Resulta sugestivo cargar sobre alguien el peso de lo que aun no ha sucedido pero puede suceder, encontrar un único protagonista al que transferir el capricho de la probable coincidencia. Esa fue la idea que originariamente circulaba por mi cabeza cuando me planteé salir del letargo de las mariposas. La tarde se aburría entre nubes bajas y decidí entonces enchufar el aparato de TV. Elegí ver un documental, "Janis. Little Girl Blue" (2015) de Amy Berg. Relataba la vida de la que fue por muchos considerada la Reina del Blues (blanco), Janis Joplin. Unos días más tarde, no sabría precisar de qué semana, buscando información sobre el "Infidels" de Bob Dylan (CBS Rcds, 1983), me topé con la presencia de Howard Alk, curiosamente también director de otra película sobre la cantante tejana, "Janis", en 1974. Supe al poco que también había filmado dos celuloides sobre los sucesos de Chicago en la Convención del Partido Demócrata de 1968, "American Revolution 2" (1969) y "The Murder of Fred Hampton" (1971), una cruda narración sobre el activismo político y posterior asesinato por la policía del máximo responsable del Illinois Chapter del Black Panther Party. La siguiente secuencia me encontró sentado en la barra de un antiguo restaurante de comida casera, ahora reconvertido en un local de emprendedores culturales, ojeando el volúmen 1, Año Uno, del fanzine "Buscando Oro En La Cloaca", órgano oficial de la plataforma marginal "Oscura Plata". Decidí comprarlo mientras saboreaba los últimos sorbos de mi Tanqueray. En poco menos de media hora comenzaba el concierto de Alejandro Escovedo en el Tempo Club.
Los acontecimientos venían impuestos, se sucedían de acuerdo con las señales fosforescentes de evacuación y salvamento. Vi después algunos carteles sobre la pauta a seguir en situaciones de emergencia pegados en los vagones del metro. Justo enfrente mío un punki con raquitismo en sus brazos miraba a su novia, ella sonreía con flores en sus labios y se besaban. Las flechas de salida me indicaban el camino a seguir. Intentar ligar las imágenes de la muerte de Hampton, fotografías mostrando un colchón profusamente manchado de sangre, las sonrisas cómplices de los policías blancos transportando su cuerpo hacia la ambulancia, con un collage de Lole (la de Lole y Manuel, aparecía en la primera página del fanzine...) armada con una carabina, una toma en blanco y negro en la que se mostraba bellísima, como el recuerdo de una memorable remontada en un campeonato de mus. Antes de pagar mi consumición comenté con el camarero que parecía ya no quedar espacio para publicaciones alternativas, aquellos fanzines que proliferaron hace 20, 30 años, cuando aun se marcaba el 003 para pedir la hora. Me dio la razón, pero yo entonces pretendía que la rabia apareciera de nuevo, así que al llegar a casa me entretuve buscando los fanzines musicales que aun conservaba de aquella época. Deduje que el conocimiento del mundo subterráneo continuaba limitándose al boca a boca.
Escribo este texto después de haber deambulado sin gloria por unos días recientes de poca lluvia. Alguien dijo que los mediterráneos funcionamos por impulsos, nos falta eso, la lluvia y, por tanto, tiempo para la reflexión. Durante cuatro días tomé notas en mi cuaderno, quise reseñar todos los datos interesantes de los fanzines ojeados; ahora las miro y las líneas del rotulador azul se transparentan de una página a otra, se parecen a interminables hileras de hormigas que pretenden llevarme hacia un lugar que todavía desconozco. En el entreacto de este trabajo preliminar disfruté de interminables horas de lectura, los libros ya cumplieron la treintena y sus hojas mostraban el color pajizo de los minutos sin número, abandonados a su suerte, sentí cómo me lo agradecían cuando los recuperaba. Quizá les interese saber que he ensoñado paisajes de Brooklands, Aintree, Donington, Silverstone, Ginebra, El Cairo, El Nilo, Aviñón. Suena el "Magnificat" de Sir John Tavener.
