VINEGAR JOE "SIX STAR GENERAL"
Goim nachez...¡Bonito espectáculo para tu pobre madre Marjorie Violet!, Elaine, Elkie no, ¡Elaine!, de ti tuvo que salir, albina contraria de ojos de hurón, de piel morena, de cascada de cabellera negra de miel y de ojos de luz de Gibraltar, de labios de almohadillas y de cuerpo de divas de Robert Crumb, de tus movimientos en el escenario, de antes, de las múltiples sesiones contra el espejo del pasillo de la casa de Broughton, de Fulham Road en Londres después, de ti tuvo que salir el caliente calor de aliento fatigado, el sudor de pitas saladas, el brillo de caderas que asentaban el mundo, de piernas de bronces de girasoles, de cintura de mimbres, de músculos de suspensión hidrogenésica, de gritos de partos, de mujeres antiguas de orillas sin mar, de tu voz salieron coces de yegüa en celo, ¿quién se atreve y habla ahora de ti, Elaine?, ¿quién te nombra?
Les reúno a todos ustedes para contarles que después de nueve largos meses, a finales de aquel Febrero plagado de lluvias, cohetes V2 y olor de carne quemada, nació mi hija Elaine. "¡Ha sido niña!", Doris salió corriendo por el pasillo hacia el salón contiguo donde yo me encontraba presa de una indescriptible emoción. "¡Ha sido niña, Charlie, ha sido niña, una niña preciosa, ven a verla, corre, date prisa, hombre!". Recuerdo que mi hermana Doris era por entonces una ferviente apóstol de la preeminencia femenina sobre el género masculino. El que parecía inmediato final de la Segunda Guerra Mundial (todavía quedaban los últimos y más crueles meses de la contienda) había fortalecido su creencia en la necesidad de una creciente aportación de hembras a la población de las Islas, el futuro del país, tan castigado durante el conflicto, podría de esta manera tener más visos de eficaz y feliz recuperación. "¡Mira, mírala!..., ¿no es preciosa?". Pero he de confesar que yo no tenía en aquel momento ojos más que para mi mujer Marjorie Violet, mi querida Vi, su primer parto y..., ¡niña!, ¡ha sido niña!, ella que tanto suspiraba por darme un varón, un verdadero heredero de Abraham, para nada otra judía más de carne, émula de esos nuevos bastardos de la Sinagoga de Satanás de los que nuestro barrio de Broughton estaba lleno.
Mi primera hija (dos años más tarde llegaría Sandy), nacida como Elaine Bookbinder en Febrero de 1945, formó parte de la cuarta generación de una numerosa saga de inmigrantes ruso-polacos que llegaron a la industriosa ciudad de Manchester a mitad del siglo XIX, todos ellos menestrales, encuadernadores, tipógrafos, practicantes de los antiguos ritos hebraicos, algunos rabinos. Ocho días después del nacimiento celebramos en casa un kidush en honor del bebé, previa la lectura de la Torá, se recitó un emocionante Mi Sheberaj donde se pronunció por primera vez su nombre, Elaine, mi Dios me ha respondido para que esta nueva hija crezca para ser una mujer judía sabia y comprensiva, llena de bondad y grandeza. Mi hermana Doris, con su pequeña Maggie nacida unas semanas antes acurrucada entre sus brazos, parecía estar en trance, recitaba el Mi sheberaj avotenu Abraham, Yitzjak ve Yacob hu yevarej et Elaine ben Kalmon Charles, las últimas tres sílabas correspondientes a mi nombre salían desde su garganta en un extraño gorjeo de cigüeña atragantada, cerraba los ojos, elevaba la barbilla hacia el techo de la habitación, de su abundante cabellera negra emanaba una leve humarada de azufre.
