CAN "TAGO-MAGO"
Ignoro las razones por las que me empeñé
en la absurda idea de descubrir algo, ocurrió en uno de esos escenarios de tardes
vacías, medidas por el rabillo del ojo del reloj de arena. He de confesarles
que en el transcurso de esos días anduve bastante fastidiado, padecía un fuerte
dolor de muelas, de los antiguos, y mientras tanto intentaba aliviarme con
lecturas de libros de viajes, improvisaba comidas caseras y cumplía sin falta
con la rutina de las bajadas a la ciudad para visitar a mi madre. Me entretuve,
lo recuerdo bien, comprando algunos regalos de cumpleaños, prescindí
absolutamente del alcohol, y ese esfuerzo no tuvo recompensa porque bajo los efectos colaterales
del antibiótico me encontré con lenguas de estropajo y lineales de
excrementos color bebé. Pero, a pesar de esas señales tan equívocas, la
permanente idea de la búsqueda no se apartaba de mi cabeza. La verdad es que no
sabía a qué achacarlo. Para terminar con este galimatías decidí escuchar solo música
kraut, creía así que un punto de extravagancia facilitaría mi vuelta a la
normalidad. Por las noches, una promiscuidad noctámbula de imágenes en blanco y
negro expresionista actuaron como un nuevo catalizador. No había forma de
librarse. Los discos que iba escuchando sonaban independientes entre sí, de uno
en uno, deslavazados, sin crear entre ellos ninguna ligazón. La primavera ya
había entrado con su lenta y leve reverencia.
Un recorte de la revista Disco Express, en
el que aparecía el rostro de Irmin Schmidt, permaneció pegado durante dieciocho
meses en las paredes de mi taquilla.
¿Y por qué elegir tan solo un disco como
el más representativo del kraut?, ¿por qué no seleccionar más?, montar un
popurrí de canciones y presentarlas en su conjunto, diferenciarlas unas de
otras por el carácter que recogen de sus intérpretes, podría ser un buen enfoque.
Mientras dilucidaba llevar a cabo o no esta idea distintos grupos de kraut no paraban
de sonar en los platos. El libro de David Stubbs "Future Days. El
Krautrock y la construcción de la Alemania moderna" podría conformar
la base estructural de una futura serie. Mis opiniones personales sobre cada
grupo y canción concreta servirían para hacer de contrapunto. Al final me veía
preparando un chucrut que bien podría terminar con la
licencia de un divertido desmadre.
En mi habitación se alojaba una voz
extraña.
Suena ahora el "Walki-Talky"
("Deluxe", Lilith Rcds, R 2006) de Harmonia, sobre los
teclados y sintetizadores la guitarra de Michael Rother (Neu!) descubre
jardines abandonados, el aire se llena de ondas sintéticas, también de materia
metálica, la reconstrucción de Alemania les aporta el sonido del hierro, del cemento
y del acero. Las canciones escuchadas anteriormente se transmutan ahora en el
tema que está sonando, se han quedado aquí sin previo aviso los ecos del
motorik y del kosmiche. Pero los
miembros de la banda (Roedelius, Moebius y Rother) prefieren retirarse al
campo, a la "Alter Weserhof" de Forst. El problema con el kraut es
que oficialmente no procede del sol, su atmósfera está (o parece estar)
circunscrita a un monótono color gris, de máquina de producción industrial, sobrevive con la luz de las centellas de los tornos. Sin embargo, el romanticismo
alemán renacía a través de esta música, los aires del mayo francés encontraron
una red de comunas musicales ya dispuestas a seguir su buena nueva, la ruptura
con la burguesía dominante. Todo tenía cabida dentro de la revolución. Un par
de décadas antes los aliados vencedores de la 2GM habían previsto un proceso de
desnazificación radical, en el que obviamente fracasaron. La siguiente
estrategia se apoyó en la idea del trabajo disciplinado y el consumo masivo.
