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29 sept 2015

RAREZAS VIII: COINCIDENCIAS




BIG BROTHER ERNIE JOSEPH                              "CONFUSION"
Parece como si hubiera coincidencias que solamente se muestran para aquellos que quieran verlas, tan alejadas están del normal concurrir de una vida plena de detalles pasajeros y olvidados al instante. Algunas suceden oportunamente en un mismo tiempo y espacio (ciertamente más inspiradas por la remota casualidad); otras confluyen de una manera mucho más aleatoria, sin apenas un eje que las conecte entre sí. Hoy hablaremos de una de aquellas en las que la duplicidad tiempo-espacio se produce de una forma nítida, ensamblada además con un hilo conductor que muestra al observador atento la convergencia de un mismo deseo. Aquel que dos personajes distintos lanzaron al albur de un presente entonces conflictivo. El futuro con el que ambos soñaron haciéndose realidad años más tarde y los beneficiados por el cumplimiento de aquel anhelo satisfecho, ajenos al curso del azar, encontrándose en un mismo lugar remoto como protagonistas de un evento de singular importancia histórica, el Love Valley Music Festival de Julio de 1970.

Con la diferencia de apenas unos meses, entre principios de 1943 y Junio de 1944, Ernest Orosco y Andy Barker Sr. se encuentran luchando en la Segunda Guerra Mundial. El primero en la batalla de Guadalcanal y el segundo en las trincheras de la Francia a punto de ser liberada. Tanto Ernest como Andy han prometido a The Almighty su reverencia perpetua si salen del atolladero en el que andan metidos. El primero manifiesta su deseo de tener tres hijos y dedicarles a la música (sin especificar el tipo), mientras que el segundo escribiendo a su madre le relata su intención de crear de la nada una ciudad en su país, un pequeño poblado más bien dedicado a ejemplificar aquella vida del sueño americano más ligada a la agricultura, la perseverancia del individualismo emprendedor y el temor de Dios.

En el verano de 1970, los hijos de Ernest y Andy se encuentran en el Love Valley Music Festival. Los primeros como miembros de la banda Big Brother Ernie Joseph (uno de los 7 grupos que formaron el cartel del evento); los segundos como organizadores del mismo, émulo sureño del Woodstock yanki de un año antes. Ernest y Andy habían visto cumplidas sus intenciones iniciales de largo y sus hijos, ignoro si ajenos a las pretensiones de sus progenitores, hicieron realidad la casualidad de un deseo formulado veinticinco años antes.


El Love Valley Music Festival tuvo lugar en la pequeña población del mismo nombre entre los días 17 a 19 de Julio de 1970. Love Valley era entonces una ciudad singular del estado de Carolina del Norte a 15 millas al norte de la ciudad de Statesville y no muy lejos de Greensboro. Singular no tanto por ser un lugar alejado de las grandes ciudades sureñas (hermanado no obstante a la actividad eminentemente agrícola, ideología ultraconservadora y sentimiento muy religioso del resto del estado) sino por haberse convertido en el epicentro de la revitalización de los primeros colonizadores del Oeste americano. Ciudad donde estaba prohibida la circulación de vehículos a tracción fuera del caballo y del carromato, sus habitantes seguían el dictado comunal de ayuda desinteresada entre los vecinos y el desarrollo económico estaba fundamentado en la exaltación de las labores propias de la tierra. Cuesta creer, a años vista, que entre 150.000 y 200.000 personas (la mayoría procedente de las zonas geográficas surorientales de Estados Unidos) tuvieran cabida en una parte de la Unión que se proclamaba (entre otras cosas y con cierta delectación) como reducto nacional de los "hippie-haters".

Big Brother Ernie Joseph (a estas alturas de la redacción seguramente nadie confundirá a la banda con la homónima Big Brother & The Holding Company de nuestra querida Janis Joplin) tuvo su andadura inicial en la California costera de Santa Bárbara, Ventura y San Luis Obispo. Allí los hermanos Orosco crearon sus primeros grupos bajo el influjo de la British Invasion, dándose a conocer como Ernie and The Emperors y Giant Crab. Inician a mitad de la década de los 60 su camino musical participando en las numerosas "Battle of Bands" locales y, aupados por una fiel legión de seguidores, logran su primer hit con un tema propio llamado "Meet Me At The Corner", éxito que les convierten en uno de los grupos de garaje de mayor progresión estatal. El salto a nivel nacional está prácticamente asegurado, ya como miembros de Giant Crab y Big Brother Ernie Joseph, y su inclusión en el circuito nacional de conciertos multitudinarios es un hecho ya a finales de la década de los sesenta.

Es entonces cuando, sin olvidar totalmente sus influencias musicales iniciales, cambian en gran medida su estilo. La llamarada de la guitarra de Jimi Hendrix ha hecho estragos desde el Monterey Pop Festival de 1967 y Ernie Joseph, el líder de la banda y gran virtuoso del instrumento, toma muy buena nota del nuevo estilo que propicia el genio mitad cherokee. Otros grupos como Cream, Creedence Clearwater Revival, Steppenwolf, C.S.N., Rolling Stones, marcan también su impronta en el espíritu de la banda californiana, sin olvidar (existe afortunadamente una gran amplitud de miras entre los miembros del grupo) las fuentes negras del más aguerrido James Brown o del funk-rock de Sly & The Family Stone. Todo ello hace que cuando la banda inicie sus giras nacionales compartidas con gente como Allman Brothers Band, Vanilla Fudge, Marshall Tucker Band, Lynyrd Skynyrd, Iron Butterfly o Three Dog Night, sus credenciales, si no tan acreditadas en los medios de la época como las de los grupos mencionados, ya tenga ganado a pulso un brillo propio. Un genuino grupo de hard-rock americano que se mueve al amparo de una potente instrumentación envuelta, muchas veces, en la lírica contestataria de la época.

Big Brother Ernie Joseph sube al escenario el primer día (17 de Julio) del Love Valley Music Festival junto al B.B. & THC de Janis, Wet Willie y The Allman Brothers Band. Estos últimos también lo hacen como única banda el postrero día 19 y, sirva como anécdota, quedan tan prendados del ambiente que varios de los miembros de la banda (Gregg entre ellos) pasarán grandes temporadas de descanso en el lugar (una vez consagrados como grandes estrellas). El concierto que ofrecen Ernie Joseph y sus compañeros (su hermano Ruben Orosco al bajo, Cory Colt, segunda guitarra y teclados y Stevie D a la batería) supone un auténtico aldabonazo entre la audiencia, ya influida (como no podía ser de otra manera en aquellas épocas) por la ingesta masiva de alucinógenos (proporcionada mayoritariamente por los clubs de moteros de poblaciones cercanas a Love Valley). Tal es así que muy poco tiempo después tienen la primera propuesta del sello All American (Loma Linda, California) para grabar el que sería su primer y único Lp.

Este "Confusion" que nos ocupa hoy es un fiel reflejo de las influencias (ya mencionadas) que los miembros de la banda han ido acumulando a lo largo de sus últimos años. Un trabajo encapsulado dentro de la corriente hard-rock americana de entonces, donde mientras la guitarra del mismo Ernie Joseph hace de sus riffs un plausible ejercicio de estilo hendrixiano (sin perderse en arpegios inútiles), la base rítmica de bajo y batería apoyan como un yunque sin fisuras la melodía resultante. Los teclados, poderosos como ladrillos, revolotean entre el resto de los instrumentos y las voces, entarimadas en una gran fuerza expresiva, rematan la sensación de poderío y fragua de acero. Rock puro de raíces setenteras que, además del propio y genuino sonido blues-metal originario de aquel estilo inicial de la década, también deleita al oyente con algunos aromas orquestales funky y medios tiempos y baladas de gran contundencia rítmica. Por haber hay, muy propio de la época, los consabidos solos de batería y bajo que, al día de hoy, tan extraño y fuera de lugar se nos hace.


Para los interesados mencionar que la banda de los hermanos Orosco sigue actualmente en la brecha, tantos años después, bajo el nombre de Brian Faith Band. Ignoro sus nuevas grabaciones aunque, dado el calado de sus trabajos anteriores, no descarto en absoluto un seguimiento siquiera honorífico de su nueva propuesta. Continuidad e investigación que dedicaré, por supuesto, tanto a la nueva banda como a la honra de sus progenitores, aquellos que burlando una muerte casi segura, escribieron sin saberlo una bella historia predestinada al goce y consuelo de los aficionados al rock.




