ELLIOTT SMITH "FIGURE 8"
He sido, lo reconozco, abducido inexplicablemente por una desconocida materia extraterrestre. Algo, o alguien, ha coaccionado mi voluntad de una manera fragante , transportándome hacia una nave espacial ufológica de difícil descripción técnica. Entre las primeras imágenes que ahora puedo recordar no aparece ningún garaje, ni taller mecánico, ni hangar abandonado entre suburbios urbanos, tampoco las típicas herramientas desparramadas por el suelo, iluminadas por un fenomenal contrafuerte de luz de plata. (No tuve la suerte de presenciar ninguna imagen de "thriller" americano..., tampoco)
¿Qué fue entonces?
Lo que inicialmente recuerdo fue un agradable picor en las palmas de las manos, sensación que se acrecentaba paulatinamente hasta provocar una especie de helado cosquilleo metálico. Una leve malla de acero pretendía enrollarse entre mis brazos, anhelando formar una madeja irisada, pero sus nervios se revolvían descontentos como si fueran arañados por las aristas de unos acantilados feroces, tan lóbregos como aquellos sueños geográficos que "Catherina Tekakwhita tuvo junto al nacimiento del río Mohawk"*. ¡Ah! Leonard Cohen, ayúdame, tú que aún transitas entre los pasillos del Chelsea Hotel.
Si.
Hay trescientos silencios entre los primeros párrafos de Babilonia y los del monte de Cthulhu, aquel pictograma soñado del "Amanecer Naranja del Delta de Seda*" nos abre la puerta a este mundo de hollados caracoles, sus estrías llorando con lágrimas cuarteadas por siglos y líquenes inexplorados, aquellas que acaban vaciándose en valles donde solo vuelan libélulas de un despiadado marfil nublado. Y en sus altísimos vértices, como en las torres desmochadas de Jericó, se enroscan las serpientes eléctricas de Brooklyn, luces inexpugnables de un neón brillando entre ladrillos blancos.
Y así me ensueño entre las vertientes de las grandes montañas, como una huella más, como un alud. Han pasado las páginas del libro de las grandes aventuras alpinistas entre mis dedos y siento el escalofrío de haber estado donde nunca estuve, y aun dudo ante ese último escalón de hielo, poco antes de llegar a la cima donde reina el ojo acústico. Todo sucede acorde al ritmo antiguo de las primeras autopistas inglesas, aquellas del "Radio On*" de Chris Petit, entre los primeros pilares remozados tras los estragos de la Luftwaffe, en un blanco y negro de Afga y de Hasselblad, cuando los cigarrillos Embassy iban desde la boca de Marlene a los labios de Winston, una suerte de nostálgico cabaret unía a las tropas, siempre vencidas.
Y parece que de ninguna manera puedo parar esas líneas horizontales que se precipitan como latigazos entre el asfalto, y es así que no me impiden contemplar la minúscula orografía de las grietas del pavimento, y también me prohíben saborear los grumos de alquitrán, tan queridos, ahora cuando ningún cabo queda aquí arriba, una nada estratosférica rodea hasta el vaivén de mi estómago. Añorar la basura de los arcenes, las latas oxidadas, paquetes de tabaco amoratados por la lluvia de siempre, restos de animales atropellados, sus pellejos resecados formando parte ya del paisaje lunar, cristales de brillos descatalogados, cruces de piedra con flores.
Desde aquí arriba, tan alto. Una orquesta de tristes laúdes engarza una misteriosa canción para los Orones. Como el llegar a una cima donde se alcanza lo que sin remedio cae, así, tan alto llegué. Y ver un país de nubes donde las alas han quedado estáticas pero aun remueven rascacielos y portaaviones de algodón, y hay un breve fulgor ante tantas miradas antiguas que causan un eco eterno, inmortal. Aquellos jardines que van cayendo en cascada entre tormentas azules, sus rayos atrayendo a gigantescos lepidópteros que crean Áfricas y otros Orinocos y sus afluentes de nuevo. No pude imaginar tanto espacio, tantas diademas de color, tanto aire, tanto esperma desperdiciado entre las garras cerradas del tiempo.
