DINARAMA + ALASKA "CANCIONES PROFANAS"
(se escucha ruido de música al otro lado de la línea telefónica...)..., ¿Bajo el Volcán? (calle Ave María 42, Lavapies), sí, dígame..., ¿tenéis un libro de Marcos Gendre titulado "Deseo Carnal, Alaska y Dinarama, mil campanas"?..., creo que está publicado por la editorial Efe Eme..., (el receptor baja el volumen del sonido)..., humm..., pues no, no lo tenemos. Las bazas que antes de la llamada jugaban a favor de "Deseo Carnal" (Hispavox, 1984) desparecen casi instantáneamente...., ¿elegimos "Canciones Profanas" (mismo sello, año 1983) entonces?..., bueno, no está mal, es una obra que no me desagrada, es más, quizás sea mejor hablar de ella, desde luego no llega a la altura de sus "Grandes Éxitos" (Hispavox, 1982), ni peca de ese poquito de sobre-producción y arreglos orquestales que tiene "Deseo Carnal", y además se encuentra en ese punto clave de las segundas obras de los artistas en las que tienen que demostrar que el nivel obtenido en su primer trabajo no fue fruto de la casualidad. Lo que ocurre es que, hablando en propiedad, ese disco es más bien de Dinarama, no de Alaska, nombre añadido al grupo de Carlos Berlanga y Nacho Canut por la presión de un sello discográfico que quiere aprovechar el tirón de ventas del primer disco de Alaska y Los Pegamoides.
Parece cosa de maleficio, cómo una sola letra (la Dé) puede trastocar todo un plan de trabajo. LLevaba ya tiempo pensando en incluir en el blog una nueva sección que recogiera discos de artistas o bandas preferidas clasificadas por orden alfabético. Se sumó a esa idea el agruparlas por la década de grabación, concretamente la de los ochenta, una época que ha sido tradicionalmente denostada y que pensaba merecía la pena reivindicar. Echó mano del archivo de la colección y el ratón empezó a correr ilusionado entre las líneas que ocupaban la letra A. Chasco, tan solo un trio de referencias en esos diez años, las de Al Jarreau y su magnífico "High Crime" (Warner Bros Rcds, 1984), el "Alas sobre el mundo" de Aviador Dro (DRO, 1982) y la discografía casi completa de Alaska con Los Pegamoides y Dinarama. La escasa presencia de artistas protagonistas femeninas en las entradas del blog le decidió a escoger a la hispano-mexicana, también el hecho de dar cancha a una formación española (nacionalidad tan poco representada en un conjunto de textos donde los artistas anglosajones juegan un papel preponderante).
Según iba investigando en la información disponible sobre Alaska irrumpía el hecho flagrante de la personalidad de Carlos Berlanga, quizás como contrapunto de la artista femenina. Contraste necesario, adivinaba el autor, para realzar el éxito de ambas formaciones. Ambos educados en ambientes poco usuales en la época, el de Carlos, más progresista como alumno de un colegio de reconocido enfoque liberal, hijo de uno de los mejores directores de cine españoles contemporáneos, el de Alaska, más cosmopolita, más estrella de serie televisiva americana (de ascendencia también cubana), convergen en uno de los primeros grupos de la llamada movida madrileña, Kaka de Luxe. Recuerda ahora el autor un concierto en el Teatro Martín en el que compartieron cartel con el Paraíso de Fernando Márquez, el Zurdo, compañero así mismo de las correrías musicales y fanzineras que hermanaban a un pequeño grupo de gente inquieta. Nacho Canut, por no dejar de lado al tercer pilar de las formaciones mencionadas, posee una educación más convencional (gracias a los jesuitas), y piensa el autor que, quizás por ello, tenga más necesidad hormonal para lanzarse y participar en el bullicio, en la agitación creativa que entonces se extendía como un virus por toda la ciudad.
Frente todo este elenco de actividades fue la música la que atrajo mayor número de seguidores, más público ansioso de participar en esa explosión de júbilo colectivo. No tan solo en las salas de conciertos se anunciaban las actuaciones de los mejores grupos extranjeros y nacionales del momento, también se extendieron los garitos de copas y música (y no solo los desplegados por las zonas de Malasaña y el barrio de Arguelles) donde, unos djs ya conocedores de las últimas novedades y gustos de la parroquia, pinchaban hasta un horario que, prolongándose hasta el comienzo de la jornada laboral, empezó a conocerse como after-hours. El autor busca ahora en su archivo las entradas de los concierto que Siouxsie And The Banshees dieron en el Teatro Barceló (en este último actuando Nacha Pop como teloneros) y en la sala Rock-Ola los años 1981 y 1982. Lo hace para reivindicar la clara influencia que la cantante inglesa Siouxsie Sioux tuvo en la Alaska de aquellos años, tanto en su apariencia e imitativa estampa en escena como en el estilo musical que imprimió en una buena parte de las composiciones de su banda. El autor me comenta, en un apartado en el que se prepara un café bien cargado, cómo su amigo Álvaro (compañero entonces de correrías de todo tipo) prefirió dedicarse en ese último concierto a perseguir sin éxito a todas las pajaritas que se encontraban a tiro de su largo arco peludo.