16 sept 2015

NUEVA PELÍCULA DE TARANTINO




E.L. DOCTOROW                                   "RAGTIME"
Es ahora mismo y no antes, y parece que el calor yunquero ha dejado aparentemente de tener un protagonismo exagerado en mi organismo, cuando me decido a retomar la escritura. Han sido meses pasados en un letargo de gamba cocida, expuesto inane a la única dictadura de un cuerpo que en exclusiva pedía quietud, mucho más de sombra y la hoguera para los mosquitos. También sujeto (cuerpo y mente del escritor) al único capricho de satisfacer mis pasiones más bajas, aquellas derivadas del solo deseo de no hacer nada, de no ser nadie, de diluirme en un cuarto oscuro, como si así manifestase de la forma más nítida posible mi ya antiguo y creciente odio al verano de Madrid. La incubadora de tamaña situación, así me gustaría pensarlo, ha sido también culpable de mi estado. Una hembra de cocodrilo de 400 kilos de peso (Cocodrylus niloticus) aplastando mi tronco mientras dormía narcotizada una siesta interminable. No podía moverme, tampoco pensar con un mínimo de sentido común.

He leído mucho durante esos meses de cautiverio inmerso en el vientre materno de líquido amniótico. He escuchado mucha música, he hecho el tonto y, salvo pasar páginas y cambiar discos en el plato, demasiado poco ejercicio. En cada primer guiño a la mañana ya estaba Lorenzo dando la brasa; empezaba a sudar recién salido de la ducha y por cada uno de los muchos sorbos de agua helada que tomaba el pantano seguía bajando al nivel de mínimos. Bajo ese espartano pedregal solamente el Tour y la Vuelta han logrado mantener mi espíritu alerta. Se iban acumulando las notas sacadas sobre libros, discos, algún viaje y ruta cortos cuando llegué a pensar que formarían un muro semejante a las maravillosas mezquitas de barro sudanesas. Así y todo siempre llega una primavera rara justo antes de terminar el verano y en ella me encuentro ahora. ¿Por qué no desempolvar entonces alguna de esas notas que pesan ya como costras muertas?

Y es así que llegó E.L.Doctorow con su "Ragtime" para aliviarme. En versión rústica publicada por Ediciones de Bolsillo de Muchnik Editores de Barcelona, una gran novela en formato de lectura grasienta en el metro (siempre me han apasionado las texturas de los libros, deslizar mis dedos por sus cubiertas y rozar apenas sus páginas, olerlos también). De esa manera en que me solazaba con la geografía material y literaria de la novela, llegué a pensar (y es una reflexión de la que me siento orgulloso) que Quentin Tarantino ha perdido una gran oportunidad de llevarla al cine, en su estilo inimitable. La lectura de "Ragtime" es como entrar a una sesión doble de cine en una tarde de lluvia y no querer salir de la sala, aun cuando la proyección hubiera terminado y fuera (los charcos en las aceras reflejando las nubes de gasa sucia), nos esperara un buen bocadillo de calamares calientes, un vaso de vino y un Marlboro.


Digo lo de Tarantino porque "Ragtime" es la típica novela de narrativa cinematográfica (de hecho en varias de sus secuencias de ficción se habla del nacimiento y desarrollo del séptimo arte en los EEUU) tanto a nivel de personajes como de paisajes, y allí seguro que el director americano hubiera sacado mucho partido al contenido de la novela. Una novela que a ritmo de "ragtime", ese estilo genuinamente norteamericano (desarrollado básicamente entre 1890 y 1910), nos presenta la apasionante historia de dos familias (una rica, otra pobre, ambas sin apellidos...) y un nexo de unión en la persona de un músico negro, Coalhouse Walker Jr. Historia y relato que se va conjuntando con la propia de los EEUU de la décadas finales del XIX y primeras del siglo XX. Aquellos tiempos inmediatamente posteriores a la Guerra de Secesión Americana y que Mark Twain bautizó como "The Gilded Age". Época en que la inicial gran expansión económica americana choca abruptamente con las reivindicaciones sociales de una gran masa de desheredados, inmigrantes y mujeres que comienzan su lucha por el reconocimiento de sus derechos más básicos.

Además de los personajes de ficción aparecen en la novela otros reales, figuras que hicieron en diversos campos (economía y finanzas, política, cine, arquitectura, mundo del espectáculo, prensa, pintura y música) historia relevante en el amplio espectro del desarrollo identitario de una gran nación en pleno proceso de expansión. La América de J.P. Morgan, de Henry Ford, de Houdini, de Scott Joplin, de Edison, y de Booker T. Washington y Winslow Homer, los ganadores en un país nuevo que entones Freud calificaba como "un error gigantesco". A su lado, los perdedores. Los anarquistas procedentes de la rama socialista europea, Alexander Berkman, Emma Goldman y Leon Gzolgosz, luchadores que plantearon en la tierra de las oportunidades la necesidad del comunismo libertario. Entre ellos, invitados de honor, protagonistas como el archiduque austriaco Francisco Fernando, el Capitán alemán Von Papen o los revolucionarios mexicanos Villa y Zapata, otorgan al paisaje un contenido que adquiere reflejo universal.

Seguramente Tarantino tendría que echar mano de su mejor arte cinematográfico para reflejar aquellos pasajes de la obra en que Doctorow alcanza las más altas cotas creativas, episodios estos que gozosamente para el lector se suceden con cierta promiscuidad. El escritor neoyorquino (muerto el 22 de Julio, justo cuando ya se estaba consolidando mi desmayo veraniego) otorga en la voz de uno de los protagonistas de ficción las líneas literarias de mayor enjundia poética. Un par de breves ejemplos: "Se sentía incorpóreo. Como persona, ya no era exacto. La sensación de que estaba separándose de sí mismo sin cesar le producía vértigo. Se sumía tan profundamente en este proceso que, pese a mantener la lucidez, era incapaz de salir de él". El otro: "Se sentaba en los vestíbulos de los hoteles, capturando con sus inquietos ojos el movimiento y el color antes de que éste se definiera".

Todo a ritmo de "ragtime", ese estilo que el protagonista Coalhouse Walker Jr. nos interpreta al piano en varias secuencias de la novela. Las piezas "Wall Street Rag" y  "The Maple Leaf" que el mismo Scott Joplin nos recomienda no tocar deprisa, contrarios a la propia idiosincracia del género, y que planeaban en los garitos de jazz de Nueva York, una nueva conmoción que enmarcaría para siempre la impresionante aportación musical de los afroamericanos al desarrollo del jazz futuro. Ese "tiempo rasgado" ("ragged-time") que se desliza por la novela como un trote nunca cansino, un baile de salón donde la estrella protagonista se cansa de brillar y, al final, es la invitada a la que nadie saca a la pista la que hace de su frustación lo más interesante de la narración.

Novela mucho más que recomendable, tanto en su versión literaria, como en su versión fílmica, aquella que solamente hará posible la imaginación del lector. Una nueva película de Quentin Tarantino que solo se estrenará en las catacumbas del verano, aprisionado el espectador por el calor más soporífero, aislado del mundo.








27 jul 2015

MEJOR LEYENDO EN CASA





FLASHBACK Nº 5 (SUMMER 2014)
Se suceden los días de fuego, incluso (y para mayor escarnio) las imágenes últimas que nos quedan de cada jornada casi siempre finalizan en un sórdido crepitar de rescoldos (como si quisieran restregarnos en la cara quemada su victoria), y al cabo de la diaria batalla veraniega pareciera que solo queda en el recuerdo una pequeña pérdida de vida, una herida que jamás sobrevivirá a la consiguiente costra resecada. Salvo para las monjas de clausura no hay tregua para nadie. Me acerco a la orilla de una playa imaginaria y recojo de la arena una galleta que el agua del mar devuelve. Y ya entre las palmas de mis manos abiertas queda disuelto el bronce olímpico que el Sol quiere mostrar como astro supremo. Extiendo sus bordes con mis dedos abiertos, como si ocurriera en la pantalla de una tableta informática cualquiera, y veo en su trasfondo unas líneas y letras sucesivas que bien pudieran invitar a una lectura inesperada. Es este, a continuación, el relato que el agobiante calor de entonces me permitió a duras penas descifrar.

El número 5 de Flashback, correspondiente al verano de 2014 (y poco importa lo que pueda significar ahora el retraso en la lectura del texto, la intensidad calorífica de un año a otro apenas recuerdo haya cambiado), ofrece en su cabecera un extenso e interesantísimo estudio sobre el grupo Blossom Toes. Una formación inglesa que viene a reflejar muy fielmente en su historial  el traspaso de poderes entre el reducto flower-pop psicodélico de los últimos años 60 y el comienzo de la década de los 70. Una época en la que aparecía por primera vez el llamado rock "underground", suerte de concienciación colectiva (tanto entre músicos como entre oyentes) que propiciaba la inmersión de la música rock hacia formas e ideas más elaboradas; donde las melodías, sin dejar totalmente su protagonismo, cedían paso a la progresiva sistematización de conceptos previos (libertad en los comportamientos, paz, antimilitarismo y revolución en las costumbres sociales, alineamiento ecológico...) para dar entrada a las consiguientes florituras instrumentales que el masivo uso y disfrute alucinógeno permitía entonces.

