RAMIRO PINILLA (1923-2014) "IN MEMORIAM"
Entro en una librería con la premeditada intención de hacer tiempo antes de un concierto. Camino lentamente entre las estanterías apiladas de libros, muchos de ellos aparecen ante mi vista con sus títulos y autores medio borrosos ya que he olvidado las gafas en casa y apenas puedo distinguir los textos en la distancia. En una esquina al final del pasillo principal (la librería está formada por una gran nave diáfana donde los libros quedan distribuidos lateralmente, también en anaqueles que ocupan buena parte de la zona central de la estancia), encuentro varios libros de Ramiro Pinilla, uno de mis escritores favoritos. El autor bilbaino ha fallecido el 23 de octubre, casi un mes antes de este recorrido libresco, y me decido como pequeño homenaje a comprar una de sus obras. Elijo "El cementerio vacío", segunda entrega de la serie policíaca que tiene por protagonista al singular librero y detective getxotarra Samuel Esparta.
Conocí a Ramiro Pinilla a principios de 2005, al poco tiempo de publicar "La tierra convulsa", primera parte de su famosa e imprescindible trilogía "Verdes Valles, Colinas Rojas". La lectura de esta obra inmensa, por su amplitud y volumen cuanto por la extensión temporal que abarca, me deparó momentos de gozosa alegría. Uno que, no sabe bien la razón, siempre ha tenido cierta querencia por todo lo vasco, encontró en Pinilla a un autor con una muy profunda y convincente fuerza para transmitir al lector gran parte de la energía y vigor de la raza eusquérica, versión contemporánea. Su conocimiento y análisis de la razón de ser y del comportamiento de un pueblo, delimitados ambos (en la trilogía reseñada) al espacio temporal que supone el inicio de la masiva industrialización en la Vizcaya de finales del siglo XIX, para concluir con la aparición de ETA y sus primeros atentados en 1959 (el franquismo ya plenamente instalado en toda la geografía nacional), se narran (ficción y realidad dándose profusamente la mano) de una manera amplia y sin complejos. Tanta holgura hay para entrar en la comprensión ideológica del primer nacionalismo vasco como, de igual manera, reconocer la valiosa aportación al desarrollo del país que tuvieron los inmigrantes que, a miles, se instalaron en sus territorios. Y si es ancho el camino de la comprensión y del reconocimiento de ambas realidades, asimismo lo es cuando el autor critica con dureza los ámbitos, mentales y prácticos, que el nacionalismo trato de imponer como separación entre unos y otros. A los maketos solo les quedaban (salvo honrosas excepciones literarias), agarrarse a los mitos de impureza de sangre y simiente de la barbarie pro-revolucionaria.
Toda la simbología euskalduna que abunda en la trilogía "Verdes Valles, Colinas Rojas" queda un tanto disminuida en la siguiente obra que leí del autor. En "La Higuera" se ofrece al lector una muy lograda simbiosis de la resistencia de la propia tierra y de la gente autóctona ante la masacre ética y moral que supuso el franquismo. La higuera crece año a año como alegoría del crimen no olvidado, como fermento que generación tras generación va creando la levadura necesaria para mantener viva la imagen de la ignominia causada a todo un pueblo, aquel que recogió de los propios nervios de sus raíces étnicas el rechazo a la imposición de las armas. Al poco, ya infectado por la prosa de Pinilla, siempre cercana aun a fuerza de pasajeros circunloquios, me encontré con "Las ciegas hormigas", una novela que algunos, más expertos, ya tildan de legendaria. La fuerza activa de una pequeña comunidad rural que, ejemplificando la singularidad de un linaje secular de luchadores, moviliza a todos sus miembros para conseguir de una imprevista desgracia natural el máximo beneficio.
Termino esta breve entrada con una mera reseña a la última adquisición del autor vizcaíno. "Los cementerios vacíos", trasunto en su título de una de las más hermosas y enigmáticas leyendas que cubren la rica fabulación vasca, aquella que habla de los cementerios costeros y como los enterrados, al cabo del tiempo, se deslizan hacia el fondo de la mar para encontrarse con sus seres queridos, también desaparecidos. Ello en el entorno de una investigación por un crimen inciertamente adjudicado a un maketo. Lo peculiar del protagonista, a la vez detective y escritor, otorga a la novela una dimensión de ficción que enriquece de forma magnífica su lectura.
Queda pendiente la adquisición de las dos otras series que conforman esta última trilogía detectivesca del autor, la última "Cadáveres en la playa" publicada en el mismo mes del fallecimiento de Pinilla, además de sus otras obras, "Seno", "Antonio B el Ruso, ciudadano de tercera", "Los cuentos" y "Aquella edad inolvidable". Alguna de ellas tocará la puerta estas navidades, el resto confío en que se irán incorporando poco a poco. Un sorbo de txakolí, y de fondo musical el "Shining On Everyone" de The Fakeband, tratarán de emular el ambiente fresco de Getxo, aquel que a veces tanto deseamos por estos secarrales castellanos.
Creo que me puede gustar bastante, el tema me atrae y eso que dices de que se narran (ficción y realidad dándose profusamente la mano) de una manera amplia y sin complejos todavía incrementa mi interés. Por aquí, como siempre, aprendiendo e ilustrándome. Merci, gran Javier. Abrazo.
ResponderEliminarLa trilogía mencionada es fundamental querido Johnny. Si quieres empezar con el autor recomendaría, como entrate, sus novelas de serie negra, entre las que se encuentra esta de "El cementerio vacío".
EliminarGracias y un abrazo,
Javier.