Para mayor abundancia, el matrimonio Fred & Toody regentaban un par de tiendas, la Captain Whizeagle´s Store y el Tombstone Music, lugares de reunión donde las bandas y aficionados de la zona podían encontrar los últimos modelos de guitarras, repuestos y cambiar impresiones. Cuenta la leyenda que para grabar sus discos utilizaban el mismo torno del que se sirvieron The Kingsmen para dar a luz su legendario "Louie, Louie" en 1963.
La cara A comienza con una versión del blues clásico de Kokomo Arnold, "Milk Cow Blues" que para nada suena a blues, los punzantes rasgeos de guitarra y bajo nos transportan al high-energy más bestia de Detroit, absolutamente imposible empezar mejor. "Not The Only One" y "Crystal Is Falling" ya participan del entorno garaje, los riffs de guitarra se asemejan más a los de los Groovies y Barracudas. " En "Revenge", si bien algunas partes de las guitarras tienen un toque más arty, se vuelve al high-energy. Cierra la primera cara "Dagger Moon", puro sonido del mejor Cave de The Birthday Party. Abren la cara B con "Walking On My Grave", otra joya del más caústico hard-garaje, el tempo de la canción es un puro bulldozer melódico. "Johnny´s Got A Gun" suena a lección aprendida, Clash, Buzzocks, Damned están presentes, su mensaje combativo se ensoñorea de la canción, corta, urgente, noqueadora, la voz de Toody le aporta un afilado encanto. "I´m Out Nine", una balada, medio tiempo, tan solo una línea entrecortada de guitarra y la voz de Fred rebajan la intensidad. "Kicked Out-Kicked In" retoman la clave garaje, el riff del puente estratosférico, un breve sonido de martillo pilón le otorga un deslumbrante tono exaltado. El cierre de "Unknown Passage" es una delicia de melancolía psicodélica, el tema más corto, pareciera como si la banda quisiera despedirse sin querer hacerlo, abrumados por la evidente excelencia de su interpretación.
Mientras los sospechosos se exponen muy a su pesar a los estrambóticos experimentos de Piggally, este se dedica a organizar una sesión de magnetismo. A la llamada acuden varias conocidas sibilas, videntes y quirománticas del lugar. Todas ellas acuerdan dividir el cónclave. En la primera parte convocarán a la ya conocida princesa de Polignac, musa y maestra en su Salón artístico del fin de siecle parisino. En la segunda será la hija de Stephan Mallarmé, organizador en la misma época de los célebres cenáculos conocidos como "Mardis de Mallarmé", la que lleve la batuta. El magnetismo, procedente de aquellas fuerzas y analogías entroncadas en la misma naturaleza, representará la polaridad entre las fuerzas contrapuestas de los sospechosos, argulle la de Polignac. Los procesos químicos de cristalización, reveladores del modo de crecimiento de los diferentes tipos de seres, nos darán la respuesta, concluye convencidísima Stephanie Françoise Genevieve de Mallarmé. Los imputados sometidos a tal boutade son dos ciudadanos americanos. Un oriundo del estado de Idaho, blanco, panzudo y sudoroso, el otro, un puertoriqueño seco y enjuto, no parece darse cuenta del lío en el que anda metido. Ante la falta de acuerdo de las damas, él mismo Piggally resuelve realizar la pregunta concluyente: "Dígame usted...¿a quien votará en las próximas elecciones?".