Los dos álbumes oficiales de Blossom Toes ("We Are Ever So Clean" e "If Only For A Moment", ambos ampliamente desentrañados) vienen a marcar con inusitada precisión temporal las claves del cambio de época y de la orientación musical. De la participación (un tanto forzada) de la banda en el mítico International Love-In Festival del verano de 1967 en Londres, en el que se les presenta como un grupo abanderado del mejor pop-psicodélico inglés, hasta la consolidación, ya a finales de 1969, de un estilo propio donde la brillante relación instrumental de las dos guitarras de Brian Godding y Jim Cregan (posteriormente con Cockney Rebel y en la banda de acompañamiento de Rod Stewart), anticipa lo que poco después ofrecerían grupos puramente rock como Wishbone Ash. Relato extensivo y didáctico que, para dar mayor empaque histórico a la época que acogió a la banda, no deja en el olvido sus primeros pasos musicales como The Ingoes, así como sus varios años de residencia en los mejores clubes de la ciudad de París (entonces plaza de acogida del mejor pop y rock inglés) y su rica y prolífica relación con un gran personaje como Giorgio Gomelsky, verdadero emprendedor musical al que se le reconoce, entre otras muchas hazañas, la subida al estrellato de bandas como Julie Driscoll and The Brian Auger Trinity.

Al hilo de grupos como Blossom Toes, que transitan entre el último estertor pop-psicodélico y la entrada en escena de la nueva orientación "underground" (verdadero cul-de-sac donde cabe desde el r&b progresivo hasta un folk-rock más desarrollado, la primera fusión con el jazz, el hard y el heavy inicial y la amplísima gama de colores del "american-west-coast-sound") este quinto número de Flashback da cabida a bandas tan interesantes como Arcadium, Room y Culpeper´s Orchard. Los primeros más conocidos (quizás) entre los aficionados gracias a su excelente disco "Breathe Awhile", paradigma del mejor rock progresivo inglés de 1969, y a su relación con el famoso club londinense Middle Earth (lugar originario también del sello del mismo nombre en el que publica la banda su citado álbum). Room, un quinteto progresivo de Dorset que, además de editar un magnífico Lp para Deram en 1970 titulado "Pre-Flight", pone de manifiesto la extrema crudeza que muchas bandas soportaban durante aquellos años de brillante creatividad y explosión artística. Pobreza económica, conciertos en condiciones muchas veces penosas, contratos leoninos con mánagers depredadores y, como colofón a situaciones de exigua supervivencia, la misma desaparición de la banda.

No es este el caso de penurias y problemas de todo tipo (aunque tampoco quede del todo alejado de un sinfín de aprietos y avatares), que afectaron a una banda como Fairport Convention en sus primeros años, aquí narrados bajo la visión de un amigo inicial del grupo, Kingsley Abbott. Personaje que comparte profunda amistad, piso, furgoneta (como propietario y conductor) y continuadas audiciones de su excelente y amplia colección discográfica con sus primeros miembros. Tiempo que incluye los momentos iniciales de la formación hasta la salida de su original dama Judy Dyble y la entrada posterior de Sandy Denny, además de la muerte en accidente automovilístico de su jovencísimo batería Martin Lamble. Sus grabaciones, ya como banda consagrada en el circuito londinense de la época, se reseñan desde la óptica de un colega más, aquel que escucha las opiniones más íntimas y cercanas de los miembros amigos. Desde su cierto desengaño con el primer álbum homónimo del grupo, hasta su mayor satisfacción con los posteriores "What We Did In Our Holidays", "Unhalfbricking" y la culminación de su "Liege & Lief", arquetipo del que, desde entonces (1969), está considerado como el mejor trabajo folk-rock facturado hasta ahora en las Islas Británicas.



Además de los informes reseñados para las bandas mencionadas, centrados en un rico, exhaustivo y contrastado material histórico (que incorpora también numerosos documentos gráficos de indudable valor testimonial), una revista como Flashback, que viene a superar las 200 páginas en cada una de sus publicaciones, incorpora otros temas de indudable interés para el aficionado y estudioso de estos asuntos. Desde un artículo sobre el hasta ahora desconocido Wally Richardson, renombrado guitarrista de sesión en el Nueva York de las décadas de los 50 y 60, hasta la crónica sobre la vida y milagros de Charles Royal, un expatriado británico en la costa oeste americana que dio a la luz su "World Countdown", una de las primeras publicaciones periódicas dedicadas a la música pop y rock (y que algunos consideran como la publicación oficiosa del Monterey Pop Festival de 1967). Pasando por Olav Wyper, creador del mítico sello británico Vertigo, antes ejecutivo de prestigio en sellos tan reconocidos como EMI, CBS, Philips y RCA, su visión desde dentro del propio entramado del negocio aporta, indudablemente, una paronámica más completa de una de las épocas doradas de la música moderna.

Aportación siempre más que interesante, y es algo a lo que Flashback nos tiene felizmente acostumbrados desde su primer número, y que consiste en un extenso repaso sobre un listado de discos cuya escucha y/o adquisición se consideran imprescindibles (entiéndase para los muy seguidores de los géneros y estilos musicales creados entre los años 60 y 70 del anterior siglo). En este número 5 se expone una magnífica relación de los 50 álbumes clásicos del rock europeo que, según reza la cabecera del artículo, ninguna colección que se precie debería pasar por alto. Dejando acertadamente al margen todos aquellos discos enmarcados dentro del "krautrock" o "space-rock" alemán de las décadas reseñadas, aparecen bandas y grabaciones desconocidas en su mayoría. Agitation Free, siguiendo un aleatorio orden alfabético (y dejando de mencionar a muchas de ellas), Gila, Kalevala, Orange Peel, Socrates Drank The Conium, Toad o Waterloo, además de las catalanas Máquina!, Pan & Regaliz o Tapiman (me falta Smash); grupos que, en definitiva,  mostraban una riquísima pasarela de opciones continentales para todos aquellos aficionados que comprendieron, pocos entonces, que el rock ni comenzaba ni terminaba exclusivamente en las orillas anglosajonas.

Artículos que dan a conocer a ingenieros de sonido, como el Vic Keary que ejerció su labor en los estudios londinenses de Lansdowne, Maximum Sound, posteriormente Chalk Farm, y sus grabaciones de finales de los 60 inicios de los 70 (Alexis Korner, Second Hand o Lol Coxhill, entre muchos otros fueron artistas que estuvieron bajo el control de Keary como ingeniero y productor); entrevistas que acercan al lector el lado más humano y relajado del Robert Plant granjero de Jennings Farm en enero de 1970, referencias literarias a recientes publicaciones sobre The Beatles, el Tony Mcphee de Groundhogs, Bert Jansch desde la óptica de su primera mujer Heather Jansch. La prolífica onda radiofónica del Los Ángeles de 1956 a 1972 o un exhaustivo artículo sobre gran parte de los instrumentos musicales que los Rolling Stones emplearon desde su nacimiento (apartado que inevitablemente favorece la relación de numerosas anécdotas sobre los músicos de la banda), otorgan además a la publicación un repertorio de temas de indudable atractivo para el lector interesado. Los comentarios ineludibles sobre discos editados y una última glosa sobre aquellos "clásicos nunca reeditados", esta vez le toca el turno al "Recital" (Warner Brothers, 1974) del gran grupo inglés Honeybus, cierran un número 5 de Flashback que, como logra en sus anteriores publicaciones, se consolida como una de las mejores revistas de música rock actualmente editadas.








6 jul 2015

HA GANADO GRECIA





ROLAND KIRK                       "THE INFLATED TEAR"
Ha ganado Grecia. Somos. Desde nuestro epicentro nos hemos lavado, y con el jabón que ha sobrado proponemos hacernos visibles enjaulados en pompas. ("Y me cuentan que agotaron los globos del cielo, allá donde pasaba Melancholia"1). Los asientos del teatro están sucios, y peor aun, huelen a herrumbre burguesa. La revolución empieza escribiendo. No me valen los discursos del pueblo representado. Reconozco el derecho del pueblo, el de los navajos, el de los chiriquowas, cheyennes y comanches. La espera de canción a canción es una muerte lenta, pero se sale de ella (gran ventaja) a los pocos segundos. Revivimos en la música porque es nuestra. La hicimos parte de nuestra vida, desde el inicio, sin saberlo. Fuimos abducidos, embelesados por un fuego atroz, garbancero, de serrallo aragonés. Y en esa seguimos, algunos más puestos habitan en los cielos. Doy fe que los más adustos aun estamos aprendiendo. Cada canción es nueva, no importa se haya grabado hace 50 años.

