"La cabaña de Franklin era un lugar muy apacible, estábamos rodeados de árboles, con una colina rocosa que había sido el límite del condado. Entre nuestra casa y las otras cercanas teníamos una enorme plantación de tabaco. Las habitaciones daban ambas al porche de la entrada. Cuando marchaba a actuar, Cindy se quedaba sola, pero pronto hizo buenas migas con una mujer que tenía una granja con caballos. El dinero no entraba en casa, de manera que íbamos a cazar tortugas gigantes para hacer sopa. A menudo salíamos a cortar leña para venderla" (1)
Abierta la ventana principal de la cabaña, Townes se muestra medio oculto, como sin ganas de salir, la mano derecha sobre el pollete lo denuncia. Teme quizás la aparición de Sussana Clark, la siguiente sombra en la escena, la trasera boca negra de la muerte sirve de fondo. Postrada voluntariamente en su cama durante quince años seguidos, ella, Sussana, su alma gemela, pretende honrar de esta manera la figura del músico fallecido el primer día del año 1997.
Enfrente mío estuvo la siguiente fotografía que les presento, la de Al Clayton. Townes Van Zandt parecía ensayar alguna canción junto a sus intimos amigos, la pareja formada por Guy y la misma Susanna Clark en ese otro porche de su casa del East Nashville, Tennessee. La imagen en blanco y negro de los músicos en el salvapantallas del ordenador se mantuvo allí cerca de un año, quizá algo más de tiempo, anclada en una suerte de perpetuidad pasajera. Les acompañaba en la fotografía Daniel Antopolsky, también músico por entonces, aquel amigo que salvara la vida a Townes con ocasión de una sobredosis, presente también en mejores momentos, cuando el artista tejano compuso una de sus canciones más emblemáticas, más legendarias, "Pancho And Lefty".
La fecha de la fotografía de Clayton - 1972 - adquiere singular importancia en la historiografía y producción del autor. Desde sus inicios en 1968 abarca la etapa más prolífica de Townes, seis álbumes (publicados todos ellos en el sello Poppy) hasta la edición, ese mismo año de 1972, de dos obras más, "The Great Townes Van Zandt" y "High, Low And in Between", ambas consideradas entre las más significativas del autor de Fort Worth. Descontando el magnífico "Live At The Old Quarter, Houston, Texas" (Tomato Rcds, 1977), habrá que esperar seis años más hasta la publicación de este "Flyin´Shoes" en ese mismo nuevo sello.
Fue a esa cabaña de Franklin, zona boscosa al sur de Nashville (allí tuvo lugar una de las batallas más cruentas de la Guerra Civil norteamericana) donde Townes y su compañera Cindy se mudan en algún momento de 1976. John Lomax III, vástago de una ilustre familia de folkloristas, es el que convence a la pareja para hacer el traslado. Franklin se encuentra muy cerca de Nashville, tradicional capital del country, es sede además de importantes estudios y de una ya significativa comunidad de músicos que se establecen en ella, algunos procedentes del mismo delta (caso sintomático, el de Nueva Orleans), otros tantos contratados para ejercer sus labores como músicos de grabación, todos ellos, en definitiva, atraídos por una ciudad cuyo carisma y desarrollo económico la convierten en el centro neurálgico de un estilo que nunca parece perder fuelle.
John Lomax III busca algo más. Es testigo directo del talento compositivo de Townes, quiere sacarle del estrecho circuito de clubes de Austin y Houston, allí donde parece que el artista se ha quedado un tanto anclado, está convencido de merecer mucho mayor reconocimiento del que en esos años se le procesa (Jimmie Rodgers, Woody Guthrie, Hank Williams, Bob Dylan, poetas laureados por el pueblo llano, ¿por qué no Townes Van Zandt?) También busca un motivo que aleje al tejano de sus descontroladas adicciones; así, en un entorno natural, casi agreste, espera que encuentre una calma ya muy necesaria para nuestro artista. Para conseguir su propósito Lomax III pretende convertirse en el nuevo director artístico de Townes pero Kevin Eggers se lo impide.
Kevin Eggers, a la sazón mánager de Townes, ante la falta de nuevo material para la grabación, echa mano de varias de las canciones incluidas en el conocido como "Seven Come Eleven", un conjunto de temas compuestos en 1973 y que debían conformar el séptimo álbum de Townes. Las disputas entre el mismo Eggers y el anterior productor Jack Clement (dignas de ser emitidas en una bizarra serie de Netflix), abortarían esa iniciativa hasta su definitiva edición veinte años más tarde ("The Nashville Sessions", Tomato Rcds, 1993).
Este "Flyin´Shoes" (Fat Possum Rcds, RE 2007) se graba en 1977 en los American Studios de Nashville, un estudio parejo al legendario homónimo de Memphis. Chips Moman, fundador y propietario de ambos, además de participar en la grabación como instrumentista (guitarras acústicas y eléctricas) y coros, se encarga, junto a Don Cartee, de las labores de Ingeniero de Sonido y Producción. En esos mismos American Studios, justo es reconocerlo ahora, se han gestado obras inolvidables de Wilson Pickett, Aretha Franklin, Dusty Springfield, Box Tops..., los "Suspicious Mind" e "In The Ghetto" de Elvis Presley se parieron también allí.
