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25 nov 2014

EL GUARDABOSQUE MAYOR



ERNST JÜNGER                  "SOBRE LOS ACANTILADOS DE MÁRMOL"
Existe un breve estertor en el sueño que se asemeja al eco final producido por la tecla de un piano. Esa resonancia que antecede momentáneamente al silencio primero de la mañana, cuando salimos de un sueño de magia y nos enfrentamos a la realidad metálica de la historia inconclusa de cada jornada. Esa somnolencia que nos deja la noche pasada, si apenas podemos recordar su narcosis bañada en brumas, quisiera que permaneciera durante todo el día, y andar por la casa como un espectro, atravesar las paredes sin esfuerzo aparente y llegar hasta el otro lado del espejo. Ser como el vuelo primero de la cortina que recibe el aire y elevarme con él hasta el techo de la estancia. Hablar con el secreto de la madera del piso, de los muebles viejos, de la lámpara apagada seis o siete horas antes y preguntarla, si es que aun lo recuerda, cómo me contempló su luz cenital antes de dormir. Adentrarme en esa pequeña muerte que propicia la oscuridad para resucitar antes del amanecer, como si ya el sueño fuera la única y exacta realidad a la que juego.

Leer, más que leer, vivir en el silencio de las páginas de "Sobre los acantilados de mármol" de Ernst Jünger, hora a hora, día a día, apenas una semana, es como la lenta caída en un abismo de luz. Cada palabra, cada frase, las imágenes poderosas que propugnan sus distintos escenarios, el mismo relato semejante a una sutil pesadilla, envuelve al lector haciéndole partícipe de la misma historia que otros, como él antes y como él después, volverán a vivir. Geografías simbólicas donde los grandes y fértiles valles mantienen, sin aparente esfuerzo climático, el resplandor de la vida plena; acantilados de frontera en los que refulge una pátina de fulgor dorado; desde sus cimas divisándose las tierras bajas de pastoreo, con sus viejos árboles y dioses tallados y, al otro lado, distanciados apenas por unos enigmáticos territorios flanqueados por turbas, ciénagas y juncales, el bosque..., y el Guardabosque Mayor.


La vieja crónica, no por ello desgastada en su terrible significado, de la lucha entre el bien y el mal. Un Bien cuyos protagonistas, de acuerdo con la propia necesidad de la narración, se nos muestran frecuentemente como elementos convencionales, al uso de sus propias labores campesinas las más de las veces, otras como guías guerreros y espirituales de una comunidad que lucha por evitar la propagación de la tiranía. Un Mal, prodigiosamente descrito en el libro, que parte con la ventaja del secular miedo anclado en el corazón de todos los hombres, también de la necesidad arbitraria de un orden que haga desaparecer cualquier atisbo de diferencia.

Junto a ellos, y sin duda como pieza más sugerente de la novela, un cúmulo de intérpretes no humanos, animales y espacios de abrumador misterio, botánica teológica y lengua y palabras de sentido y significados crípticos. Dogos de Cuba y lebreles de infantería, víboras lanceoladas y águilas primigenias; nieblas y fuegos redentores, aves incendiadas, orquídeas de perfil invencible, espejos paralizadores, jeroglíficos en las grietas, pieles humanas sin vida, de cera transparente. Sueño y espíritu como antítesis a la violencia descarnada; parálisis e inmovilidad ante el máximo fragor de la batalla, todo sumido en una niebla que anega las tierras bajas y sube, como remolinos premonitorios, hasta las cumbres de los acantilados, último altar donde un sacerdote moribundo oficiara la salvación redentora.

Ernst Jünger (1895-1998), paradigma de la Kultur germánica del siglo XX, quiso con esta obra, escrita a finales de 1939, oponerse al despótico régimen político que Hitler y sus secuaces nazis instauraron en su país. Sus premoniciones, en cuanto a las consecuencias que su totalitarismo ideológico y su militarismo genocida supusieron para el resto del mundo, se encuentran como símbolos patentes a lo largo de la novela. Los primeros y más sagaces lectores de la obra presintieron que las escenas narradas iban mucho más allá de un mero relato  y, cuando ya finalizada la conflagración mundial en 1945, contemplaron la inmensa plenitud de la destrucción, las devastadoras consecuencias de la derrota de todos, constataron cómo sus temores y sospechas se habían hecho lamentablemente realidad. 

Jamás imaginé, antes de enfrentarme al libro, a Jünger como un escritor de ciencia ficción. La lectura de esta obra bien podría alinearle en la corriente del "1984" de George Orwell, en cuanto a la denuncia y premonición de la barbarie que la ideología tiránica puede imponer a los hombres. Pero ahora, todavía al ascua del calor de sus páginas, me atrevo a considerar al autor alemán, por lo menos en este colosal trabajo, como arquetipo de la mejor novela del género, aunque solo haya sido una la que le pueda encumbrar a ese privilegiado tabernáculo.