Si, ha ganado Grecia. ¡Qué bonito!, me he quedado a gusto, más que por los griegos (homenaje a la cuna de la democracia) por el gustazo de hacerles un gran corte de mangas a los burgueses. Somos demasiado demócratas, aceptamos el juego impostor del enemigo. ¿Sabemos quien es el enemigo? Si. Ha ganado Grecia.


En un momento concreto, sin cielo, solo unas cortinas rojizas sirven de escenario, tan amplio y tan profundo que no se viera el fondo. Al final del túnel hay risas contenidas y magdalenas de Proust. "The Inflated Tear", es el inicio. Un chasquido de piedras para conseguir el fuego. Aire caliente. Tan tórrido como el saxo de Roland Kirk cuando llama a todas las tribus de Israel. En las jaimas se celebra un ágape para el coleccionista de mariposas. Quisiera estar ahora en Holland Park, tumbado en el césped, dejándome llevar por la fresca lluvia de aceros. Dispuesto a lo que venga, me estreno con la erupción del volcán de toda la banda en mi resuello. Espero y creo. Recuerdo en lo que creí.Y lo hice  con "The Creole Love Call", y cuando lo hacía supe que mi verdadera pasión era decir cosas inconexas. El saxo, o el sexo (ya no me aclaro) de Roland Kirk, en su altos y bajos es de cimas y de valles, no hay más paisaje. Los sentidos se agolpan y galopan durante todo el tema, a veces con piano honky, otras con una armonía tan de alfombra interminable, como aquella de los reyes aúreos de Nirghana..

 "A Handful Of Fives". Partida de póquer y jugada perdida. A la siguiente también, y a la otra. El ritmo constante de la pieza mantiene el culo apretado contra la butaca ("Va por tí, Cifu") y el último rizo resquemado (de ganas de bailar al dólar caníbal de la América del 68) me llama sin prisa. Llamada que se repite en "Flight By Night". Diálogos entre cuerdos y locos, ¡que maravilla! Juegos de latitudes que no aparecen ni en el mapa, y si lo hace no se respetan. Libertad total. Ha ganado Grecia. El corte telúrico de bajo de Steve Novosel adormece la canción, nos lleva hacia el centro de la tierra. Cosa posible por ser el centro un punto álgido de música,  la tierra una pasarela de melodías a golpes de baqueta. Que alegro ma subito di domenticare me ha dado con el inicio de "Lovellevelliloqui", que subidón de energía cosmopolita. La lucha entre el saxo y el resto de la banda, los presentamos a continuación:


Ron Burton: piano 
Steve Novosel: bajo
Jimmy Hopps: batería

es guerra verdadera, cual  una legión de hoplitas que se baten bien el cobre en las Termópilas (ha ganado Grecia), en tono gospel-jazz.. Retorno la aguja al principio del disco. Existe esa voz interior que me lo ordena, y no me niego a ello. Quiero ganar a mi propia voluntad por la mano. Estoy (aparte de jugando al póquer), escuchando este disco de una forma distinta después de 45 años de escucha. "The Black And Crazy Blues", es blues de derribos y de áridos, y ya no me valen las ciudades. Ahora me invade mucho más una sensación de calor veraniego inaguantable (no hay poesía en Madrid, en Julio). Y esta pieza, queridas chicharras, locas chicharras, me da la paz que necesito. Es una oración íntima. A todos los dioses, a todos los demonios, a los fantasmas, a los amigos que se marcharon sin avisar. El final coincide con la despedida del funeral. Pareciera como si los cipreses se inclinaran al paso de la banda, su último aliento es un  ritmo construido desde la luz.  "A Laugh For Rory". Saxo juguetón, ton, ton, ton, y una estructura de bajo y percusión que se atreve a jugar en el circo de la competencia, y la banda sale de recreo. Líneas de flauta escupida sirven de puente a prolongados solos de pura materia prima, de marfil y de cáñamo. El piano de Ron Burton tuvo que exhibirse en el Museo de los Grandes del Jazz, sala teclados. "Many Blessings". Pieza inicial para lavarse los dientes por la mañana, evitando la mirada cara a cara con el espejo. La sensación de juego y aventura es de extremo frescor y la jungla va creciendo sin apenas medida.. El saxo de Kirk suena como la guitarra de Jimi Hendrix, alocado y tembloroso, libre y deseando ir a la ayuda de los demás miembros de la banda, todos flotando en un océano de pulsaciones. Otra vez destacadísimo, Ron Burton al piano.

"Fingers In The Wind". Entra el mercante. Esta es la palabra clave del disco "The Inflated Tear". 

"Rolando, eres un tío acojonante. !Cielo, cielo!..., ya no se ni de q. va la cosa.... La lágrima inflamada. Cuando escucho la versión del "Creole Love Call" siento tu llamada; donde la saliva del saxo se confunde con la sirena de los mercantes". (Escrito en el sleeve del disco, año 1978)

Si, el mercante que entra a puerto y trae todos los mares en su eslora.  Música que se inicia en el muelle, a pie de contenedor y de descargadores del puerto de Rotterdam. Regalías de incienso, adornos perfumados de  lavanda. La onda se va expandiendo de inmediato. Estamos a 10 de mayo de 1968, fecha de la grabación del disco, y también de acontecimientos históricos en París. Ha ganado Grecia. Cuando lo compro, en febrero del 78, (justo después de terminar la mili), decidí para nada modificar mi ideario de vida, ser un "hobo". Vuelve a girar la aguja por el disco, en una nueva versión de la noche. Es este el momento en que la brisa celeste de las musas se arremolinan entre mis piernas. Recuerdos de tantas escuchas de "The Inflated Tears", en tantas ocasiones diferentes; cada vez más mías, ahora compartidas. Pocas armonías como estas, genuinamente unidos el blues y el jazz, han quedado debajo de mi piel. Un flujo sanguíneo y cerebral de aceptar la derrota, acogido a la mecedora de la música. Roland Kirk, entre ellos, fue Sumo Sacerdote, con Monk, Parker, Gillespie, Coltrane. Un tipo capaz de hacerme recordar el esplendor en la yerba.

La segunda escucha, cerca de las dos de la mañana, es un torrente de ecos. Poco me importa ya el título de cada tema (yo, casi siempre engañando al olvido...), todo se sucede entre una explosión de aeroplanos cambiantes. Vuelos de saxo tenor, clarinete, vientos de un Kirk pletórico en sus modos más abiertos, más cercanos al blues y a la bossa, sí....., también a ritmo de bossa a veces en "Fingers In The Wind". El mercante otra vez, ¡que sensación de encuentro y de lejanía al unísono!. Voz de los mercantes que transportan mercancía esclava a América, la que se regenera por su música, la que queda en la memoria. Cambia el decorado. Cierro los ojos. Me dejo soñar por la entrada de saxo y piano en "The Inflated Tear", una y otra vez. Truenan los instrumentos en un apocalipsis de orquídeas, flores con aristas. ("Cifu. ¡Como te recuerdo en estos momentos!"). No es saxo, viento, percusión, ritmo de primeras lavadoras, lo que suena. Es Chuck Berry pasado por el aspirador monofásico de "The Creole Love Call", la voz del bayou que sube desde el delta hasta las ciudades del viejo Walt Whitman. Cáñamo y deslizamiento del saxo, brillantemente ahogado, hasta los pantanos de Louisiana. El redoble final de la batería es de gospel.

Lloran los niños del gueto negro de cualquier ciudad americana. En 1968 el país estaba en llamas de banderas, en una decisiva confrontación contra el racionamiento mental de la sociedad burguesa. E ignoro si mucha gente de entonces se emocionaba con la melodía instrumental de llamada a filas en "A Handful Of Fives", y su perfecto paso de oca hasta la entrada del viento de Kirk, extenso y pletórico de colores. Y la aparición final del bajo de Steve Novosel. Ecos de algodón gótico en Manhattan. Ya ven que menciono algunos temas, no lo puedo evitar. Si quieren gozar como yo lo estoy haciendo ahora (como lo haré siempre), cojan el disco y escúchenlo. La música ya camina sola, sin amparo, libre de cualquier atadura. La percusión de Jimmy Hopps suena a nave industrial, ecos fabricados entre columnas de hierro y techos ennegrecidos de cielo. Los temas están perfectamente ensamblados en su estructura rítmica. Es calle 52 también, y el Vanguard, y el típico parasol neoyorquino (que cubre la acera hasta la entrada al local) cubierto de amapolas de papel. La pura emoción de sentir el jazz como la taquicardia que nunca duele, el sol de piedra que nunca quema, la lágrima inflamada.

Ha ganado Grecia.






