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24 may 2016

NUEVO TESTAMENTO SIDERAL




FLASHBACK ISSUE 7                           "SUMMER 2015"
Mientras voy terminando de leer el número 7 de Flashback, editado bajo el epígrafe de "Summer 2015" (como no podía ser de otra forma, llevo retraso en el listado de lecturas pendientes), siento la tiránica necesidad de desdoblar mi personalidad. Desearía entonces caminar lentamente por la avenida de una gran ciudad portuaria, plena de palmeras de neón, mis auriculares estallando con el "New Mistake" de Jellyfish ("Spilt Milk"), y en otro escenario totalmente diferente, pero en la misma dimensión temporal, apetecería que Canned Heat y su "Goin´Up The Country" transladaran mi mente hacia un inmenso campo de cereales antes de la siembra de Junio, fuera, fuera. Sucede esta dualidad de sentimientos dispares mientras el recuerdo del canto del cuclillo se aloja en mi cerebro, lo he oído como la alarma de un ser primario que avisara de la buena nueva del campo en primavera. Pero ahora suena en su totalidad Juicy Lucy en su album ""Lie Back And Enjoy It" y los recuerdos dan marcha atrás doce años, cuando la revista Ugly Things publicó en su número 22 un monográfico sobre The Misunderstood.

Flashback es la buena noticia del Nuevo Testamento Sideral. La astronomía aparece entre sus páginas (abundantes 208 numeradas en este "Summer 2015") como aquella ciencia incaica que debería haberse ganado muchos más adeptos antes que Alan Freed tuviera nombre propio en Wikipedia. El estudio de las constelaciones desde los planetas de la Sun Records, Warner Bros, Atco, Polydor, Island, Chrysalis o Vertigo, todos ellos tienen curiosamente algún efecto esférico, no quedó preso exclusivamente en las estanterías de los primeros John Peels o de otros coleccionistas famosos. Desde mucho antes la noticia de su doctrina se ha transmitido surco a surco hasta este pequeño cuarto de Majadahonda, aquí donde el cúmulo de impresiones, después de la lectura del citado número de Flashback, tendría solo sentido si cualquier lector apretara el botón de marcha en su equipo hi-fi, y entendiera también que lectura y la escucha forman parte del mismo proceso mental. Además, Alejandro Valverde ha ganado hoy la etapa del Giro.

Llevo deseando durante toda la semana que llegue este momento, cuando el nombre de Vashti Bunyan se agrupe a los de otros artistas que fueron cabecera en los seis números anteriores de la revista inglesa y, haciendo méritos para luchar contra el olvido secular de mis muchos años, integrarlo junto a los de Mad River, Tomorrow, Mighty Baby, Trees, Blossom Toes y Sam Gopal. 1, 2, 3, 4, 5, 6 y 7 (el próximo número 8 de Flashback,  publicado el pasado mes de Febrero, tiene a The Koobas en el lugar de honor). Cuento con los dedos de la mano mientras me ducho a las 10 de la mañana, y el cómputo exacto y ordenado me produce un placer de mantequilla Arias y mermelada. ¿Qué revista (salvo la también británica Shindig!) puede adivinar el futuro como los etruscos leyendo en las vísceras de los grandes artistas del rock ya desaparecidos? ¿Qué líneas en blanco y negro se abren tan en colores kaleidoscópicos, cuando nos adentramos en la trayectoria de tantos nombres ilustres o arrinconados por la desidia de tanta música actual sin turbación Rolls Royce?

Vashti Bunyan, palabras mayores que elevan la altura auditiva del oyente hasta los mates de Michael "Air" Jordan, señala con el dedo índice (aquel que interviene como segundo en la cuenta de la vieja) el destino de la publicación, muestra la felicidad de la paciencia al resto de las extremidades superiores de la mano (también a sus tendones intermedios). La cantante peregrina, la odalisca de los altares de las granjas... (entra ahora Focus en el celebrado "Focus III" de su "At The Rainbow" y no puedo evitar saltar de la silla y festejar con aspas de molino el maravilloso primer riff de Jan Akkerman, ...la vida, que puto milagro...); la verdadera dama de la campiña inglesa después de Jane Austen, la que besaba tus labios después de un sorbo dorado de té. El relato de su historia es el de la búsqueda de la Última Playa del Norte, el sinónimo del "Cowgirl In The Sand" de Mr. Young aderezado de crema y de lluvia escocesa. Su "Just Another Diamond Day", (la poesía inglesa puede alcanzar insospechados niveles de engaño climatológico), desmenuzado canción a canción, letra a letra, tos a tos, curva  a curva.


El resto de los dedos de la mano (quizás empuñada en negro..., últimamente me asaltan enigmáticas imágenes de unos  Black Panthers Party norteamericanos dispuestos a la lucha...) apunta hacia otros artistas y grupos que forman parte del extenso y rico contenido del número 7 de este Flashback. A destacar el artículo sobre el pianista de jazz americano Bill Evans, su atormentada (y sin embargo tan rica) vida y la de su hermano Harry, su amplia y deslumbrante trayectoria musical, y el camino de gloria hacia un infierno sin más final que el de la consentida autodestrucción (de ambos). El reportaje sobre una banda belga (¡si, amo a Bélgica, igual que a España, países hermosamente derruidos!) Placebo, pioneros del jazz-funk continental en su versión cerveza de abadía. Raw Material, grupo inglés (del que me he hecho con su primer Lp homónimo en la última Feria del Disco, [fascinantes días de lluvia y cebada]), con su rock progresivo y sus entretenidas crónicas viajeras por la Europa de los primeros 70. Igual que con Fuzzy Duck, grupo al que mi conocida querencia post-R&B inglesa de finales de los 60 tenía reservado un palco de alumbramiento. La adquisición (en el mismo recinto que Raw Material) de su admirable y también homónimo album alegra la condena de una existencia limitada a carritos de compra y cuentas de fin de mes.

Otros artículos que, según lo voy abriendo hacen del puño cerrado feliz sinónimo de revuelta (una vez desplegado también almacén de futuras caricias), hablan de Euphoria, banda americana que desarrolló su actividad en la controvertida época del Sunset Strip californiano, o de Oriental Sunshine, combo noruego que, en escarcha escandinava, presentó en primicia a los ciudadanos de aquel país las virtudes de la música oriental, allá por las postrimerías de los años 60. Reportajes sobre antiguas revistas musicales como la americana Phonograph Record Magazine (hoy objeto de preciado coleccionismo); amén de otras grabaciones discográficas señaladas de los 60 y 70, en las que participaron músicos británicos de jazz de la mejor época del Ronnie Scott´s  de Londres, como Dave Green y Trevor Tomkins (alcanza la emoción al mencionarse su participación en varios trabajos de mis admirados Ian Carr y Michael Garrick Band); extensos artículos sobre la problemática grabación del primer "Smile" de Brian Wilson, olvidadas entrevistas a unos Jimmy Page y Van Morrison ya subidos al carro de Orión, reseñas pormenorizadas de los grandes álbumes del underground de las antípodas neozelandesas y australianas (ya tengo señaladas las referencias de bandas como Madden & Harris, el "A Toast to Panama Red" de The Master Apprentices o Buffalo).

La música de Klaatu y su "We´re Off You Know" ponen un punto y final seguido (hasta que termine su album "Hope" ) a este ensayo literario. Flashback culmina su número 7 con la usual referencia a la crítica de discos (con especial mención a la caja "Bouquets From A Cloudy Sky" de The Pretty Things y magnífica ulterior entrevista a Dick Taylor y Phil May); libros, destacando tanto el fascinante "I´ve Always Kept A Unicorn. The Biography of Sandy Denny" de Mick Houghton como el prometedor  "Ray Davies: A Complicated Life" de Johnny Rogan (el periodismo musical inglés no tiene parangón). La última página, idea común en muchas publicaciones musicales de última hornada (véanse, por ejemplo, los números publicados por la magnífica revista Karate Press), la dedican a desenterrar una joya escondida, tocándole esta vez al album homónimo de Davey & Morris, merecedor de reedición aunque, por el momento, sin intención de hacerlo por quien le corresponda. Klaatu, el grupo americano en el que muchos inocentes creyeron ver el escondrijo de unos The Beatles emigrados de incógnito (después de su separación oficial) a los Estados Unidos, cierra la sesión por hoy. Su "Long Live Politzania" será mi próximo grito de guerra en el siguiente concierto al que asista. El último acaeció durante la actuación de Jowe Head (ex Swell Maps) y sus The Demi-Monde en el club Jauja de Lavapiés, cuando exclamé etílico "Long Live Richmal Crompton". Jowe respondió desde el mismo escenario comentando que no sería mala idea "dedicarle la próxima canción a la escritora inglesa". 




18 may 2016

¿ES SANO LEER KARATE PRESS?




