JADE WARRIOR "KITES"
Antes de escribir sobre el "Kites" de Jade Warrior he pretendido sentir el vacío original de sus primeros cuarenta y cuatro segundos de nada. También he pinchado la palma de mi mano con la punta de la pluma para sentir el breve dolor de la existencia. Una hoja en blanco se ha caído de la mesa y he encorvado mi cuerpo para recogerla del suelo. Se ha pasado en tan poco tiempo del sosiego de la quietud a la acción que no todo lo abarca, que no puede con la carencia. Llevo unos cuantos días practicando una suerte de ascetismo para estar mejor preparado ante la avalancha de estímulos que la banda inglesa pueda provocarme. Intento experimentar la no-acción para llegar lo más virgen posible a la falta de sentimientos, al abandono de pensamientos felices, proyectando exclusivamente el peso de mi cuerpo hasta debajo del ombligo, hacia el Hara, el Centro Vital. Siguiendo el arte cierto del Sumi-e, deseo tornar mis dedos en un pincel, cambiar la hoja desocupada (que según la voy llenando de palabras pierde toda su Virtud) por un lienzo donde el trazo de mi brazo abarque paisajes aun más lejanos que el juicio que ahora me habla, aquel que me dice que estoy presente aquí, cuando en realidad es y no es así.
De esto hace 40 años. Tony Duhig y Jon Field, miembros fundadores de Jade Warrior 6 años antes, graban en el Argonaut Studios de Londres el que sería su tercer Lp de la etapa Island, este "Kites". Los tres primeros álbumes que anteriormente habían editado con el sello Vertigo les habían colocado en un cierto apartado de banda rara avis dentro de la escena musical inglesa de la época. El sello del remolino les había fichado en 1970 siguiendo la estela de lo que entonces se creía como tendencia a seguir, el afro-rock que grupos como Assagai, y sobre todo Osibisa, estaban poniendo sobre el tapete de los nuevos gustos. Las influencias orientales de un Tony Duhig, que pocos años atrás había pasado un tiempo con su grupo en la Persia del Shah Mohammad Reza Pahleví (hablaremos más tarde de su época en España en el 65 y 66 con los afamados The Tomcats), convergen con las de un Jon Field que por los mismos años componía música para danza, sumergido además en el dominio de una multiplicidad de instrumentos que diera también cabida a su inclinación por los ambientes orquestales de los filmes de Hollywood. Los ricos antecedentes musicales de Duhig y Field y, sobre todo, el apoteósico éxito en 1973 del "Tubular Bells" , encasilla a Jade Warrior en un tipo de música que posee una análoga simpatía con la de Mike Oldfield, el virtuosismo de la multi-instrumentación al servicio de un concepto coreográfico, de un film imaginario por el que pudieran desplazarse los oyentes buscadores de nuevas sensaciones.
Esa escenificación musical se plasma en este "Kites" en las dos piezas o suites que componen los temas tanto de la cara A como de la B del disco. En la primera, según explican en el texto incluido en el reverso del disco, la idea inicial parte de la visión de un dibujo del pintor suizo Paul Klee, "Plant, Earth and The Kingdom of the Air", que los músicos imaginan y descomponen en el paisaje de un bosque. La disgregación de los distintos elementos que pueda aportar la Naturaleza en el momento de la escucha se circunscriben exclusivamente a las figuras del aire y de las semillas. El primero, impulsado ya en viento, empuja a las segundas hacia un campo de flores y éstas últimas, desplumando sus simientes en partículas microscópicas, flotan no entre los pétalos sino entre la misma fragancia de sus olores.
Es aquí cuando surge la enseñanza más exacta del Sumi-e y al oyente le es dado ser dueño de un espacio sin ángulos. La provocada debilidad de la música construye su misma fortaleza. Las cinco piezas de la cara A ("Songs of the Forest", "Wind Song", "The Emporer Kite", "Wind Borne" y "Kite Song"), inicialmente vacías de contenido rítmico, van creciendo hacia melodías diferentes en cada escucha. Hay un momento muy especial, al comienzo de "The Emporer Kite", en el que el alumno observa nítidamente como la caravana ha dejado Tashkent y se prepara para una próxima y agobiante jornada hasta Bukhara, principal centro de abastecimiento de la Ruta de la Seda hasta Samarcanda. La emoción del comercio se vislumbra en los gestos hoscos de los animales de carga. La música provoca un equilibrio de colores y queda casi todo adherido a una extraña mezcla de estiércol de caballerías y nubes de un blanco purificado por los dioses preliminares Mara y Gish; sus soberbias señales ofrendan un espejismo de jade inevitablemente desconocido para los brokers de la City.