Quisiera convencerme de lo contrario, ahora que llevo tantos años en el hoyo y miro la vida serenamente como un Rolex parado, pero pareciera como si el espíritu corrosivo de mi hermana Doris se hubiera apoderado de ella, de esa extraña Elkie Brooks, alias artístico de mi Elaine Bookbinder, de mi hija, la auténtica, de aquella en quien a falta de hijo varón yo llegué a considerar como continuadora de nuestra hermosa tradición. No fueron tiempos fáciles para nosotros, los judíos ingleses de la postguerra, ni el público conocimiento del drama del Holocausto, ni la creación del estado de Israel, fueron acontecimientos que cambiaran la percepción de la mayoría de los isleños hacia nuestro pueblo. Pensamos emigrar a Irlanda, total, un saltito hacia la costa de enfrente, el mismo idioma oficial, un paisaje urbano el de Dublin, algo parecido, ventajas aparentes. Recuerdo que abrí EL LIBRO PROHIBIDO por la página 40 y volví a leer, una vez más: "Irlanda se dice, tiene a honra ser el único país que nunca persiguió a los judíos. ¿Sabe usted eso? No. ¿Y sabe por qué? Puso mala cara severamente al aire brillante. ¿Por qué, señor? preguntó Stephen empezando a sonreír. Porque nunca los dejó entrar, dijo Mr. Deasy solemnemente". No quise esos chistes soeces para mi familia, sencillamente me opuse.
Ahora que ya nada importa, y el mundo del exterior se me antoja como una marejada interminable de ocasiones perdidas, debo reconocer que me fue relativamente fácil resignarme a mí suerte de padre sin suficiente autoridad doméstica. Sin embargo -entonces no me daba cuenta de que también era una lucha inútil-, no me rendí como observador feroz, inquisidor inmisericorde de la vida y conducta de mi hija Elaine, aun a sabiendas de que ello supondría una confrontación contínua con ella. Creo recordar que todo comenzó una tarde de verano, allá por el 55 ó 56. Nosotros vivíamos entonces en Prestwich, un poco más al norte de Salford. El río Irwell seguía transportando aromas de tartaletas bañadas con crema de limón Dickinson´s (since 1897), y esa misma tarde Doris nos invitó a su casa para escuchar en su nuevo pick-up unos singles que había comprado en el VHSmith de Market Street. Sonaban, me acuerdo como si fuera ayer mismo, el "Recontre a Paris" de Don Rendell y Bobby Jasper y algún tema del "A Jazz Concert" del trompetista Humphrey Lyttelton. Doris me hablaba entonces de algo para mí totalmente desconocido, cool jazz y hard bop, del dixie´n blues, mientras yo observaba como Elaine se movía a un ritmo impropio de una chica de su edad, bailaba buscando algo raro por el aire, una cosa suave, de un lado a otro, oscura, igual que Doris entonando aquel día el Mi Sheberaj. Vi, mi querida esposa Vi, sonreía lánguidamente, dando pie así a mi sospecha de que su conversión al judaismo, después de abjurar de su religión católica para casarse conmigo, no le había quitado todos esos pajaritos de su cabeza.
Tú pretendías a los 14 años (¿o fue cuando cumpliste los quince?..., creo que fue entonces cuando rechazamos tajantemente la idea de Doris de celebrar el ritual de Telpochcalli, ella siempre tan dispuesta a la extravagancia de otros ritos religiosos), quien lo dijera, convertirte en una incipiente estrella del pop. Ganaste el concurso del Manchester´s Theatre Palace en el año 60 y comenzaste una gira nacional, vestidos de cintura marcada y volados, peinados pin-up, no tuviste necesidad de pestañas postizas, zapatos de tacón de aguja Jayne Mansfield, todo entonces era muy americano. Tu inmediata y estrecha relación con Humph Lyttelton te abrió caminos insinuantes como vocalista de jazz, hizo que ganaras confianza después de unos años de zozobra en los escenarios del cabaret y de las variedades musicales, consolidó tu voluntad en llegar a ser una nueva figura en un mundo cada vez más dirigido hacia la intrascendencia del ocio juvenil. En 1964 grabaste para Decca tu primer single, "Something´s Got a Hold On Me / Hello Stranger", nada del otro mundo, sin querer herirte, así te lo dije, y tú, tan arrogante, sabiendo que cada vez te alejabas más de nuestras enseñanzas, yo me preguntaba, ¿cuando venga de nuevo el Mashiaj aprenderás por fin a diferenciar entre el bien material y el espiritual, el único al que te debes como Elaine ben Kalmon Charles Bookbinder?