1) "Melancholia" de Lars Von Trier
2) Dibujo de Karla Frechilla

2 jul 2015

EL PACTO




DERRIBOS ARIAS                          "EN LA GUÍA, EN EL LISTÍN"
Podría empezar contando que la ballena sagrada me regurgitó en la playa de Gros, en San Sebastián, allá cuando los tiempos parecieran haberse difuminado. Hacía un calor aberrante, (como en estos días, en los que Clío se ha prestado a servirme de Musa). Tal era el horno exterior que cuesta pensar por un momento el existente en las tripas del inmenso cetáceo. Lo que si recuerdo es que lanzó un erúpto al estilo de parto de los montes, sin anestesia y con un ensordecedor grito de ultra tumba.. Un inmediato relámpago anunció el volcánico regüeldo de crustáceos que me dejó tirado en la playa, al mal fario de la próxima marea de las 19 y media. Tuve que buscarme la vida de inmediato. Una media hora después (lo calculé porque los latidos de mi corazón estaban cada vez más en mínimos) apareció paseando por la orilla un tipo estrambótico, una especie de cuerpo desmadejado que con sus brazos iba haciendo aspas de molinillo, ya que no era de tan gran tamaño. Comprendí mi perentoria necesidad y le lancé un destello superatómico. Las ondas ayudaron, hacia levante todavía, y mi aliento casi moribundo llegó hasta el humanoide, empañando sus gafas.


Recuerdo que me recogió del suelo con una familiaridad que en un principio extrañé. Me metió en la bocacha de sus lentes submarinos sin saber si debía o no aspirar mis alientos, a la saz casi postreros. Gafas acuáticas porque eso era lo que portaba el favorecedor de mi suerte, parecía que fuera a hacer cualquier tipo de inmersión futura. "Para mí querría esa inmersión, buen amigo", dije para mí, y "es posible que si hago bien mi juego te pueda vencer...". ¿De qué va esto?. Era una vida por otra, y de tal manera tenía que introducirme y manejar el alma de mi protegido para, viviendo en él, también llegado su momento deshacerme del mismo. Este mecenas del que hablo salió al poco de la playa y embarcó en un 2CV color gris azulado. Al abrir la puerta Clío dice que me encontré agradablemente sorprendido al ver la parte trasera de un vehículo convertida en un fumadero de cannabis. Sus pequeños altavoces de andar por casa colgados a ambos lados, con sus cables a la exacta altura del techo para no molestar. Una desvencijada alfombra persa recortada invitaba a tenderse y esperar la cena.

A mitad de marzo de 1983 estaba en Madrid. Llevaba un mes escaso grabando con su grupo Derribos Arias su primer larga duración, "En la Guía, En el Listín". Tenía las ideas claras en tanto que por fin aparecía la ocasión de subirse al tren de los ganadores. Cada día de grabación, espaciado por continuos conciertos y apariciones en medios, iba siendo más caótico, cómo a él le gustaba. La experimentación había llegado hasta límites desorbitados; el cansancio acumulado, la falta de sueño, el necesario emplasto mental de alcohol y drogas, les empujaba a él y a sus compañeros inevitablemente a hacer el loco con las máquinas, y en esa tarea, debo decirlo, mi protector era un primer campeón, su carácter de patoso curioso casaba aberrantamente con tal condición. Nada de ensayos previos, a cada momento una canción podía sonar totalmente diferente a como lo hiciera una hora antes, sus experimentaciones debían seguir el curso que en otras ocasiones anteriores tanto sorprendieron.  La crudeza arrítmica, el sonido sincopado con un bajo irritante, voces bellas e incorrectas, un torbellino de melodías que muchas veces paralizaban al oyente, fueron las armas de las que el grupo se valió (con un estilo tan propio dentro del panorama musical de aquellos años) para hacerse conocer. Textos de restringida comprensión, su mensaje o era una patochada o era genial.

Clío me advierte que ya va siendo hora de presentar a mi redentor, Poch. Si, éste fenómeno de la naturaleza fue el que suscribió conmigo un pacto mefistofélico al poco de encontrarnos en la playa de Gros. Yo le suministraría "aberrantina", una especie de vitamina reforzante de efecto múltiple, y él, a cambio y en agradecimiento a la inspiración que tal flujo le aportaría, en determinado momento aceptaría que yo adelantara su muerte. El asunto estaba en ver por cuanto tiempo nuestro acuerdo tendría efecto. Ni siquiera yo lo sabía y pensaba (aunque muy en el fondo porque mi misión no me permitía contemplaciones), que siempre que inoculara en sus leucocitos la dosis suficiente de entusiasmo salvaje, mi protegido (¿aprecian cómo se van tornando misteriosamente los papeles...?) podría sobrevivir temporalmente. Había escuchado un tiempo antes sus canciones "Branquias Bajo El Agua", "Dios Salve Al Lendakari" y "Vírgenes Sangrantes En El Matadero" y veía con claridad meridiana que su estado musical convencía a mucha gente de entonces, la mayoría de ellos moviéndose en una onda urbana que habían bautizado como "La Movida".

Poch, no lo supe hasta mucho después de su desaparición, había nacido 3 años después que yo en San Sebastián. (Me contaron que San Sebastián era una ciudad que estaba situada tan al norte de España que en realidad se encontraba en otro sitio distinto. Nunca entenderé del todo a estos humanos...). Allí comprobé que la felicidad más absoluta realmente existía. Allí era donde se comía muy bien y era fácil hacer cuadrillas con los hombres según el volumen de sus barrigas. Pero ellas eran más finas, lo pude comprobar en cómo evitaban mirar a mi amo cuando tantas veces, deslabazado y desafiante, cruzaba de acera a acera o hablaba con los semáforos.. "Este debe ir muy colocao...", musitaban,  "... o no es de aquí", apuntillaba otra. Parecía como si todos hubieran acordado ser felices a la fuerza, incluso en los tan abundantes días de lluvia. Y cuando mi amigo ("realmente no es amigo mío, recuerden nuestro pacto..."), viajaba a Madrid yo le notaba como más puesto. Y me creerán  si les digo que "notarle" a Poch era muy complicado, muy difícil. de conseguir. Sus compañeros de piso (lo "compartío" varios años con Pablo Carbonell de Toreros Muertos) lo atestiguaban cuando hablaban de su comportamiento de pájaro y de zebra, "una total inutilidad para la Hacienda nacional", decían.

Bueno, entonces en Madrid (en aquel mes de marzo de 1983) pasaban más cosas que en otros sitios en los que no estuve , y debo decir que puede ser posible ya que ni yo ni Poch parábamos quietos un instante. Cada nueva actividad creativa traía bajo el brazo el pan, el alcohol y las hierbas que para su fiesta inaugural se preparaba ipso facto. Las fotos hacían a los participantes famosos y se terminaban las noches unos cuantos días después, cuando aquellos que a la mitad se rendían eran de inmediato sustituidos por una nueva pandilla de hornadas irritantes, dispuestos a seguir el juego un día más. No había tregua posible. Cada línea de moda, cada surco de música, cada paletada de óleo, cada frase luminaria, cada película antes imposible, cada dibujo cómico se elevaban de inmediato a la altura de lo fantástico, de lo nunca visto en villa por lo general tan incrédula y pobretona. Y lo más sobresaliente es que esa situación daba pie a la gente para que su diversión fuera espontánea y contagiosa, así pues que había muchos que se lanzaban a realizar los equilibrios artísticos más inauditos. 

Alejo Alberdi, Juan Verdera, Manuel Moreno "Paul" y Poch (nacido Iñaki Gasca) están ahora juntos en la galería de arte de Fernando Vijande, aquel iluminado que trajo a Andy Warhol por primera vez al país. Van a presentar en un momento en público su nuevo disco "En la Guía, En el Listín". Ya están prácticamente todos sus amigos y enemigos preparados para asistir a uno de los acontecimientos más esperados de la temporada. Directores de cine y vídeo-clips (que entonces iniciaban su camino comercial), músicos de todas las bandas y estilos posibles (muchos ya incursos en lo deletéreo del famoseo), pintores, diseñadores de moda, artistas y actores modernos, críticos de magazines y literarios, escritores y poetas (casi todos de cierto éxito porque los bohemios se extinguieron y ya no se presentaban) celebran haberse conocido cuando la banda Derribos Arias inicia el concierto. El ritmo es tan chocante y agnóstico que muchos de los espectadores, sin saber realmente de qué va la música, hacen como que la entienden y, aun más, empiezan a hablar en alemán sin tener papa del idioma, y en menos de siete días. Vivir para ver.


