PINK FLOYD "MORE"
Para la mayoría de los observadores resulta descorazonador el contemplar a gran parte de la clase turista como una suerte de nuevos bárbaros, una horda multiforme, maleable, advenediza y usurpadora del espacio público. Muchos coinciden también al opinar que, las más de las veces, su comportamiento responde a los cánones típicos de la tribu rebajada a rebaño. Amoldándose a la falta de conocimiento, se dejan conducir por un guía turístico al que permiten les imparta, previo pago de un canon concertado anticipadamente, momentáneas lecciones de cultura local. Los hay empero más sabihondos, aquellos que, creyéndose con mayor erudición que el resto de los alineados en la cola, se atreven a formular preguntas nada habituales. Cuando le llegó el turno a Wolfang Von Auchenstolffen, sacó un papelito del bolsillo de la chaqueta azul de lino, se ajustó las gafas, releyó el texto para asegurarse del contenido y habló en un inglés de empresario de Lübeck: "por favor, ¿dónde estar cueva donde Pink Floyd grabar More?". María Eulalia Marí, empleada de la Oficina de Turismo del Paseo de Vara del Rey de Ibiza, miró fijamente a Wolfang con sus enormes ojos negros (mientras, su mujer Renate, clavaba ligeramente el codo izquierdo en el costado de su marido). "¿Disculpe...?", ..."si,... amigo en Alemania decir, aquí Ibiza, cueva Pink Floyd, grupo Pink Floyd, More...", "la mare que li ha parit, pel que fa temps em queda per aguantar a aquests tontos del cul", pensó la Mari. Aunque admito no ser testigo directo de esta anécdota, algunos cronicones hablan de la verosimilitud de la misma.
No conozco Ibiza, nunca estuve allí o, para ser más honesto con mi espejo, debería limitarme a decir que descubrí la ciudad y su paisaje insular de otra manera, escuchando por ejemplo el "Soundtrack From The Film More Played And Composed By The Pink Floyd" (EMI Harvest Rcds, 1974), el que fue cuarto disco en estudio de la banda londinense, publicado en España cinco años después de su grabación y edición original. En 1977 se estrenó aquí la película homónima del director francés Barbet Schroeder. La vi entonces en el ya desaparecido Cine Estudio California de Madrid, una sala que por entonces solía proyectar la mayoría de las películas de temática musical de la época. Pienso ahora que quizás fue mejor haberla conocido así, en el tránsito oblicuo de una realidad espacio-temporal a la que no era tan común acceder en aquellos años, la ausencia de un escenario, también, compensado por espléndidas imágenes de vuelo musical, el reflejo de la mejor geografía underground de la época. ¿Para qué pedir más?
Ese 1969, el año en el que se publicó "More", significó, ahora lo veo con la perspectiva del tiempo pasado, el anclaje definitivo de mi amor por la música, algo así como el primer fruto después de un breve e intenso tiempo de siembra. Un poco antes, en aquel ya lejano Mayo del 68, me cubría parcialmente la cabeza con una papelera metálica y así leía, escuchando mis palabras a través de un eco que parecía muy a tono con la gravedad de los acontecimientos, las crónicas periodísticas sobre los sucesos en las calles de París. Por las noches, ya de madrugada, recorría gateando el pasillo hasta cobijarme bajo la mesa del comedor y allí, a la luz de una luna inmensa y brillante, devoraba a escondidas las novelas de José Luis Martín Vigil. Bailaba interminablemente, ahora toca guasearse de los movimientos corporales de la época, con el "Massachussetts" de Bee Gees y el "No Milk Today" de Herman Hermits. Salir de la tienda de discos con el "We Gotta Go Home" de The Music Explosion y, al enseñarlo a los amigos, comprobar cómo yo les causaba una sensación de aficionado entendido (el término enrollado todavía no se empleaba), he de confesar que me agradaba, elevaba mi ego adolescente hasta niveles donde la ausencia de práctica del deporte no me permitía destacar.