KARATE PRESS NÚMERO 3.
Expreso a continuación mi grave inquietud después de haber leído, (aun diría más, estudiado con detalle) el número 3 de la revista Karate Press-La verdad está bajo tierra. Los pocos seguidores que aun queden de este blog puede que recuerden mis anteriores entradas en las que comentaba los números 0 y 2 de la citada revista. Si así no fuera, cosa bien lógica porque ya ha pasado cierto tiempo, les resumiría mis impresiones de entonces hablando prosaicamente de sorpresa (ingrata) y admiración (inmerecida) cuando me enfrentaba a las propuestas que los editores de la publicación mostraban a los interesados en la misma. La lectura de este número 3 me ha producido, sin embargo, una sacudida de considerable calado de la que, en breves momentos, explicaré las razones. 

Uno, que tiene más edad que la mayoría de los lectores interesados en esta reseña, ha sido educado en un colegio de pago, religioso a carta cabal, y adoctrinado debidamente durante los no precisamente últimos estertores del régimen franquista, esto es, en su mejor momento, en su época más tierna. De todo ese catecismo, le guste o no a uno, queda siempre un poso que, como la sentina de los barcos, nunca acaba de desaparecer del todo. Esos últimos rescoldos de catequesis se muestran no diría que inesperadamente porque, conforme la vida va avanzando a pasos (demasiado) agigantados, se cuelan con y sin permiso y de rondón entre los pliegues de las sábanas, en la cucharada de lentejas, o en la mirada de madrugada en el espejo, y allí quedan, incólumes al desaliento. 

Sirva todo este preámbulo pseudo-filosófico, después de sumergirme en el contenido del número 3 de Karate Press, para avisar al lector advenedizo, sin una fuerte base de educación cristiana, que las ideas, creencias filosóficas equivocadas (que las hay a batiburrillo...), ejemplos de patentes comportamientos sociales dementes, experimentaciones de alto contenido ateo y agnóstico (en todas las ramas de la cultura popular) y demás zarandajas metafísicas expuestas en la revista de marras, pueden provocar en el incauto un desasosiego que propicie su arrastre hacia páramos en los que, si se descuidara, ya se olerían  los fulgores azufrados del Averno. 

¿Cómo no sentir tal desazón escuchando la música y anotando la literatura propuesta por los responsables del libelo? Por destacar algunos patrones empleados en el primer caso, los que mencionan a grupos o bandas que se hacen llamar The Fall, Fiera o Killerkume (sus mismos nombres los delatan...), Juan Belda con sus "Transfixiones" (grosero sinónimo del Sagrado Madero Sacrificial), o unos Sun City Girls que, con nombre tan aparentemente inócuo, se aventuran redescubriendo territorios musicales oscuros, donde el "Pange Lingua" de nuestro Santo Tomás de Aquino apenas tuvo oportunidad para dejar su santo y seña. ¡Y qué me dicen de las referencias que dan muchos de los músicos de los grupos entrevistados sobre otras bandas, artistas muchos amigos de su gusto tan insano! The Gin Club (incitación descarada al alcoholismo juvenil), Miraflores (su ruidismo exacerbado no tiene nada que ver con la exaltación ocular de la primavera de Vivaldi), Noxagt y Eten (sus epifanías sonoras ya se escuchan en la antesala del Infierno), Nikolay Rosvalets (antecesor de podemitas que, entonando como fondo musical la depravada "Marsellesa", abogaba por la destrucción de los teatros de ópera como forma de eliminar el "antiproletario" género lírico). Pasen y vean. Qué decadencia hermanos.

Y si esa herida se siente ya a flor de piel narrando los contenidos musicales, déjenme que les diga que llega al paroxismo de la llaga purulenta cuando Karate Press referencia, directa o indirectamente, obras literarias o cinematográficas de sesgado culto obsceno. Un tal Thomas Ligotti, escritor americano, apóstol de la nada e incitador al suicidio, iconoclasta de lo más sagrado de nuestra existencia, la perpetuación de la especie ad maiorem Dei gloriam. Bebedor de las fuentes del desesperado Schopenhauer, del maligno Nietzsche, del loco Cioran y del equivocado Peter Wessel Zapffe. (No les cansaré a ustedes hablando de los licántropos Edgar Allan Poe o H.P. Lovecraft, tambien reseñadas como perversas referencias del escritor, no merece la pena). O de Claude Faraldo, director de cine (profesión a la que deshonra palmariamente) que con su  obra "Themroc" propugna el más troglodita animalismo del ser humano; o de Elio Quiroga, autor de un film llamado "Fotos", visionado procaz que aleja la santa percepción de la mujer como templo del Espíritu Santo; y qué comentarles de un tal Richard Kern, celebrado fotógrafo neoyorquino (de esa moderna Sodoma tenía que ser) que aparece casi al final de la publicación, homenajeado en en vídeo titulado "Detachable Penis" (no se molesten en traducirlo al castellano...), dedicado mayormente a retratar a jovencitas tal y como Nuestro Señor las trajo al mundo. Indignante.

El hombre justo busca siempre el fiel de la balanza, aquel contrapeso que sirva (concretamente en el caso que nos ocupa) para paliar el cúmulo de despropósitos (tentado he estado de llamarlos por su verdadero nombre, herejías...) en el que nos hemos visto inmersos durante la lectura de este Karate Press número 3. ¿Hay a lo largo de la publicación autores o artistas que quizás puedan realizar esa labor de báscula bienhechora?. No podemos contar desde luego con la música Ana Béjar, respaldando, como lo hace, al sexo y a la animalidad como procesos de libertad y de contracultura (?), ni tampoco con Ben Salter, tan en las antípodas de nuestra geografía (proveniente de Australia) como en la de sus nefastas teorías contra el patriarcado. ¿Acaso el renombrado productor y técnico de sonido Steve Albini pueda poner aunque sea un granito de sentido común en este tremendo dislate?. Su acendrada crítica a la benefactora industria musical (creadora de tantos puestos de trabajo) le coloca en la pared de los condenados (aunque sea al purgatorio ya que hemos de reconocer que tiene cara de buen chico...).

Los argentinos de Fundación 72, solamente con mencionar a su compatriota el Santo Padre ya tendrían ganada una parcelita..., pero ¡quiá!, parece que lo que les interesa exclusivamente es llenar de suciedad las ciudades de Palma y Barcelona con sus propuestas ácrata-musicales. Los hermanos Hernández, reflejados en la revista como paradigma del mejor comic angelino de los 90 (que algún alma caritativa me explique de qué va eso) juegan no tan inocentemente con la ninfomanía y el dúo John S. Hall y Kramer, elegido al azar entre las numerosas reseñas discográficas (nada de música sacra o canto gregoriano...), me recuerda ineludiblemente a aquella película de Kramer vs Kramer en la que el abandono familiar tomaba carta de naturaleza. El último grabado de Don Rogelio J se asemeja, como un arquetipo de acertada crudeza, a la imagen de una costra, la pústula de una herida cruel que no ha logrado cicatrizar en ningún momento.

De sobra conozco el hecho, manoseado hasta el maniqueismo por los contrarios a nuestra Religión, de la no existencia en los libros publicados actualmente (ni por asomo en las revistas de la mal llamada divulgación cultural) del Nihil Obstat del censor, ni el Imprimi Potest del Praep. Prov. Castellanae (¡hay de nuestra hermosísima lengua imperial!), ni tan siquiera el último Imprimatur del Vicarius Generalis. Nuestra nación ha caído en el más oscuro relativismo laicista (Rouco dixit), presa la Patria por fuerzas centrífugas que la quieren desgarrar. Sirvan entonces estas breves líneas como señal de alarma para que nuestros jóvenes, baluarte del futuro prometedor de nuestra querida España, tomen de nuevo las armas de la fe católica y canten, en la mayor gloria de su ilusión irredenta, el Hossana salvador (tema musical que, ya les digo, no se incluye como referencia alguna en las 82 páginas del pasquín comentado).




(PD; El Illmo. Sr. Director del CNP y GC, con conocimiento expreso del Excmo. Sr. Ministro del Interior, ha acordado no dar el placet pertinente para insertar en este texto ninguna foto alusiva a la publicación objeto del mismo)



(Otrosí: Este texto ha sido escrito mientras sonaba [una y otra vez a escondidas]  el "Tonight´s The Night" de Neil Percival Young y Crazy Horse)


12 may 2016

LA CASA AZUL





LA CASA AZUL
La casa azul no es exactamente igual a La Casa Verde de Mario Vargas Llosa pero es parecida. Desde aquí, desde mi Casa Azul, pasan los días con una pausa plena de pequeños detalles, delimitada intencionadamente por  unos colores que toman un protagonismo inesperado.

En el interior, antes de que el salón se tornara en un azul de boca de ballena que busca la luz de la superficie, han aparecido el blanco del techo y el granate en el pliegue de un sofá. El primero queda arrastrado por un rastrillo imaginario que parece dirigirse hacia un final de esperma viajero. El granate expone sus branquias a una luz que calienta su propia respiración, dando cobijo a sus latidos.





