Al lado de aquellos artistas cuyo talento no ha sido suficientemente reconocido, y el caso del recientemente citado John Killigrew (ver "RAREZAS XVIII: ELOGIO DEL OBRERO INGLÉS) es claro ejemplo de la desalentadora normalidad de tal injusticia, existen otros compositores, otros hombres de música, cuya trayectoria ha estado jalonada si no por el éxito inmediato si por un masivo reconocimiento. En este lance se encuentra una figura como la de James Brown, la inacabable profusión de información que en la red existe sobre su persona choca radicalmente con el paupérrimo testimonio disponible sobre el artista inglés; puede que también ayude a entender la razón de los extremos la diferencia en el carácter de ambos músicos, retraído el británico, explosivo el americano, el primero encerrado en su propio mundo de simples alteraciones domésticas, el segundo un verdadero torbellino sanguíneo, un ciclón de entusiasmos imparables. La corriente naturalista hablaría aquí también de la influencia del entorno, la dicotomía entre la decadencia de una Birmingham gris y aburrida frente a un conjunto de pequeñas y exuberantes poblaciones del estado de Georgia, en ambos casos hábitats idóneos para otorgar a sus residentes un carisma especial, un vínculo inequívocamente ligado a su lugar de procedencia.
Ya tenemos prefigurado parte del marco distintivo de la personalidad de un artista como James Brown, dejemos ahora que entre la luz en una habitación colmada de sombras, de sueños. El ambiente atmosférico ha ido transformándose semana a semana, día a día, de hora en hora, cambiando el velo que lo cubre. A veces queda tapizado por el peso de visiones incomprensibles, de esos extraños besos llenos de sangre, hospedados en canciones nunca antes escuchadas; otras envuelto en repentinos cambios climáticos, a la suave lluvia le sucede una luz recién nacida, al cielo de alargados flecos azulados le sigue una titubeante niebla de becarios. Vuelvo a sentir un día cualquiera el bendito frío de la ultratumba de François-René de Chateaubriand mientras, en otra hora inconforme, me agobia el calor picajoso del insomnio. Caen los días sin saberlo, no son conscientes de ello, lo hacen sin hacer apenas ruido; envueltos en el desorden de las hojas del calendario, su marea tiende a ser brillante, así se mantienen hasta el almuerzo, se derrumban después en una tarde indecisa para terminar, muchas horas después, en el recuento de unos pasos que atraviesan el pasillo.
Estuve caminando después de comer, afortunadamente no me conmueve ninguna reivindicación política, tan solo me preocupa encontrar un plácido local donde pueda asistir a la final de la Copa del Mundo de Rugby el próximo sábado 2 de noviembre. Una vez solventada la papeleta compro un décimo de la lotería terminado en 00 (pensaba al salir del establecimiento en el grupo granadino 091, intentaba así justificar el más que probable requiebro del destino). Llegué a casa después de contemplarme en algunos escaparates comerciales, mi perfil era el de un improbable diputado electo, las arizónicas de las urbanizaciones vecinas llegaban tan solo a registrar el sonido de un correcalle solitario. Ya en casa dejo caer la aguja sobre el plato del equipo reproductor, suena "The Payback" de James Brown, "The Godfather Of Soul", así se reclama en la cubierta del disco el nombre del artista. La habitación comienza a desesperezarse, un burbujeo asciende desde la madera del suelo hasta el cercano techo, el ambiente de una inesperada fiesta llama a la puerta. Es esta una sensación muy diferente a las vividas con anterioridad, será que James Brown posee la suficiente entidad para retrasar la caída de la tarde, la entrada de las sombras crepusculares queda anulada por el descorche de la botella del funk más chispeante, del sonido de sus surcos se presiente el calor de las mejores caderas afroamericanas.