Mientras tanto, Wolfang y Renate han salido (con indisimulada marcialidad prusiana) marcando el paso de la oca del hotel donde se alojan. Ya en el zaguán él ha colocado sus brazos en jarras, se ha instalado el monóculo en el extremo del ojo derecho mientras miraba al cielo y, con un "jawohl" indiscutible, ha dado su conformidad al tono limpio y brillante que se espera de cualquier isla mediterránea que se precie. Renate lleva un delicioso velo corto de tul color marfil con grecas en el extremo, camisa de lino blanco y pantalones harem sueltos a juego. Antes de salir revisó minuciosamente la caída del sombrero de paja sobre sus ojos de alcohol azul, también que el par de alpargatas con suela de plataforma, adornadas con lonetas amarillas bordadas con cuñas de esparto, la esperaran a la vuelta, debidamente colocadas al pie de la cama. Pero esta mañana ambos llevan zapatillas deportivas ya que tienen prevista una intensa jornada turística, y la comodidad en el calzado, ya se sabe, es regla de oro. Harán unas primeras compras por la zona de Dalt Vila, volverán al hotel para dejar las bolsas, comerán en alguna terraza cercana a Santa Tecla y bajarán al puerto, intentando no coincidir con los siempre ruidosos turistas italianos. Wolfang tiene la intención de desmarcarse en cuanto vea la situación propicia, una hora a lo sumo, y perderse por Sa Penya y La Marina, su amigo le dijo que por esas callejuelas se rodaron algunas de las escenas de la película y aparentemente pretende tomar varias fotografías.
He visto la película de nuevo, cuarenta y tantos años después. Admito que lo hice sin ningún ánimo de convocar a las arañas melancólicas, lo que me faltaba, las maldigo ahora, siempre propensas a tejer como Penélope ese sudario que deseamos siempre lejano. No me ocurrió lo mismo cuando me enfrenté no hace mucho a la revisión de la siguiente aventura cinematográfica del director francés, "La Vallée" (1972). Esta me pareció entonces insulsa, aburrida, apenas aguanté 20 ó 30 minutos de su metraje. Aun admitiendo que "More" también participa de los típicos tópicos de la época, me pareció diferente, tiene más pulso, más sustrato, además el paisaje es más reconocible, más nuestro, hay un inesperado toque del Berlanga de "El Verdugo" cuando el protagonista desciende por la pasarela del barco al llegar a la ciudad. Las mujeres vestidas de negro, los seiscientos y Land Rovers, los conserjes y camareros, las calles con sus escaleras empinadas, el abandono de la luz blanca, esos intensos círculos solares tan comunes en toda climatología isleña. Aquí se respira algo reconocible, la cal desconchada de las paredes, los perros callejeros, las terrazas de los bares. No existe vida impostada, la realidad se encuentra reflejada en el propio ambiente, hay mucha más cercanía. Dejaré para más adelante la descripción de los caminos hacia la costa, los perfiles de las playas, los acantilados, el color del mar, lo rural. Un gran descubrimiento para Wolfang y Renate que, sin adivinarlo ahora, volverán a ser trágicos protagonistas del relato.
Aproximadamente son 30 los segundos en los que, depositada la aguja sobre los surcos del disco, comienzan los pájaros a piar. Nos adentramos en un mundo de pompas de jabón en "Cirrus Minor". "In a churchyard by a river / Lazing in the haze of midday / Laughing in the grasses and the graze". La voz de Gilmour, suave, etérea, casi en oración, se mezcla con el órgano catedralicio de Wright, un instrumento y un intérprete, éste último, que darán mucho juego durante toda la grabación. En "The Nile Song", el mundo de Pink Floyd colisiona con un asteroide proto-heavy, fuertísimo reflujo donde los riffs de guitarra arañan paredes de cal viva. La voz de Gilmour escupe el texto. Sin dudarlo un segundo, uno de los temas clave en toda su amplia discografía. "Crying Song", vuelve la relajación, del tema se apodera un mantra circular, los punteos de Waters y riffs finales de Gilmour confirman la admonición contra los efectos de un mal viaje: "Help me roll away the Stone". "Up The Khyber", Mason y Wright toman la batuta de este primer tema instrumental. Tom-tom espacial en la batería contra frases de free-jazz de los teclados. "Green Is The Colour", maravillosa balada, se eleva gracias a su sencillez, a la ingenuidad instrumental que la sustenta, apenas los punteos acústicos de la guitarra, una flauta y la ornamentación del piano. "Cymbaline" ahonda en el viaje espacial: "And it´s high time / Cymbaline...". La balada se adormece, las últimas estrofas del teclado parecen confirmar la poderosa imagen de exaltación pagana de la vida. "Party Sequence". Dudo si la grabación procede de un trío de percusionistas locales o de la propia banda en estudio.