En el exterior, la vida en mi Casa Azul sale a contemplar otro mundo que no tiene otra explicación más que la antítesis de la soledad. El color gris de una farola suspendida en un arco metálico y el amarillo oxidado de un andamio. La farola no alumbra porque el día ha impuesto ya su toque de queda contra las sombras. Su gris es reflejo de una línea perfectamente delimitada por la industria. El andamio amarillo sujeta las gotas de lluvia antes que caigan desesperadas en el olvido.






Ocurre también en el exterior una contemplación que prolonga el deseo del observador. Sentarse al lado de la solitaria inquilina del banco y, con la excusa de qué perro más simpático tienes, o cómo se llama el nene (al final era niña...), preguntarle su nombre e invitarla, un rato después, a la Casa Azul para tomar café. 



Mi Casa Azul no es igual que La Casa Verde de Mario Vargas Llosa, pero pasan cosas similares.


PD: Se recomienda pinchar en la primera foto para contemplar los colores en su total esplendor.



6 may 2016

EL GRAN HERMANO




LA MODE                    "1984"
George Orwell y Fernando Márquez (alias "El Zurdo", líder de La Mode, caso que los lectores fuera de nuestras fronteras, y no demasiado aficionados al rock, desconozcan a uno de los principales protagonistas de este texto) tuvieron su razón. Orwell augurando literariamente en su premonitoria obra "1984" el sometimiento de una sociedad alienada por la dictadura de la manipulación informativa y, en consecuencia, la corrupción de un sistema democrático descaradamente aséptico a las necesidades sociales y políticas de sus súbditos; el segundo, Márquez  homenajeando merecidamente al autor británico al recordar, utilizando el mismo título en su segunda obra con La Mode, que la malformación del sistema democrático ya podría empezar a tener entonces visos de imponerse a nivel mundial y que, mostrándonos lo que nadie quería ver en aquella dorada época de la "Movida" (en la que el genio convivía con la pamplina), existían ya signos que vaticinaban malos tiempos para la lírica.

1984 fue también el nombre de un comic editado en Barcelona desde finales de la década de los 70 y que, al usar la misma denominación que la obra orwelliana, pretendía reflejar una cierta idea (amparada por ciertos ámbitos oscurantistas) de ese año como el fin de un período de paz sintética y la entrada en otro donde la fantasía y la ficción, normalmente alineadas con malos presagios, podrían tomar carta de naturaleza. La imagen de la portada de este "1984" de La Mode (magnífica obra del diseñador Montxo Algora) no deja de ser un brillante guiño a la ya algo soñolienta modernidad de entonces. Las caras sonrientes de la madre y el jovencito que parece su hijo, rodeados por una atmósfera de idealismo espacial, parecen esconder el verdadero sentido de la obra de Márquez y sus compañeros de travesía. Detrás, al otro lado de la cubierta principal, se encuentra la frase de L.F. Celine que resume el sentimiento y la razón principal del disco: "Todo lo que se leía, tragaba, chupaba, admiraba, proclamaba, refutaba, defendía, todo eso no eran sino fantasmas odiosos, falsificaciones y mascaradas. Hasta los traidores eran falsos"

Vamos soldado! ¡Nos aguarda la SALVACIÓN!
CA...PITÁN...DEBEMOS ENTERRAR A JACKSON...¡AH!
KRUNCH
MUNCH
Demasiado tarde Reynolds...Pero el SACRIFICIO de Jackson nos permitirá alcanzar el OBJETIVO...
¡COMIDA! ¡COMIDA! ¡COMIDA!
¡EL OBJETIVO...!¿DE VERAS PODEMOS SALVARNOS CAPITÁN...?
¡TEN FE SOLDADO!
¡FE COMO SE TENÍA ANTES!" ("1984 presenta su Almanaque para 1980". Moreno Casares/Roger McKenzie")


También en la pequeña imagen de la galleta del disco, la foto de un Norman Bates (protagonista del "Psicosis" de Alfred Hitchcock, genialmente interpretado por Anthony Perkins) desafía con su sombría soledad al observador incauto. El texto del tema "La Cólera", incluido en la misma plataforma de la cara A del vinilo, anuncia uno de los hilos narrativos a tener en cuenta, el conflicto entre el ser y el deber ser, entre la verdad y la mentira. "La cólera: una noticia entre las sombras.../...La cólera: hoy todo el mundo es gente buena, el sufrir va contra las normas.../...La cólera: hoy todo el mundo se preocupa por los demás según las normas que se acordaron".

["El estado de excepción era un dispositivo provisional para situaciones de peligro. Hoy se ha convertido en un instrumento normal de gobierno. Con la excusa de la seguridad frente al terrorismo, se ha generalizado. La excepción, por eso se llama estado de excepción, es la norma. El terrorismo es inseparable del Estado porque define el sistema de gobierno. Sin el terrorismo, el sistema actual de gobierno no podría funcionar. Desde la perspectiva del Estado, el ciudadano se ha convertido en un terrorista virtual. De lo contrario, no se explica el cúmulo de cámaras que nos vigilan en todas partes. Somos tratados como criminales virtuales. El estado de excepción de Auschwitz es el mismo que impera en los que se organizan actualmente para los campos de refugiados" (Giorgio Agamben. Entrevista en El País/Babelia, 23/04/2016)]. Un Estado infectado de burócratas y políticos clientelistas, funcionarios amorfos y sin más ánimo que el cumplimiento a ultranza del oscuro deber del oficinista. "Negro y Amarillo",..." y ya no hay nadie, IBMs anodinas, viven aunque falte el aire, samurais de neopreno colonizan extensiones: son inmunes al veneno de los odios y pasiones". Bajo la apariencia de una intrascendente canción pop se esconden los colores que avisan del peligro.


Fernando Márquez defiende en su (corta) carrera al frente de La Mode su imagen de esteta e ideólogo y es quizás en este su postrero trabajo con la banda madrileña donde sus criterios artísticos se muestren de manera más angustiosa. Hay hermosísimas frases de caústica belleza a lo largo de los 10 temas cantados en este "1984", giros líricos que ofrecen al oyente atentos segundas y más ricas interpretaciones, también figuraciones fílmicas (es El Zurdo un gran aficionado al séptimo arte) que crecen entre las líneas de algunos de los textos, tonos musicales que juegan entre un tecno-pop saltarín, baladas de acústica muy íntima, estructuras armónicas de sublime sencillez compositiva, los instrumentos y la voz acompasados en un logrado ejercicio de desolación musical. En definitiva, un anverso de música pop, aparentemente confiada y alzada por el éxito de su anterior "El Eterno Femenino", en el reverso una llamada de atención sobre la inminencia de una etapa oscura que era entonces ya más que patente.

Escuchen ese silencio lleno de esas otras voces...

"...de tu imagen sé traidor pero conserva el honor..." "Imperios"

"...y puede que incluso mejore en algo tu opinión sobre mí / sobre aquel tipo que se malogró..." "Diálogo"

"...tu mirada se ha perdido en la pared del vacío que te sirve de salón / los tapices son espejos que no tienen valor..." "La rata"

"...algunos esclavos mandan en la gente / Una total erección" "Erección"

"...las sombras del tiempo se han enredado en mis sueños grandes y pequeños..." "Sueño´84"

"...cuando toquemos fondo / sin oportunidades / seguro que nos vemos en cualquier fiesta..." "En cualquier fiesta"

"No paro de reír, no paro de reír, mira lo que pasa aquí..." "Momo"


En el comienzo de "Feliz Año Nuevo", las campanas que marcan el inicio de "1984" dan entrada a un brillante duelo entre los teclados y caja de ritmos de Mario Gil y el bajo, hiriente como si rasgase una plataforma inacabada de porcelana china, de Álvaro de Cárdenas (hijo de la Vainica Doble Gloria Van Aersen). Al final del disco, en "Programa Computado", el chirrido terminal es un no-sonido inesperado (valiente también como una resaca pasados los 80).  Hay un parón repentino en la fiesta improvisada. Los invitados se miran de reojo y alguien levanta la aguja del tocadiscos. Otro personaje, medio escondido en una esquina, arroja malhumorado la última colilla al suelo y cierra las cortinas. Queda la habitación en penumbra.
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Siempre es 1984. No hace falta hablar del paralelismo social y político entre la situación imaginada por George Orwell en 1949, cuando se publica en Inglaterra su obra, un año antes de su muerte, y este de momento desventurado 2016. Fernando Márquez se ha atrevido a ir aun más lejos y bizarramente camina a tientas de borracho por una pasarela de nostalgia y recuerdos, de fracaso anticipado. Algunos participantes aun quedan despiertos como el Spencer Tracy  de "Adivina Quien Viene  A Cenar Esta Noche" de Stanley Kramer ("Sueño´84", por cierto, maravillosas aquí Vainica Doble en los coros...), y en otros momentos rememoran su conocida querencia por Yukio Mishima, por la exótica cultura japonesa ("Negro Y Amarillo"), también por la literatura de  Gustave Flaubert ("La rata") y de Louis Ferdinand Celine.

