Al igual que en los partes metereológicos concurren circunstancias que producen el desconcierto en los telespectadores (la exposición de sus fotografías no logra encarrilar el azar científico...), la cantidad de todo tipo de variables que ofrece el Otoño suele también descolocar a los observadores que se mueven a pie de acera. Acabo de terminar un paseo por un barrio obrero y me asombra advertir la cantidad de pequeños negocios dedicados al cuidado femenino, a los colmados chinos-de-todo-a-un-euro y a los establecimientos dedicados al trasiego de divisas con nuestros hermanos del otro lado del Océano. Anoto también la escasísima presencia de banderas nacionales. En el vagón del metro en el que viajo la mayoría de los pasajeros son (o parecen ser) extranjeros, suerte la suya, la patria desde lejos agobia menos. Una mujer eslava dormita apoyada contra el quicio de la ventana del vagón, otra que tal (me parece filipina por su lengua) no para de copular por teléfono, entran en la siguiente estación una cuadrilla de albañiles polacos, escalera incluida, una gitana oronda y toda vestida de negro, como la España del XIX, pregunta, no señora, para ir a Atocha tiene que coger usted la línea contraria, un enorme caballero con barbas a lo Thor-señor-de-los-vikingos cede amedrentado el asiento a una aguerrida dama que entra dispuesta a liarse a paragüazos con todo aquel que ose mirar hacia otro lado.
Lo cierto es que a esas horas de la tarde aun no había decidido de qué hablar. Manejaba desde hacía unos días unas notas tomadas con ocasión de una reciente jornada de búsqueda de setas (el hecho de comentar las distintas variedades encontradas siempre podría dar juego...), pero poco más. Sonaba mientras tanto el "Revelations" de Charlie Daniels ("Uneasy Rider", Epic Rcds, 1977, un disco sensacional con una trayectoria complicada), pero aun no tenía claro el camino a seguir. Afortunadamente llovía. Compré un par de envases de colonia Old Spice Original, la misma marca que usaba mi abuelo, en su diseño se refleja también la diminuta arquitectura de las botellas borgoñesas; los coros femeninos de "Why Can´t People", que se repiten afortunadamente a lo largo de gran parte de la grabación, le otorgan una profundidad góspel, los riffs de guitarra en "No Place To Go" pertenecen ya a otro siglo, los teclados de mi paisano Joel "Taz" DiGregorio mantienen ese distinguido toque de club Playboy de Chicago, cuando en la mitad de una sesión televisada en blanco y negro la vida explotaba en lentejuelas, en margaritas y humo de cigarrillos marca Kool. Robert Crumb retrató el futuro más Soprano de aquel ambiente.
La ausencia de cálculo iba estrechándose, la mano de una musa amiga me empujaba hacia una nueva edición de las olvidadas Sesiones Nocturnas. Climax Chicago, una de las ramas de la Climax Blues Band, sonaba en "Come On In My Kitchen" de Robert Johnson, magnífica variable del "Sitting On Top Of The World" de Chester Burnett, el nombre de pila del gran Howlin´ Wolf. Repentínamente, pensaba, hemos recuperado la senda de los elefantes azules, aquellas antológicas concentraciones de moteros de los años 70 en la Selva Negra alemana. Mi hija llevaba ya unos días en Nueva York con su novio, nos mandaba un surtido de fotos de Manhattan, la nueva zona cero envuelta en un azul brillante de Tiffany´s, desde un Brooklyn cinematográfico de Scorsese, las calles cercanas a la orilla del Hudson sostenían los cables del puente elevado más famoso del mundo. La contraportada del "Tightly Knit" (EMI Harvest Rcds, 1972) muestra a los componentes del grupo en un escenario muy parecido a una de las secuencias de la primera parte de "El Padrino", cuando Robert De Niro saltaba entre los tejados, huyendo después de ajusticiar a uno de los capos italianos de la zona. "St Michael´s Blues" suena a retrete descongestionado, los teclados de Colin Cooper, líder de una de las bandas fundamentales del boom blues-rock de los últimos años 60 en Inglaterra, admiten también esa caricia jazz del delta del Mississippi.
La maravillosa "I Got A Woman" de Al Kooper ("Easy Does It", CBS Rcds, 1970), recoge el mejor legado que el artista dejó tras su trayectoria por The Blues Project y Blood, Sweat & Tears, pasea su palmito a la sombra del Brill Building (es este un disco muy de la calle 42 también) una pieza que resume los últimos acordes de la orquesta del Titanic mientras la joya de la corona inglesa se iba a pique. En "I Bought You The Shoes" se encuentran también los ecos de los más inspirados Lovin´ Spoonful, una corta canción que almacena ese country de los parques neoyorquinos en primavera y que, después de un sorbete de vainilla y un café, tutea al dios de los astros, su orquestación impresiona por la grandeza de su sonido. Al Kooper, un auténtico portento de los arreglos en la composición final de las canciones, se introduce en "Sad, Sad Sunshine" en un ambiente oriental que me río yo del "Kashmir" de los Zepp. ¿Qué decir de su versión del "Baby Please Don´t Go" de Joe Williams?, el piano marca un ritmo como solo el yunque en la fragua de Vulcano podría lograr. En alguna ocasión he manifestado mi predilección por los discos dobles de los grandes artistas, este "Easy Does It", aunque peca de dos o tres tonterías de ambiente de estudio, no se escapa de esa acepción. Posee ese toque de distinción de las obras perdurables, extraordinariamente orquestada, con una producción grandiosa (sin ser grandilocuente), en ese nivel de excelencia que trasciende, que llega y sobrepasa los mejores resultados de los Knicks, de los Nets, de los Yankees.