Subterfuge, Noise Club, Malsonando y La Herencia de los Munsters. En la primera mitad de la década de los 90 tuve la ocasión de hacerme con unos cuantos números de los fanzines musicales mencionados. Corrían entonces otros tiempos, no se si mejores que los actuales, eran distintos, más jóvenes. Barcelona y Sevilla estaban en el ojo del huracán deportivo y cultural, se celebraba el Quinto Centenario del Descubrimiento y recuerdo acudir asiduamente a la Casa de México en Madrid para asistir a sus distintos actos y conferencias. Desde la lectura de Bernal Díaz del Castillo todo lo de América me interesaba, tanto que empecé a tomar notas para novelar la última y frustrada derrota marítima de Don Diego Hurtado de Mendoza en los Mares del Sur. Conservo todavía los apuntes que tomé sobre los indios yaquis en una de las salas del Museo Nacional de Antropología en la ciudad de México. Cuando me disponía a salir observé como otro visitante intentaba una estrategia de acercamiento. Me cerró el paso en un pasillo repleto de altos ventanales, la luz entraba sin misericordia. "¿Es usted español, verdad...?". Era joven, de no muy alta estatura, su cara mostraba media barba y a través de la montura de sus gafas pude advertir una mirada poco amistosa. Cuando dejé el Museo y salí hacia Chapultepec-Polanco comenzó a llover y el aire olía a mangos.
Ya podrán imaginarse el continente y contenido al que nos enfrentamos cuando observamos este tipo de publicaciones. Antes de hacerlo circunstancias desconocidas me obligan a comentarles lo maravilloso que resulta rememorar la primera parte de las "Noches en los jardines de España" de Falla mientras se camina, después del almuerzo, por una acera llena de las primeras hojas del otoño. Imagino, en ese preciso instante, un viento cinematográfico rodeando el escenario. Las ramas de los árboles gimen pidiendo un decorado al estilo del "The Stranger" de Welles. Lo ideal sería que el cielo se oscureciera, que las nubes no pasarán la prueba del algodón, sin embargo todo se vuelca en luz, aunque tamizada por la hora en la que los continuados sorbos de té ya han producido sus efectos sedantes. Pero..., ¡ya me disculparán...!, tan solo pretendía comentarles algo relacionado con los fanzines musicales. El caso es que la decreciente intensidad de la tarde me tiene narcotizado. Rememoro ahora esos refrescantes abrazos con la almohada, en aquellos momentos en los que nada es más fácil que llegar a la conclusión de lo femenino, y mi mujer seguía en casa...
Confirmo, después del acto, cómo el tarámbano sigue deshaciéndose entre los surcos recién segados del césped. Su luz varía entre el verde amatista y el negro de la toga de los abogados. Se trata, en definitiva, de un círculo concéntrico en el que el feísmo, la imagen gore, lo repugnante, deben tener carta de naturaleza. Véanse los casos... En Subterfuge, número 7, página 2, justo al lado del sumario, se lee lo siguiente: "Secuestró, amordazó, apuñaló, violó y arrojó a la niña aún con vida desde un 4º piso". En La Herencia de los Munster, último artículo de su también postrero número 11, los radios mutantes parecen extenderse hasta sus últimas consecuencias: "En toda mi vida, sesenta años, nunca he conocido un día de paz. La gente mata en todo momento". El mismo Alejandro Jodorowski continúa más adelante: "Encuentro la belleza en la monstruosidad". En la portada del Subterfuge se anuncia: "Only Trash", "No Art!", "100% Shit"; en la página 48 (justo en la mitad del fanzine, cuando las grapas luchan por salir de su tumba oxidada), una tira de Ladrón (desde hace mucho dibujante colaborador de Ruta 66) nos presenta a Jack: "Jack anda suelto, siete prostitutas, siete cuchilladas, Jack anda suelto, la próxima eres tú!!". ¡Sangre y R´n´R!.