¡Acabemos con la pretendida libertad de mickey-mouse!, la mayoría concienciada
del movimiento estudiantil apoyó la ruptura total con la cultura oficial. En esos mismos días de Julio de1972, los de la
matanza de los atletas israelíes en las Olimpiadas de Múnich, Curtis
Mayfield presentaba la banda sonora de su "Super Fly", la antítesis
del feminismo actual.
El kraut dio preferencia a las estructuras comunales.
Nos encontramos ante una gran pantalla
panorámica Telefunken, en ella se muestra a los espectadores la situación virtual
de la Alemania de los años 60; la parte Occidental, en la que el Schlager de la
generación de Konrad Adenauer sigue imponiéndose, y la parte Oriental, en la
que la Stasi ordena y manda a su antojo. Desplacémonos a la zona americana, la
escena ya no estaba ocupada por los crooners de la década anterior, Sinatra,
Como, Bennett, Frankie Laine, es más, algunos GI Joes ya estaban curtidos en el
rockabilly, el blues metálico de Chicago y el dixie de Nueva Orleans, la mayoría
ya habían dejado de creer en Buddy Holly como el más auténtico chico solitario.
La British Invasion también tuvo un recorrido hacia Europa, no tan intenso y
pregonado como en los Estados Unidos; las actuaciones de muchos grupos
británicos en las ciudades cercanas a las más importantes bases militares angloamericanas
lo demuestran. Entre no pocos de los asistentes autóctonos germinarían nuevas
ideas, nuevos grupos vieron la luz una vez regresaron a sus casas. Las emisoras
de radio emitían música constantemente, recogían y expandían en sus contenidos gran
parte de los estilos musicales existentes (poco antes del atomizado sonido
Eagles de los 70), el circuito de clubes asentado por el constante tráfico de
grupos y artistas, una prensa musical devota como “Sounds”, y un apoyo decidido
a la audiencia juvenil de la TV estatal con programas como Beat Club (que ya
emitían desde 1965), caldearon una atmósfera que propició la venida al mundo de
Jackson Browne en otoño de 1948, en Nüremberg. Esta nueva situación favoreció
también, la historia muchas veces juega a la contra, el alejamiento de una
porción importante de la masa juvenil si no de los postulados si del activismo político
de la época. Las fuentes consultadas admiten que al stablishment aliado le fue mucho mejor con esta nueva
estrategia.
El kraut es la escisión musical dentro del
movimiento político estudiantil.
Llevo escuchando, necesito decirlo de nuevo, exclusivamente kraut desde hace muchos días, y ya no quiero atender otra audición fuera de los pocos más de 30 Lps que obran en mi colección. "Apocalyptic Bore" de Amon Düüll 2 ("Vive La Trance", United Artists, 1974) es mi tema de cabecera, el “Deutschland Über Alles”. Los riffs de guitarra de John Weinzierl y Chris Karrell, la base rítmica de Robby Heibl y Peter Leopold, trasladan el tema hacia una insólita melodía, distinta tanto por lo etérea como por la fuerza de sus metales, abstracta en la búsqueda de nuevos acordes y clásica a la vez en la voz de una Renate Knaup que viene a confirmar lo por muchos ya sabido, y es que en la historia de la música kraut han existido brillantes compositores y arriesgados y excelentes instrumentistas, casi nunca buenos vocalistas. Sigue el título homónimo del "Phaedra", quinto álbum de Tangerine Dream (Virgin Rcds, 1974), disco que escuchaba entonces con la devoción del novicio, reconozco que algunos de sus extraños sonidos de sintetizadores llegaron a amedentrarme. En el "Hallogallo" de Neu! ("Neu!", Brain, 1972) parecía como si la misma música viniera ya escuchada, transmitida desde la lejanía por otros oyentes, felizmente condenada a repetirse una y otra vez.
El kraut es repetición.
