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25 oct 2018

OTOÑO



Resulta sugestivo cargar sobre alguien el peso de lo que aun no ha sucedido pero puede suceder, encontrar un único protagonista al que transferir el capricho de la probable coincidencia. Esa fue la idea que originariamente circulaba por mi cabeza cuando me planteé salir del letargo de las mariposas. La tarde se aburría entre nubes bajas y decidí entonces enchufar el aparato de TV. Elegí ver un documental, "Janis. Little Girl Blue" (2015) de Amy Berg. Relataba la vida de la que fue por muchos considerada la Reina del Blues (blanco), Janis Joplin. Unos días más tarde, no sabría precisar de qué semana, buscando información sobre el "Infidels" de Bob Dylan (CBS Rcds, 1983), me topé con la presencia de Howard Alk, curiosamente también director de otra película sobre la cantante tejana, "Janis", en 1974. Supe al poco que también había filmado dos celuloides sobre los sucesos de Chicago en la Convención del Partido Demócrata de 1968, "American Revolution 2" (1969) y "The Murder of Fred Hampton" (1971), una cruda narración sobre el activismo político y posterior asesinato por la policía del máximo responsable del Illinois Chapter del Black Panther Party. La siguiente secuencia me encontró sentado en la barra de un antiguo restaurante de comida casera, ahora reconvertido en un local de emprendedores culturales, ojeando el volúmen 1, Año Uno, del fanzine "Buscando Oro En La Cloaca", órgano oficial de la plataforma marginal "Oscura Plata". Decidí comprarlo mientras saboreaba los últimos sorbos de mi Tanqueray. En poco menos de media hora comenzaba el concierto de Alejandro Escovedo en el Tempo Club.

Los acontecimientos venían impuestos, se sucedían de acuerdo con las señales fosforescentes de evacuación y salvamento. Vi después algunos carteles sobre la pauta a seguir en situaciones de emergencia pegados en los vagones del metro. Justo enfrente mío un punki con raquitismo en sus brazos miraba a su novia, ella sonreía con flores en sus labios y se besaban. Las flechas de salida me indicaban el camino a seguir. Intentar ligar las imágenes de la muerte de Hampton, fotografías mostrando un colchón profusamente manchado de sangre, las sonrisas cómplices de los policías blancos transportando su cuerpo hacia la ambulancia, con un collage de Lole (la de Lole y Manuel, aparecía en la primera página del fanzine...) armada con una carabina, una toma en blanco y negro en la que se mostraba bellísima, como el recuerdo de una memorable remontada en un campeonato de mus. Antes de pagar mi consumición comenté con el camarero que parecía ya no quedar espacio para publicaciones alternativas, aquellos fanzines que proliferaron hace 20, 30 años, cuando aun se marcaba el 003 para pedir la hora. Me dio la razón, pero yo entonces pretendía que la rabia apareciera de nuevo, así que al llegar a casa me entretuve buscando los fanzines musicales que aun conservaba de aquella época. Deduje que el conocimiento del mundo subterráneo continuaba limitándose al boca a boca.

Escribo este texto después de haber deambulado sin gloria por unos días recientes de poca lluvia. Alguien dijo que los mediterráneos funcionamos por impulsos, nos falta eso, la lluvia y, por tanto, tiempo para la reflexión. Durante cuatro días tomé notas en mi cuaderno, quise reseñar todos los datos interesantes de los fanzines ojeados; ahora las miro y las líneas del rotulador azul se transparentan de una página a otra, se parecen a interminables hileras de hormigas que pretenden llevarme hacia un lugar que todavía desconozco. En el entreacto de este trabajo preliminar disfruté de interminables horas de lectura, los libros ya cumplieron la treintena y sus hojas mostraban el color pajizo de los minutos sin número, abandonados a su suerte, sentí cómo me lo agradecían cuando los recuperaba. Quizá les interese saber que he ensoñado paisajes de Brooklands, Aintree, Donington, Silverstone, Ginebra, El Cairo, El Nilo, Aviñón. Suena el "Magnificat" de Sir John Tavener.