Lástima que la voz de El Zurdo le ganara su última y desdichada partida en el momento en que la banda se disponía a girar en directo para promocionar este "1984". La Mode se hallaba en ese mismo año en la cúspide de su apuesta artística, los miembros fijos de la formación Antonio Zancajo y el ya citado anteriormente Mario Gil estaban plenamente asentados en el estilo musical propio del grupo. Sus colaboradores en esta grabación, el mencionado Álvaro de Cárdenas al bajo, Javier de Juan a la batería, también el famoso Reverendo al piano en "Sueño ´84", se encontraban plenos de fuerza, dispuestos a conseguir del envite que habían anticipado en su obra anterior "El Eterno Femenino" una coronación definitiva. La crítica les había admitido en esa exclusiva parcela de grupos elegidos por un destino que se les volvería esquivo, el público adoraba su visión confrontada de excelente orfebrería pop, lírica de ambiguos textos inteligentes. Asistí al concierto que dieron en la Sala Morasol de Madrid presentando este "1984" y el sustituto a la voz de Fernándo Márquez, David Ballester, hizo un excelente papel pero, no podía ser de otra forma, nada iba a ser igual. La participación del gran (y añorado) Ulises Montero al saxo en un par de temas durante el concierto dejó también un recuerdo imborrable. Salimos de la sala pensando que la recuperación de El Zurdo sería ruptura de un amor de otoño, aunque inminente con suerte nunca definitiva.


Llueve igual que lo hacía aquel día en que acudí a presenciar la nueva propuesta de Fernando Márquez Pop Decó en un Colegio Mayor de la Ciudad Universitaria. Graves problemas de sonido retrasaron el comienzo del concierto, hasta que la gran expectación creada por la reaparición de El Zurdo empezó a desleerse como la lluvia de esa misma tarde. A estas alturas,  más de 30 años de una güadaña que ha transitado a su antojo, sin contemplaciones, me gustaría jugar con el equívoco de un azar caprichoso, un accidente injustificado que nos privó de celebrar la rentrée de un músico que quería seguir siendo nuestro héroe. "1984" fue sin saberlo el canto del cisne de Fernando Márquez, no de su banda La Mode que seguiría unos pocos años más en la brecha. El Gran Hermano estaba a punto de ganar la primera partida.





22 abr 2016

AIRE Y AGUA



JADE WARRIOR                              "KITES"
Antes de escribir sobre el "Kites" de Jade Warrior he pretendido sentir el vacío original de sus primeros cuarenta y cuatro segundos de nada. También he pinchado la palma de mi mano con la punta de la pluma para sentir el breve dolor de la existencia. Una hoja en blanco se ha caído de la mesa y he encorvado mi cuerpo para recogerla del suelo. Se ha pasado en tan poco tiempo del sosiego de la quietud a la acción que no todo lo abarca, que no puede con la carencia. Llevo unos cuantos días practicando una suerte de ascetismo para estar mejor preparado ante la avalancha de estímulos que la banda inglesa pueda provocarme. Intento experimentar la no-acción para llegar lo más virgen posible a la falta de sentimientos, al abandono de pensamientos felices, proyectando exclusivamente el peso de mi cuerpo hasta debajo del ombligo, hacia el Hara, el Centro Vital. Siguiendo el arte cierto del Sumi-e, deseo tornar mis dedos en un pincel, cambiar la hoja desocupada (que según la voy llenando de palabras pierde toda su Virtud) por un lienzo donde el trazo de mi brazo abarque paisajes aun más lejanos que el juicio que ahora me habla, aquel que me dice que estoy presente aquí, cuando en realidad es y no es así.

De esto hace 40 años. Tony Duhig y Jon Field, miembros fundadores de Jade Warrior 6 años antes, graban en el Argonaut Studios de Londres el que sería su tercer Lp de la etapa Island, este "Kites". Los tres primeros álbumes que anteriormente habían editado con el sello Vertigo les habían colocado en un cierto apartado de banda rara avis dentro de la escena musical inglesa de la época. El sello del remolino les había fichado en 1970 siguiendo la estela de lo que entonces se creía como tendencia a seguir, el afro-rock que grupos como Assagai, y sobre todo Osibisa, estaban poniendo sobre el tapete de los nuevos gustos. Las influencias orientales de un Tony Duhig, que pocos años atrás había pasado un tiempo con su grupo en la Persia del Shah Mohammad Reza Pahleví (hablaremos más tarde de su época en España en el 65 y 66 con los afamados The Tomcats), convergen con las de un Jon Field que por los mismos años componía música para danza, sumergido además en el dominio de una multiplicidad de instrumentos que diera también cabida a su inclinación por los ambientes orquestales de los filmes de Hollywood. Los ricos antecedentes musicales de Duhig y Field y, sobre todo, el apoteósico éxito en 1973 del "Tubular Bells" , encasilla a Jade Warrior en un tipo de música que posee una análoga simpatía con la de Mike Oldfield, el virtuosismo de la multi-instrumentación al servicio de un concepto coreográfico, de un film imaginario por el que pudieran desplazarse los oyentes buscadores de nuevas sensaciones.


Esa escenificación musical se plasma en este "Kites" en las dos piezas o suites que componen los temas tanto de la cara A como de la B del disco. En la primera, según explican en el texto incluido en el reverso del disco, la idea inicial parte de la visión de un dibujo del pintor suizo Paul Klee, "Plant, Earth and The Kingdom of the Air", que los músicos imaginan y descomponen en el paisaje de un bosque. La disgregación de los distintos elementos que pueda aportar la Naturaleza en el momento de la escucha se circunscriben exclusivamente a las figuras del aire y de las semillas. El primero, impulsado ya en viento, empuja a las segundas hacia un campo de flores y éstas últimas, desplumando sus simientes en partículas microscópicas, flotan no entre los pétalos sino entre la misma fragancia de sus olores.

Es aquí cuando surge la enseñanza más exacta del Sumi-e y al oyente le es dado ser dueño de un espacio sin ángulos. La provocada debilidad de la música construye su misma fortaleza. Las cinco piezas de la cara A ("Songs of the Forest", "Wind Song", "The Emporer Kite", "Wind Borne" y "Kite Song"), inicialmente vacías de contenido rítmico, van creciendo hacia melodías diferentes en cada escucha. Hay un momento muy especial, al comienzo de "The Emporer Kite", en el que el alumno observa nítidamente como la caravana ha dejado Tashkent y se prepara para una próxima y agobiante jornada hasta Bukhara, principal centro de abastecimiento de la Ruta de la Seda hasta Samarcanda. La emoción del comercio se vislumbra en los gestos hoscos de los animales de carga. La música provoca un equilibrio de colores y queda casi todo adherido a una extraña mezcla de estiércol de caballerías y nubes de un blanco purificado por los dioses preliminares Mara y Gish; sus soberbias señales ofrendan un espejismo de jade inevitablemente desconocido para los brokers de la City.

La cara B tiene como motivo e inspiración fundamental una de las historias en la que es protagonista The Boat Monk, el  Teh Ch´eng maestro de Ch´an (Zen) en Hua Ting durante el siglo IX de la dinastía china Tang. En los siete temas que componen la pieza instrumental ("Land of the Warrior", "Quietly by the River Bank", "Arrival of the Emporer. What Does the Venerable Sir Do?", "Teh Ch´Eng: Do You Understand This?", "Arrival of Cha Shan: Discourse and Liberation", "Towards the Mountains" y "The Last Question") el texto que sirve de hilo argumental lo forman las enseñanzas que el Venerable Teh Ch´eng, sentado después de un largo viaje en su pequeño bote al abrigo de la orilla del río, imparte a los que llegan a visitarle. Su sabiduría, aprendida en el monasterio de su maestro Yo Shan, refleja fielmente la doctrina que más de dos mil años antes Lao Tse divulgó a través del Tao Te King. Si son el aire y la semillas los elementos de  contacto con la Naturaleza en la cara A, aquí en la B es el agua el fluido que sirve de ligazón para la reflexión musical de Duhig y Field. Las melodías se mueven en un ambiente más sosegado si cabe. El eco de los gongs iniciales crea bellísimas ondulaciones que, como las pequeñas olas de un agua apaciguada , son recogidas por los distintos instrumentos. Hay una suave marea de ritmos que retornan hacia la idea original, una sabiduría en perpetuo cambio, la captura de la carpa dorada que Paul Klee imaginó en su dibujo muchos siglos después.


Es ahora, en el mismo momento en que mi hija me comenta sorprendida la repentina e inesperada muerte de Prince, cuando caigo en la cuenta que Jade Warrior (al igual que pasara con el músico de Minneapolis) es una banda que fabrica una música de hombres pero es generada desde la perspectiva de la mujer. La Hembra del Mundo..., "que vence al Macho con la quietud y permanece abajo con la quietud" (Tao LXI) y que, contrariamente a lo expuesto, representa "lo tierno y débil que está arriba, frente a lo grande y fuerte que está debajo" (Tao LXXVI). La conexión de la Madre Tierra como expresión más fidedigna de una Naturaleza que admite la fortaleza del bambú como contrapunto a la debilidad de la rama seca; la victoria del agua frente a la dureza de la piedra. La oración del monje Teh Ch´eng encuentra en la liviandad de las olas el perfecto mantra para sus peticiones. Los instrumentos de cuerda que participan en esta segunda cara del disco (mención especial para el violín en el corte cuarto, "Teh Ch´Eng: Do You Understand This?", protagonizado por el gran Fred Frith de Henry Cow) pareciera que acunaran con sus sonidos el fluir perenne del río, sus bucles exceden aromas de maternidad, de mujer interminable.