18 nov 2014

TIEMPO DE BRUJAS





CRESSIDA                              "CRESSIDA"     
Hubo un tiempo, ya quizás lejano pero que revuelve su hojarasca de vez en vez, en que fuera que las cosas se sucedían de forma más natural. El recoger un trozo de musgo y oler la humedad de tantas lluvias pasadas, todas ellas acumuladas en un ínfimo espacio de geografía verde y suave, transportaba al observador hacia lugares donde concurrían los recuerdos casi olvidados, aquellos en los que la marmita de los druidas era bálsamo para la gente sencilla. Contemplar las hojas lobuladas de los robles con sus tonos de cuero eternizado, alcanzar desde el suelo una piedra y admirarse con su brillo escondido, también con su diminuta orografía de planetas, pasar la mano por un tronco y recoger en la mano un liquen de pequeñas ramas caprichosas, sus estrías semejantes a neuronas dibujadas por dioses antiguos. Estas, y otras muchas más, actividades del hombre curioso se daban más y mejor en otras épocas, cuando el hombre y la naturaleza porfiaban por ser un mismo conjunto, un resumen de sensaciones milenarias que enriquecían con sencillez al caminante sosegado.

En ese espacio diluviano, cuando en la música rock casi todo era nuevo, se desarrollaba la apuesta de una banda como Cressida, tablado en el que convergen unos músicos ingleses que inician su carrera en la primera mitad de la década de los 60. Era entonces, si, cuando la escena cambiaba constantemente de escenario, sus protagonistas convencidos en buscar nuevos caminos de expresión, aquellos que aunaran el aun corto sendero recorrido por el género con otras raíces que recogieran la mezcla de culturas rurales y urbanas. El folk, el jazz melódico, la primera psicodelia de hadas y de Alicia, el originario rock contundente, ya consolidado en su instrumentación rotunda de guitarras y poderosa base rítmica, el nacimiento del estilo progresivo como expansión hacia territorios donde el músico, también el oyente, pudieran alcanzar cotas hasta entonces no holladas.

Allí y entonces, en esa atmósfera de iniciación para tantos, cabía la posibilidad de encontrar obras tan genuinas como el primer álbum de nuestros invitados de hoy, de título homónimo, y originariamente editado por el añorado y prestigioso sello Vertigo en 1970. Cressida (nombre cuya elección no queda clara entre los propios miembros de la banda, unos inclinan su preferencia por la mera belleza de la palabra, otros lo engarzan con la obra "Troilo y Cressida" de Shakespeare) acoge en su primera y legendaria formación a músicos como John Heyworth y Angus Cullen, la base cenital del grupo, profunda hermandad tanto en la labor compositiva como en el desarrollo y mantenimiento de su idea estética. Peter Jennings, imprescindible en su aportación instrumental, uno de los teclistas más poderosos e imaginativos que he escuchado en mi trayectoria como oyente, y que contribuirá vigorosamente a dar a la banda su sonido y estilo más característico. Kevin McCarthy al bajo e Iain Clark a la batería, formarán una base rítmica anclada en la vieja escuela, escuetos en su expresión, tremendamente incisivos en su labor de apuntalar un murmullo sin grietas.


Y es con esa mencionada alineación con la que alumbran una obra, esta "Cressida" tocaya, que viene a significar para este prosista una de las obras más significativas (también desconocidas) del folk-progresivo inglés de la muy primera década de los 70. Estilo musical el suyo que ancla su andamiaje en una bella confrontación entre los teclados, como instrumento claramente predominante, y la voz. Es entonces "Cressida" un trabajo donde el órgano Hammond B3 de Peter Jennings y la voz de Angus Cullen nos embarcan, para los menos conocedores del grupo entraremos en comparaciones, por terrenos ya entonces recientemente explorados por bandas como Procol Harum, Caravan o Brian Auger & His Oblivion Express. En la voz, y en la atmósfera creada por su propia narración, The Moody Blues serían quizás la referencia más obligada. La guitarra de John Heyworth, a lo largo del disco gracilmente hermanado con la belleza casi catredalicia de los teclados, genera unas veces con logrados ecos acústicos, otras con riffs de hermosísima extensión eléctrica, un ambiente de progresión melódica que nos transporta hacia reverberaciones de grutas limpias, a espacios donde la repercusión rítmica vuela con alas de nubes tan altas.

Para que los ya curiosos e interesados puedan entrar en detalles, decir que mientras la cara A muestra a la banda en su versión de mayor contundencia instrumental, temas como "Winter Is Coming Again", "Cressida" o "Depression" revelan el virtuosismo absoluto de su exquisita estructura rítmica, en la cara B, canciones como "Spring 69", "Down Down" o "Tomorrow Is A Whole Day" manifiestan la mejor versión baladista del grupo, una suerte de cánticos dirigidos hacia una dilatación melódica que los eleva al mejor "soft-prog" posible. Otras alhajas repartidas a lo largo del disco, "Time For Bed", "Home And Where I Long To Be", "One Of A Group", "Light Is My Mind" o "The Only Earthman In Town", siempre la balanza entre teclados y voz perfectamente engarzada, apuntalan una interpretación musical que raya muchas veces  con la mejor génesis de la sorpresa.