Subterfuge, Noise Club, Malsonando y La Herencia de los Munsters. En la primera mitad de la década de los 90 tuve la ocasión de hacerme con unos cuantos números de los fanzines musicales mencionados. Corrían entonces otros tiempos, no se si mejores que los actuales, eran distintos, más jóvenes. Barcelona y Sevilla estaban en el ojo del huracán deportivo y cultural, se celebraba el Quinto Centenario del Descubrimiento y recuerdo acudir asiduamente a la Casa de México en Madrid para asistir a sus distintos actos y conferencias. Desde la lectura de Bernal Díaz del Castillo todo lo de América me interesaba, tanto que empecé a tomar notas para novelar la última y frustrada derrota marítima de Don Diego Hurtado de Mendoza en los Mares del Sur. Conservo todavía los apuntes que tomé sobre los indios yaquis en una de las salas del Museo Nacional de Antropología en la ciudad de México. Cuando me disponía a salir observé como otro visitante intentaba una estrategia de acercamiento. Me cerró el paso en un pasillo repleto de altos ventanales, la luz entraba sin misericordia. "¿Es usted español, verdad...?". Era joven, de no muy alta estatura, su cara mostraba media barba y a través de la montura de sus gafas pude advertir una mirada poco amistosa. Cuando dejé el Museo y salí hacia Chapultepec-Polanco comenzó a llover y el aire olía a mangos.

Ya podrán imaginarse el continente y contenido al que nos enfrentamos cuando observamos este tipo de publicaciones. Antes de hacerlo circunstancias desconocidas me obligan a comentarles lo maravilloso que resulta rememorar la primera parte de las "Noches en los jardines de España" de Falla mientras se camina, después del almuerzo, por una acera llena de las primeras hojas del otoño. Imagino, en ese preciso instante, un viento cinematográfico rodeando el escenario. Las ramas de los árboles gimen pidiendo un decorado al estilo del "The Stranger" de Welles. Lo ideal sería que el cielo se oscureciera, que las nubes no pasarán la prueba del algodón, sin embargo todo se vuelca en luz, aunque tamizada por la hora en la que los continuados sorbos de té ya han producido sus efectos sedantes. Pero..., ¡ya me disculparán...!, tan solo pretendía comentarles algo relacionado con los fanzines musicales. El caso es que la decreciente intensidad de la tarde me tiene narcotizado. Rememoro ahora esos refrescantes abrazos con la almohada, en aquellos momentos en los que nada es más fácil que llegar a la conclusión de lo femenino, y mi mujer seguía en casa... 

Confirmo, después del acto, cómo el tarámbano sigue deshaciéndose entre los surcos recién segados del césped. Su luz varía entre el verde amatista y el negro de la toga de los abogados. Se trata, en definitiva, de un círculo concéntrico en el que el feísmo, la imagen gore, lo repugnante, deben tener carta de naturaleza. Véanse los casos... En Subterfuge, número 7, página 2, justo al lado del sumario, se lee lo siguiente: "Secuestró, amordazó, apuñaló, violó y arrojó a la niña aún con vida desde un 4º piso". En La Herencia de los Munster, último artículo de su también postrero número 11, los radios mutantes parecen extenderse hasta sus últimas consecuencias: "En toda mi vida, sesenta años, nunca he conocido un día de paz. La gente mata en todo momento". El mismo Alejandro Jodorowski continúa más adelante: "Encuentro la belleza en la monstruosidad". En la portada del Subterfuge se anuncia: "Only Trash", "No Art!", "100% Shit"; en la página 48 (justo en la mitad del fanzine, cuando las grapas luchan por salir de su tumba oxidada), una tira de Ladrón (desde hace mucho dibujante colaborador de Ruta 66) nos presenta a Jack: "Jack anda suelto, siete prostitutas, siete cuchilladas, Jack anda suelto, la próxima eres tú!!". ¡Sangre y R´n´R!.