Hemos hecho previamente mención a las influencias artísticas de Tony Duhig y Jon Field, más bien a sus antecedentes y educación musical, y no sería justo dejar de mencionar su etapa previa a Jade Warrior participando en una de las más interesantes bandas de finales de los 60 en Inglaterra, July. Integrada, además de por ambos músicos, por Tom Newman como principal compositor del grupo (más conocido como posterior ingeniero de sonido en el "Tubular Bells" y fundador junto a Richard Branson del sello Virgin) y por Alan James (colaborador al bajo en grabaciones posteriores con Cat Stevens y Kevin Coyne), esta banda se forma con los rescoldos que quedan de The Tomcats una vez que sus miembros vuelven de España en 1968 (Se ha editado recientemente por el sello Cherry Red un excelente album titulado "The Tomcats. Running at Shadows. [The Spanish Recordings 1965-66"]). Su único trabajo, titulado homóninamente "July" y editado en 1968, es un fantástico compendio del mejor pop-psicodélico de finales de los 60. Las texturas eléctrico-acústicas de la guitarra de Tony Duhig, empañadas de un vapor de primera hornada hippy, junto a los entonces considerados como iniciales acercamientos al world-music que patrocinaba la rica instrumentación de Jon Field (nada que ver con el posterior trabajo de Peter Gabriel o con la apuesta del sello alemán ECM, más orientada hacia el jazz), dispensaron a este único trabajo de July la categoría de pequeña obra maestra.

Queda al final del texto la esperanza de haber conseguido una mínima y comprensible aproximación a la obra de Jade Warrior. En este su "Kites" de 1976, contando desde luego con su obra anterior, intentan reflejar un ambiente mental que ya había cobrado cierta carta de naturaleza en el entorno de la época. El conocimiento del Tao y del budismo Zen (ya predicado éste último en décadas anteriores por los escritores de la beat generation de Jack Kerouac y compañía), la aproximación a la meditación trascendental por parte de The Beatles, las publicaciones de autores como Aldous Huxley, Alan Watts o Hermann Hesse, les sirven como alcayatas para sostener el andamio de una propuesta musical que entonces no tenía visos de ser derruida. Los oyentes de los inicios de la segunda mitad de los setenta, abiertos todavía a todo tipo de influencias (pero quizás ya algo cansados de un progresismo encorsetado por una instrumentación demasiado grandilocuente), encuentran en Jade Warrior la originalidad de la cometa, el breve vuelo de una mariposa repleta de luz y sencillez. Su recuerdo, cuarenta años después, continúa en esa misma estela.













13 abr 2016

LA VOZ A TI DEBIDA




ALMUDENA GRANDES                      "EL LECTOR DE JULIO VERNE"
Me vienen ahora a la memoria, recién terminada la lectura del libro de Almudena Grandes "El lector de Julio Verne" (segundo trabajo perteneciente al meritorio esfuerzo de recuperación histórica en que la escritora madrileña, a través de los llamados "Episodios de una Guerra Interminable", se encuentra inmersa en su última producción literaria) los recuerdos de mi infancia acaecidos entre 1962 y 1964, cuando al igual que Nino, el principal protagonista de la novela, tenía yo entre 9 y 11 años de edad. Ocurría entonces, sin tener siquiera un mero atisbo de coincidencia, un cierto paralelismo campestre y literario que, transcurridos muchos años después, pareciera que hiciera ahora también de mi persona un (co)protagonista inesperado del libro de Almudena Grandes. En esos dos años de infancia, ya cercana la adolescencia (aunque todavía muy presente la edad de la inocencia), que en el caso de Nino suceden entre los años 1947 y 1949, estaba yo maravillado por la lectura de los libros de aventuras de Karl May, y sus páginas tenían  una feliz continuidad tanto en los juegos posteriores en un misterioso jardín de un pequeño pueblo cercano a Salamanca, como en la formación de la personalidad y el carácter del autor de esta entrada. Lo mismo le sucedió, sin yo saberlo, a Nino, quince años antes, aunque en situaciones bien distintas a las mías.


Uno de los grandes aciertos de "El lector de Julio Verne" es el clima y el territorio. "La gente dice que en Andalucía siempre hace buen tiempo, pero en mi pueblo, en invierno, nos moríamos de frío. Antes que la nieve, y a traición, llegaba el hielo. Cuando los días todavía eran largos, cuando el sol del mediodía aún calentaba y bajábamos al río a jugar por las tardes, el aire se afilaba de pronto y se volvía más limpio, y luego el viento, un viento tan cruel y delicado como si estuviera hecho de cristal, un cristal aéreo y transparente que bajaba silbando de la sierra sin levantar el polvo de las calles". Un clima que perfila y transforma la geografía del pueblo protagonista de la novela, Fuensanta de Martos, en las estribaciones de la Sierra Sur de la provincia de Jaén, más abajo de Sierra Morena. Gélida en invierno, cálida como un yunque durante el estío, la región penibética en la que sucede la acción cambia de orografía y de paisaje según varían las estaciones del año, y así, al unísono, se modifican sus personajes, sus hábitos sociales, su carácter y su papel como pueblo. El campo, el monte bajo y la sierra con sus crestas, los caminos que llegan a las ventas y cortijos diseminados por mil senderos distintos, el río y las pozas llenas de cangrejos, el aire siempre, todos forman un tapiz de hermosísimos colores y olores diseminados, la paleta de la autora traza con mano segura un ambiente de esmerada escuela paisajística, fragancias de miel y de jara.

Igual de logrado que el territorio aparece caracterizado el mismo pueblo de Fuensanta de Martos, con sus calles llenas de polvo, las tabernas siempre abiertas, las casas blancas construidas entre estrechas esquinas, las ventanas mostrando en sus enrejados los crespones negros que muchos de sus habitantes, en un alarde de valentía, mostraban ocasionalmente para protestar por su situación y dar imagen a la represión de la peor hora del régimen franquista (que ya duraba 10 largos años); un pueblo cuyos vecinos se hallan sojuzgados por el terror de una guerra interminable. Muchos hombres del mismo pueblo y de otros de la comarca (Torredonjimeno, Los Villares, Castillo de Locubín...) han huido a la sierra, se han subido al monte para continuar a su manera la lucha contra la dictadura franquista, como miembros del maquis, como guerrilleros que, a lo que más que pueden aspirar es a no dejar más viudas ni huérfanos en el llano, a huir en algún momento propicio a Francia. Entre ellos se encuentra Cencerro, alias de Tomás Villén Roldán, el más famoso de los guerrilleros de la Sierra Sur, personaje real que, al igual que otros tantos que aparecen en la novela, sorprende al lector por su arrojo y su lucha desesperada, por el fuerte compromiso social e imbricación familiar con sus paisanos, por una arrogancia rayana con el más típico y bienhechor bandolerismo andaluz, por sus muchas muertes y resurrecciones.

Si Cencerro actúa como protagonista idealizado en la supra-pantalla panorámica de la novela, es Nino, el chaval que entre 1947 y 1949 cumple sus nueve, diez  y once años, el personaje principal y central de la misma. A su alrededor, como satélites perfectamente delineados, le circunvalan  su padre, el guardia civil del pueblo Antonino Pérez, Pepe el Portugués, un paisano solitario que vive la vida a su manera, alejado de los propios términos municipales, a su antojo y sin compromiso aparente y Elena, una maestra tardía y comprometida en enseñar a Nino la vía de escape de la literatura (esta vez utilizando de forma acertada al escritor francés Julio Verne, paradigma de la mejor novela de aventuras juvenil), la lectura y la conversación compartida como mejor método de educación y formación moral. La madre de Nino, Mercedes, crudamente retratada por la escritora, en una grandeza descriptiva que la sublima como la gran mujer de la novela, el sargento Manuel Sanchís, sin duda el mejor y más logrado secundario de la acción, los hombres del pueblo de Fuensanta de Martos, todos apodados con los típicos motes localistas, igual que sus mujeres y familiares, la mayoría de ellos presos en un mundo sin posible escapada, atrapados en un círculo viral de muerte, de tiros en la espalda, de aplicación de la ley de fugas, de sospecha contínua de colaboración con el enemigo.