Y por si ese entorno privilegiado no fuera suficiente, el elenco de músicos participantes en este "Flyin´Shoes" es de primera categoría. El irlandés Phillip Donnelly, Billy Earl McClelland y Randy Scruggs a las guitarras acústica y eléctrica, Tommy Cogbill al bajo, Bobby Emons a los teclados, Eddy Anderson a la batería y percusión, Jimmy Day, steel guitar, Randy repite a la mandolina, su hermano Gary a la harmónica y, para finalizar, el gran Spooner Oldham al piano. Reconocidos músicos todos ellos (algunos de los mencionados conforman el prestigioso The Memphis Boys...) que han participado en las grabaciones de luminarias como Hank Williams, Willie Nelson, Johnny Cash, B.J. Thomas, Tony Joe White, Donovan, Emmylou Harris, Wailong Jennings, Kris Kristofferson, Dolly Parton, Chuck Berry, Roy Orbison, Kenny Rogers, Don McLean, King Curtis...
Ante tal concurrencia astral Townes Van Zandt debería sentirse, por lo menos, un ser agraciado, pero el tejano no pasa entonces por un buen momento, nada inusual en un artista que lleva ya demasiado tiempo sometido a una salvaje conducta bipolar. Lola Scobey, supuesta autora de muchos de los comentarios de las obras de Townes editadas en las páginas de Allmusic (además de una biografía sobre Willie Nelson) se servía de una conocida frase de Nietzsche para afirmar por entonces: "Townes porta consigo toda la pena y el horror de quien ha mirado el abismo, y el abismo le ha mirado a él". Un epigrama que, para un converso como Townes en el "vivir a tope la esencia del blues" para poder así representar el genuino dolor humano, no deja de tener un indudable sentido.
"Flyin´Shoes" es un disco entrañable, reclama al oyente una pausa después de su primera escucha, de la segunda no deberías pasar sin alterar tu conducta ante el plato -éste le habla directamente-, así que mejor que contemples la cubierta y reflexiones seriamente por un momento. Existe una primera lectura de evidente riqueza instrumental, no en vano los chicos de American Studios interpretan los temas como si se jugaran un contrato en el mismo Ryman de Nashville (recuerden aquellos directos de Emmylou Harris and The Nash Ramblers o el más reciente acústico de Band of Horses), una sensación de brillantísima exaltación rítmica se apodera del oyente-espectador. Recuerda, no dejes de apreciar esa voz de Townes, precisamente tan sobria en esta grabación, también antecesora de otros no pocos momentos de oscuridad. Melancólicas, enternecedoras, las palabras de Townes resuenan más para el que sueña que para el que simplemente escucha. Su voz - los textos de las canciones la revalorizan- la vas a sentir perfectamente ajustada a la sensación de quietud, de soledad, de comunión con una naturaleza que exalta en sus estaciones los distintos colores anímicos.
Cualquiera de las composiciones propias de Townes en este "Flyin´Shoes" (aunque extendamos algo más la entrada, merece la pena reseñarlas): "Loretta", "No Place To Fall", "Flyin´Shoes", "When She Don´t Need Me"; "Dollar Bill Blues", "Rex´s Blues", "Pueblo Waltz" (aquí un emotivo recuerdo a Sussana y Guy Clark), "Brother Flower" y "Snake Song", junto a la única versión de "Who Do You Love" de Bo Diddley, funcionan autónomamente y -no es ninguna sorpresa- también lo hacen con soltura en el conjunto de la grabación.
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Steve Earle & Townes Van Zandt |
Riqueza instrumental y vocal, ambas resaltan unos textos apegados a la naturaleza exterior y a la interior de distintos personajes que se muestran desnudos, sin más equipaje que sus propios dilemas existenciales. Exuberancia de un disco que lo cataloga facilmente como una auténtica joya del mejor country alternativo de la época, aderezado con fuerte base blues (la influencia del gran Lightnin´Hopkins siempre presente) en su ritmo lírico y que, en definitiva, (de)muestra al oyente el verdadero talento de un compositor único, magistral en muchos aspectos.
Como era de preveer, nuestro mánager Eggers no se esfuerza mucho en promocionar el disco, una tirada de ejemplares más bien justita y una gira de promoción que el mismo Townes se encarga de romper antes de iniciarse. Al concluir las sesiones de grabación organiza una escapada alcohólica con un colega suyo que concluye con un accidente automovilístico, el resultado será el de un profundo corte en la mejilla además de un brazo y dos costillas rotas.
Como continuación a esta experiencia, el "Townes" (New West Rcds, 2009) de Steve Earle espera impaciente en el plato. Artista este que se vanagloria de su amistad con Townes -su primer contacto ocurre en aquel verano de 1977- , también reconoce su legado e influencia musical, de hecho, su malogrado hijo, también músico de prestigio, Justin Townes Earle (además de llevar su mismo nombre) participa en varios cortes de esta obra de homenaje póstumo.
Es su turno.
(1) "Townes Van Zandt. La Eternidad en una Canción" (Álvaro Alonso, Sílex 2021)