Subterfuge es sin duda el fanzine más triple XXX en su presentación y el que, inteligentemente, también ofrece más y mejor contenido para el lector interesado. Si bien la música es el género artístico que ocupa mayor espacio en sus páginas, el cine, la literatura, el relato corto, la referencia a cómics y fanzines, la publicidad sobre bares, tiendas de discos y distribuidoras, lo convierten en el soporte más adecuado con la idea de lo que un fanzine es y debe representar. La Herencia de los Munsters está más centrado en el tema musical. Abarca tanto información sobre bandas, muchas de ellas relacionadas con el mismo sello que dio a luz el propio editor, Iñigo Munster, acompañadas por excelentes entrevistas. Los artículos manuscritos, acertadamente editados en su original y personalísima grafía, de Josetxo Ezponda (Los Bichos) sobre Richard Hell y Steven Shears (Ultravox!) y las tiras cómicas dibujadas por Mauro Entrialgo (además de las propias cabeceras mostrando el contenido del fanzine) hacen de La Herencia de los Munsters la publicación más artística, más atractiva. 

Noise Club y Malsonando se mueven en otra dimensión, más cuidada, menos teñida de semen y coágulos. La primera, obra incólume de Javier S. Piñango (Cerdos, i. r. real, Por Caridad y Triquinoise Producciones) y José Boix, está dirigida, en su más amplia acepción, a la música experimental. Estilos como el No-wave, los sonidos industriales y la psicodelia más extrema tienen su mejor plataforma en este fanzine en el que colaboran, entre otros, Javier Corcobado (Demonios Tus Ojos, Mar Otra Vez, Corcobado y Los Chatarreros de Sangre y Cielo), Javier Colís (también en Demonios Tus Ojos, Javier Colís y Las Malas Lenguas, Vamos A Morir) y Rafa Cervera (periodista de amplia y reconocida trayectoria profesional). Músicos y bandas como Jim Foetus, Butthole Surfers, Esplendor Geométrico, Accidents Polipoetics, Mark Cunningham, Kramer o Rowland Howard tienen en Noise Club su cámara de resonancia. El cine (Jess Franco) y la literatura (Bukowski, Boris Vian) caben entre sus bien maquetadas páginas. Hay espacio para la crítica editorial: "¡El fin de la independencia!", azufrada crítica contra los medios generalistas de la época (El País, Diario 16), también para las novedades discográficas y la revista de prensa (fanzines, Rock De Lux, Ruta 66, Ajoblanco, El Viejo Topo).

En Malsonando la calidad literaria del texto intenta imponerse al impulso momentáneamente eléctrico. Lo consigue, tanto en los artículos sobre las bandas como en las numerosas e interesantes entrevistas que los acompañan. También la maquetación y las fotografías del fanzine están más logradas, mejor planteadas. Magnífica la instantánea de las Riot Grrrls en la contraportada del número 2. Luis Llorente (Acuarela Records), el verdadero artífice del fanzine, callejea entre la influencia de bandas "indies" de la época, tanto extranjeras, Pavement, Faith No More, Red House Painters, Hugo Largo, Sebadoh, Jon Spencer, como nacionales, Parkinson DC, Los Planetas, Penélope Trip, El Inquilino Comunista, Silvania o Patrullero Mancuso. Gracias a sus artículos conocí a grupos como Hood, Butterfly Child, The Hair & Skin Trading Company, Tsunami o Cranes. Informes sobre los nuevos grupos sevillanos de entonces o la escena musical en Gijón, se suceden junto a los comentarios de discos y obligados recortes publicitarios de sellos y distribuidoras (Caroline España, Elefant y Radiation Records, también del propio sello Acuarela de Luis Llorente).

Debo manifestar aquí mi intención de seguir buscando nuevas ocasiones en los que el azar se convierta en inesperado protagonista. No hace muchos días que una mujer mayor entabló inesperadamente conversación conmigo en la línea 4 del metro. Su mirada era bellísima, de una dulzura de cuna mecida y emoción del "Good Night" de los Beatles. Reconozco que cuando me despedí de ella deseé haber prolongado aun más ese momento de magia conmovedora, irrepetible. Tiendo a confirmar cómo la aparición de la coincidencia se presenta mejor en el subterráneo de la imaginación, allí donde también ocurre el letargo de los lepidópteros, dos caminos que felizmente se bifurcan.