Anoté en mi pamietnik el mes de Junio de 1970 como probable fecha en que Pete Gage entró en tu vida como un searah, un huracán de consecuencias entonces impredecibles. Él te convenció para entrar en su banda Dada y grabar ese mismo año su primer álbum oficial, un amasijo de fusión jazz y rock, influenciado, me llegaste a comentar, por vuestro mutuo amor por los artistas americanos del sello Stax. Tuve la sensación de perderte aun más, aunque nunca para siempre Elkie, mi yaldhah, mi pequeña. Fui testigo en la distancia de vuestras primeras giras por América, ni una sola visita a los horim de Nueva York, no teníais tiempo, me decías en aquellas cada vez más infrecuentes conferencias telefónicas. Por una nota de prensa me llegó la noticia del acuerdo entre los sellos ATCO e Island para reducir el número de integrantes de la banda y darles otra orientación musical, de allí nació, según creí entender, tu siguiente proyecto, Vinegar Joe, un grupo más encauzado hacia el blues negro. La llegada de un tal Robert Palmer, como nuevo vocalista de la formación, yo confieso que empezaba entonces a sentir cierta envidia porque alguien te quitara protagonismo, fue beneficioso para asentar la personalidad del grupo, según dijeron los periódicos de la época. El año 1972 grabasteis vuestros dos primeros discos, homónimo el primero, "Rock´n Roll Gypsies", el segundo, con una portada indecorosa, tu cuerpo abierto, a punto de un alumbramiento desconocido, impuro, detrás tu marido, ya entonces el mismo Pete Gage, guiándote con su mástil, un fondo de luces rojas, antesala del jata´ah jata´ah jata´t, ofrenda para la sanación del pecado.
Desde mi tumba escucho ahora sonidos de rastrillos y las oraciones del tsivah niftar, un nuevo hermano creyente se aloja en el cementerio judío de Urmston en Manchester, los últimos vándalos no han respetado, estos mismos días atrás, otras treinta lápidas vecinas a la mía, todas salvajemente destrozadas, justo en este mismo momento cuando me avergüenzo, una vez más, de tus invocaciones, Elkie, en los textos de vuestro tercer álbum, el "Six Star General" de 1973. El "Proud To Be (A Honky Woman)", el "Lady Of The Rain", el "Black Smoke From The Calumet", todas ellas testimonios, así me lo hiciste saber, de imágenes que favorecían la comunión mística con el oyente joven, inclinado a nuevas experiencias sensoriales. Para tu alivio, contra mi insistencia en un camino equivocado, el tuyo, me hablabas de otros mensajes, más de acuerdo con una visión de la vida menos conflictiva, en "Giving Yourself Away", más espiritual en "Fine Thing", alineados algunos pensamientos con una conducta pretendidamente cívica en "Food For Thought", otros textos más en consonancia con la forma justa de proceder en "Stay True To Yourself".
No es que ahora quiera eludir mis responsabilidades como padre, Elkie, pero hay fragmentos en "Food For Thought", en "Talkin´bout My Baby" y, sobre todo en "Dream My Own Dreams", donde adivino mi fracaso, el triunfo también de Doris, su perniciosa y contínua influencia, roa hashpa´´ah, mi hermana incólume, sin heridas, que me sobrevivió como los caparazones de langosta hervida con patatas McCain, tu comida favorita cuando nos visitabas, cada vez más esporádicamente, aquí en tu hogar de Prestwich. En "Let Me Down Easy" ya presagiaba el fracaso de tu matrimonio con Pete Gage, una súplica en esas líneas: "si me vas a dejar, hazlo lo más fácil posible...", me anticipaba el final de vuestra relación, ya Elkie, por siempre, ignoro si llegaste a saber que tu madre imploraba muchas noches por que fueras la mujer de un Robert Palmer, apuesto, caballero, educado, con el que sabíamos que congeniabas como una verdadera amiga, futuro astro del firmamento pop, si tanto ansiabas ese final, ahí tuviste la llave a ese paraíso artificial que siempre perseguiste. Y todo ello envuelto en ese halo que los críticos llamaron raunchy blues, los instrumentos, las guitarras y los teclados, la percusión, creaban un ambiente que, recuerdo tus palabras exactas, daba aun más fuerza a tu voz y a tu presencia, Dios me perdone, una fuerza desatada de la naturaleza más atávica, menos ejemplar para una generación ya por entonces irrespetuosa con el esfuerzo de sus mayores.
