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8 abr 2015

RAREZAS VII. INSECTOS AMIGOS




THE INSECT TRUST                              "THE INSECT TRUST"
Cae una calma chicha, obtusa y ligeramente pesada en esta tarde del inicio de Abril, cuando intento derrotar a la distancia y al olvido. Procuro entonces evitar en lo posible el alejamiento y la amnesia que aun gravitan implacables sobre los momentos recientemente pasados, como si una carga apenas visible (pero tremendamente soporífera)  intentara evitar el que percibiera que aun sigo con vida. Y se agolpan, al compás de la jerarquía de los latidos, muchas de aquellas imágenes que me sirvieron para preservar los vínculos, los lazos de unión entre un ayer tan cercano, un presente pretendidamente vago y un horizonte de destierro. Libros, letras, páginas pasadas (qué difícil que vuelvan...), lenguajes y voces; amaneceres que me saludan desde tejados anónimos, fotografías, campos llenos de la primavera original, el calor de la mano de un niño en la mía. Música, discos, sonidos que atraviesan las paredes como espectros y se repiten una y otra vez, pretendiendo con su insistencia de muelles que me llegue la buena nueva, la celebración de un pequeño y gran acontecimiento. ¡Qué buenos son The Insect Trust!


Y al calor de esas imágenes que paulatinamente voy recobrando, aquellas que me hablan de la América de mitad y finales de la década de los 60, de su espectro social (tan amplio y cosmopolita) y de sus vínculos musicales, que son adecuadas también para la banda The Insect Trust y su obra, pudiera pensar que sería fácil (por ya haberlo hecho anteriormente) utilizar muchos de los conceptos, ideas y reflexiones que sobre las bandas americanas de la época (y aquellos estilos musicales homogéneos) he empleado en otras ocasiones. Mas, afortunadamente, en este caso no es enteramente así. Y no lo es porque The Insect Trust, sin duda unido intrínsicamente al ambiente de la época, fue el único grupo que supo y pudo (en apenas dos grabaciones) amalgamar gran parte del legado musical autóctono americano sin dejar por ello, como si les estuviera exclusivamente encomendada esta misión, de explorar las fronteras estilísticas del nuevo rock´n´roll hasta sus más exógenos límites. Y no, no me son ahora ni siquiera suficientes los múltiples ejemplos del "cruce de caminos" (como casi siempre refiriéndose al aspa que recoge distintas influencias musicales y hace de ellas agua y sendero) como base explicativa de lo que les comentaré a continuación. No, por que The Insect Trust traspasaron los límites y llegaron, también, más lejos que ninguno de sus coetáneos..

Imagínense por un momento (ese instante que espero se repita ante ustedes como una diástole perenne) una marmita donde quepan todas las clases de música posible. Desde la clásica, con su enormidad arquitectónica occidental, la percusión y el ritmo primitivo africano, los ecos estelares de las praderas orientales (al galope de los compases indostánicos y "haikus" japoneses), el folklore de las cosechas y los ciclos solares, extendidos por todos los continentes desde tiempo inmemorial, hasta los ritmos religiosos de la América pre-hispánica, combinados con las melodías de los emigrantes y esclavos. Todo ello mezclado de forma adecuada, y aprehendido más que plausiblemente a través de los distintos estilos posteriores (blues, country, folk europeo, old timey anglosajón, jazz, jug bands, psicodelia...), de tal manera que el resultado obtenido se convirtiera en una pequeña orquesta multicultural en la que, dando preeminencia a la raíz americana, cada uno de los hombres y mujeres oyentes se pudieran reconocer, como humanidad esperanzada, en sus distintas tonalidades y armonías. Si es así como se lo imaginan, nos vamos entendiendo.