Almudena Grandes utiliza en numerosas ocasiones la elipsis temporal para desarrollar la técnica narrativa en sus novelas. En este caso de "El lector de Julio Verne" no deja de hacerlo sin la maestría que la caracteriza. El mero transcurso de la acción, bien sea en su proximidad más cercana o en la lejanía que va ligando la historia de la novela con otras secuencias que aparecen, por ejemplo, en su anterior obra de "Inés y la alegría", otorgan al libro una perspectiva histórica que adquiere mucho más significado si se ha leído esa su primera obra de sus "Episodios de una Guerra Interminable". Bien sea en el tramo corto de la acción, con ese método de escribir según ocurren las cosas y según piensa el protagonista, sin importar si lo escrito liga aparentemente con lo que sucede a continuación (casi siempre lo hace...), o bien sea en la descripción de los acontecimientos más prolongados en el tiempo, y que culminan casi 30 años después de aquel año inicial de 1947, la acción de la novela no decae en ningún momento, manteniendo siempre atenta la mirada del lector.

Si tuviera que poner una pega a la novela de Almudena Grandes no lo haría, como el conocido crítico literario J. Ernesto Ayala-Dip así hizo en su breve artículo publicado en el suplemento Babelia de El País , en el momento de la aparición de la novela (marzo de 2012), basándome en la apreciación de grave error de bulto que para dicho crítico supuso el agregar una cuarta parte a la obra, un añadido histórico de apenas 12 páginas que, según él,  rompe el criterio soberbiamente elíptico de la novela. Injusta acusación para tan poco recorrido narrativo. Suena cuando menos exagerado que en apenas una docena de cuartillas, sobre un total de más de 410, se vaya al traste la obra o deje de considerarse a la novela de Almudena Grandes como un producto bien acabado. Esta breve addenda que añade la escritora en la parte muy final de "El lector de Julio Verne", y que es semejante a la que mucho más extensamente incluyó (también al final del libro) en su anterior "Inés y la alegría", tiene como motivo fundamental el dar al lector una información básica sobre el entorno histórico en el que se desarrolla gran parte de la novela; la exposición de una realidad, narrada con tramos de relato periodístico si se quiere ver así, que facilita al interesado la visión de unos acontecimientos reales y que forman parte de la estructura misma de la novela.


No será así. Mi pega, el desencanto final con la, por otra parte, magnífica obra de Almudena Grandes es la impostura que, en una parte no menor de la novela, se hace con la voz de Nino. El protagonista que tiene que hablar, razonar y actuar es el Nino de 9 a 11 años de edad que, al igual que los personajes de las muchas novelas de Julio Verne que va leyendo, sobrevive desigualmente en su difícil infancia de posguerra. La voz, la razón y las explicaciones a la acción narrada con las que se encuentra el lector, sin embargo, pertenecen al relator de la novela, un Nino 30 ó 40 años más viejo. La voz de la  inocencia de la infancia, que se presupone actora en el relato, se sustituye por la voz del análisis y del razonamiento de la madurez del Nino mayor y, al cabo, en muchos de los diálogos de la obra, en no pocos parajes de la misma narración, existe una sensación de suplantación, de una voz debida a un niño y robada por un adulto, un niño de 9 años que no puede pensar así, no puede actuar de esa manera, no puede hablar como si fuera mucho mayor. Esa es la sensación que queda, la de una usurpación. Una lástima.





8 abr 2016

NOCHES DE RADIO Y ROSAS.



GANDALF                                    "GANDALF"
Posiblemente algunos pensarán que puede resultar un tanto incongruente dejar que la aguja del Technics SL DD-020 caiga aleatoriamente (casi sin quererlo hacer) sobre la cara B del "Eccsame The Photon Band" de los Lilys (el tenue aullido del viento entre las terrazas ampara la descarga eléctrica de los primeros acordes de "The Hermit Crab"), cuando de lo que se pretende hablar es de un disco bastante diferente. También puede comprenderse como excusa que en ese preciso momento, a primer golpe de capricho, uno (el escritor) escoja automáticamente el disco con el que está últimamente ocupado (cual es el caso con la banda de Washington) sin apenas importarle que el tema principal de la entrada, incluyendo obra y protagonistas, sea  el de una banda distinta. Esta situación que, como pretendía inducir con mis primeras palabras, pareciera ser incoherente, al seguirla otorga al autor la magnífica ventaja del feliz desorden, desconcierto buscado que atenta contra el método natural de las cosas. Nada en definitiva como alejarse del objetivo (pre)meditado para asimilarlo mejor  en su variedad y perspectiva.

Así me ocurre al rememorar (en este tiempo en que afortunadamente todo tipo de excesos aun no han pasado factura) el paseo descalzo por el paso de cebra entre Abbey Road y Garden Road (homenaje personal y tardo-juvenil al mejor disco de The Beatles), y lo que se supone que es realmente mi deseo en este momento, hablar del cruce de otras famosas esquinas urbanas, las de McDougal Street y la Sexta Avenida (a la altura del 118 West 3rd St) por ejemplo, cuando pretendía entonces enfrentarme en mi primera visita a Nueva York a una fachada antaño ocupada por el famoso Night Owl Cafe (en ese momento desdibujada por una inmensa y sucia carpa blanquecina que tapaba gran parte del edificio).

El Night Owl Cafe fue en el Nueva York de los primeros años 60 (al margen de la inmensa y riquísima órbita del jazz y sus clubs de la calle 52, ámbito en el que la ciudad estadounidense no tendría parangón universal) cuna y paradigma del mejor movimiento folk- early-electric que acabaría sacudiendo la escena musical de la costa este americana. Recogió (evidentemente en mucha menor escala de audiencia, aunque no de importancia) el espíritu iconoclasta y el ambiente novedoso de las anteriores sesiones acaecidas en el Brooklyn Fox Theater (festivales musicales que Alan Freed organizara a partir de 1959 bajo el nombre de Easter Jubilee en la misma ciudad) para, amparando esa misma atmósfera juvenil y contestataria que alarmantemente para el stablishment empezaba a consolidar nuevos aires de cambio y costumbres más liberadas y deshinibidas, dar cabida a un nuevo público universitario y bohemio que también deseaba apuntarse a un carro que ya entonces parecía desbocado.

En ese ambiente tan emotivo (sin comparación alguna con nuestra conmovedora Semana Santa),  y quizás reflejado en ese paisaje figurado que nos mostrarían unas desordenadas y concurridas colas de asistentes que (entre chupada y chupada de la mejor maría colombiana) pretendían acceder a los numerosos conciertos que programaba el Night Owl Cafe, un personaje como Bob Dylan trataba de colarse sin pagar  la entrada. Algunos documentos periodísticos de la época así lo reflejan y curiosamente no pasaba lo mismo (¡menudos son los cronistas neoyorquinos para dejar de hurgar en la herida si pueden...!) con otras luminarias de la época (Spector, Andrew Loog Oldham, miembros de los Stones y Beatles, Who, Motown chicks, british´s crusaders, periodistas y ejecutivos musicales y dj´s) que, atraídos por la fama instantánea del local, visitaban el club de Greenwich Village pagando los correspondientes 1,50 dólares de admisión. El portero del garito, un tal "Jack The Rat" (impresionante y fornido hobo de entonces, sin apenas dentadura), seguramente no se percatara de la posterior grandeza de su misericordioso acto, y obviando el pago de acceso al recinto al colosal personaje de Duluth, le liberara seguramente de los perniciosos efectos de alguna bronca reciente con su Sara de entonces.

[Han pasado algunos días de lluvia y parte del nuevo salón se ha llenado de goteras. Quisiera creer que por esta incómoda situación la actividad del escribiente ha quedado paralizada. Parece como si esas causas de fuerza mayor hayan tomado la iniciativa justificando la pereza connatural del escritor. Afortunadamente los ecos de las canciones de Gandalf han mantenido vivos los recuerdos en la mente del autor y, días después del diluvio virtual, me dispongo a intentar seguir una huella que se supone incómoda y nada fácil.]

Observo detenidamente la palma de mi mano con la intención de encontrar alguna guía crepuscular, nunca prevista anteriormente; algún camino que me lleve hacia ese lugar que abandoné hace poco, dificilmente localizable ahora mismo. Llegar hasta aquel paisaje que pretendo revivir sin haberlo visitado todavía para volver de nuevo a la cara A del disco, concretamente al conocido hit de los 40 y 50 que a  Bing Crosby y Peggy Lee, el maravilloso "Golden Earrings", les proporcionó algo de fama y más dinero. Nada semejante por el contrario para nuestros protagonistas de Nueva Jersey salvo, eso sí, la feliz constatación del aficionado que piense (como lo hago yo en este momento), que se trata de una muy lograda versión de un Pete Sando (líder del grupo Gandalf) que hace de la lejana garganta del Colin Blunstone de The Zombies un alma gemela a la interpretación de nuestro cantante americano. La utilización durante la grabación de la Binson Echorec, unidad potenciadora de ecos especiales que ya venía utilizando la banda en sus conciertos en vivo (a semejanza de lo que por entonces también hacía gente como The Blue Magoos) propiciaba que tanto la voz de Pete como su guitarra en onda fuzz se conjuntaran perfectamente con los audaces acordes del Hammond B-3 de Frank Hubach. La batería de Davy Bauer, con fuertes raíces jazzísticas, se amoldaba perfectamente a un sonido liberado y también barroco, parecido al de los grandes The Left Banke. El bajo del último integrante de la banda, Bob Muller, vecino de infancia y compañero de correrías musicales del mismo Pete Sando (desde la época de los famosos conciertos multi-étnicos en el Brooklyn Fox Theatre ya mencionados), dispensaba a la banda de gran parte de su poderoso contenido rítmico, a veces más heavy (en la onda progresiva sixties, entendámonos), en otras ocasiones más alineado con el ambiente sunshine pop californiano.