Espero. Si, espero, a que pase un segundo de vida más, y otro y otro más, hasta hacerlos respiración, para juntarlos todos con las miradas de aquellas bellezas apalachianas de 1979. Y sentirme a mí mismo, y conmigo a todos los hombres, y a aquellos a los que apenas miré, hacerlos míos también. Es así que cuando camino por esta hondonada cósmica contemplo extasiado cómo se mueven ellos, su desplazamiento pacífico, su deambular de levitación y gestos lúdicos. Como un gigantesco apéndice sin fin ni principio, la oreja perfecta ondea el sonido, la lengua siempre palpitante en la boca de millones de palabras, todas ellas nuevas, cada vez que se pronuncian.
Así entonces se desplaza la epidermis del universo, por esas venas que son cauces de planetas, flujo sanguíneo del Danubio marciano, entre cráteres de cebollas atómicas. Sube por fin un halo de nieblas retrasadas, despidiéndose de las heladas superficies de los "Lagos Lunares*", hasta el lugar donde me encuentro, no demasiado lejos de las revueltas del sueño más profundo. Desde allí espero la llamada de los juncos inamovibles, aquellos que en su vaivén reflejarán mi última voluntad. La de abandonarme aquí, así, para siempre. En el talud fluido del mármol.
Elucubraciones varias después de la repetida audición del "Figure 8" de Elliott Smith.
* "Beautiful Losers", Leonard Cohen (Panther, 1973)
* Amanecer Naranja del Delta de Seda. Cosecha de la casa bajo la influencia de H.P.Lovecraft
* "Radio On", película de Chris Petit, 1979. Una de las pocas "road-movies" inglesas. Imprescindible.
* Lagos Lunares. Cosecha de la casa bajo la influencia de la uva verdejo.
Veo que te ha hecho volar la escucha de semejante maravilla. ¿Sigues flotando o estás ya entre nosotros?
ResponderEliminarUn abrazo, Javier.
Aproveché para engancharme a la avioneta de Jeffrey y Kid Congo. Sigo todavía volando.
EliminarAbrazos y gracias,
Javier.
Te ha dado fuerte Elliot Smith A mi me gusta pero no a tales extremos
ResponderEliminarTanto su "Figure 8" como el "From A Basement On The Hill" me parecen dos auténticas maravillas. Este tío tenía muchísimo dentro. Lástima su desaparición.
EliminarGracias y saludos,
Javier.
Si que te ha pegado fuerte este hombre... je, je, je. Es curioso, pero cuando nos da por un disco... a veces es como las pibas... no podemos dejar de darle y darle...
ResponderEliminarUn abrazo.
Tú no pararás de darle y darle a las tías Savoy..., yo me conformo con escuchar y volar con Elliott.
EliminarAbrazos y gracias,
Javier.
Excelente post, un placer leerte...admito mi ignorancia sobre el malogrado cantautor. Saludos
ResponderEliminarAntonio, a por él. Merece muchísimo la pena. Es de una sensibilidad que realmente sobrecoge.
EliminarGracias y saludos,
Javier.
Buen disco Javier , Lo ví en directo en Barcelona exactamente en el Zeleste 3 .
ResponderEliminarTodavía tengo la entrada , 29 de junio de 2000. Poca gente entonces para ver un gran artista.
Saludos,
Yo no tuve la suerte de verle Jordi, te envidio. Debió ser, supongo, un magnífico concierto. A mi este tío me gusta mucho, mucho.
EliminarGracias y saludos,
Javier.
Quizás sea el disco que más me guste de él aunque nunca me ha dado tan fuerte, aunque no desecho el día de que así suceda porque es un artista que me produce mucho respeto y admiración. Abrazo.
ResponderEliminarComo le comentaba a Bernardo, éste "Figure 8" y su último "From A Basement..." son mis preferidos. Celebro que te guste este pedazo de artista. Como en mucho, coincidimos.
EliminarGracias y abrazos,
Javier.