THE GUN CLUB "THE LAS VEGAS STORY"
Pónganse en situación. Una avioneta Cessna 150 sobrevuela los manglares costeros de la península del Yucatán, inicio del verano de 1984. Es su quinto o sexto viaje transportando a dos estrafalarios pasajeros norteamericanos, alojados desde hace semanas en uno de los muchos hoteles del más austral estado mexicano. En su historial turístico constan varios vuelos sobre gran parte de la costa, desde Rio Lagartos hasta Sisal, aterrizando una vez (contra pronóstico) en una pista clandestina que se desvía de la población de Pisté hacia las ruinas mayas de Chichén Itzá, paralela a la interestatal 180. Además de las visitas a distintos restos arqueológicos de la cultura maya (en uno de ellos aparecieron, ante al natural estupor del resto de acompañantes, semi-desnudos con los rostros pintados de excrementos de aves), tuvieron tiempo para sumergirse en los cenotes de Ikkil y Samula, experimentar con lavativas estomacales (preparadas con una mezcla de supuesta milpa aborigen fermentada y cazón) y, con ferviente dedicación, beber en abundancia el codiciado balché, vino sagrado de la antigua cultura autóctona. Pero ahora mismo nuestros protagonistas, que habían llegado al país semanas antes para someterse a una radical cura de desintoxicación, vuelan casi a ras de las sabanas cercanas a Mérida. Desde allí tomarán otro vuelo hasta la capital federal de la nación. Un par de horas de aburrida espera en alguno de los numerosos bares del Aeropuerto Internacional de la ciudad de México y, ya suficientemente colocados, vuelta a casa, a Los Ángeles.
Los pasajeros que regresan a California son Jeffrey Lee Pierce y Brian Tristan según consta en sus pasaportes, aunque éste último es más conocido en ciertos ambientes como Kid Congo Powers. Mientras Jeffrey, amodorrado contra la ventanilla del avión, no da señales aparentes de vida, su compañero Brian, (cuyo ADN genético nos muestra a un indígena americano de nuevo cuño, con antepasados mejicanos y apaches de la Arizona) rememora los últimos años pasados en compañía de su compañero de vuelo. Nitidamente recuerda a ese tipo tan extraño que hacía cola a la entrada de un concierto de Pere Ubu, mitad de 1979 en uno de los muchos clubes de Los Ángeles. Lleva en la solapa de su brillante impermeable negro de vinilo una gran chapa de Blondie, calzaba unas pequeñas botas vaqueras blancas que cubren media parte de sus cortas piernas y, para resaltar aun más su bizarra presencia , el pelo aparecía planchado en distintas mechas de colores casi imposibles. Unas cuantas cervezas adelante y, como quien no quiere la cosa, nuestro Kid Congo ya ha sido convencido para formar junto a Jeffrey Lee lo que sería el embrión de la banda The Gun Club, haciéndose cargo de la guitarra en The Creeping Ritual, nombre que dan a un combo que tendría como base musical a Bo Diddley, Marvin Rainwater, Winston Rodney Burning Spear, Marty Robbins y el primer Little Richards. Un sonido enmarcado en estructuras básicas de blues, construido para otorgar a la guitarra un sonido lo más abierto posible, mezclado con tonalidades de la entonces escena inglesa y del "no-wave" neoyorquino.
Aquel su primer concierto en el Hong Kong Cafe de Chinatown refulge en la mente de nuestro particular héroe, finales de 1979. Ha pasado poco tiempo, coincidiendo con la salida de la primigenia base rítmica del grupo, cuando él y Jeffrey Lee deciden el cambio de nombre, ya como The Gun Club, y reclutan al bajo y al batería de The Bags (una conocida banda angelina que se movía dentro de la órbita de Kim Fowley), Rob Ritter y Terry Graham. Siguen a marchas forzadas las nuevas sesiones de ensayo con los nuevos miembros del grupo y, a las pocas semanas, según reconoce el propio Kid, profundizando en una versión del famoso "Preachin´The Blues" de Son House, "descubren" su verdadero y genuino sonido, una suerte de "beat" rítmico que va cambiando de acuerdo a las variaciones vocales, muchas veces ajenas éstas a un recitado convencional, que les permite romper los acordes del tema o mantenerlos en suspensión, a la espera de una nueva improvisación que les abra paso hacia la melodía final. Para ellos era como " si sonara como Patti Smith y The Slits" y, a raíz de este nuevo "descubrimiento" van componiendo los temas más importantes del que sería su primer larga duración, "Jack On Fire", "She´s Like Heroin To Me", "Railroad Bill" o "For The Love Of Ivy".