La introducción del sitar de Pete Sando (modelo Danelectro) en el tema estrella del album (y que abre su cara B) "Can You Travel In The Dark Alone", puede que no propicie que la Meca desaparezca por su incongruencia mística y paranoia giratoria, tampoco logrará que el Vaticano se vea obligado (urbi et orbi) a reconocer la falsa benevolencia de su dogma, pero para algunos creyentes nada más evocador que la escucha de esa nueva oración musical, compuesta por Pete Sando cuando era todavía estudiante en la Fairleigh Dickinson University, y que nos eleva hasta cimas de un ambiente compositivo que Usher o Boettcher ya lograban al otro lado de la costa americana. Este tema, junto al que cierra la cara B "I Watch The Moon" (otro de los tesoros del disco), son las únicas composiciones propias de Sando, el resto son covers que la banda interpreta con una elegancia de párpados gitanos. Tres temas escritos por Tim Hardin, los sublimes "Hang On To A Dream", "Never Too Far" y "You Upset The Grace Of Living", alcanzan en las versiones de Gandalf  aún más altas cotas artísticas; otros hits interpretados en su día por Harry Belafonte ("Scarlet Ribbons") y Nat "King" Cole ("Nature Boy"), además del anteriormente comentado "Golden Earrings", y dos temas más compuestos por Gary Bonner y Alan Gordon (por entonces autores de éxito en temas especialmente creados para The Turtles), "Tiffany Rings" y "Me About You" completan un album de rotunda y ruda delicadeza, una de las más codiciadas piezas del pop-rock excesivo y barroco de finales de la década de los 60.


Mientras escuchaba debajo de la almohada la emisora de Radio Luxemburgo en aquellos largos veranos de Fuenterrabía, o la American Forces Radio de Torrejón de Ardoz desde Madrid, diez años antes Peter Sando hacía lo propio desde su Nueva Jersey natal con las emisoras de rock de la vecina Nueva York. El amor mutuo por el rock´n´roll se fraguó en aquellas noches de radio y rosas. Pete decidió entonces dedicarse a la música, mientras que el autor de esta entrada todavía anda buscando un extraño camino bajo los soteros empalmados de la sierra de Guadarrama. La historia de Peter Sando, mucho más interesante, recoge con una precisa y demoledora exactitud, la ruta que muchos otros jóvenes americanos de su generación encontraron gracias a personajes como Alan Freed y a las emisoras de  radio. El alcance mediático de canciones míticas de la época ("Golden Earrings", "Scarlet Ribbons" y "Nature Boy"  lo fueron), sumado a la influencia de numerosos artistas y bandas de prestigio ya en su juventud,  forjaron el ánimo para la formación de sus primeros grupos (Thunderbirds) y el lanzarse a  sus primeras actuaciones en el triangulo estatal de Nueva Jersey, Nueva York y Connecticut. Sus primeras excursiones como The Rahgoos (acepción inmediatamente anterior a la de Gandalf) al Greenwich Village de 1966 y 1967, en una atmósfera de incipiente y experimental vanguardia musical (tan aparejada al ADN de la ciudad neoyorquina), les deja verse y actuar en salas míticas como el ya mencionado Night Owl Cafe donde coinciden con John Sebastian y The Lovin´Spoonful, con el James Taylor de The Flying Machine, The Strangers, The Magicians o The Blue Magoos. En el Cafe Wah? asisten a los conciertos de Jimmy James & The Blue Flames, donde un tal Jimi Hendrix destaca ya por su innovador impulso guerrero.

También como muchos de sus artistas y grupos coetáneos experimentan el sabor agridulce de aquella inolvidable época. Grabaciones accidentadas de su único y comentado homónimo Lp, este "Gandalf" de finales de 1967, no verá la luz hasta 1969. El resultado final del trabajo en los Century Sound Studios bajo la batuta de Don Rubin como productor no deja en nada satisfecha a la banda. La ausencia de los miembros en las mezclas finales de los temas incluidos en el disco distorsiona, de forma alarmante, la potencia que había hecho de la banda uno de los directos más excitantes en el circuito de clubes del Village. Las muy posteriores reediciones de Sundazed y Capitol consiguen recoger mucho más fielmente el verdadero y apasionante sonido de la banda pero, para mayor escarnio, ese último sello, responsable de la distribución inicial del album, confunde los artistas y entrega equivocadamente en las tiendas bajo el nombre de Gandalf el trabajo que habían editado simultáneamente el grupo Lothar & The Hand´s People. El arreglo de tamaño descuido retrasa la salida efectiva del Lp un año más. Para entonces la banda, falta de apoyo promocional y abatida ante la situación provocada por la industria, recoge velas y decide disolverse. Demasiado poco tiempo de vida (1965-1968) para un grupo que mereció mucha mejor suerte. Demasiado poco tiempo de audición (apenas 32 minutos) para un Lp que, créanme, merece el calificativo de auténtica joya musical.





27 mar 2016

HALL OF FAME VOL II : NIKKI & EPIC





SWELL MAPS                   "A TRIP TO MARINEVILLE"
No he tomado aun la decisión de hacer de este blog lo más caótico que pueda imaginarse, quizás me decida a ello en alguna de estas noches intoxicadas.. Nada que ver con la realidad irreal de las últimas noticias entonces, tampoco con un nuevo movimiento fauve, avant la lettre. El caso es que tenía pensado desde hace tiempo presentarles a uno de mis grupos favoritos, Swell Maps. También, de paso, decidí recrearme en una especie de homenaje a sus dos más conocidos integrantes, Nikki Sudden y Epic Soundtrack. Sería demasiado fácil introducirles simplemente como dos hermanos gemelos (lo eran en la realidad real, aunque no nacieran ni el mismo día ni el mismo año), y además incluirles por méritos propios en el segundo capítulo de HALL OF FAME (El primero dedicado a Jeff Dahl). Dos hermanos unidos por su amor por la música, entendida como espejo de sus propias vidas; música por supuesto firmemente alejada de la vertiente comercial al uso. (Para su información: sigue en la brecha el bajista original de Swell Maps, Jowe Head, quien recientemente actuó en la sala Juglar de Lavapiés. Merece la pena prestarle toda la atención posible). Música entonces percibida como bálsamo y herida al mismo tiempo. Empecé entonces a dudar de que algo tan serio como la música que me gusta pudiera servirme de argumento válido frente a la pretendida intención de convertir el blog en anarquía de salón. Dejaré la idea para otra ocasión.


Así que, para combatir cualquier intención desvirtuadora de la seriedad debida al blog y a su dueño, imaginé proyectar otra entrada sobre los primeros arcos-voltaicos de luz nocturna que observé en mi nuevo piso. Un re-make de "Reflejos sobre un ojo dorado", actualizado con banda sonora proveniente del inmenso arcoiris musical que ha creado mi cabeza estas últimas semanas. Fue el primer momento en la nueva estancia en el que recuperé un cierto grado de juventud perdida, una libertad que ni siquiera suponía estaba aun latente. Como un flechazo entre Roy Rogers cantando y Dean Martin sorbiendo su penúltimo scotch; parecido a un guiño imposible entre Rajoy y Zappa cuando observan, asombrados, la verdadera razón del crimen en las secuencias iniciales de "Blow Up". Me encontraba sobrepasado.

Y los arcos-voltaicos me transportaron en un paréntesis hasta que llegué a "...I got a full moon...",  estribillo-guía-variable-moderno-post-68 que ahondaba en excéntricos lugares. Se dirigía a aquellos en donde puede que se apreciara mejor esa extraña visión de la luna que Swell Maps pretendía mostrar.  Pertenece a uno de los temas ("Full Moon In My Pocket") de su album "A Trip To Marineville", grabado por el sello Secretly Canadian en 1979 y reeditado por Mute Rcds. en 2012. "...a full moon in my tail light / ...a full moon in my port sight"..., delicioso, ¿verdad?. No lo es menos (cogido al azar, se lo prometo...) ese "There´s gunboats in the estuary to cut you and protect / Gunboats float like cemetries inside your guitar" que entonan en el tema "Gunboats"; pero parece que en este caso la imagen que aportan se mueve más en la línea política. ¿Swell Maps una banda antisistema a finales de la década de los 70?. La grabaciones de "A Trip To Marineville" corresponden a los años inmediatamente anteriores de la fecha de grabación, cuando el grupo intentaba asentarse como una banda de rock con proyección futura, sin vuelta atrás.