Subterfuge es sin duda el fanzine más triple XXX en su presentación y el que, inteligentemente, también ofrece más y mejor contenido para el lector interesado. Si bien la música es el género artístico que ocupa mayor espacio en sus páginas, el cine, la literatura, el relato corto, la referencia a cómics y fanzines, la publicidad sobre bares, tiendas de discos y distribuidoras, lo convierten en el soporte más adecuado con la idea de lo que un fanzine es y debe representar. La Herencia de los Munsters está más centrado en el tema musical. Abarca tanto información sobre bandas, muchas de ellas relacionadas con el mismo sello que dio a luz el propio editor, Iñigo Munster, acompañadas por excelentes entrevistas. Los artículos manuscritos, acertadamente editados en su original y personalísima grafía, de Josetxo Ezponda (Los Bichos) sobre Richard Hell y Steven Shears (Ultravox!) y las tiras cómicas dibujadas por Mauro Entrialgo (además de las propias cabeceras mostrando el contenido del fanzine) hacen de La Herencia de los Munsters la publicación más artística, más atractiva.
Noise Club y Malsonando se mueven en otra dimensión, más cuidada, menos teñida de semen y coágulos. La primera, obra incólume de Javier S. Piñango (Cerdos, i. r. real, Por Caridad y Triquinoise Producciones) y José Boix, está dirigida, en su más amplia acepción, a la música experimental. Estilos como el No-wave, los sonidos industriales y la psicodelia más extrema tienen su mejor plataforma en este fanzine en el que colaboran, entre otros, Javier Corcobado (Demonios Tus Ojos, Mar Otra Vez, Corcobado y Los Chatarreros de Sangre y Cielo), Javier Colís (también en Demonios Tus Ojos, Javier Colís y Las Malas Lenguas, Vamos A Morir) y Rafa Cervera (periodista de amplia y reconocida trayectoria profesional). Músicos y bandas como Jim Foetus, Butthole Surfers, Esplendor Geométrico, Accidents Polipoetics, Mark Cunningham, Kramer o Rowland Howard tienen en Noise Club su cámara de resonancia. El cine (Jess Franco) y la literatura (Bukowski, Boris Vian) caben entre sus bien maquetadas páginas. Hay espacio para la crítica editorial: "¡El fin de la independencia!", azufrada crítica contra los medios generalistas de la época (El País, Diario 16), también para las novedades discográficas y la revista de prensa (fanzines, Rock De Lux, Ruta 66, Ajoblanco, El Viejo Topo).
En Malsonando la calidad literaria del texto intenta imponerse al impulso momentáneamente eléctrico. Lo consigue, tanto en los artículos sobre las bandas como en las numerosas e interesantes entrevistas que los acompañan. También la maquetación y las fotografías del fanzine están más logradas, mejor planteadas. Magnífica la instantánea de las Riot Grrrls en la contraportada del número 2. Luis Llorente (Acuarela Records), el verdadero artífice del fanzine, callejea entre la influencia de bandas "indies" de la época, tanto extranjeras, Pavement, Faith No More, Red House Painters, Hugo Largo, Sebadoh, Jon Spencer, como nacionales, Parkinson DC, Los Planetas, Penélope Trip, El Inquilino Comunista, Silvania o Patrullero Mancuso. Gracias a sus artículos conocí a grupos como Hood, Butterfly Child, The Hair & Skin Trading Company, Tsunami o Cranes. Informes sobre los nuevos grupos sevillanos de entonces o la escena musical en Gijón, se suceden junto a los comentarios de discos y obligados recortes publicitarios de sellos y distribuidoras (Caroline España, Elefant y Radiation Records, también del propio sello Acuarela de Luis Llorente).
Debo manifestar aquí mi intención de seguir buscando nuevas ocasiones en los que el azar se convierta en inesperado protagonista. No hace muchos días que una mujer mayor entabló inesperadamente conversación conmigo en la línea 4 del metro. Su mirada era bellísima, de una dulzura de cuna mecida y emoción del "Good Night" de los Beatles. Reconozco que cuando me despedí de ella deseé haber prolongado aun más ese momento de magia conmovedora, irrepetible. Tiendo a confirmar cómo la aparición de la coincidencia se presenta mejor en el subterráneo de la imaginación, allí donde también ocurre el letargo de los lepidópteros, dos caminos que felizmente se bifurcan.