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25 mar 2020

CUARENTENA



NEIL YOUNG & CRAZY HORSE                            "RUST NEVER SLEEPS"
Prosigo con la escucha alfabética de la colección, concluyo la letra A con The Attack, Atomic Rooster, Au Pairs, Average White Band, Aviador Dro, comienzo la B con B 52´s, Bachman-Turner Overdrive (¡qué bien suena esta banda!), Bad Company, Bad Religion, The Band, Band of Horses. !Qué extraordinarios los canadienses!, cada uno de sus discos esconde verdaderas joyas, acumulan tantos momentos de incalculable belleza que repentinamente pienso en intercalar en cada párrafo alguna de sus canciones..., "Out of this world, out of this mind / Out of this love for you / Out of this world, out of the blue / Out of this love for you...", Robbie Robertson canta como nunca lo hizo, dicen que su voz suena mejor cuando está desconectada del micrófono, Garth Hudson hace milagros con el órgano y los sintetizadores ("Out of the blue", "The Last Waltz", Warner Bros Rcds, 1978). Decido que sea Neil Young el protagonista de esta nueva entrada, su "Rust Never Sleeps" (Reprise Rcds, 1979) no será mi disco favorito en su discografía pero contiene algo de lo que más adelante hablaré. Mi sobrino Isidro me recomienda desde Mallorca una nueva banda, Other Lives, suenan solemnes viejas puertas en cabañas de madera.

Quisiera largarme a Taiwan, acabo de leer el artículo de Byung-Chul Han en el suplemento "Ideas" de El País (domingo, 22 de Marzo) y me ha convencido. El reloj marca las 2 menos veinte de la tarde y desde mi cuarto ya se advierte el aroma a comida especiada, la casa es nada grande, sin tiros largos, predominan los colores blancos y los tonos claros, lo que viene a acentuar la sensación de mayor espacio, de más fingida libertad. Digo que me voy a Taiwan porque es posible que allí me expliquen lo que aquí está ocurriendo. No tengo idea (ni siquiera una aproximación) de lo que nos viene encima, los días de confinamiento que llevamos se me antojan como el preludio de un necesario cataclismo, porque es claro que esconden una gran incógnita, un próximo futuro en el que muchas cosas serán cuestionadas. Byung-Chul Han nos presenta la dicotomía entre Oriente-Occidente como la de la cultura de la sumisión enfrentada a la del individualismo, la de la primacía digital del algorritmo y el big-data (aunque suene extraño) frente a la de la estricta soberanía territorial. Al final, el virus vence a los occidentales porque ataca y anula su egolatría, salva antes a los orientales porque su conducta colectiva acepta de mejor grado la vigilancia del Gran Hermano (versión George Orwell, otro iluminado).

Veo innumerables ventanas, la gente está adentro de sus casas pero apenas se adivinan sus perfiles, algunas sombras se deslizan entre los visillos, una mujer riega las plantas del balcón, otra (¡voto a tal!..., ambas superan con creces la cincuentena de sus naturales encantos), habla por teléfono desde su terraza. Siento los galopes de los niños desde el piso de arriba, son pequeños golpes de estado trasladados a un país ajeno (el mío), retumban con un tam-tam que se me antoja de color azulado. Me asomo al exterior y contemplo  las calles vacías, algún que otro transeúnte pasea sus canes, el eco de los escasísimos vehículos que circulan se transforma en un zumbido de viento metalizado. Afortunadamente cae algo de lluvia, el cielo se cubre de nubes, se despeja después, cambian los colores de la escena, desde un gris mojado a un verde dorado por el sol. Cuando salgo al jardín siento el aire aun fresco, camino como si lo hiciera por primera vez, sorprendido por el cariz de mis propios pasos, sintiendo el desplazamiento en su misma esencia, sin principio, sin meta. Presiento que en una situación como esta de confinamiento hay que darle al tiempo más valor de presente, de acciones concretas que lo enriquezcan aun más. Medito, prometo procurarme mayor silencio.