Algo me empuja aquí y ahora a hablar de dos dinastías Brown en la historia moderna de los EEUU, la del comerciante, traficante esclavista y banquero de éxito de Providence en Rhode Island (la ciudad natal de H.P. Lovecraft), fundador de la Brown University (una de las 8 universidades que conforman la exclusivista Ivy League) y apasionado defensor de la independencia, considerado, para mayor gloria propia, como uno de los padres fundadores en la sombra de la patria americana. Su educación liberal y puritana le impelía a denunciar los abusos de los capitanes de los barcos negreros cuando, para prevenir la expansión de cualquier plaga, lanzaban in itinere por la borda a aquellos esclavos contagiados (siempre que no fueran de su propiedad, quede claro). La otra dinastía es la de los Brown de Barnwell en Carolina del Sur, pobrísima cuna de nuestro artista. Originario de ancestros con sangre africana y cherokee, su padre, y asiático-africana, su madre, Joseph James Brown no responde a los primeros cachetes que sus tías le propinan después del parto, le apartan a un lado dejándolo por imposible. Este suceso, mencionado tal cual en la biografía del artista (y que tiene más bien pinta de ser una típica boutade), no deja de tener su significado; un Brown blanco y poderoso, amparado en el árbol de la vida por la gracia de Dios, el otro Brown, descendiente de esclavos y negro, abandonado incluso por sus manes tribales.
Desde su primer contacto con Bobby Byrd en el correccional juvenil de Toccoa (Georgia) en 1955, (verdadero descubridor del talento musical de un jovencísimo James, condenado entonces por robo), hasta su establecimiento definitivo, poco después de conseguir la libertad provisional, en Augusta, en cuyos International Recording Studios graba "The Payback" (Polydor Rcds, 1973), la carrera musical de James Brown se va sucediendo con una seguridad asombrosa. En 1956, con tan solo 23 años, ya obtiene su primer hit con el single "Please, Please, Please", un tema auspiciado por el encuentro con Little Richard durante un concierto en la vecina ciudad de Macon. Le acompañan los primeros miembros de su legendaria banda The Famous Flames, una formación que le seguirá durante quince largos años, hasta que a principios de 1970 se disuelven alegando los músicos graves desavenencias económicas con el líder. Los éxitos, tanto musicales como de gestión de su propia marca (cantante, compositor, productor, creador de sellos discográficos, bailarín, propietario de emisoras de radio y entretenimiento), le conducen hacia una posición de auténtica preeminencia en el negocio musical. Canciones como "Try Me", "(Do The Mashed) Potatoes" (¿porqué no aplicar este su famoso paso de baile en la pisada de la uva de la vendimia...?) , "Papa Got A Brand New Bag", " I Got You (I Feel Good)", "It´s A Man´s Man´s Man´s World", "Get Up (I Feel Like Being A) Sex Machine", "Say It Loud, I´m Black And I´m Proud" o "Papa Don´t Take No Mesh", estos tres últimos con su nueva formación The JB´s, se convierten en triunfos clamorosos y mantienen al artista durante muchas semanas en la cima de las listas de ventas mundiales.
Es su tema "Cold Sweat", incluido en su Lp homónimo con His Famous Flames (Polydor Rcds, 1967, un álbum en el que curiosamente prevalecen las versiones de otros compositores), el que inicia la época puramente funk de James Brown. Su música se africaniza, da entrada tanto a los beats de las second lines de Nueva Orleans (inspirados en buena parte en los patrones y claves afro-caribeños) como a la improvisación propia del jazz. Prevalece entonces el sonido en su idea básica de pura percusión, lo que importa es enfatizar un ritmo en el que las frecuencias altas y bajas adquieran una dimensión más libre y profunda. Su voz, intensa y excitante a la vez (auténticos aullidos en muchas ocasiones), los continuados breaks sincopados en la batería, los cortos riffs de guitarra , la sección de vientos (importantísimo punto focal en la gran mayoría de sus composiciones), crean todos ellos un ambiente en el que la melodía, aunque tienda a quedar reducida a su más sencilla expresión, propicia un riquísimo vaivén rítmico, capaz por sí mismo de transportar al oyente desde la más explosiva alegría vital hasta el recogimiento del más enamorado susurro. Todo en el James Brown de esa época, finales de los 60 y comienzos de los 70, es pura dinamita (como "Mister Dynamite" le presentan en sus conciertos).