Mi musa Clío, siempre atenta, está empeñada en rememorar la anécdota de aquel asistente desconocido que, al finalizar el concierto de presentación, abordó en plan jocoso a Poch y le pidió prestadas sus gafas. Según dijo, y ahora ya caigo, las quería para ver los textos de las canciones incluidas en el disco, tan diminutos como apósitos de insectos. Poch le contestó sin mirarle que no eran letras sino consignas, y se acercó a Mariví Ibarrola para ver qué tal le habían salido las fotografías, también para besarla. Y es así que el sorprendido asistente pasó a ser ninguneado además de desconocido pero, justo es reconocerlo, tenía toda la razón. Las letras eran ilegibles de tan escaso alimento ingerido y, para mayor incomprensión, aparecían textos de canciones que no se incluían en el disco. Ni yo mismo (siempre tan dentro de Poch, tanto que él no me privaba de acosarme con la constante humareda dulzona que ingería hacia sus pulmones) comprendía al principio las letras, y aunque quise pensar que no merecían en el fondo la pena, después me di cuenta de la profundidad y calado de lo que él llamaba sus consignas. Pongo un ejemplo, y a otra cosa: "Pero en Europa, si quieres venir a Europa / pero en Europa, no vengas nunca a Europa /...Norteamérica es ideal, si es que eres subnormal ". Más claro imposible.

Después del concierto de presentación  muchos engañaban a Poch diciéndole que había sido tan bueno como las grabaciones que se hicieron anteriormente en los programas de TV "Musical Express" y "La Edad de Oro", pero él se daba cuenta de que no era así. En el estudio Kirios, con la producción del ya casi de la familia Paco Trinidad, habían conseguido crear una atmósfera más estridente, resaltando el sonido profundo del bajo, instrumento que domina el tempo de la mayoría de las canciones, y dando libertad a que las guitarras sonaran brillantemente irritadas, como para ensalzar a gritos un funeral. Hay una presentación inenteligible en "Introducción" y una llamada chirrichirri a las vacas inicia los acordes de "Europa". Mayestática composición apoyada, también, por la trompeta de Iñaki  Fernández (Glutamato Ye-Ye). La versión velvetiana en "Pobre Cowboy Bill" le hubiera gustado a Poch dedicársela al Warhol que se pasó también por la galería Vijande. "Lo Que Hay" no pasa de más y "Aprende Alemán En Siete Días" no tiene la fuerza que consiguieron en sus directos, pero tampoco es una grabación floja, como algunos apuntaron años más tarde..

El resto de los temas, le quedan a Clío por inspirarme apenas ya unas líneas, dibujan maestramente tonos punk en "Íntima Decoración", con una tensión latente durante toda la melodía. Ritmos más sedosos y abiertos en "Crematorio", sin dejar de apretar ni un instante el gaznate del oyente, ahogándole con frases que rompen la cadencia melódica. "Misiles Hacia Cuba", más en tono acústico y también relajada sensación de paz espacial,  fomentada aquí  por el saxo de Karl -Ox. "La Chica de Brasil", perfecta estructura pop donde queda patente la conjunción instrumental de la banda, a pesar de sus intentos al contrario en tantas veces anteriores. El último tema, "Derribos Arias", se inicia enigmáticamente con la presencia de una madre-cabra para tornarse en una ópera de amables despropósitos vocales. Los instrumentos se quedan escondidos entre los escombros de la propia canción, ecos de batería y piano descendente (no se sabe si lo tocó el mismo Paco Trinidad o Luis Calleja) van marcando el ritmo final. Un verdadero atrevimiento para la época finalizar el disco sin apenas entenderlo.

El precio que tendrá que pagar Poch por esta singular obra "En La Guía, En El Listín" ya es algo que teníamos él y yo negociado. A tanto alzado el minuto de gloria y reconocimiento, tanto el peso y gravedad de la enfermedad que estaba a punto de confiarle. Enfermedad que en los primeros síntomas parecieron como propias extravagancias del muchacho de Gros, más tarde muchos se dieron cuenta que no era así. Pero eso sucedió más adelante. De momento, ahora mismo, cuando Poch propone a sus amigos (apenas quedaba en la galería Vijande suficiente ágape), dónde ir después del evento, nadie se llamó a engaño. Vamos a Rock-Ola, y si en la fiesta anterior introduje camuflado en mi gabardina un jamón cocido, en esta me embadurnaré con la tinta de un kilo de calamares y un par de pinzas, de esas de plástico de colada, sostendrán mis ojos y mi penúltima locura.






23 jun 2015

EL DEDO EN LA LLAGA





JOSÉ ANTONIO ZARZALEJOS                           "MAÑANA SERÁ TARDE"
No estoy demasiado seguro de tener alguna referencia anterior del periodista José Antonio Zarzalejos aunque lo que si es cierto es que le vi no hace mucho tiempo en una entrevista en la que apareció en el programa "El Intermedio" de la Sexta. La duda razonable sobre el conocimiento previo del Sr. Zarzalejos radica, y  así lo consigno, en que su carrera periodística profesional se ha desarrollado básicamente en diarios de los que me siento ideológicamente muy alejado, ABC y El Correo Español-El Pueblo Vasco (como madrileño sobre todo contrario a la primera cabecera) y a los que no acudo ni tan siquiera como envoltorio de cualquier desecho material o basura orgánica. Con tales credenciales, además de su participación en el periódico digital El Confidencial, por lo que conozco publicación que se encuentra (o estuvo) muy cercana a los ámbitos político-económicos afines al Partido Popular, raro es que tuviera como referente al citado señor periodista.

El caso es que la entrevista de marras, y en un programa televisivo tan ajeno a los postulados políticos de la derecha española, me dio pie para considerar al Sr. Zarzalejos como un periodista digno de ser leído y, más aun con motivo de la publicación reciente de un libro suyo titulado "Mañana será tarde". Sus breves declaraciones durante la entrevista, resumiendo el contenido del libro en cuestión, me convencieron para adquirir un ejemplar del mismo, cosa que para los interesados hice pocos días después durante la primera jornada de la Feria del Libro de Madrid. Debo indicar, igualmente, que la repugnancia atroz que me produce la clase política de este país ha hecho que desde hace ya algún tiempo ni vea los informativos de televisión, ni los escuche en su versión radiofónica ni lea las noticias de los periódicos, manteniendo de esta forma una especie de aislamiento que me proteja de la ingente cantidad de basura político mediática a la que lamentablemente estamos sometidos los ciudadanos de este país.


Ante esa comentada lejanía, y el problema inmediato que suscita en tanto quedar definitivamente al margen de la información política que se produzca, nada mejor que acudir ocasionalmente a libros y trabajos editoriales de mayor enjundia, tanto por la calidad como por la cantidad de información que deparen. Es este el caso de la muy actual publicación de José Antonio Zarzalejos, actualidad que queda específicamente reseñada por la vigencia de los temas que trata y, más si cabe, por el brillante desarrollo documental de los hechos que presenta para un posterior análisis político de los mismos.

La estructura narrativa del trabajo de Zarzalejos abraza tanto la globalidad del concepto de corrupción, en sus distintas versiones de conductas privadas (tan imbricadas en la población española de siempre) como en las públicas de las administraciones territoriales y generales del Estado. Un segundo capítulo resume la trayectoria de la Corona, y muy específicamente del rey Juan Carlos, desde la transición política de 1978 hasta su abdicación en Junio de 2014. Los capítulos tercero y cuarto recorren la situación actual de Cataluña y Euskal Herria (sigo en esta terminología al Sr. Unamuno y no a los abertzales de EH Bildu) para terminar, en el sexto y último apartado, examinando la corrupción y adulteración sufridas por los medios periodísticos desde que la oligarquía político-financiera afianzó su influencia en el propio sistema "democrático". Un prólogo de Antonio Muñoz Molina anima desde el inicio al lector a  zambullirse por los ricos contenidos que presenta el libro de Zarzalejos.

José Antonio Zarzalejos, viene a resumir al final de cada capítulo las líneas básicas de información que ha barajado para emitir sus juicios y análisis políticos, facilitando al lector, de esta manera, la fijación de una serie de hechos y las consecuencias derivadas de los mismos, de tanta importancia política, social y económica dado el evidente interés de los temas tratados. Del mismo modo, a forma de ensayo sobre el asunto genérico a tratar, introduce en el inicio de cada capítulo unas pocas líneas que tratan de presentar al lector el escenario sobre el que se va a desarrollar su posterior argumentario. Toda una lección de cuidada exposición narrativa que, una vez introducido el lector en el libro, pone de manifiesto la excelencia del Sr. Zarzalejos como periodista de opinión (nada que ver con los periodistas-tertulianos al uso en los distintos programas de debate de televisión)

Por ponerle un pero al libro "Mañana será tarde", y puede que la versión del Sr. Zarzalejos venga dada por su prolongada trayectoria profesional en periódicos como ABC, donde se gestó y desarrolló en el tiempo la prolongada tesis de considerar a José Luis Rodríguez Zapatero como el peor (y más tonto) presidente del Gobierno que España jamás haya tenido, consignar mi desacuerdo total con la tesis del periodista en la que carga contra el político socialista acusándole, nada menos, que ser el principal causante de la ruptura del pacto antiterrorista. Por lo demás, en cuanto a los temas tratados y en sus conclusiones, afirmar que se trata de un libro de análisis político, visto desde la perspectiva de un periodista de prestigio reconocido (véase su curriculum en la solapa), de gran interés. La profusa y contrastada información que baraja, hechos que analiza y opiniones que plantea, además de una prosa y estilo ágil y ameno, hacen de esta publicación una referencia obligada para todos aquellos lectores atraídos por la más reciente actualidad de nuestro país.