Evidentemente este pequeño milagro tuvo sus protagonistas. Bill Barth y Nacy Jeffries, pareja de las zonas próximas de Nueva York y Nueva Jersey y núcleo matriz del grupo que, por razones estrictamente identitarias (comunión con el movimiento hippie), inician su viaje hacia San Francico a mitad de 1965 para no llegar, sin embargo,  más lejos de Memphis. Su antigua pasión por el conocimiento teórico y expresivo del blues hace que se establezcan en la ciudad de Tennessee y empiecen al cabo a darse a conocer en los escenarios de la ciudad. No lo hacen entonces como grupo, ni siquiera emplean el nombre de The Solip Singers (apelativo con el que se dieron a conocer en la costa este inicialmente los mencionados Jeffries y Barth), si no como meros músicos de covers (mayoritariamente dylanianas) y posteriormente de estudio. Desde Memphis marchan a Little Rock en Arkansas donde conocen a Robert Palmer, otro de los miembros singulares de la banda. Sin poder ser todavía considerados como miembros de un grupo strictu sensu (aunque se presentaran en la ciudad de Arkansas en muchas actuaciones como The Primitives, nombre que nos da una idea bastante exacta de su mentalidad musical), Bob integra a Trevor Koehler en la cuadrilla para terminar, ya instalados a medio camino entre la misma Memphis y Nueva York, con Luke Faust como quinto y último miembro del clan.


Llega un momento en que Nancy, entonces novia de Bill Barth, convence a éste último de la necesidad de formar una auténtica banda y, aleccionados por su capacidad y talento como compositores, intentar realizar alguna grabación. Tal interés les conduce de vuelta hacia Nueva York, estamos ya en 1967, donde se instalan entonces Jeffries, Barth, Palmer, Koehler y Faust bajo el nombre de The Insect Trust, sinónimo de uno de los episodios narrados por el escritor William Burroughs en su célebre texto "El Almuerzo Desnudo". Inicialmente se establecen en Manhattan para después hacerlo en la vecina Hoboken de Nueva Jersey, a la sazón población con la mayor concentración de bares de todos los Estados Unidos y, lo más importante, infinitamente más barata que la vecina ciudad de los rascacielos. Palmer, acto seguido, a través de alguno de sus contactos en los medios musicales de Manhattan, consigue varias audiciones del grupo ya con material propio y, fruto de ello, un contrato con el sello Capitol y un anticipo de 25.000 $ para la grabación de su primer álbum homónimo.

Publicado en 1968, este primer trabajo de The Insect Trust nos presenta a unos músicos con personalidad creciente y más que bien consolidada. Bill Barth a la guitarra, virtuoso del instrumento y con fuertes vínculos en las raíces estilísticas americanas. Nancy Jeffries, voz aterciopelada que se mueve entre tonalidades Baez, Slick y la mejor escuela inglesa folk (Sandy Denny [Fairport Convention, Fotheringay] , Annie Haslam [Renaissance], Maggie Bell [Stone The Crows]). Robert Palmer, además de excelente clarinetista y saxofonista, una de las mejores plumas en los medios musicales alternativos de la época ("Go Magazine") y posteriormente (en "The New York Times" como famoso articulista y escritor). A su lado, Trevor Koehler, saxo barítono, pianista e ingeniero de sonido (los maravillosos arreglos de cuerda de éste primer disco del grupo son obra suya) y Luke Faust, uno de los más acreditados banjos de la costa este y anterior miembro de los célebres The Holy Modal Rounders. 

Y éste primer disco de The Insect Trust, desapercibido entonces (como ahora, me temo) para una gran mayoría de la audiencia, exhibe de manera apabullante la categoría musical de sus miembros y la extraordinaria apuesta en la que se habían embarcado. Una mezcla bizarra de country-blues, folk-rock surrealista, free-jazz , puentes vocales escuela de Memphis, arreglos de cámara clásica, psicodelia de manual bíblico (versión Antiguo Testamento), que nos acercan a personajes y bandas como Skip James, Bob Dylan (el de "Highway 61 Revisited"), Pharoah Sanders, Roland Kirk, The Left Banke, a veces al pop-soul de Booker T & The MG´s, otras a unos The Fugs y The Holy Modal Rounders más accesibles. También a paisajes apalachianos del oldtimey rural de Roscoe Holcomb y a textos aparentemente de belleza inconexa que autores como Burroughs y Thomas Pynchon (escritor con el que la banda tuvo relación anterior y posterior a la grabación de este disco) propician en sus obras mayores. Un significativo esfuerzo de fusión que nunca antes se había dado en toda su infinita amalgama de posibilidades y que, más que estructurarse en valorar la armonía, se focalizaba en el sonido, una suerte de ascenso de ángeles sin barreras aparentes.