Los libros se agolpan en la mesa supletoria, intento por primera vez compaginar la lectura de varios de ellos, ensayos de sociología política con novelas de autores clásicos como Galdós, Valle-Inclán o Alejandro Sawa. Los primeros afianzan mis convicciones, los segundos entretienen y abren nuevas expectativas de estilo narrativo. Al cabo de muchas horas de lectura me encuentro entumecido, me incorporo del sofá y lanzo un grito de colibrí selvático, sacudo los miembros igual que hago con la ropa antes de colgarla en el tendedero. Apenas veo la televisión, la radio funciona algo más tarde. Me refugio en alguna que otra película y en varias series (así, a voleo) que me atrapan, representan una vez más la historia contada según los vencedores (malos los islamistas, terroristas, malísimos los hispanos, narcotraficantes). Repaso los correos electrónicos y los grupos de whatsapp, borro o contesto, archivo. Acudo al blog para actualizarlo, repaso innumerables carpetas fotográficas y añoro el ayer. Limpio la casa, desempolvo la colección de miniaturas, pongo al día las cuentas, el patrimonio va desbocado, a la baja. Ordeno papeles antiguos, pienso en llamar a algún que otro amigo para saber cómo le va pero aun no me decido a dar el paso.

Acabo de repasar las notas sobre Neil Young y lo primero que me viene a la cabeza es la película del mismo nombre que vi hace muchos años. Me sorprendió la imagen del mismo Neil, ropa blanca, el pelo ni corto ni largo, desaparece repentinamente la figura del viejo hippie, las camisas de cuadros y los vaqueros con remiendos de amebas estampados. La tremenda energía de los temas incluidos en el álbum se asemejaba a la envergadura del equipo desplegado sobre el escenario, los micrófonos altos como antenas vigilantes, la gigantesca armónica que sostiene en su mano izquierda, el primer plano acrecentando la imagen de los platos de la batería, las cajas-contenedores del equipo de la banda, todo aparece desmesurado. Del resto de las notas intento sonsacar algún apunte, algo que no fuera entonces tan resaltado en su ya archisabida biografía, el accidente en la central nuclear de Harrisburg en Pensilvania refuerza su postura en favor de la protección de un clima ya seriamente amenazado, la posterior polémica con John Lennon sobre el célebre texto de "My My, Hey Hey (Out of the Blue)"...,"It´s better to burn out / Than to fade away", un artista que muy poco antes de morir tiroteado abogaba por la vida sana, ajena a la violencia y a la autodestrucción, me llama poderosamente la atención.

En un primer momento prefiero hablar del disco desde la distancia del recuerdo, relatar sus canciones sin el orden propio en el que aparecen en los créditos, intercalar los temas que más me gustan con los que menos me emocionan; me rebelo contra mi decisión y vuelvo entonces a escucharlo, atentamente, quiero tenerlo fresco, sentirlo en el apogeo del confinamiento. Toda la cara A es una oda acústica, en ella se contienen los mejores versos de Young, también el más prístino sonido de su guitarra Martin, la armónica además acompaña y ensalza la atmósfera melancólica. Existen estrofas de sorprendente precisión histórica: "Hey hey, my my / Rock and roll can never die / There´s more to the picture / Than meets the eye", ("My My, Hey Hey (Out of the Blue)", imágenes de gran potencia visual: "Where the vulture glides descending on / An asphalt highway bending / Thru libraries and museums, galaxies and stars", ("Thrasher"), alusiones indígenas convenientemente actualizadas, desde el "I´m gonna ride my llama from Peru to Texarkana", ("Ride My Llama", por esa última población pasamos en nuestro viaje desde Nashville al Houston de Townes Van Zandt), hasta el "Marlon Brando, Pocahontas and me" de "Pocahontas". En "Sail Away" más que fijarme en la lírica rememoro a Nicolette Larson, la voz que armoniza los versos de los puentes con Neil, la figura femenina de largísima cabellera ondulante en la contraportada del "Comes A Time" (Reprise Rcds, 1978), pocos años más tarde moría ahogada Natalie Wood.