16 jun 2015

EL ETERNO FEMENINO






LAURA NYRO                       "NEW YORK TENDABERRY"
Conocí a Laura Nyro algunos años después de que lo hiciera Jackson Browne, aunque he de reconocer que el alcance de mi conocimiento ha sido definitivamente mucho más virtual que el del artista norteamericano. Según consta en los anales de la historia de la música contemporánea, yo lo hice en el verano de 1970 gracias a la legendaria compilación del sello CBS "Llena Tu Cabeza de Rock" del mismo año, mientras que Jackson tuvo la suerte de hacerlo cuatro años antes cuando, después de graduarse en 1966, viajó con un grupo de amigos desde Los Ángeles hasta la ciudad de New York con la intención de hacerse un hueco en la escena musical del Greenwich Village. Tuvo entonces la oportunidad de ser contratado como músico de acompañamiento de Nico, a la sazón cantante y musa de The Velvet Underground. Esos anales históricos antes mencionados refieren además las aventuras amorosas de Jackson con la misma Laura Nyro y con Nico también. Parece ser que ninguna mujer se le escapaba al agraciado joven Browne, quien seguramente hiciera causa común de la coincidencia de país de nacimiento (Browne nació en la ciudad alemana de Heidelberg) con Nico para conseguir que su relación con la artista germana llegara al puerto deseado.




Doy por sentado, pues, que el conocimiento anterior y más íntimo de Jackson sobre Laura le hace ganar en este caso muchos más enteros, sobre todo cuando alguien interesado pretendiera conocer por él mismo las interioridades y experiencias de esa relación. Debo confesar no obstante que (mi atrevimiento no tiene límites) tal situación no desmerece para nada la visión que tengo de la jugada. Sepan Ustedes entonces que en el verano de 1970, con apenas 17 años cumplidos, después de escuchar a Laura Nyro por primera vez en su tema "Gibsom Street" (incluido en la recopilación de CBS mencionada anteriormente) me enamoré perdidamente de la cantante del Bronx. No hace falta decir (los románticos de cuna lo entenderán a la primera) que no hay nada más poderoso que un amor romántico al final de la adolescencia, y que tal sensación de culminación total de la existencia resulta mucho más poderosa que cualquier otro efecto de apogeo nervioso, aunque sea el puramente sexual (tan escaso, por no decir imposible, en aquellas épocas). 

Caí absolutamente prendido por la voz de Laura Nyro en ese tema de "Gibsom Street", y no solo por la profunda tonalidad de su voz, un portentoso edificio lleno de aves migratorias, también por la propia orquestación de la canción, el piano como único instrumento, otorgando un prodigioso eco interior a sus palabras. Tal así fue que hasta 1978, fecha en que me regalaron su obra en directo "Season Of Lights", Laura para mí era exclusivamente "Gibsom Street" y, no creo que sea extraño cuando alguien se encuentra en estado de arrobamiento sentimental, nada necesitaba más de la artista neoyorquina, solo esa canción, tal era la fortísima impresión que me produjera desde aquella ya primera y lejana escucha. Siete largos años en los que (ahora recuerdo), cuando cruzaba mi mirada con alguna mujer deseada (y la mirada se prolongaba aunque solo fuera en unos pocos segundos de hermosa intensidad), hubiera querido que la voz de Laura y la melodía del tema salieran de mi mente para llegar a la de la desconocida, así alcanzando un estado donde un muelle de nubes nos llevara de la mano hasta las alturas del valle perfecto.

Fue ya en 2005 cuando adquirí este tercer trabajo de Nyro, "New York Tendaberry", y lo valoré de inmediato como un objeto sacrosanto, una joya de probada hondura sentimental y que venía por fin (el disco me costó conseguirlo bastante tiempo) a justificar mi admirada devoción por la cantante. Tengo también la impresión que, desde entonces, la convicción de mi preferencia por las mujeres morenas, de ojos castaños y cabellera ligeramente ondulada, tomó definitiva carta de naturaleza. Laura me demostró que la imagen de la belleza ideal podía ser real, y que el atractivo femenino tenía mucho que ver, entre otras cosas, con la armonía de la voz, con el lento descenso de los párpados y el pálpito de los lunares secretos. La portada del disco, esa maravillosa fotografía de David Gohr mostrando a una Nyro próxima al trance, cerrados los ojos y unos labios dispuestos ya a besar el aire nuevo de la madrugada, su melena enmarañada por la gorgona de una tempestad ensoñadora, anuncian cómo la noche pasada fue de diamantes y de suspiros, de silencio arañado por el nácar.

"New York Tendaberry" es la música de la vida hecha en sigilo, en perfecta cadencia de reserva y sosiego, el espejo del eterno misterio femenino. No solamente se cuestiona el hecho de que la prodigiosa voz de soprano y alto de Laura Nyro se extienda hacia cimas y ecos de inmensa belleza (en la intensidad que poquísimos artistas han logrado igualar), sino que lo que se oye definitivamente es parecido al pujante latido de las entrañas del mundo, una suerte de ondas y mareas que no logran alejarnos del vientre materno. Madre, mujer, amante, ¡cómo no quedar atado entre tus lianas!; hechicera, hembra mística, sirena, ¿cómo entonces permanecer anudado en tus redes cuando también tu me invitas a lo enmascarado?. Esa dualidad propia tan femenina, la superior al hombre que Laura representa en la brillante imagen de su voz sobrenatural, la inferior simbolizada por el oscuro silencio entre tema y tema, dando quizás al oyente un tiempo suficiente para buscar solamente la relación sensual, olvidando la pretendida espiritualidad de la relación.

He pasado numerosos días recientes escuchando "New York Tendaberry", decenas de veces, imbuido por una necesidad de revitalizar mi pureza interior. Tomando notas sobre la vida de Laura Nyro (intensa y llena de experiencias) he viajado al fondo de los días grises para intentar derrotarlos. He visto luminosas llanuras de lluvia verde mientras recordaba el texto de "Gibsom Street" ("Don´t Go To Gibsom Cross The River / If You´re Soft Then You Will Shiver..."); he saludado a la madrugada celeste cuando Laura se lamentaba, ("I Will Go / I Will Stay / In The Hours Of My Crying Day") en su "You Don´t Love Me When I Cry", y al acostarme, cualquier noche, pensando en las siguientes pesadas horas de piedra, me he salvado rogando, "Never, Never / Never I Will Roam / Cause He´s The Man / Who Sends Me Home" ("The Man Who Sends Me Home"). He escrito un sinnúmero de palabras pertenecientes a las canciones incluidas en el disco, intentando contagiarme del espíritu góspel que emana por cada poro de la grabación, queriendo con ella encomendarme a una divinidad que se nos escapaba.

Los títulos de los temas restantes, "Captain For Dark Mornings", "Tom Cat Goodby", "Mercy On Broadway", "Save The Country" (hay una magnífica versión de The 5th Dimension para este título, al igual que otros artistas hicieron numerosas versiones con composiciones de Laura), "Time And Love" (un prolongado silencio de hermosísimo sepulcro gótico lo enlaza con la siguiente canción) , "Sweet Lovin Baby", "Captain Saint Lucifer" (hay un precioso juego lascivo en el tono de Laura cuando canta "Meet Me Captain Saint Lucifer / Darling I´ll Be There / Don´t You Know / ...Now Don´t You Know I Love You?") y el mismo "New York Tendaberry" conforman el vértice de una cascada de poemas que caen sobre la superficie callada del oyente. Las influencias musicales de Laura, góspel y blue-eyed soul, jazz y rythm& blues, pop neoyorquino a la Brill Building; su profunda educación librepensadora (en el mejor contexto y tradición demócrata neoyorquina), su continuado afán por encontrar su verdadera voz  como mujer y expresar, de esa manera, una elección sexual y maternal liberada de ataduras convencionales (algo que conseguirá pocos años después de la grabación de este disco) transitan por los incorpóreos surcos de este "New York Tendaberry".