La hornada nacional llega con 091, Pau Riba e Iceberg, la relación entre Granada y Barcelona se sucede con naturalidad, ajena a la inquina de los conmilitones políticos, esos logreros, así los llamaba Galdós, que ni saben ni escuchan este tipo de música. La banda por la que Joe Strummer retrasó su regreso a Londres graba en los estudios Musigrama de Madrid uno de sus mejores discos, "Doce Canciones Sin Piedad" (Zafiro, 1989), obra de guitarras y de lírica robusta, entre sus surcos se suceden temas impetuosos, "Cartas En La Manga", "Confusión", la más conocida "Que Fue Del Siglo XX"..., así cantaba José Ignacio García Lapido,..."¿Qué fue del Dadá, del Big-Bang y del "No pasarán"? / ¿Ya se han quedado atrás?...", también "Carne Cruda"; en otros medios tiempos de puro azahar, "Al Borde Del Abismo", "Nada Es Real", el sonido hiere dulcemente, hay un reposo de líneas estelares que convierte este disco en referencia obligada del mejor rock hecho en nuestro país en los últimos treinta años.
Opto por escoger de Pau Riba su "Licors" (Movie Play, 1977) antes que "Dioptria", me parece la primera más acorde para una sesión nocturna en la que ya sabemos cómo se suele terminar. Recuerdo aquí esa breve carta de Benjamin Constant a la gran diva francesa de principios del XIX, Madame de Récamier: "...deslumbráis a todo el mundo y por ello la gente queda turbada..., no podéis prescindir de vuestro encanto, pero no lo realcéis", y esa recomendación me da pié para relacionar estas dos obras del artista mallorquín, la primera más adornada, "Licors" menos famosa y necesaria de tanta vestimenta. Temas como "Crida´m" y "La Flor Del Taronger" mantienen en la placidez al oyente, su instrumentación se enriquece con pequeños arreglos, pareciera que actúan en el salón de la casa pagesa de Ibiza, transmite esa cercanía del amigo que viene a visitarte con algún regalo. En la canción más larga "Licors" Pau relata una historia que en cierta forma me recuerda a la de aquellos Garriris de un Javier Mariscal ya asentado en una Barcelona que, por aquellos últimos años 70, aun mantenía en alto el cetro creativo del país.
Concluye la sesión nocturna con una muy reciente adquisición, el "En Directe" (Bocaccio, 1978) de Iceberg, mi banda de rock progresivo/fusión favorita entre toda aquella espléndida promoción de la década de los setenta. Mención especial al diseño del álbum, una autopista apenas transitada por un par de vehículos sirve de portada y contraportada, al desplegarse la funda aparecen una serie de fotografías de la formación en sus distintas actuaciones en directo (obsérvenlas dos párrafos más arriba, en la columna de la izquierda); impagables, en una de ellas el autobús se encuentra detenido detrás de una lechera, así llamábamos entonces a las furgonetas de la policía, y en otra un gris (sobran las explicaciones) ya accedió al carruaje con el aparente objeto de inspeccionar a un grupo de sospechosos melenudos, muy típico de la España de entonces. Las tres piezas que contiene el álbum, "Oh! Un ánec Simfónic. Ones", "Canço Per Qualsevol Orquestra" e "Históries", nos muestran a un Iceberg con un sonido ya claramente definido, sus músicos, "Max", "Kitflus", el Jordi Colomer y "Primi", auténticos portentos en sus respectivos instrumentos, navegan entre influencias de Weather Report, Chick Corea y la Mahavishnu. Ideal acompañamiento neuronal para una cama que ya espera, mejor que sean esos acordes de fusión galopante los que queden como recuerdo entre un circuito plagado de tan buenos momentos.
Curioso salto este que haces, visitando primero a unos cuantos clásicos yankis para llegar luego al jazz rock más o menos mediterráneo de la Dharma (previo paso por los 091, un grupo mucho de perspectivas más amplias de lo que parece, y Pau Riba, que nunca se sabe muy bien a qué está jugando).
ResponderEliminarTengo que reconocer que los grupos al estilo Dharma no son muy de mi agrado, tal vez porque tampoco lo fueron sus maestros, la escudería CBS de aquellos tiempos (Weather Report, la Mahavishnu, Corea, etc...).Estas cosas dependen mucho del carácter de cada persona, y aun admitiendo la innegable categoría técnica o musical de toda esa gente luego viene la empatía, y ahí poco se puede hacer.
Saludos mil.
De acuerdo, la empatía se tiene con alguien/algo o no, así de sencillo. Esas bandas CBS que comentas me gustaban mucho (y lo siguen haciendo...), de ahí que Iceberg siempre me entrara bien.
ResponderEliminarIntento que los saltos estilísticos que comentas sean una de las características principales de las sesiones.
Agradecido as always.
Javier.
Menudo coctel explosivo. Desde Charlie Daniels a Pau Riba e Iceberg, pasando por Robert Johnson y Al Kooper. No está nada mal. Hay que leer despacio para no perderse en el laberinto, pero vale la pena llegar hasta el final.
ResponderEliminarSaludosssssssssss
Gracias Bab, un cocktail, si, algo inusual, el americana campestre y urbanita, blues inglés junto a fusión, folk ácido y rock nacional, ¡menudo mejunje!
EliminarSaludos,
Javier.
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