11 oct 2018

ELOGIO DE LA TABERNA




ACE                                  "TIME FOR ANOTHER"
Si el fenómeno de la imitación entre la gente menuda suele tener lugar en los patios de los colegios, en los parques públicos, también en los pasillos domésticos repletos de pegotes de pastilina y restos de pizza, la imitación que buscan los adultos tiene en los bares, las tabernas, o en algunos pubs (caso menos recurrente en nuestro país), sus lugares de manifestación más apropiada. Mientras los pequeños reflejan lo mejor y lo peor de los roles de sus mayores, policías y ladrones, vuelos planeadores de goleadores de ocasión y arrullos de princesas trenzando barbies, nosotros, los ya sin remedio, nos conformamos con imitar lo que pudimos ser y no fuimos. En todos esos escenarios, el juego y la farsa toman carta de naturaleza. Los niños se entretienen figurándose personas mayores, los mayores se recrean rememorando su juventud pasada y para ellos, para nosotros, lugares como los bares, las tabernas o, en algunos casos, los pubs, suponen el proscenio perfecto, el ambiente idóneo para la representación.

Ni en los bares, tabernas o pubs hay plantadas encinas. No podrá entonces el cliente gozar, como lo hacían los griegos antiguos, del sonido del mar cuando un viento bueno sacude sus ramas. Si tiene suerte y tiran bien la cerveza, se encuentra además acompañado por un reducido grupo de amigos y hay música en directo (ampliamos aquí el elogio del título hasta las pequeñas salas de conciertos), el adulto finge ser feliz. El pub rock, género musical que es en definitiva el protagonista tangencial de este texto, ofreció a sus seguidores la atmósfera ideal para ejercer la barra gimnástica, con sudor y bailes incluidos. La pista que antecede al escenario es la viva expresión de la fiesta improvisada, tanto más impía conforme se incrementa la ingesta de cebada fermentada, las miradas se hacen más atrevidas, las sonrisas no suelen tener muchos grados de impostura. Mejor si el grupo viste ropa de calle, algo pinturera, eso si, no sea que parezcan funcionarios abstemios, los encargados del local ya se encargan de facilitarles botellas de un tercio y toallas limpias. Después de la actuación los músicos se acercan a la barra para firmar sus discos, hacerse fotos y charlar con los clientes. Es entonces necesario un dj experto en alargar la presencia en el local de los asistentes al concierto, la música que suene en los altavoces debe prolongar la sensación de carnaval fuera de temporada.

En este entorno se movían hace algo más de cuarenta años bandas como Ace, y si el observador atento se fija en las fotografías de la portada y del reverso de este su segundo Lp, "Time For Another" (Anchor Rcds, 1976), percibirá una simulación, una más, del paso del tiempo. El suelo de madera tan desgastado, las paredes descoloridas, el tablero de los dardos, la fotografía del militar de graduación, el teléfono público, la quesera, los dispensadores de cerveza y el rondón de la barra están repletos de telarañas. Los numerosísimos pubs de Londres de los años 60, nos ubicamos en la capital británica del desaparecido Great London Council laborista, han estado prácticamente ayunos de conciertos en directo desde que las salas más conocidas, los grandes teatros y los estadios y centros deportivos acapararon los eventos de los grupos más importantes desde la aparición del Swinging London.