En un lugar indeterminado de la ruta de vuelo entre las costas de Nayarit (allá donde en 1532 Diego Hurtado de Mendoza fue por última vez avistado en su buque "San Marcos") Jeffrey Lee sufre un repentino vómito. Nadie, aparte de él mismo, parece percibirse de tan molesta situación. Un repelente vaho de alcohol y papilla de analgésicos se mezclan con restos de hamburguesas, jitomates y opaco tabasco Heinz. De una forma autómata Jeffrey coge una servilleta y se limpia los restos del naufragio. A su lado Kid Congo Powers se encuentra en una fase de cortos y profundos ronquidos agónicos, sus sonidos inconscientemente emulando aquellos descarnados insultos que Jeffrey dirigía a las escasas audiencias que asistían a los primeros conciertos de The Gun Club en Los Ángeles...."¡bastardos, hijos de puta, follamadres perdedores, joderos todos!"..., para a continuación lanzar contra el suelo del escenario un menudo ejemplar de la Biblia y pisotearlo con saña. Si su pretensión entonces era servirse de la agresividad del punk para deconstruir la propia música que interpretaban, bien que lo consiguieron (además de crearles un aura de malditismo y repulsión popular). Ciertamente alarmado por sus ronquidos Kid se despierta y, sintiendo como sus ojos empiezan a lagrimear profusamente, vuelve su mirada hacia la mano derecha de Jeffrey, coge la servilleta y se la pasa con rabia por la cara.
Es en uno de esos conciertos en Los Ángeles cuando, ¡cómo no recordarlo Kid! (diciembre de 1980), la banda recibe la inesperada visita de The Cramps, recien mudados a California desde Nueva York. Su entonces guitarra Bryan Gregory acaba de abandonar el grupo y Lux e Ivy intentar reclutar un nuevo guitarrista. Parece que les gustó lo suficiente el estilo y la desmadejada figura de Kid Congo y le proponen de inmediato su entrada como nuevo miembro del grupo. Kid , buen muchacho, lo consulta previamente con Jeffrey Lee y éste le recomienda no pensárselo ni un solo minuto. Ya se relame el chaval en dulces ensueños junto a una de las bandas más selectas de aquellos tiempos cuando, imponderables de los inhibidores enzimáticos de su organismo, los poderosos efluvios tóxicos emanados de la servilleta de Jeffrey Lee entran en acción y Kid, sus defensas orgánicas debilitadas por años de excesos (pese a su juventud), pierde el conocimiento. Estamos, en este momento del relato sobrevolando la Isla Tiburón, la más grande del golfo de California, apenas a una hora de aterrizar en el aeropuerto de Los Ángeles, territorio sagrado de los indios seris.
No es seguro que Kid Congo recuperara plenamente el sentido hasta la llegada a destino, acompañando en este supuesto a un Jeffrey Lee Pierce que ya entonces olía a pura defecación; más bien las figuras de ambos se asemejaban a las de dos lagartos de Sonora aplastados por las ruedas de una pick-up Toyota. Lo que si es cierto es que la azafata de turno (aquella de Brooklyn, ¿recuerdan?) se gastó todo un pulverizador de colonia intentando apaciguar el nauseabundo olor de la fila 23. Y es así que (ya no se distingue donde concuerda la realidad y la ficción, y si el tiempo diera para mucho más ) nuestro héroe indígena se reencuentra con Jeffrey Lee casi tres años y medio después en Australia, al inicio de la salvaje gira que The Gun Club dio allí a comienzos de 1984. Kid, ya liberado entonces de sus compromisos con The Cramps, ha sido llamado por un desesperado Jeffrey para paliar la repentina salida de su anterior guitarra, Stuart Dotson. Allí se encuentra con su primer camarada de The Creeping Ritual, el batería Terry Graham, y con una belleza gótica, Patricia Morrison, que sustituyó hacía algunos años al bajo a Rob Ritter. Australia, entonces incendiada por las hordas post-punk y el maravilloso estigma de grupos como The Beast Of Bourbon, les acoge con los brazos abiertos.