La cara B se me figura como un enorme Caterpillar bajando a cámara lenta por una zigzagueante cuesta, sus descomunales ruedas de caucho se encuentran unidas entre los ejes por un sistema de poleas oxidadas, cuando raramente funcionan los frenos lo hacen coincidiendo con los coros más melódicos. Nunca antes el sonido puramente rock de Neil Young había llegado tan alto, había sido tan maravillosamente estruendoso. Nos encontramos en los mejores momentos de su larga carrera musical, en temas como "Powderfinger" se relata la lírica más cinematográfica del disco (algunos la han comparado con algunas imágenes del "Apocalypse Now" de Coppola), los estribillos de "Welfare Mothers"..., "...make better lovers", un mantra colosal junto a la ruptura melódica en el final de cada párrafo..., "DEE VORR CEE!", y los de "Sedan Delivery"..., "Gotta get away.../...No one knows.../...Hard to find...", suponen el auténtico renacimiento del rock como religión, en la versión final del "Hey Hey, My My (Into the Black)", toda la peña se ha lanzado ya  a la pista de baile, sus puños en alto, los riffs de la Gibson "Old Black" expanden la buena nueva, en el 79 el Rey se ha ido, no quedan ni Beatles ni Rolling Stones, asoman la cabeza Johnny Rotten y Devo, Neil Young supone el eslabón más fiable en el presente, también en el próximo futuro.

Hoy, duodécimo día de cuarentena, sobrevivo a fuerza de cafés bien cargados, el día transcurre entre algoritmos y solitarios algodones solares, el aire apenas se abanica, se diría que también está confinado, "Rust Never Sleeps" alterna la diástole de su órgano acústico con el sístole de su contracción eléctrica, aspira oxígeno puro en su cara A y lo reparte al resto del cuerpo en su cara B, funciona también en modo circuito, las últimas noticias de la pandemia hablan de un gran crecimiento de afectados, pero me da la impresión de que sigue ocurriendo lejos, dañando a una parte de la población televisada, radiada, un acontecimiento virtual, si Neil Young es el principal protagonista de la parte acústica, esas canciones nos recuerdan al viejo trampero asomado al balcón de las cataratas, en la parte eléctrica comparte estrellato con Crazy Horse, ninguna otra banda puede sonar mejor, las estadísticas, los números y las curvas que aparecen en las pantallas se extienden también al ámbito económico, algunos observadores concluyen que la globalización está enferma, hablan de la revancha de la Naturaleza contra sus hijos devoradores, insaciables, "Rust Never Sleeps" ofrece al oyente las dos caras de la misma moneda, ahora devaluada, la brillante melancolía del poema y la aridez distorsionada de los mejores riffs imaginables, y Dios vio todo lo que había hecho y era bueno en gran manera...



A Isidro, en Mallorca.



11 mar 2020

EL ROCK Y LAS CIUDADES XII: CHICAGO, 2ª PARTE



JUNIOR WELL´S CHICAGO BLUES BAND WITH BUDDY GUY.  "HOODOO MAN BLUES"
Las notas de la segunda parte del relato sobre Chicago continuaban archivadas en su carpeta correspondiente, se sacudían la entrañas como los perros el agua, algunas noches (en algunos sueños), reclamaban al autor la salida de una situación de así no vamos a ninguna parte, llegaron a conchavarse con el mismísimo Hoodoo Man, aprovéchate del texto de la canción, le dijeron,..."I´m gonna tell you one time / Ain´t gonna tell you no more / If I have to tell you again / I´m gonna let you go..." y advierte seriamente al propietario que no toleraremos que pisoteen por más tiempo nuestros derechos de imprenta. La sugerencia se tradujo en una patología de embotamiento, no puedo precisar la hora exacta pero me contaron cómo al abrir la puerta de la mininevera en la habitación 512 de La Quinta de Lake Shore Drive su brazo derecho se quedó paralizado, algo tan fácil como colocar un tarro de yogur griego en la estantería devino labor imposible, millares de terminales nerviosas se encontraron inesperadamente sin el final programado, al parecer el cerebro dejó de cursar órdenes, ni siquiera su mirada pudo liberarse de esa argamasa amarillenta de la tarde. El miedo causó efecto inmediato.