Comprendo gracias a artistas como Laura Nyro (y a trabajos como este "NYT", tan tristes como bellos), que la razón de ser consciente viene a consistir en ser uno con los demás, encontrándose con el otro para totalmente construirme. Laura sublima el valor de las palabras como símbolo más auténtico y cercano a la persona humana; su voz, tan próxima al poema sinfónico, eleva el significado de las palabras hasta su verdadera dimensión, consigue la extensión prolífica de los sentimientos más puros. Su música, compuesta para bailar a la luz de las puestas de sol, convierte el sudor en perlas, impulsa el dificilísimo círculo de las nubes hasta convertirlo en hogar materno. Siento, mientras termino este breve texto, que en cierta medida mi experiencia con Laura Nyro ha sido más profunda, y se prolongará más intensamente, que la de nuestro querido Jackson Browne. A ciertas edades me están permitidas algunas licencias. 





Nota: Entrada dedicada a mi querido hermano José María.








8 jun 2015

APUESTA GANADORA





KARATE PRESS                                "LA VERDAD ESTÁ BAJO TIERRA"
Grata, muy grata experiencia la de descubrir una nueva publicación musical y más aun si lo es desde su primer número, aquel que aparece con el signo arábigo 0 (y que por razones desconocidas muchas veces nos negamos a considerar como numeración válida). Acostumbrado como estoy a leer (más bien debería decir devorar) desde tiempo inmemorial la prensa musical nacional e internacional, desde la mítica "Disco Express" pamplonica de mi bien recordado Jordi Serra i Fabra, el añorado "Vibraciones" y posterior "Rock Especial" (pre "Rock De Luxe") y "Popular 1" (esta publicación me pareció siempre más metalera y algo ajena a mis gustos), hasta el "Ruta 66" (a la que, salvo muy breves períodos, permanezco fiel desde el inicio de su publicación), y contando también con revistas extranjeras como las conocidísimas y ya desaparecidas "Melody Maker" (nunca fui muy de "New Musical Express",... ni de "Rolling Stone" tampoco), "Best" (magnífica revista francesa de los 70), "Record Collector" y ya las más modernas "Uncut", "Mojo", "Q", "Shindig!" y "Flashback", la aparición de una nueva edición musical siempre acarrea mi atención de curioso innato.


Y lo hace mucho más si la nueva publicación contiene un tanto de novedad, alejada del corriente uso y disfrute de las revistas ya consolidadas. Es este el caso de "Karate Press" ("La verdad está bajo tierra", corta frase que siguiendo al nombre de la cabecera viene a resumir el posible ideario de la revista), publicación nacida en el pasado mes de Mayo y de la que me hice allá donde uno debe conseguir este tipo de artefactos, en la tienda de discos favorita de este irremediable consumidor musical que les atormenta. Novedad que se manifiesta espléndidamente en una portada de un estilo que me atrevería a calificar como "porno-punk" arrebatador; una suerte de díptico de erótica, peluda y abundante carne rubensiana fabricada por el conocido dibujante Don Rogelio J., y que prepara adecuadamente al lector para enfrentarse, sin previa idea fija de su contenido, a un editorial que viene a expresarse de la siguiente manera: "Karate Press es una revista de rock&roll. Entendamos rock&roll como una idea de disidencia, de libertad y de apertura mental, no como una secuencia de acordes petrificados, cortes de pelo o etiquetas. Entendamos un rock&roll que empieza con el primer "no" humano, y recorre todas las posibilidades de convertirlo en un "sí" a través del grito, la acción y la palabra". Buen comienzo, no me cabe duda.

Editorial que también supone toda una presentación de la publicación en esta extraña sociedad en la que vivimos (no quiero pecar de pesimismo a ultranza, la música me redime...), tanto en el contenido de los grupos y estilos musicales de los que va a hablar, como en su necesidad de explicar la razón que tácitamente les obliga a hacer acto de presencia; un aliento inconformista que pretende construir "una nueva crítica desde la trinchera que existe entre los zines locales y las revistas especializadas" (sic). Una suerte, entonces, de revista musical y magazine de cierta vanguardia artística, de panfleto ilustrado por lo que muestra de poco conocido (sea o no nuevo), una publicación de barricada que apuesta mayoritariamente por la lucha que significa el romper moldes y enseñar al lector su propio otro espejo como oyente y consumidor de música, aquel que no se refleja en su mente habitualmente, los ruidos de la calle y el silencio del insomnio cuando se convierten en mejor arte entran en el escenario.

De esta guisa aparecen entonces artistas conocidos como Franco Battiato o el Howe Gelb de Giant Sand y la pareja Hagert/Herrema de Royal Trux y su paseo por la pasarela no es nunca para hablar y decir lo que la mayoría de las revistas musicales generalistas pudieran contar de ellos, si no para mostrar al lector lo que éstas siempre callarían, el aspecto más remoto de lo puramente más comercial en los artistas, su deriva de búsqueda y experimentación y, mejor aún, la impresión emocional y sensitiva que su música crea en el escritor-oyente, el nivel subconsciente elevado a la categoría de primera narración, toda una experiencia lectora para nada usual en las publicaciones del género. Y si es esta la derrota por la que navegan los escritores (son algo más que articulistas en este Karate Press, créanme) cuando hablan de los artistas más famosos, no se desvía un ápice la senda y la intención en las ocasiones en las que nos presentan a aquellos poco o totalmente desconocidos.

Es precisamente aquí, en el apartado dedicado a glosar la vida y milagros de los menos agraciados por la fama y fortuna cuando Karate Press explosiona como un volcán largo tiempo dormido. Músicos, pintores e ilustradores, cineastas y dibujantes de cómics se arrastran entre la más cegadora lava, consiguiendo la visión fascinante del descubrimiento para el profano, cual es mi caso. No señores, yo no tenía ni idea de gente como el Niño de Elche, Blooming Látigo, Black Monolith, Nerve City, Fabuloso Combo Espectro (estos ya me sonaban algo...), Human Bodies, Dick Diver (aquí recuerdo un estupendo artículo de un escritor insigne, Johnny J.J., pinchen el nombre de esta banda en su magnífico blog ESPACIO WOODY/JAGGER), Juventud Infinita, Rafael Berrio (¡qué gran error!) o Black Dice. Tampoco del black metal noruego (aun reconociendo que nunca el black metal ha sido un género musical especialmente querido por mí), ni la maravillosa y trágica historia de los compositores judíos en el campo nazi de Theresienstadt, ni de la serie Z y el cine underground neoyorquino de los 70, ni mucho menos de los primeros dibujantes de cómics americanos de la década de los años 20 (aun siendo aficionado a este género artístico desde casi un crío), tampoco los disturbios vecinales en el Tompkins Square Park de Nueva York en 1988.

Esta múltiple ignorancia me dio pie, según leía los distintos artículos de la revista, para interesarme por multitud de facetas y hechos históricos y culturales de los que se da cumplida cuenta a lo largo de las páginas de este primer número de Karate Press. Las mismas y muy frecuentes referencias a las que hacen mención los articulistas en cada uno de sus trabajos me llevaron hacia una feliz y febril búsqueda de asuntos relacionados con la Escuela del Cuarto Camino, la Sociedad Antroposófica, la quema de iglesias protestantes por los blackers noruegos, la aparición del jabalí blanco en el escudo de armas de Ricardo III de Inglaterra, la existencia de la "Bandera Blanca" como emblema de los apáticos y de los desencantados con el mundo, a conocer del "Centro de Gravedad Permanente" (y de la barrera biológica infinitesimal que nos aleja del centro, de la esencia); un sinfín de enlaces a materias de todo tipo cuyo vínculo con las distintas expresiones artísticas mencionadas ignoraba o, en el mejor de los casos, había ya olvidado. Todo un festín para el curioso, un excelso convite que vino a reafirmar, una vez más, lo grande de mi incultura.


Confieso entonces que estas últimas semanas, desde mi vuelta de las tierras de Estella (quizá también influido por la magia de su paisaje) he estado inmerso en los descubrimientos más curiosos, algunos de ellos relacionados con el esoterismo y la vuelta del misticismo. Muchos momentos relacionados con la escucha de los grupos y artistas desconocidos, apuntando reseñas de muchos escritores de todo corte y sus más significativas obras, ordenando también la próxima actividad en una agenda que me llevará ineludiblemente a investigar el significado y el simbolismo de las estatuas del parque de El Retiro. Todo ello gracias a una nueva revista musical, Karate Press, a la que agradezco vivamente los tan enriquecedores momentos que me ha hecho pasar durante estas últimas fechas. Desearle larga vida a la publicación y a ustedes, pacientes lectores, su adquisición. Yo desde luego seguiré su mismo camino.