Wolfang y Renate han hablado con el conserje del Hotel El Corsario, todavía subsiste el establecimiento en el mismo corazón del Dalt Vila. Aquí tenía una de sus bases de operaciones Ernest Wolf, el nazi traficante en la película, también aquí se alojaron gran parte del equipo de grabación que, durante los meses de Octubre y Noviembre de 1969, trabajaron en el largometraje. Ha sido ella en esta ocasión la que ha llevado la voz cantante. Tomarán el autobús desde Ibiza hasta Sant Antoni por la C-371. Desde esa misma estación de llegada irán en bicicleta hasta Cala Gracioneta, diríjase hasta el chiringuito de la playa y en un alto, hacia la derecha, divisará usted la casa donde los protagonistas de More vivieron un tiempo. El conserje, Manolo (previa propina adicional), les ha facilitado también el teléfono de un paisano al que le pueden alquilar un mini-moke para llegar hasta Punta Galera, escenario de las secuencias nudistas y del mal viaje de ácido. La visita al Molí Vell de la Mola en Formentera, escenario del quijotesco ataque de Klaus y motivo de la excelente portada de Hipgnosis, acuerdan que se efectúe durante la siguiente jornada. Inmediatamente después, Renate ha mirado con intensidad cómplice a Manolo, él movió su cabeza de un lado a otro para cerciorarse que nadie les observaba.
Ese juego de intensidad-relajación que revuela durante todo el disco tiene en "Main Theme" uno de sus puntos álgidos. Con ese tema instrumental comienza la película, los círculos solares se apoderan de la pantalla, el fundido final tiende hacia un blanco desbordado de luz, la base rítmica de Wright y Mason crea el ambiente propicio. "Ibiza Bar" no deja de ser la continuación de "The Nile Song", la apacible psicodelia del entorno instrumental envuelve la aridez de un rostro hasta entonces desconocido en la banda. "More Blues", esqueleto de blues clásico envuelto por un bajo (apenas audible) al que cuesta prestar atención y un punteo de guitarra. "Quicksilver", el tema más enigmático, sugerencias de salas de máquinas abandonadas, revuelo de drones a ras de un aire viciado, hay que imaginar el ambiente creado entre cortocircuitos fosforescentes, Julian Cope habla de él como una de las cimas del disco. "A Spanish Piece" es una tontería, curiosamente la primera pieza compuesta por Gilmour desde su entrada en la banda. Sobra y afea el resultado final. "Dramatic Theme", recoge el señuelo del "Main Theme" y desarrolla un poco más la atmósfera espacial del álbum. En la película hay dos temás, "Hollywood" y "Seabirds" que no aparecen en el álbum, lástima.
Mientras pedaleaban hasta Cala Gracioneta Wolfang observó una abundante sudoración en el rostro y cuerpo de Renate, no le dio mayor importancia, un día de mucho calor y el ejercicio continuado, es normal que ocurra algo así, a otra cosa. La verdad es que le hubiera gustado entonar con ella un "OM" en las derramadas laderas de Cap Negret, justo antes de llegar a Punta Galera, pero no se atrevió a proponérselo. Antes de bajar hacia el pequeño parking de Cala Salada quiso recuperar aquellas sensaciones de estudiantes universitarios en Lübeck. Inesperadamente Renate se dejó abrazar, tenía entonces la garganta algo inflamada y unos extraños moratones se extendían a lo largo de ambas clavículas. ¿Has tomado...?, Renate deslizó la mano derecha sobre los labios de Wolfang. Extendieron la toalla sobre el nivel más alto de las terrazas de roca lisa. Se descalzó primero, luego amontonó toda su ropa con calculada parsimonia, ya totalmente desnuda él la miraba como hechizado, se acercó hasta el borde del pequeño acantilado, la espalda contra el mar, mirándole con esos ojos ahora glaucos, dejó que su cuerpo cayera contra las escarpadas rocas del rompiente, una bañista cercana que practicaba yoga gritó su espanto blanco.