La segunda jornada en Chicago tenía al eje de la State Street como principal punto de apoyo, antes de llegar allí, a la verdadera columna vertebral de la ciudad, haríamos un alto en el Theresa´s Lounge para después desplazarnos bastante arriba, ya en el Uptown, y visitar las sedes de los sellos Delmark y Alligator, y ya de vuelta haríamos un alto en el Buddy Guy´s Legends para asistir al concierto de Dave Specter. Mi idea era concluir de madrugada visitando el Oak Woods Cemetery, no demasiado alejado del hotel, donde reposan los restos de Junior Wells, para rendirle así homenaje. A Rufus Mellon (recuerden, el chófer negro y albino contratado), le había pedido en la víspera me avituallara de todo lo necesario para pasar gran parte del día en el coche, un Toyota Camry del 19 color burgundy mystic mettalic, el tiempo seguía siendo malo, un par de hamburguesas de pavo con cebolla caramelizada, tiras de queso de Vermont con salsa de Chipotle, un cuenco con palitos de canela y un pack de seis botellas Blue Moon Belgian White. También le pedí estuviera al tanto para obtener alguna información confidencial.

Realmente me encontraba sorprendido por los inesperados cambios de clima en la ciudad. Mientras más cercano me encontrara en la línea costera del inmenso lago Michigan la atmósfera parecía recargarse con mayor electricidad, el reflejo de la cadena de playas y pequeños embarcaderos que subían hasta el skyline de los distritos de Loop y Near South - North Sides chocaban contra un cielo a punto de descargar una improbable tormenta colosal, la situación variaba conforme me acercaba sin traspasarla a la divisoria de la Interestales 90 y 94, hacia el oeste, allí el paisaje era más mesetario, un altiplano cubierto por centenares de calles, cables aéreos y semáforos colgantes. La extensión de los edificios en esa zona, de no demasiada altura y delimitados por cuadras de muy parecida longitud, se veía continuamente recortada por sus respectivas esquinas, una amalgama de diques de contención derruidos en las que el viento arrasaba con todo lo que encontrara a su paso. El color del paisaje era allí más parduzco, más de ceniza mojada, atrapada entre fósiles de caucho y cascotes de cerámica.

En una de esas calles, en la 4801 del South Indiana Avenue se encontraba el Theresa´s Lounge, uno de los clubes históricos de Chicago, residencia habitual de un Junior Wells que ya desde mitad de la década de los 50 se había ganado cierto espacio en la ciudad. Allí cada lunes, a partir de las 10 de la noche, daban comienzo las Blue Monday sessions y a lo largo de la semana Junior junto a su banda local (compuesta en numerosas ocasiones por su compañero Buddy Guy a la guitarra, los originales The Blues Brothers)), revelaba a la audiencia el mejor blues electrificado de Chicago. Por su escenario coincidieron también los grandes intérpretes que emigraron desde el Delta del Misisipí a partir de los años 40, Muddy Waters, Little Walter, Otis Rush, Otis Spann, Jimmy Rogers u Howlin´Wolf, allí actuaban con sus bandas cuando culminaban sus pases en los distintos clubes del South Side. Su única propietaria hasta 1983 (año en que tuvo que cerrar el local debido a la abusiva renta pedida por el propietario del edificio), Theresa Needham, está considerada como la Madre Calcuta del blues de la ciudad, su papel en el desarrollo de la escena urbana del blues de Chicago le valió en 2001 la incorporación en el prestigioso Blues Foundation Hall of Fame. Una vez allí, enfrente del local ya abandonado, cruzamos el paso de cebra que da acceso al parking de la contigua East 48th Street. Alineamos nuestro coche junto a un viejo Jeep Comanche del 85 que permanecía solitario junto a la salida a la Interestatal 94, Rufus bajó su ventanilla y recogió del otro conductor una nota manuscrita, salimos después disparados hacia la zona de State Street.