Asumida ya la incongruencia de iniciar la sección alfabética con la letra D, el autor se pone manos a la obra. "Canciones Profanas" por fin. Inicia la cara A "Crisis", un de los grandes temas del álbum, la rotundidad del texto, enfatizada por la soledad de unas palabras sin ligamen verbal, lo hace más atractivo; magnífico aquí también el bajo de Nacho Canut, amparado en un sonido de funk-soft electrónico muy conseguido. "Cebras", el siguiente tema, refuerza mi idea de que aunque la voz de Alaska no es precisamente su fuerte, tanto el carácter del texto como la atmósfera del sonido le otorgan un plus especial de convicción. Este caso es más sintomático en una composición como "Kali", una boutade etnográfica en el que, de nuevo, el tono vocal de Alaska, sin apenas expresión emocional, plano de timbre, casa perfectamente con una pieza de cera estática. En "Líneas Rectas" el curso del disco sigue los mismos derroteros. Voz machorra de Alaska, ritmo sincopado, poseedor de una energía apagada, los arreglos le otorgan ese ambiente agonizante que perdurará durante gran parte del trabajo. Con "Club de Egipcios" el disco se recupera, la voz de Carlos (que posee algo más de simpatía, más vitalidad) junto al excelente bajo de Nacho, refuerza el aspecto más pop, más festivo del disco.
La Cara B se asemeja al efecto cima-valle de tantas otras obras. "Perlas Ensagrentadas" y "Rey del Glam" componen los primeros ochomiles. El experimento vocal, compartido esta vez al unísono entre Carlos y Alaska, funciona mejor en la deriva pop que parece ahora hacerse con el control de la obra. Los arreglos, un leve visillo que se acopla perfectamente con la contundencia exacta de la percusión, convierten "Perlas Ensangrentadas" en uno de los temas más sobresalientes del disco. Ocurre los mismo con "Rey del Glam", la voz de Alaska es aquí más femenina, sin que por ello pierda convicción. La composición, un maravilloso cuenco hispano del mejor molde glam inglés, es vibrante, pegadiza, hasta mucho después de la salida de la ducha sigue ocupando la mente del oyente. "Egeo", sin ser un tema menor, no alcanza a sus inmediatos antecedentes y va marcando el descenso hasta el valle, la voz de Alaska sigue modulada, más asequible para aquellas aspirantes que nunca se matricularán en una escuela de canto.
Con "Sacerdotisas de Baal" planeamos ya cerca del suelo (mientras decidimos cambiar de párrafo para no atosigar al lector con tantas frases seguidas). Alaska toma de nuevo las riendas y su voz grave se funde perfectamente con una canción que vuelve al oscurantismo gótico. A semejanza de "Kali", la simplicidad rítmica es un punto a su favor y este hecho permite una mayor variedad y riqueza en los arreglos. En "Nativos", la canción que menos me seduce (a pesar de una leve y encantadora distorsión guitarrera que la acompaña en todo su minutaje), la atmósfera queda de nuevo secuestrada por la voz de Alaska, pero es un rapto con efecto síndrome de Estocolmo, no lo olvidemos. La canción que cierra el disco, "Deja de Bailar", supone un nuevo despegue hacia una cima que se presume llegará en su siguiente trabajo, "Deseo Carnal". Uno de los mejores momentos pop del disco, una magnífica composición en la que Berlanga y Canut responden con un apabullante e irónico título a la presión de un sello que buscaba un nuevo éxito tipo "Bailando". El cierre de la obra no puede ser mejor ni más esperanzador.
Carlos Berlanga se quejó del resultado final del álbum aduciendo que los arreglos, más alineados con los gustos musicales del co-productor Ángel Altolaguirre, no le gustaron nada, que aprovecharon su ausencia justo después de la grabación (cuando cumplía la mili) para ultimar una mezcla que prioriza el tono gótico que ya se contemplaba en el "Grandes Éxitos" de Los Pegamoides. No estoy muy de acuerdo, el autor eleva su dedo índice; "Canciones Profanas" posee dos caras, comenta convencido, una oscurantista, influenciada por la poderosa corriente del momento Siouxsie, otra más popera, en la que Carlos se siente más cómodo, y en la que una pieza como "Rey del Glam" muestra uno de sus puntos álgidos. En todo caso, esta obra remarca sobradamente ambos aspectos, ambas visiones, y queda enriquecida además por el talento compositivo del dúo Berlanga y Canut, sus textos muestran la frescura lírica de sus autores, la profunda levedad de sus influencias literarias y pictóricas (Berlanga es un artista que ya empezaba a destacar por sus dibujos y tiras de cómics), las imágenes que provoca su poesía urbana no dejan de mostrar además sus gustos cinematográficos. Antes de finalizar, el autor desea hacer una mención especial para Johnny Canut en la batería (hermano de Nacho), gran trabajo el suyo, y para Javier de Amezúa al saxo (hermano de María, la más bella musa hippy de la Facultad de Derecho de unos años años antes), la intervención de éste último en la grabación otorga al disco un loable toque Andy MacKay.