Nuestro avión procedente de México D.F. con destino a Los Ángeles ya sobrevuela Inglewood e iniciará, en unos 10, 15 minutos, las maniobras de aproximación al Aeropuerto Internacional de Los Ángeles. Curioso ver como, al igual que se tratara de un proceso telepático, Kid Congo rememora aquí el retorno de la banda desde Australia. La entrada, poco tiempo después, del grupo en los estudios Ocean Way para grabar su siguiente album, "The Las Vegas Story", un trabajo conceptual ideado por Jeffrey y por él mismo que, inicialmente, pretendía ser un panegírico de la decadencia de la ciudad de Nevada para convertirse, al poco tiempo, en una desconsolada imagen de la América de Ronald Reagan. El giro total al estilo anterior del grupo ya está claramente acordado por ambos. Nada de punk-blues, ni de barridos psychobillies, ni señas de identidad que pudieran suponer una repetición de sus obras anteriores ("Death Party" y "Miami"). Ni por asomo repetir en la producción con Chris Stein, al que acusan de haber desvirtuado en gran parte el sonido de su segundo album. Buscan a un productor que asimile y de forma a su nueva concepción musical, un sonido que recogiese básicamente las distintas capas de guitarras al estilo Television, crudas y elegantes, enmarcadas en un trasfondo de free-jazz, en tanto que esta vía les propiciaba una libertad interpretativa que anhelaban emular. Piensan en gente como Tom Verlaine, John Cale, David Lynch, Mitch Easter, Prince..., hasta que finalmente se deciden por Jeff Eyrich, profesional que ya tenía cierto renombre al trabajar anteriormente con T-Bone Burnett.
Cuando ya nos acercamos a la pista de aterrizaje es cuando Jeffrey por fin despierta. Todavía medio aletargado observa una cómica mueca en la boca de Kid Congo. Ignora, cómo saberlo entonces, que éste está ahora recordando las sesiones de grabación del "The Las Vegas Story" en el Ocean Way Studios. Como se adueñaron (por algunas noches y sin permiso del propietario) del equipo "vintage" de grabación de Ry Cooder (entonces trabajando en la banda sonora del "Paris, Texas"), de la llegada una madrugada de una gigantesca limusina blanca, desde donde descienden apresurados Stevie Nicks y su cohorte para, al poco tiempo, encerrarse todos y atrancar las puertas de los lavabos del estudio (tanto el de mujeres como el de hombres), o de la participación del entonces pianista de Julio Iglesias en alguno de los temas, al igual que hicieron los hijos del cantante Andy Williams, Andy y David, a la sazón dos reputados intérpretes barítonos. Todo fue una fiesta. Animal Records, el sello de Chris Stein, había sido recientemente comprado por Chrysalis y el presupuesto de grabación no reparó en gastos. Kid aprovecha entonces, cuando ya la mueca de su boca se ha tornado en un no disimulado bostezo, para estirarse en la butaca. Busca perezosamente en su chaleco mejicano de gamuza una botellita completa de Jack Daniels Old No. 7 y se la lleva a los labios. Después de saborear brevemente su líquido dulzón se la pasa a Jeffrey. Éste erupta suavemente y la vacía de un solo trago.
Al poco de esta recreación histórica, donde muchos de los datos reseñados responden a la más estricta veracidad, The Gun Club se embarcaron en una extensa gira por los Estados Unidos y Europa que les llevó más de seis meses. Al final de la misma, ya en Londres, la banda decide no volver a su país. La situación política propiciada por el conservadurismo a ultranza de Reagan les parece insoportable. Además, las relaciones personales con Jeffrey Lee Pierce parece que habían llegado ya a un punto de no retorno. Éste último inicia una breve carrera en solitario, antes de reagrupar de nuevo a la banda, Patricia Morrison entra a formar parte de The Sisters Of Mercy, al igual que hace nuestro querido Kid Congo Powers con Nick Cave And The Bad Seeds. Pero son estas otras historias que, con algo de paciencia, pudieran ser contadas en otra ocasión.
Esta casa agradece fervientemente a la web fromthearchives.org, toda la enorme base documental, ya sea en texto o fotográfica, de la que es propietaria y que nos ha servido para redactar esta entrada.
Jeffrey es otro maldito como Thunders, cierto que ganado a pulso ese malditismo. Para mi tuiene un parecido con Nick Cave pero superior a este con esa música tan sucia y velvetiana. Gran disco las vegas Story
ResponderEliminarTantas veces escucho este "The Las Vegas Story" tanto me doy cuenta de lo buenísimo que es. Puro Television de la costa oeste.
EliminarGracias y saludos,
Javier.
Estupendísima entrada, Javier. Ya me habías anticipado que ibas a hablar de Congo Powers, y pensé en Gun Club antes que en Nick Cave. Vamos conociéndons.
ResponderEliminarAbrazos.
...y me he dejado a The Cramps por el camino, es que este tío es tremendo, Gun Club, Cramps, Nick Cave,..¿hay quien de más?
EliminarAbrazos,
Javier.
Collons, que entradón Javier. Conocí los Gun Club con este disco aunque luego se asentó más en mi memoria el anterior "Miami". Me han entrado unas ganas tremendas de volverlo a escuchar después de leerte. Abrazo.
ResponderEliminarPena, para mí, del "Miami", está fatalmente producido por el Chris Stein de los collons, como bien dices.
EliminarGracias y abrazos,
Javier.