La cara B tiene como motivo e inspiración fundamental una de las historias en la que es protagonista The Boat Monk, el Teh Ch´eng maestro de Ch´an (Zen) en Hua Ting durante el siglo IX de la dinastía china Tang. En los siete temas que componen la pieza instrumental ("Land of the Warrior", "Quietly by the River Bank", "Arrival of the Emporer. What Does the Venerable Sir Do?", "Teh Ch´Eng: Do You Understand This?", "Arrival of Cha Shan: Discourse and Liberation", "Towards the Mountains" y "The Last Question") el texto que sirve de hilo argumental lo forman las enseñanzas que el Venerable Teh Ch´eng, sentado después de un largo viaje en su pequeño bote al abrigo de la orilla del río, imparte a los que llegan a visitarle. Su sabiduría, aprendida en el monasterio de su maestro Yo Shan, refleja fielmente la doctrina que más de dos mil años antes Lao Tse divulgó a través del Tao Te King. Si son el aire y la semillas los elementos de contacto con la Naturaleza en la cara A, aquí en la B es el agua el fluido que sirve de ligazón para la reflexión musical de Duhig y Field. Las melodías se mueven en un ambiente más sosegado si cabe. El eco de los gongs iniciales crea bellísimas ondulaciones que, como las pequeñas olas de un agua apaciguada , son recogidas por los distintos instrumentos. Hay una suave marea de ritmos que retornan hacia la idea original, una sabiduría en perpetuo cambio, la captura de la carpa dorada que Paul Klee imaginó en su dibujo muchos siglos después.
Es ahora, en el mismo momento en que mi hija me comenta sorprendida la repentina e inesperada muerte de Prince, cuando caigo en la cuenta que Jade Warrior (al igual que pasara con el músico de Minneapolis) es una banda que fabrica una música de hombres pero es generada desde la perspectiva de la mujer. La Hembra del Mundo..., "que vence al Macho con la quietud y permanece abajo con la quietud" (Tao LXI) y que, contrariamente a lo expuesto, representa "lo tierno y débil que está arriba, frente a lo grande y fuerte que está debajo" (Tao LXXVI). La conexión de la Madre Tierra como expresión más fidedigna de una Naturaleza que admite la fortaleza del bambú como contrapunto a la debilidad de la rama seca; la victoria del agua frente a la dureza de la piedra. La oración del monje Teh Ch´eng encuentra en la liviandad de las olas el perfecto mantra para sus peticiones. Los instrumentos de cuerda que participan en esta segunda cara del disco (mención especial para el violín en el corte cuarto, "Teh Ch´Eng: Do You Understand This?", protagonizado por el gran Fred Frith de Henry Cow) pareciera que acunaran con sus sonidos el fluir perenne del río, sus bucles exceden aromas de maternidad, de mujer interminable.
Hemos hecho previamente mención a las influencias artísticas de Tony Duhig y Jon Field, más bien a sus antecedentes y educación musical, y no sería justo dejar de mencionar su etapa previa a Jade Warrior participando en una de las más interesantes bandas de finales de los 60 en Inglaterra, July. Integrada, además de por ambos músicos, por Tom Newman como principal compositor del grupo (más conocido como posterior ingeniero de sonido en el "Tubular Bells" y fundador junto a Richard Branson del sello Virgin) y por Alan James (colaborador al bajo en grabaciones posteriores con Cat Stevens y Kevin Coyne), esta banda se forma con los rescoldos que quedan de The Tomcats una vez que sus miembros vuelven de España en 1968 (Se ha editado recientemente por el sello Cherry Red un excelente album titulado "The Tomcats. Running at Shadows. [The Spanish Recordings 1965-66"]). Su único trabajo, titulado homóninamente "July" y editado en 1968, es un fantástico compendio del mejor pop-psicodélico de finales de los 60. Las texturas eléctrico-acústicas de la guitarra de Tony Duhig, empañadas de un vapor de primera hornada hippy, junto a los entonces considerados como iniciales acercamientos al world-music que patrocinaba la rica instrumentación de Jon Field (nada que ver con el posterior trabajo de Peter Gabriel o con la apuesta del sello alemán ECM, más orientada hacia el jazz), dispensaron a este único trabajo de July la categoría de pequeña obra maestra.
Queda al final del texto la esperanza de haber conseguido una mínima y comprensible aproximación a la obra de Jade Warrior. En este su "Kites" de 1976, contando desde luego con su obra anterior, intentan reflejar un ambiente mental que ya había cobrado cierta carta de naturaleza en el entorno de la época. El conocimiento del Tao y del budismo Zen (ya predicado éste último en décadas anteriores por los escritores de la beat generation de Jack Kerouac y compañía), la aproximación a la meditación trascendental por parte de The Beatles, las publicaciones de autores como Aldous Huxley, Alan Watts o Hermann Hesse, les sirven como alcayatas para sostener el andamio de una propuesta musical que entonces no tenía visos de ser derruida. Los oyentes de los inicios de la segunda mitad de los setenta, abiertos todavía a todo tipo de influencias (pero quizás ya algo cansados de un progresismo encorsetado por una instrumentación demasiado grandilocuente), encuentran en Jade Warrior la originalidad de la cometa, el breve vuelo de una mariposa repleta de luz y sencillez. Su recuerdo, cuarenta años después, continúa en esa misma estela.