"The Payback" sorprende inicialmente por su presentación, los dibujos de Don Brautigan no dejan de ser algo enigmáticos. En la cubierta, escrito en el frontal del sombrero de James, se puede leer lo siguiente: "We got a right to the trees of life"; al rostro fuertemente remarcado del artista se sobreponen las figuras de unas manos que entregan y reciben algunos objetos que parecen más fotografías que otra cosa. El tronco desnudo de un árbol divide la imagen en la que una mujer, aparentemente desnuda, se enfrenta a otro personaje, presunto compañero de coyunda sexual. Al extender la funda se muestra un paisaje agrícola, un tractorista ara la tierra, los surcos quedan delimitados en la parte más oscura, en el lado opuesto aparece el edificio de un granero, rodeado por una fila de árboles otoñales, brilla bajo un cielo surcado por un lineal de nubes de algodón. Los tonos cobre y dorado de las imágenes se resumen en la contracubierta, el perfil de la cabeza de un hombre africano muestra su corte cerebral compartimentado por distintos signos y fórmulas (E=MC2...), le corona la leyenda "Mind Power" sobre el texto copiado que Alan M. Leeds ha incluido en la parte baja de la funda. Una visión atenta de los dibujos de Brautigan y del texto de Leeds parecen anunciar un claro mensaje, "the payback" como el retorno, la recuperación de una deuda, la contraprestación, "el árbol de la vida", contacto entre la tierra y el cielo, "el poder de la mente" como sinónimo de la determinación del hombre por hacer de su existencia algo digno. En el transcurso del disco estas ideas, que se manifiestan en algunos de los textos de las canciones, dan a entender el esfuerzo especial del artista por crear una obra trascendente.
La propia estructura del disco, un doble Lp con dos temas por cada cara, facilita la inmersión del oyente. El tema homónimo "The Payback" marca la tónica espiritual del álbum, sus primeras palabras hablan de revancha, plantean escenarios de carencias familiares y afectivas, James suena amenazante, el esqueleto de los coros se crea en base al efecto de llamada-respuesta, el groove instrumental es compulsivo, las guitarras hieren, los vientos intimidan, no se puede empezar mejor. Al igual que hiciera en el posterior "Hell" (Polydor Rcds, 1974), Brown extiende la secuencias al final de cada tema para dar entrada a las siguientes canciones, "Doing The Best I Can", puro sonido philly, una delicia soft-soul que reivindica (así aparece en el texto también) al mismo "Me And Mrs. Jones" de Billy Paul. Los coros siguen enmarcados en el efecto llamada-respuesta mientras ese suplicante verso de "...I´m for real man" abre las puertas a un bucle bellísimo donde el trombón de Fred Wesley juega un papel protagonista. Los dos temas que aparecen en la cara 2, "Take Some-Leave Some" y "Shoot Your Shot", además de mantener el altísimo nivel instrumental hasta ahora alcanzado, muestran por primera vez el talento del propio James con el piano eléctrico. El primero reivindica lo pragmático del trabajo para sobrevivir, el segundo, en una atmósfera más enlazada con el "Shaft" de Isaac Hayes, aboga por la acción como contrapeso a la depresión provocada por la indolencia.
El segundo disco, Brown los denomina a todos ellos como Soul 1 y Soul 2, contiene cuatro temas más. El primero, "Forever Suffering" retoma una simulada calma sirviéndose de una composición funky-blues, los coros repetitivos en el "suffering..." lo transforman en una especie de constante lamento, la voz de James rememora su infancia de pobreza extrema. "Time Is Running Out Fast", el tema más extenso (posiblemente la joya escondida del álbum), es una auténtica celebración tribal. La lírica es, sílaba a sílaba, cantar de los pastores del Chad; en la instrumentación, colosal en todo su escenario, destacan la percusión y los vientos, anticipa los mejores grooves de Funkadelic y Parliament, James, al igual que en el resto del disco, utiliza su voz como un instrumento más. Sigue "Stone To The Bone", los punteos de guitarra suenan a latón atómico; ¿...puedo gritar...?, pregunta el líder, "...sure James...!" le responden, y lo hace como una urraca atragantada de amianto; el órgano Hammond en sus manos es una auténtica fiesta, el galope de la base rítmica, los vientos, de una belleza incansable, convierten a este tema en una auténtica obra de arte. Termina "The Payback" con "Mind Power", un esqueleto de "spoken-word" adornado con un groove coercitivo, alarmante en cuanto que la lírica llama a filas a la tribu, desde las devastadas calles de las ciudades de América, vivimos en un tiempo crucial, ha llegado el momento del "mind power..., what it is is what it is...", la revolución va a ser televisada y más vale que te encuentres en primera fila.