Los pubs vuelven a tomar entonces plena relevancia en la escena musical de los primeros años 70. El primer concierto, reconocido por los entendidos como el inicio del género, lo ofrece la banda americana de country-rock Eggs Over Easy en mayo de 1971 en el Tally Ho´ Pub de Kentish Town. Entre los asistentes se encuentra Will Birch que, impresionado por las posibilidades que se abren a nuevas bandas y otras ya veteranas (postergadas por la moda entonces imperante del sobre-producido prog-rock y el glam de lentejuelas), decide lanzarse a la piscina y formar los Kursaal Flyers. Otro de los espectadores al que reconocemos en el concierto es a Nick Lowe, miembro de unos ya escarmentados Brinsley Schwarz que, después del fracaso de su presentación en el Fillmore neoyorquino, regresan al abrigo más seguro de las audiencias del Marquee y del 100 Club. La gran mayoría de los establecimientos que siguen la estela del Tally Ho´ se encuentran entre Hampstead Heath y Regent´s Park, en el norte aun civilizado de Londres, coincidencia en las ubicaciones que no por casualidad fuerza a algunos entendidos a adjetivar el pub-rock más como un género geográfico que musical. El famoso The Hope and Anchor de Islington (todavía en activo), The Cock, The Brecknock, The Lord Nelson, The Nashville (Chet Atkins fue su primer propietario), The Greyhound en West Kensington (otra frontera, junto a Earl´s Court, territorio poblado por la numerosa colonia aussie de la época), The Red Lion (homónimo en Madrid, para el que le interese, el más antiguo pub inglés abierto en la capital y funcionando desde 1966), son referencias obligadas de la escena pub londinense.

Ace, nombre abreviado del original Ace Flash and The Dynamos, ve la luz en Sheffield en 1972. Sus dos primeros fundadores son guitarristas, Alan "Bam" King, del que ya hemos hablado en alguna entrada anterior ("VENTANAS DE GUILLOTINA, Junio 2017), miembro de The Action, Mighty Baby y Warm Dust, y Phil Harris. Alan King recluta en marzo de 1973 a Paul Carrack, teclados y voz y Terry "Tex" Comer, bajista, ambos compañeros en la última formación mencionada. A las baquetas se van sucediendo varios instrumentistas, desde el original Steve Whiterington hasta Fran Byrne, el que nos interesa en este "Time For Another", procedente de Bees Make Honey. Tanto King como Carrack son los verdaderos motores de la banda. El primero, más conocido entonces, como miembro de The Action, grupo seminal para los mod punters ingleses de la primera mitad de los 60, el segundo, ya curtido en el Continente (actuando desde los 17 años en clubs y bases militares aliadas de la entonces Alemania Occidental), verá elevado su status y consiguiente fama como músico, compositor y vocalista, hasta niveles de auténtica estrella. Ambos, que en su etapa anterior con Mighty Baby y Warm Dust cultivaban un estilo prog-rock con tintes blues, variarán con Ace hacia un r&b melódico, con guiños funk en su primer trabajo ("Five-A-Side", Anchor Rcds, 1974), más boogie y country-rock en "Time For Another". Estilos que, junto al rock revitalizado de los últimos 50, caben perfectamente en un género tan ecléctico como el del pub-rock, enemigo obstinado de todo lo que suene a prog sinfónico, glam y heavy-metal de la primera hornada.

Si el "Five-A-Side" sirve al grupo para darse a conocer internacionalmente, sin duda gracias a su canción más conocida, "How Long", número 3 en el Billboard Hot 100 de EEUU y Canadá, 20 en el Singles Chart del Reino Unido (el álbum ascendería hasta un brillante número 11 en las listas americanas), con el siguiente "Time For Another", Ace pretende seguir la secuela de este su único hit. No lo consiguen. El soft-rock producto de sus surcos, una lograda mezcla de animoso y pausado rythm & blues y baladas moduladas a lo Steely Dan, no logran convencer al principal mercado al que va dirigido, el americano. De hecho, antes de grabar este su segundo Lp, en la segunda mitad de 1975, Ace se mudan a Los Ángeles convencidos de que ese puede ser su hábitat musical natural. Paso en falso. Tampoco en el Reino Unido triunfan. Cuando vuelven a casa a finales de 1976, el grupo de referencia en la escena londinense es Dr. Feelgood, su "Stupidity" (United Artists Rcds, 1975) es el paradigma de lo que la audiencia prefiere, rock crudo en vivo, guitarras con fuzz cortante, combatividad en el escenario, música que refleje la imagen de la calle, olor de cerveza y orines. La música y la imagen que transmiten Ace, más blanda, queda en fuera de juego, aunque eso no signifique que pierdan su base de seguidores y dejen de actuar con asiduidad por el circuito de pubs.