La misma repetición que ahora se asoma en
"Autobahn", primer corte del Lp homónimo de Kraftwerk (Vertigo,
1975). La aparente monotonía de un viaje por la autopista, las cintas grises (graues
Band) que conectan el paisaje de un mundo rural (tan asociado a muchas bandas
alemanas durante buena parte de la primera época del kraut) con cualquier
ciudad, la mirada convertida en arte autóctono, la Ruta 66 no formaba parte de
su folclore. Aparecen los primeros textos en la obra del grupo de Düsseldorf, "fahr´n, fahr´n, fahr´n (andamos, andamos, andamos) auf der autobahn", ¿quien
dijo que la fonética alemana no se ajusta al pop? El mensaje no puede ser más
escolar, más simple, sobre un fondo de sintetizadores, guitarras, flautas y
cintas modificadas (que variarán según las condiciones del viaje), la en
principio anodina idea del desplazamiento motorizado se convierte en excursión
impresionista. En "Bayreuth Return"" ("Timewind"
Ariola-Eurodisc, 1975), Klaus Schulze dedica esa pieza de más de 30 minutos a
Richard Wagner, otro de los campeones clásicos a los que se acogieron muchos
músicos alemanes de la época. Sus líneas ambientales, con empleo profuso de la
última electrónica disponible (grabado con seis tipos diferentes de
sintetizadores, además de órganos y pianos Farfisa), corren paralelas a las del
Edgar Froese de Tangerine Dream. No hay límites posibles para la ensoñación
espacial. Del primer trabajo de Harmonia ("Musik Von Harmonia",
Brain, 1974) me suelo quedar con su primer corte, "Watussi". Es una
danza con cierta base funk, la mecánica de los ritmos empuja al oyente hacia
movimientos nada robotizados, también hacia un oleaje de cableado selvático.
Gracias a Michael Rother (tercer miembro de la banda junto a los Cluster
Hans-Joachim Roedeluis y Dieter Moebius) gran parte de la experiencia motorik
de Neu! se vuelve a encontrar entre sus surcos.
El kraut surge del hartazgo en la imitación
de la música anglo-americana. Frank Zappa y sus Mothers of Invention influyeron en una gran parte de los músicos alemanes.
Guru Guru es el kraut con mayor influencia
free-jazz, consiguen además extraer el sustrato del mismo rock para crear un
sonido crudo, sin contemplaciones, reivindican los ruidos de montacargas mezclados con
crescendos de chatarrería industrial. Su
álbum "UFO" (Ohr, 1970) es realmente difícil de catalogar, está
construido a pedazos, la línea melódica cambia constantemente, a la hiriente tensión
le siguen muchos momentos de inquietante sosiego. Lo fascinante de Faust es que
hacen del estudio un nuevo instrumento musical, son los pioneros de su
utilización como gimnasio libre de aprendizaje, allí quedan grabados los ecos
de las sesiones, pareciera como si de esa manera la música consiguiera mayor
aire para respirar. Su más hilarante título, puro sarcasmo,
"Krautrock" del álbum "IV" (Virgin, 1973), es fiel reflejo
de ello. Moebius y Roedelius se suman a Brian Eno en el "Cluster &
Eno" (Sky, 1977). Es esta una obra de ambient pastoril, las labores domésticas
de la casa donde se retiraron en el pueblo de Forst, los largos paseos por los
bosques, cualquiera otra actividad que realizan en un entorno de absoluto
aislamiento la trasladan a un sonido comunal que, fielmente recogido en el estudio de Conny
Plank, logra cotas de belleza pequeña, enorme. El inglés, recién salido de Roxy
Music, llegó por entonces a confesar que en ningún otro lugar del mundo se
hacía música como en Alemania. Su participación destacada en esta grabación
significó una mayor presencia internacional para una de las bandas más
singulares del kraut, Cluster, también influyó en la decisión de David Bowie para trasladarse posteriormente a Berlín.
El kraut es el joven Werther resucitado.