Los músicos de esta grabación histórica, (inicialmente planteada como BSO de la película "Hell Up In Harlem" de Larry Cohen, aunque la música fue posteriormente asignada al Edwin Starr de "War"), agrupados como segunda formación de The J.B´s (la primera fue la del revoltoso Bootsy Collins, antecedente de Parliament/Funkadelic, disuelta en 1971), fueron los siguientes: St. Clair Pickney (saxo tenor y flauta), Maceo Parker (saxo alto y flauta), Fred Wesley (trombón y co-director artístico del proyecto), Jimmy Nolen (guitarra), Fred Thomas (bajo), John "Jabo" Starks (batería), las trompetas de Darryl Jamison, Isiah Oakley y Jerone Sanford, con John Morgan en la percusión. Junto al indudable genio y portentoso talento del Godfather Of Soul, convierten todos ellos este "The Payback" en un éxito inmediato, certificado de hecho como único "disco de oro" de todos los trabajos grabados en estudio por James Brown y su banda. Podríamos calificarlo, sin lugar a dudas, como una de las grandes obras maestras del funk, un claro epítome de influencias posteriores, desde el rap hasta el hip-hop (de hecho es una de las obras más sampleadas de la historia), culminando hoy en día en la corriente trap afrobeat electrónica, cénit de la música actualmente más bailada en las discotecas de vanguardia.
Espléndido texto acerca de un gran disco, Javier. Una duda, porque no estoy de acuerdo con una cosa. Cuando dices que "Time Is Running Out Fast" "anticipa los mejores grooves de Funkadelic y Parliament", ¿te refieres, en el caso de Funkadelic a sus discos posteriores a "Cosmic Slop"? Te lo digo porque para mí sus cuatro primeros discos son los mejores y los soberbios grooves del también doble "American Eats Its Young" son previos a los de "The Payback".
ResponderEliminarAbrazos.
Toda la razón Gonzalo. Debería haber mantenido el término "anticipar" exclusivamente para su "Cold Sweat" del 67 y para las posteriores emplear otro verbo que no transmitiera esa idea. Tu aportación enriquece y da más valor al texto original. Gracias por ello.
EliminarAbrazos,
Es curioso que a Brown se le llame "el padrino del soul" cuando en realidad su gran mérito es haber creado el funk prácticamente él solo, casi diez años antes de que se pusiese de moda. De todos modos le queda bien el apodo, aunque no sea exactamente un artista soul al uso.
ResponderEliminarSegún los entendidos el término funk "aparece" en el 67, precisamente con el tema "Cold Sweat" de James Brown. Su origen es muy difuso, parece como si se hubieran escurrido los sonidos blues del delta hacia Nueva Orleans y allí se hubieran mezclado con el jazz, el gospel, el r&b (el soul, en definitiva) y otros ritmos afro-caribeños. Hablamos de un proceso que podemos datar entre los últimos años 50 y primeros 60, de 15 a 20 años antes de la publicación de este "The Payback". Brown, más que crear recupera esos sonidos dispersos y le otorga un marco musical nuevo que, poco a poco, se irá imponiendo. Lo del "padrino del soul" creo que se debe a que el término funk no era por entonces demasiado conocido, emplean el soul como reclamo de un estilo que ya desde mitad de los 60 empezaba a ser ampliamente conocido.
ResponderEliminarGracias y saludos,
Me aficioné al soul con la colección de vinilos que tenía mi hermano mayor editada por Atlantic en la segunda mitad de los 60. Ahí ya había algo de funk también. James Brown fue un fijo en los guateques de aquellos años. Este Payback lo tengo, lo he vuelto a oír al leer tu artículo y me sigue gustando mucho. De todas formas, en cuestión de gustos, hablaría mejor de canciones sueltas más que de discos. Tiene infinidad de ellas que son irresistibles en una pista de baile.
ResponderEliminarSaludosssssssss
Si, el "Sex Machine" causaba furor en los garitos del Moncho Street de la época, también en los guateques, junto al "Je t´aime moi non plus", en plan agarrategui. En este "The Payback" Brown entra al estudio con una conciencia más de clase, seguramente influenciado por los aciagos acontecimientos del 68, y también por la presión de algunos de sus hermanos negros, situación que se manifiesta más claramente en su siguiente grabación "Hell", su "What´s Going On".
ResponderEliminarGracias y saludos,
Javier.