Hablábamos antes de State Street como la columna vertebral de la ciudad, su diseño longitudinal le sirve como punto de unión entre los distritos más al norte cercanos a Lincoln Park (desde allí se observa el mejor skyline de Chicago) hasta los suburbios más sureños. Nos dirigíamos hacia la 421 East 44th Street circulando por la Dan Ryan Expressway, eje paralelo a State Street que además engloba las ya mencionadas Interestatales 90 y 94. Allí se encuentra el que fuera domicilio del gran "Satchmo" Armstrong, en los alrededores se pueden también visitar las residencias de los hermanos Marx y de Nat King Cole pero el tiempo se nos echaba encima así que manejamos apenas tres millas para alcanzar el Masonic Hall en la calle 42. En ese mismo lugar, al salir de un concierto benéfico en marzo de 1929, fue tiroteado el gran Clarence "Pinetop" Smith, su "Pinetop´s Boogie-Woogie" está considerado como el origen de ese estilo musical. Giramos después hacia el East Oakwood Boulevard para subir paralelos al lago hasta el 200 East Roosevelt Road. Nos detuvimos frente al "Blues Trail: Mississippi to Chicago", una placa que recuerda la gran migración de los oriundos del estado sureño hasta Chicago además del nacimiento del estilo musical por el que esta ciudad será universalmente reconocida. La mañana seguía siendo fría y ya había había dado buena cuenta de la mitad del avituallamiento.

La siguiente etapa era la sede del sello Delmark en la 4121 North Rockwell Street, ubicación también del renovado Jazz Record Mart, según dicen la mayor tienda de jazz y blues del mundo.Vuelta a tomar entonces la Interestatal 90 hasta la desviación 46B dirección Irving Park. El sello Delmark es la marca discográfica independiente actualmente más antigua de los EEUU, su creador Bob Koester, a sus ya largos 87 años, está considerado como uno de los más decisivos protagonistas de la historia contemporánea del blues. Tanto para los que ya dispongan de este "Hoodoo Man Blues" (Delmark Rcds, 1965) como para los neófitos, resulta un inmenso placer leer el texto que Bob firma en el reverso del Lp. Allí se da cumplida cuenta de la historia del sello, de los inicios y características del estilo chicagüense, de la propia vivencia de Junior Wells una vez emigrado desde su Memphis natal, resaltando divertidas anécdotas relativas a la "compra" de su primera armónica y a su relación con Muddy Waters. Concluimos la obligada visita a los sellos discográficos haciendo parada en la sede de Alligator Records, apenas 5 millas más al norte, dejando a nuestra izquierda el Rosehill Cemetery. Me presenté a la encargada de la tienda como autor de un blog musical y la mostré la última entrada dedicada a Hound Dog Taylor, hablamos de Bruce Iglauer y en cuanto deduje de su conversación un inesperado pique entre el creador del sello y la figura de Bob Koester corté por lo sano. Me hice con el "Kings of Blues", un DVD recopilatorio que incorporaba, además de las luminarias del estilo, a artistas como Chuck Berry, Bo Diddley y Mike Bloomfield.

La cara A comienza con el "Snatch It Back And Hold It" y Junior Wells avisa, el presente es el soul y el funk porque los chicos jóvenes están más apegados a James Brown y a Sly Stone que a los viejos bluesmen del Delta. En "Ships On The Ocean" parece como si se echara para atrás, un tema más tradicional, el eco se asemeja más a la tierra de Jim Crow, el lamento por la segregación racial, el olor de las granjas y del barro de los diques de contención. "Good Morning School Girl" tiene el trote jugetón del woogie-boogie característico de Pinetop Smith, el texto ofrece una variante más picante que la interpretada por Sonny Boy Williamson II. En la versión de "Hound Dog" de Big Mama Thorton, Junior Wells abre el paquete funky en su interpretación, mientras que en "In The Wee Wee Hours" la orquestación nos sumerge en una elegantísima atmósfera bayou, la cadencia rítmica es sugestiva, casi de ritual voodoo, de aquí aprendió mucho Screamin´Jay Hawkins. En la tradicional "Hey Lawdy Mama" la adaptación de Junior Wells se convirtió en la clásica del tema y me viene ahora a la cabeza la sensacional versión que hicieron Cream en su "Live Cream" (Polydor Rcds, 1970).