Este tipo de bandas, tan escasas por no decir exclusivas, a finales de los años 60 favoreció el que fueran teloneros en muchos de los conciertos y festivales de la época. Su planteamiento ecléctico y nada común con los cánones estilísticos entonces imperantes, facilitaba que no chocaran con las luminarias y grupos más reconocidos. Así como Sweetwater, banda en la línea de The Insect Trust aunque de sonido algo más convencional (y de la que recomiendo encarecidamente su homónimo primer Lp) abrió el festival de Woodstock en 1969, The Insect Trust lo hicieron en numerosos conciertos en los que Frank Zappa y sus Mothers of Invention, Santana o The Doors, cabezas de cartel, no podían sentirse celosos ante una banda tan distinta como The Insect Trust. Imposible que les pisaran el protagonismo a ellos inicialmente debido. Un grupo, en definitiva, que fue el primero en estirar hasta el paroxismo (figuradamente) las posibilidades que la libertad de la época permitía y que, como resultado, ofrece una obra de sorprendente experimentación e inigualable belleza.







4 comentarios:

  1. Cuánto tiempo,,,,
    En la época en la que descubríamos a este tipo de grupos aún no había Internet, y a veces los pillábamos a voleo, sin orden: por la razón que sea, a Insect Trust los conocí por su segundo disco, el de Hoboken, que es casi igual de bueno que el primero aunque con unas leves diferencias (tal vez tiene un tono un poco más "americano" que el primero, que para mí es básicamente folk). Y a veces esa lotería te favorece, porque tras ese me pusè como un loco a buscar el otro, el que tú comentas hoy, que es ya la guinda del pastel.

    Parece mentira que este tipo de discos no hayan pasado del semi-anonimato, pero la época fue tan fecunda que no había sitio para todos: otra explicación no hay. Porque en efecto, este disco, este grupo es una joya, Como otros cuantos de su talla.

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    1. Pues es cierto, los descubrimientos discográficos se debieron muchas veces al azar y, una vez pasado el tiempo, esa ausencia previa de referencias parece que nos ata más aun a los objetos descubiertos. Voy en camino inverso al tuyo y ando buscando su segundo trabajo el "Hoboken Saturday Night", más que nada para refrendar mi magnífica opinión del primer disco.
      Saludos y gracias,
      Javier.

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  2. Javier ,

    Sigo con interés esta sección del blog "Rarezas" ya que descubro algunos discos muy buenos , digo algunos ya que en ocasiones si no tienes el disco lo has de encontrar y algunas de estas "Rarezas" cuestan su dinero. Por suerte existe Spotify y en este caso este disco de The Insect Trust esta disponible, ya sé que no es lo mismo que tener el disco y más este con la buena pinta que tiene la edición americana supongo) pero al menos podemos escuchar la música. Tu descripción detalla muy bien la grabación en donde se unen folk, pop y jazz y estas otras cosas como la "psicodelia de manual bíblico (versión Antiguo Testamento)" (como comentas), variedad de instrumentación y músicos de nivel con cierta formación clásica. Buena aportación al blog.
    Saludos,
    Jordi

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    1. Gracias por tu interés como siempre Jordi. Soy poco fan de las novedades tecnológicas, quizás por mi edad, puede que sea también por el hecho del apego a los objetos físicos y a mi convencimiento de que el sonido de un buen vinilo es inigualable al de cualquier otro formato. Esta gente de The Insect Trust son realmente un muy claro ejemplo de lo bueno que se hacía en una época determinada, donde gran parte del camino estaba aun por andar. Hoy por hoy casi todas las novedades te suenan un poco como repetición de lo pasado, es normal.
      Gracias de nuevo y saludos,
      Javier.

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