"LOS DESTROZOS", BRET EASTON ELLIS (RANDOM HOUSE, 2023)
"Un hombre puede ser horrible e ilimitadamente perverso sin que nunca llegue a sospecharlo" (Arthur Machen, "El pueblo blanco")
Debo el título de esta entrada a mi hermano, sus comentarios tras la lectura de "Los destrozos" (corría el primer incendio del verano de 2023) fueron fruto de aquel individuo que duda del calibre de la pieza que ha cobrado. Al final no se que me cuenta este tío..., será una película, dije yo, no, argumentó él de inmediato, es más bien como si asistieras a una sucesión de videoclips, las constantes referencias que los protagonistas hacen a la música de los años 80 envuelve todo el texto, las imágenes de los videoclips a los que se hace referencia convierten a este libro en algo parecido a una "road movie".
Para un tipo genuino como yo, fanático de la música contemporánea (llámenla como gusten, jazz, pop, rock, folk, blues...) esa primera impresión de mi hermano sobre la última obra del escritor estadounidense Bret Easton Ellis me causó cierto impacto. Únicamente conocía su primera novela, "Menos que cero", y su ya lejana lectura, allá en los últimos años 80, apenas había dejado huella en mi desgastada memoria.
Así que me puse manos a la obra y en apenas semana y pico me ventilé el libro. Un libro enormemente adictivo, es esto lo primero que quisiera resaltar. La trama principal (hay otras secundarias, más subterráneas, no menos importantes) desarrolla una secuencia de asesinatos en serie, presuntamente cometidos por un individuo (¿cómo podría calificarlo?) aparentemente etéreo, flotante, desdibujado hasta el punto de que nunca se adivina si actúa como única esencia real del mal o como entidad múltiple, Esa dicotomía metafísica atrae al lector imperiosamente.
Diré que una de las cosas que más me han llamado la atención son los escenarios de la obra. Bret Easton Ellis ha recogido acertadamente las señas de identidad de la novela y el cuento fantástico del siglo XIX. Personajes solitarios (a pesar de su aparente vida en sociedad), casas vacías, casas abandonadas, habitaciones donde el mobiliario se mueve sin causa justificada, animales y mascotas domésticas sacrificadas, luces tenues y fogonazos inesperados, persecuciones, el agua como purgación de los pecados. El paisaje romántico de la naturaleza salvaje de Friedrich queda aquí solapado por la presencia de la arquitectura del momento (piscinas, bungalows, discotecas), tecnología apropiada a la época (mensajes en cinta, los anteriormente relatados videoclips musicales). Y todo ello en un Los Ángeles laberíntico, el continuo recorrido que hacen los protagonistas por sus calles recuerda a directores como David Lynch o Joel y Ethan Coen o Quentin Tarantino (este último, más por las bandas sonoras que suelen acompañar a sus películas)
No opondré, por otra parte, ninguna pega al estilo narrativo del escritor norteamericano. Escritura moderna, escritura cinematográfica, guión cercano a las series televisivas, breves elipsis temporales debidamente ajustadas, papel de narrador-guía que utiliza su memoria como escritor en ciernes (encuentro aquí cierta impostura, ¿un chaval atolondrado de apenas 16, 17 años, supuestamente ya centrado en su vocación literaria...?) y posteriormente consagrado. Todo funciona más que previsiblemente, sobrevuela un algoritmo de novela perfectamente diseñada para el gran público. Glamour a raudales, residencias de alto standing, coches deportivos y ropas de marca, restaurantes y hoteles exclusivos, fiestas, muchas fiestas, drogas y sexo a mansalva.
¿Qué permanece después de la lectura de "Los destrozos"? A nivel primario, entretenimiento en abundancia (y eso es algo que siempre se agradece en una novela extensa como esta). Si además se añade el visionado por you-tube de gran parte de los videoclips musicales a los que hace referencia la novela, mayor diversión.
En la esfera sensitiva, aquel rastro que debería marcar la envergadura de una supuesta obra de referencia (como pretende serlo esta), reconozco que, después de darle unas cuantas vueltas, lo que me resultó más seductor fue esa trama subterránea a la que anteriormente hacía referencia. La doble visión del protagonista; visto desde fuera como un ser producto de la época y de su espacio geográfico, físicamente atractivo, indolente, sensual, hasta cierto punto huraño; desde su propio punto de vista, autor e intérprete de un argumento interior que, a la luz de los trágicos acontecimientos relatados, solamente él considera como cierto, como real. El final de la novela coloca a los lectores en una suerte de embrollo. La capacidad de elección del principal culpable por nuestra parte queda aparentemente abierta. Yo ya elegí al mío.