Todos los temas del "Time For Another" de Ace (distribuidas sus obras en España por Discos Mediterráneo, una marca creada por Gonzalo de la Puerta, emprendedor musical, renombrado productor e ingeniero de sonido de Movieplay en los primeros años 70, y cuyo logotipo aparecerá en el reverso de los discos de los sellos ABC y Anchor que comprábamos por la época, justo es subrayarlo) son destacables, me gustan, me traen buenos recuerdos, bambolean mi mente hacia un estado de apacible bienestar. En la cara A, desde su primer corte, "I Think It´s Gonna Last", la seductora voz de Paul Carrack, compositor único de la canción, corretea por praderas de boogie, la instrumentación de "I´m A Man" es más beat, más percusiva, las guitarras arañan suavemente al oyente, en "Tongue Tied", el ambiente de melancolía se convierte en una preciosa balada, los riffs de guitarra de King & Harris son un prodigio de emoción, "Does It Hurt You", otra balada que mereció ser editada como single, sigue la estela del temblor, ayuda además en este corte la steel guitar del Rusty Young de Poco, en "Message To You", tema que cierra la primera cara, la percusión de Byrne marca la pauta, el tono general adelanta impactos que hasta The Rumour tardé en recuperar, los riffs de guitarra suenan naturales, nadie fuerza la puerta, se abre sola.

La cara B se abre con "No Future In Your Eyes", otra balada más, otro paso de baile lentísimo, las voces solistas de Carrack y los coros en el puente extienden la melodía hasta parques olvidados, las guitarras repiquetean como gotas de lluvia, en "This Is What You Find" sigue el tiempo pausado, el mayor juego de los teclados le otorga mayor profundidad, casi al final el tono cambia, se hace más punzante, más intenso. "You Can´t Loose" recupera el boogie, el galope de la base rítmica se hace con el mando, las líneas de las guitarras encuentran apoyos más fuzz, las voces están perfectamente alineadas con la melodía, en "Sail On My Brother", la segunda composición en solitario de Carrack, su voz no alcanza, sin embargo, la altura de otras interpretaciones, quizás el tema, algo más cansino, más difuminado, fuera más propicio para un registro coral. En el tema que cierra la cara B y el disco, "Ain´t Gonna Stand For This No More" (junto a "I´m A Man", composición de la totalidad de la banda), parece que J.J. Cale se asomara brevemente tras el cortinaje del escenario. En los riffs trotones de la guitarra se adivina su influencia, el ritmo de un nuevo boogie levanta el polvo de una carretera secundaria, es el final de un viaje que nos ha enseñado más paisajes interiores, menos aglomeración turística.

John Anthony fue el productor de este "Time For Another" (una apuesta fallida considerando el éxito de su primer "Five-A-Piece"), sin duda uno de los profesionales más prestigiosos de la época ("The Aerosol Grey Machine" de Van Der Graaf Generator, "Trespass" y "Nursery Crime" de Genesis, "For Your Pleasure" de Roxy Music...). No tengo ninguna constancia de que éste segundo álbum de Ace entrara en alguna lista, grande fue su intrascendencia en el mercado de entonces. La vida efectiva de Ace culmina un año después con la publicación de su tercer y último Lp, "No Strings" (Anchor Rcds, 1977). Su final viene a coincidir con el término del pub-rock como género musical, también con la eclosión de la escena punk, circunstancia que, como mal menor, se sirve del mismo circuito de pubs para dar a conocer su propuesta iconoclasta. El hilo argumental de Ace tiene en la figura de Paul Carrack su continuidad más visible, su posterior carrera en bandas como los Cowboy Outfit de Nick Lowe, Roxy Music, Squeeze o Mike & The Mechanics, son fiel testimonio de la caprichosa égida en el mundo de la música rock.