[Nikki Sudden, alineado entonces en la instrumentación eléctrico-guitarra-ballad-rock, su hermano Epic Soundtrack más percusionista de batería y piano-eléctrico, aparecen repentinamente en una escena que rompe todo el guión establecido para dar cabida a la segunda opción, recuerden la de los arcos-voltaicos. Intentan hacerse con el poder del post de manera sutil y extravagante. Vestidos con decadentes chales y cazadoras blancas, arquedas por tantos años de rasgar la guitarra y rascarse el bolsillo, miran con saña al escritor y lanzan su definitivo pulso. Persiguen con eso borrar de mi memoria otros acontecimientos que tuvieron su momento de gloria durante las últimas fechas de la reciente mudanza] 

La grata mezcla de aromas afganos, té birmano y hebras secas de patchouli me devuelven a aquel instante impreciso en que pretendía hablar de los dos hermanos, mejor sin destacar a ninguno de los dos en concreto, ambos personajes de un argumento musical genuinamente liberador. No podía hablar de Nikki sin hablar de Epic, parecía como si me inundara una sensación de testimonio falsificado, de aficionado que debe tanto a los dos como para no dividir su percepción, lunificándola forzosamente. Hasta llegué a pensar que ellos eran realmente los auténticos "glitter twins".

¡Que feliz acontecimiento! Dedicar ese tiempo (que nunca pretendo de descuento) para pensar en esas supuestas y brillantes venalidades. Banalidad de intentar recordar los momentos que por su intensidad imaginativa tuvieron mayor repercusión en estos días tan ausentes de arcanos y rosas. Epic Soundtrack se atreve a tocar la campanilla de las once de la noche en el Pub Babylemonade (también Syd Barrett tuvo su oportunidad) y dice "...let me alone to rest my head", quizá como anticipo de una muerte gemela a la de su hermano Nikki. En esa penúltima hora todos los congregados alrededor de la barra apuran su última pinta y anticipan sus primeras caladas de Holborn. Estamos en el club Kino de la tristemente célebre ciudad austriaca de Ebensee. Allí actúa Epic en octubre de 1995 con su banda e interpreta varios temas que quedan recogidos en la cara B, dedicada en buena parte al concierto mencionado, en su Lp "Everything Is Temporary", grabado en 1999 gracias a los esfuerzos del mismo Nikki. (Reeditado hace algunos años por los italianos del sello Abraxas). En "Everybody else is wrong" se decanta por la resistencia somnolienta ante las opiniones de los demás, falsas tantas veces. El ambiente obsesivo y dulce de un cuarteto de cuerda que ha sobrepasado repentinamente la velocidad del propio sonido. Los rasgueos de guitarra en "Wild Situation" suenan a operación quirúrgica sin anestesia en las trincheras franco-belgas del 14.

Y por propio criterio es Nikki en su "Dead Men Tell No Tales" de 1986, editada también por el sello Secretly Canadian, el que aparece en escena, ..."...when I cross the line / I´ll be in your arms / Just like I was / when we were young"...("When I Cross The Line"); también el que sorprende con su bouzuki en "Girl With The Wooden Leg", combando hacia un cielo estrellado una melodía de última luz en las celdas de las prisiones, o el que, empleando el dulcimer en los 0:32 minutos de "Dog Rose", anticipa en cámara lenta del beso de Ariadna el último aliento. Sus pulsaciones en la guitarra representan otro homenaje a Alex Chilton, cada caída de muñeca no solo hiere las cuerdas del instrumento, imprime en ellas una ensoñación que adelanta el perfume del sonido, queda expuesta al núcleo de una mano tan lívida como la del Greco. De la boca de la guitarra en "Kiss At Dawn" cuelgan aun los últimos filamentos del verso..."...I watch you as you float away / And I´m still crying day after day", cuando se cierra repentinamente la puerta y entra en el cuadro la necesidad imperiosa de ver el campo mojado por la reciente lluvia. Su voz en "Vertical Slum" reverbera todavía a un Marc Bolan,  héroe de juventud en los primeros años de la década de los 70 .

Asombra pensar que a estas alturas del texto no haya habido (por parte del autor) todavía una referencia más explícita y centrada sobre este primer disco de Swell Maps, "A Trip To Marineville". Obra que pareciera reclamar sin mayor conocimiento (o con una audiencia mediocre del disco por parte del oyente despistado) el carácter aparentemente caótico del grupo. Nada más lejano a la realidad. Este album está sometido a una muy premeditada propuesta rayana en el rock experimental (tan destacada en gran parte de sus surcos, y que muy pocos grupos se atrevían entonces a hacer). Mezcla importantes cuotas del glam de T.Rex, Mott The Hoople y Faces con los acordes extremos y minimalistas del kraut de Can, acaso lo único imprescindible junto a la filosofía del DIY emanada del punk para que una banda se pusiera en marcha. Las repetitivas secuencias ardientes de guitarra (en la escuela de Glen Branca) serán otras de las características del grupo y conformarán, para los posteriores seguidores de la banda de Solihull, una seña de identidad que algunos miembros de Sonic Youth o de Pavement (apenas diez años después de la edición del disco en 1979) revelarían como influencia destacadísima en la creación del sonido de ambos grupos. Nada por lo tanto de desorganizada anarquía y mucho que ver en ordenar el ruido propio de las entrañas transtornadas del rock.

Y es que le ocurre al autor el devastador efecto de quedar muy limitado a la hora de expresar dignamente la impresionante riqueza del primer trabajo de Swell Maps, tal son las variables que ofrece y los caminos a explorar en su fascinante mundo musical y óptico. Una abundancia de referencias líricas a las que no se les daba demasiada importancia hasta entonces. Frases y sentencias con un significado real para el oyente y que se alejaban explícitamente de la moda del decir-lo-que-no-tiene-significado-aparente-para-que-quede-muy-interesante. (Bob Dylan, otra primera influencia para la banda inglesa tuvo su parte de culpa en esa corriente pseudo-poética). Imágenes realistas que nos hablan de aeroplanos, submarinos, armamento, programas infantiles (el mismo título "A Trip To Marineville" proviene de uno de estos últimos, emitido por la TV inglesa durante la segunda mitad de los 70), comics, arte, coches o peluches. Tanto en las líneas de voces y coros principales como en aquellas que se emiten con una fingida desgana (característica muy inglesa la falta premeditada de entonación para asimilar parte de las canciones al efecto del spoken-word), se nos muestra Nikki Sudden como vocalista distinguido, una suerte de chanteur que arrostraría ya desde entonces su posterior imagen de músico dandy de culto.

La saturación de guitarras, propiciada en muchos de los temas de "A Trip To Marineville" por la confluencia histérica de los acordes básicos de Nikki (muy en la honda del mejor Johnny Thunders en "Midget Submarines"), el apoyo sangrante de Biggles (alias de Richard Earl, otro miembro que constituyó con David Barrington y John Cockrill el sexteto inicial de la banda en 1972) y el bajo tan preciso como desnudo de Jowe Head, facilitan a que extienda su hermano Epic lo más granado de su percusión a lo largo de toda la grabación. El piano de Epic Soundtrack (que felinamente rechazó la demanda que el sello americano Epic le interpuso por usar la misma denominación comercial que su división cinematográfica) en "Don´t Throw Ashtrays At Me" (maravilloso título), anticipa el embrujo melódico del que hará gala Epic en sus posteriores grabaciones en solitario. En otros temas como "Adventuring Into Bakestry" brujulea por caminos de mayor experimentación, cayendo las teclas hacia abismos de final inesperado. En todo caso su aportación instrumental es fundamental para crear una bella obra excéntrica, como esta de "A Trip To Marineville", en su mejor similitud de extravagante experimento musical.


Swell Maps fueron quizás la más importante banda underground de la escena inglesa de los últimos años 70. Con apenas ocho años de existencia (1972-1980), y tres desde que grabaron su primer single en su propio sello Rather Records (distribuido por Rough Trade, imprescindible referencia de la escena británica de entonces) hasta que se disolvieron, dieron buena prueba de tan justo calificativo (el apoyo de John Peel también jugo a su favor en ese aspecto). De hecho sus dos únicos Lps, este comentado "A Trip To Marineville" y el siguiente de 1980, ...in "Jane From Occupied Europe" (éste último más orientado a la experimentación instrumental si cabe), ocuparon los primeros puestos en las listas calificadas como underground de la época. Su escaso éxito comercial en el circuito mainstream de entonces se vio, tan solo en cierta medida, reconocido durante la prolífica labor posterior que tanto Nikki como Epic realizaron en Jacobites (ambos) o en Crime City Solution y These Inmortal Souls (en el caso de Epic, estas dos últimas bandas). La indudable originalidad y calidad de sus grabaciones en solitario, que se extendieron hasta los mismos años en que se suceden los fallecimientos de ambos artistas (1997 Epic y en 2006 Nikki) contribuyeron a hacer leyenda la vida y la obra de estos dos músicos inimitables. Su inclusión en este HALL OF FAME, a partes iguales, lo hacen ambos con todo merecimiento.