La cara B se inicia con el título homónimo del álbum, "Hoodoo Man Blues". La producción prioriza aquí la distorsión de la guitarra de Buddy Guy sobre la armónica de Junior sin que esta queda apartada, el tono de su voz alcanza en este tema su pulso más travieso. "Early In The Morning", otra pieza tradicional, es puro blues urbano, tanto las escalas de la sección rítmica como la armónica de Junior, sin descontar el punteo de Guy, ya las hemos escuchado no pocas veces en múltiples versiones de bandas inglesas de primeros de los setenta, solo que es esta grabación la que antecede a todas ellas. En "We´re Ready", pieza instrumental, aparece el eco de las bandas de acompañamiento de James Brown, algo que buscaba también Hendrix en sus últimos días, el simple gozo de dejar correr los instrumentos. Mientras "You Don´t Love Me, Baby" es rythm & blues de la escuela Willie Cobbs y Bo Diddley, la instrumental "Chitlin Con Carne" tiene un toque jazzero, de hecho fue un tema compuesto inicialmente por el guitarrista Kenny Burrell. Cierra el Lp "Yonder Wall",  composición tradicional (inicialmente asignada a James "Beale Street" Clark, puro Memphis sound), la versión que aquí siguen Wells y Guy es la más conocida de Elmore James.

De la Chicago Blues Band que acompañaba a Junior Wells en esta grabación de Septiembre de 1965, Jack Myers al bajo y Billy Warren a la batería (obra producida por el propio Bob Koester, asociado con el mejor ingeniero de sonido de la Sound Studios de entonces, Stu Black), Buddy Guy se convierte en el auténtico heredero y transmisor de su espíritu. Un duende que recorre indeleble entre los surcos de un álbum que puede considerarse como el primero que captura realmente el sonido moderno del blues de Chicago, libre de las limitaciones asociadas a los ingenios del juke-box y las promociones de las emisoras de radio. Habla con estas palabras el propio Bob Koester en la contraportada del Lp.

Conocí a Dave Specter a través del seguimiento periódico que vengo haciendo a Jorma Kaukonen, guitarrista de Jefferson Airplane y Hot Tuna, ambos llevaban un tiempo colaborando en algunas grabaciones conjuntas. Llegamos a la sede del Buddy Guy´s Legends en el 700 South Wabash Avenue con tiempo suficiente, pasamos antes por una farmacia cercana y le ordené a Rufus que se tomara unas horas libres antes de recogerme al finalizar el concierto. Me encuentro en una de las zonas más concurridas de Chicago, a tiro de piedra del turístico distrito de Loop y del Chicago Riverwalk. Cruzo hasta el cercano Grant Park, busco un banco algo retirado y leo la nota. Extraigo de la bolsa del CVS Pharmacy una pastilla de Oxycontin y la ingiero junto a la última botella de Blue Moon White Belgian. El efecto es fulminante, me encuentro transportado como una pelota Spalding en un concurso de mates de la NBA, una mano amiga me acompaña a mi asiento enfrente del escenario, el local está lleno a rebosar y la expectación crece conforme se va acercando la hora del concierto. Dave Specter abre el set-list con su "How Long Can One Man Go?", furiosa diatriba contra el actual inquilino de la Casa Blanca, a partir de ese momento el alma de Chicago se muestra en toda su belleza.

Cuando llegamos al Oak Woods Cemetery, en la misma frontera municipal de Chicago que limita desde la calle 115 hasta  el condado de Cook, la noche tiene como el cementerio las cancelas cerradas. Allí se encuentra la tumba de de Junior Wells, no muy lejos, en las necrópolis de Burr Oak y Restvale, se hallan las de Willie Dixon, Otis Spann, Dinah Washington, Muddy Waters o el mismo Hound Dog Taylor. Se diría que el ambiente es el propicio para que los grandes músicos ya desaparecidos salieran de sus tumbas y comenzaran una sesión del más genuino blues urbano. Alguien convoca de nuevo al Hoodoo Man, ..."I´m gonna tell you one time / Ain´t gonna tell you no more / If I have to tell you again / I´m gonna let you go...", las notas del segundo relato han quedado definitivamente impresas. Rufus Mellon me da cuenta entonces de sus últimas pesquisas.