GIL SCOTT-HERON "PIECES OF A MAN"
Coincido con numerosos críticos y ensayistas literarios en el hecho de resaltar la coincidencia de que muchos de los protagonistas de las mejores obras narrativas, desde la segunda mitad del siglo pasado hasta el presente, aparezcan ante nuestros ojos como auténticos héroes sin atributos. Parece como si el ocaso y decadencia de nuestra más reciente civilización se viera abocada a trasladar el vacío existente como el escenario más adecuado para dar pie a sus pequeñas o grandes historias. Obras como "El hombre sin atributos" de Musil, "Ulises" de Joyce o "Esperando a Godot" de Beckett (por mencionar unas pocas de las más representativas) nos trasladan a un entorno donde los personajes se alejan del estilo épico y totalizador del siglo XIX para, acuciados por un pesimismo congénito a la propia humanidad, mostrarnos en la falta de un carácter fuerte y decisivo la peculiaridad activa del hombre moderno.
Pienso, igualmente, que esa singularidad de la ficción literaria no se da afortunadamente en bastantes de los artistas y músicos de las penúltimas generaciones. Como si huyeran de una invención que les alejara de la realidad (también de los sueños) de su vida cotidiana, muchos de ellos intentan trasladar al oyente sus propias vivencias (además de las experiencias acumuladas), en una suerte de compromiso con la sociedad que les tocó vivir en su momento.Uno de esos músicos fue Gilbert Scott-Heron, trovador de la comunidad negra de su país, auténtico ejemplo de sintonía entre la situación de las clases menos favorecidas en los Estados Unidos de las últimas décadas y, el mismo artista, baluarte de la voz y el texto como arma de denuncia y látigo de las clases dirigentes.
Su propia vida, la de un ciudadano más que aspira a ejercer las oportunidades que la Ley de Derechos Civiles de 1964 le reconoce, es un modelo donde significativamente la decepción y la rabia toman carta de naturaleza. Nacido en 1948 en el Chicago del aluvión inmigrante negro de los estados del Sur, criado en el Tennessee donde la segregación racial es la norma social de convivencia, mudado al Bronx y al Chelsea de Nueva York, ghettos negros e hispanos entonces, sus experiencias alcanzan los más altos grados de exclusión y, al mismo tiempo, sirven de caldo de cultivo para una toma de conciencia militante y prolongada en el tiempo. Su talento natural para la escritura (manifestada incluso antes de encontrarnos con un Gil adolescente), y su paso posterior por la universidad Lincoln de Pensilvania (donde decide dedicarse a la carrera de escritor), sirven para que nuestro Gil pueda practicar su lírica de una forma mucho más concluyente y decisiva.
Los encuentros de Gil Scott-Heron con Brian Jackson en la universidad, un músico muy alineado entonces en el desarrollo del soul como estilo genuinamente negro (posteriormente estudioso de la fusión de ese género con el jazz) y participante destacado en la Midnight Band que liderará en sucesivas grabaciones con el propio Gil, y con Bob Thiele en el Nueva York de los últimos 60, le persuade para dedicar definitivamente su actividad hacia el campo de la música. Este último Thiele, entonces productor de grandes artistas del jazz (desde Louis Armstrong hasta John Coltrane), le guía hacia las enseñanzas de una composición melódica que, desde sus primeras grabaciones hasta el final de su trayecto profesional, le servirán de genuina expresión musical. Ritmos de fusión de jazz, blues y soul, a veces adornados con claros arreglos de pre-música-disco, acompañados por una voz de gran calidez y entonación, muchas veces semejante al "spoken word", harán que de acuerdo con muchos críticos musicales aparezcan los primeros antecedentes del posterior hip-hop y rap negro. La anteriormente citada lírica militante y de denuncia social concederán a nuestro artista una dimensión que pocos de sus pares de entonces llegaron a tener.
Y si hablamos de "spoken word", aunque sea de pasada, debemos referirnos al primer trabajo compuesto por el artista de Chicago. Un "Small Talk at 125th & Lennox" que no deja de ser un sorprendente ejercicio de poesía callejera, musicada en base a una selección previa de sus poesías. Obra publicada en 1970 y que, además de contar con excelentes músicos como Ron Carter (bajo), Bernard "Pretty" Purdie (bateria) y Hubert Laws (flauta y saxo alto), muestra por primera vez uno de los temas que más y mejor representarán a nuestro protagonista, el famoso "Revolution Will Not Be Televised", canción con la que se abre el album que hoy comentamos, el "Pieces Of A Man" de un año posterior.
Este "Pieces Of A Man", clara continuación temática del anterior, nos presenta entonces a un artista que abarca tanto la visión de compromiso social como la del compositor que se sirve de su talento poético para crear una obra de enorme alcance lírico. Frente a los versos incendiarios que buscan provocar la reacción de sus hermanos de raza y clase (en el mismo "Revolution Will Not Be Televised", "Save The Children" y "The Prisoner"), aquellos que relatan la pura miseria de la adicción ("Home Is Where The Hatred Is"), el ahogo existencial de una vida sin valores ("A Sign Of The Ages", "The Needle´s Eye"), la inviabilidad de la apariencia ("When You Are Who You Are") o la fractura de ese hombre sin atributos que comentábamos al principio ("Pieces Of A Man" y "Or Down You Fall"). Toda esta temática de desgarro se torna en sugerencia de alivio y curación en canciones como "Lady Day And John Coltrane" y "I Think I´ll Call It Morning" empleando, como el resto de las canciones mencionadas, todas ellas palabras y frases de una riquísima representación plástica, de un muy alto significado poético además.
No solo el futuro más inmediato de Gil Scott-Heron le llevó por esta misma orientación compositiva. Sus posteriores grabaciones hasta su muy postrera de 2010 "I´m New Here" (y recuerdo especialmente ahora la obra que quizás tengo más "trabajada", el "The First Minute Of A New Day" con la Midnight Band de Brian Jackson), le mantienen en las mismas cimas de altura expresiva. Ni los prolongados espacios (más de una década desde 1993) de silencio, ni los problemas legales que arrostró por su posesión de estupefacientes, pudieron calmar su pacto de compromiso con los suyos, con todos nosotros en definitiva. Gil Scott-Heron fue un auténtico hombre con atributos.