A principios de 1978, con Vinegar Joe ya disuelto y reciente tu nuevo matrimonio con vuestro ingeniero de sonido Trevor Jordan, debo confesar que empecé a respirar con algo más de tranquilidad, me invadió el inesperado bienestar de los que sin saberlo van a morir pronto. Empezaste una nueva carrera solista que te impulsó hacia, decían, merecidas cotas de popularidad, mantuviste tu estilo vocal, tu ímpetu escénico se vio más contenido, menos provocativo, pero todavía intacto. Se acabaron las giras interminables por el circuito universitario, la dieta de autopistas, te centraste mucho más en apariciones selectivas, en grabaciones discográficas más ordenadas, dirigidas a un público más mayoritario, menos proclive a deambular por las cuevas del llamado movimiento underground. Mi vida, lamentablemente, no tendría mucho más recorrido desde entonces. Todavía siento el penetrante olor de caucho podrido en el eje trasero de aquel camión de Sainbury´s, en Basingstoke. Había viajado desde Manchester para asistir al Taanit Ester de los años bisiestos en casa de los Harris, nuestros mejores amigos entonces. Ocurrió como aquel lejano día de Febrero de 1945, una jornada plagada de lluvia, cohetes V2 y olor a carne quemada.
Como muchas otras veces, es más brillante tu manera de escribir y la historia más o menos real que compones que el asunto que abordas: eres un escritor, con todas las letras.
ResponderEliminarElkie es una gran voz, de acuerdo; como lo es Maggie Bell y otras cuantas víctimas del cambio de década. Porque ese es el problema, el cambio de década: la Isla tiene diez o doce grandes voces femeninas en los años 60 que se desenvolvían muy bien en el mundillo del soul/blues/pop/rock de aquella época, pero que cuando decae ese estilo de transición no saben recolocarse. Hay varias razones, desde su carencia creativa (la mayoría dependen de compositores ajenos o hacen versiones) hasta el ambiente inequívocamente machista de la época. Sin embargo, al final lo que cuenta es si tienes carácter propio o no, y lo más aproximado que se me ocurre es Rod Stewart: ¿por qué triunfa él y no Vinegar Joe o Stone The Crows? De hecho, ni siquiera Joe Cocker consigue mantenerse entre la “élite ilustrada” durante mucho tiempo. Están trabajando con estilos caducos, y ahí o eres muy brillante o te acabas hundiendo.
Creo que este tipo de cantantes debería haber probado suerte en Estados Unidos: era su única posibilidad. La Isla siempre fue mucho más exigente.
Hay un guiño a Maggie Bell en la figura de la hija de Doris, y a Sandy Denny también, como segunda hija del padre protagonista, todavía no nacida mientras transcurre la acción. Se trata, en definitiva, de un homenaje a las mujeres que hicieron posible, cada una en su estilo, que el rock se alejara por un momento de su exclusivo tinte machista.
EliminarGracias como siempre, y saludos,
Javier.
Estoy un poco más puesto en Robert Palmer que en Vinegar Joe, pero he vuelto a oír a estos, gracias a tan jugoso artículo, y he recordado que me hacían tilín. Y Rick, como siempre, poniendo los puntos sobre las íes, completando la visión de la jugada.
ResponderEliminarMe gusta esta forma literaria tuya tan original de acercarse a la música.
Saludossssssssss
Gracias Bab. Fue comprar el disco y caer rendido ante la fuerza del grupo, y más concretamente de su cantante Elkie Brooks. Una obra, esta de "Six Star General", que sigo escuchando con tremendo gusto.
EliminarSaludos,
Javier.