En mi afán de orden burgués tomé la decisión de
mantener como banda sonora la recopilación de Can, "The Lost
Tapes" (Spoon, 2012). Este juicio premeditado decantó de una forma determinante la
banda y el disco a seleccionar. Entre todos los temas del "Tago -Mago"
(Spoon, 1971) siempre he preferido muy especialmente aquellos en los que el
groove de la batería de Jaki Leibezeit fuera el principal protagonista. La cara
2 se abre con "Halleluwah", el ritmo percusivo es puro acorde repetitivo, su eco es profundo, ciénaga, burbujas que explotan unas detrás de
otras. El bajo de Holger Czukay ancla el sonido del tema mientras ocurren aquí
y allá sorprendentes interrupciones melódicas. La voz de Damo Suzuki a
veces se acerca a la de la aquella voz extraña. Los teclados de Irmin Schmidt y
la guitarra de Michael Karoli vuelan, taladran suavemente el cortex del oyente,
y Jaki insiste en su papel de guía, marcando el ritmo con una precisión de cadena de montaje
psicodélica. En "Aumgm", el tema más budista del álbum, hay atisbos
del "Interstellar Overdrive" de Pink Floyd, mayor religión, llamada electrónica al
OM indostánico, se suceden mantras repletos de efectos especiales. La
percusión, ya pasada buena parte del metraje, llega a confundirse con ruidos y
ladridos de perros, parece descompensarse inicialmente para conseguir poco
después un beat frenético. Con "Pekin O" culmina la fase de extensas
improvisaciones en "Tago-Mago". Es el tema más radical, otra vez la
voz de Suzuki, cercana la agonía en lo extenuante de sus gritos, el ambiente se
torna indeciso, no existe ni una sola tonalidad que permita mantener un ritmo
medianamente fijo. La imagen pudiera ser la de las barras de acero hundiéndose sin control en la piscina de un reactor nuclear. No dejaría de tener su encanto escuchar este tema justo antes de la próxima conflagración mundial. "Bring Me Coffee Or
Tea" apacigua en parte los excesos de la anterior pieza creando un
ambiente de mayor relajación.
El kraut fue una bacteria no
suficientemente aislada de la República de Weimar.
En "Paperhouse" ya se intuye
toda la amplitud percusiva de Liebezeit, desde un inicio claramente mecanizado,
hasta un tono menos agresivo que navega entre rupturas amazónicas (bellísimas
en su ambigüedad), cada golpe de baqueta transpira un sudor frío, un latido moribundo. "Mushroom" despliega una de la líricas más celebradas de Damo Suzuki:
"When I saw a mushroom head / when I saw a mushroom head / when I saw a
mushroom head / I was born and I was dead", la recitación se extiende como
un mantra que anticipa una futura explosión y allana la entrada de "Oh
Yeah". La percusión de Liebezeit sigue marcando el ritmo, su batería
parece desarrollarse al abrigo de un antiguo taller de carpintería, los
arreboles de Karoli a la guitarra elevan la pieza, la convierten en una cometa
serpiente camboyana reclamando lluvia. El ambiente, una vez escuchado el disco,
es de purificación, pareciera como si el oyente se hubiera sometido a un
tratamiento de diálisis sonoro.
El kraut es el soul europeo.
Viene a suceder algo parecido a lo que
ocurre con las relecturas de aquellos libros que más nos gustaron, cada nueva
escucha de un disco como "Tago-Mago" sorprende una y otra vez al que
se deja llevar por el hechizo de sus surcos. Quisiera resaltar la
figura de Holger Czukay después de estas últimas sesiones, su magnífica labor
al bajo, resaltando con disciplina alemana las simplificadas notas en la
percusión de Jaki Liebezeit, conceden a Can una base rítmica inigualable. Su
actividad durante los posteriores procesos de grabación y producción en el
estudio (fue él de hecho el único miembro de la banda de Hamburgo realmente interesado
en esta técnica), otorgaron a su figura un papel relevante en todo el universo
de la música creada por Can. Una especial mención también para Ulrich
Eichberger, autor del diseño de la portada. De todas las magníficas carátulas
que abundaron en los álbumes de los discos de música kraut, esta suya de
"Tago-Mago" es de las más impactantes, de las más conseguidas,
refleja en su aparente nimiedad la grandeza de una época irrepetible.