Hoy, cuando contemplo cómo las parejas, incluso tan cercanas físicamente entre sí, se comunican vía ipod (o como se llame ese infernal artilugio), cuando las visitas a los mejores museos se pueden hacer directamente desde el sillón del hogar, o cuando parece que una gran parte de nuestra existencia pretenden hacerla pasar por el aro de la virtualidad, es el tiempo en el que más me aferro a las épocas pasadas, aquellas en las que contemplar un simple acebo tintinear con el viento daba lugar al desfile impávido de las brujas.



31 oct 2014

RECUERDO DE PORTUGAL



ANTONIO LOBO ANTUNES               "YO HE DE AMAR UNA PIEDRA"
Después de un largo período de sequía, climática y de producción, vuelvo a las andadas para mayor agravio de mis pocos lectores. Sequedad impuesta por los propios caprichos de la existencia que, si bien me ha mantenido relativamente ocupado con la organización de ciertas rutas literarias e históricas, también me ha anestesiado en una especie de "dolce far niente", velado estado de semi-inconsciencia donde los días pasan sin apenas gloria y con mayor pena. La reivindicación de la pereza, se da uno cuenta según avanza en la edad, debería quedar exclusivamente señalada para aquellos que, de tanto camino que les quede por recorrer, puedan permitirse el sumar sin más un día a su calendario, ajenos al hecho de llenarlo con mayor o menor contenido. Lamentablemente ya no es mi caso.

Y entre las ocupaciones que me han entretenido durante estas últimas semanas quisiera recalcar la lectura de un libro de Antonio Lobo Antunes, escritor que se encuentra junto a Pessoa, Saramago y Eça de Queirós entre mis favoritos del país vecino. "Yo he de amar una piedra" es su título y fue publicado originalmente en el año 2004, el mismo en el que también salió a la luz su magnífica obra "Buenas tardes a las cosas de aquí abajo", de muy grato recuerdo.

Lobo Antunes no es un escritor en absoluto fácil. Su estilo está basado en una suerte de narrativa que mezcla acciones sin aparente continuidad, indagando en escenarios que a simple vista no guardan relación entre sí, y que obliga al lector a un esfuerzo continuado de atención e interpretación. Si además añade a esta dificultad un (des)lineamiento de actuaciones y pensamientos concatenados, que asíduamente suponen una fractura expositiva y un salto geográfico entre frases, palabras y diálogos, el lector se halla las más de las veces en un territorio donde los anclajes convencionales de interés por el texto pueden quedar fácilmente pulverizados. Valga un ejemplo cogido al azar, página 368:
...
"(la linterna
-Dentro de poco un aguzanieves)
y con la aguzanieves el mar o sea no exactamente olas, no exactamente peñascos, no exactamente paquebotes, un cambio de viento, qué viento, una alteración de la luz, una agitación distante, la linterna a mi
-El mar
y debía ser el mar, era por fuerza el mar porque una mujer"
...

Vuelto a leer el texto, dos o tres veces, y es algo que ocurre constantemente, el lector va encontrando dentro del aparente desorden un significado algo más claro y nítido, aunque en su totalidad muchas veces germine también una pequeña larva de desasosiego. Nos invade una especie de inquietud ya que el resplandor no es suficientemente explicativo; no nos es dado aprehenderlo o entenderlo en su integridad ni siquiera con varias lecturas. Acción, pensamientos instantáneos, sensaciones físicas, ligamen de símbolos, abismos entre palabras, algunas de ellas sirven de amarre cuando la descripción queda demasiado diluida, lo mismo ocurre a lo largo de todo el texto con párrafos enteros que, gracias a la bondad perentoria del escritor, permiten al lector un cierto seguimiento racional.

Y cuando ese desgarro del estilo, que cabalga por el libro desbocadamente, se incrusta en mi interior me permite jugar al mismo juego al que se entregan los personajes de la novela, el recuerdo. Van pasando las páginas, el hilo del argumento da fuertes puntadas o, en no pocos momentos, se torna en un filamento apenas visible. Mi imaginación vuela entonces con los personajes de la novela hacia otros ámbitos, los míos propios, mis recuerdos personales que se entremezclan con los de los protagonistas en sus distintos escenarios, fotografías, consultas (parte del ambiente sucede en hospitales, decorados donde Lobo Antunes, médico, se mueve como pez en el agua...), visitas familiares, últimos relatos con los que finaliza el libro.

El lector que ya conozca a Lobo Antunes compite con indudable ventaja frente a aquellos que se asomen a él por primera vez. El lisboeta se posiciona, como el pintor ante un cuadro, con un lienzo vacío de contenido que comienza a rellenar por la esquina más inesperada. Sus siguientes trazos ocurren en un ángulo completamente contrario, con trazos también disconformes y colores antitéticos a los primeros empleados. Salta al centro y pergeña un esbozo de perfiles abstractos que parecen opuestos entre sí, recula constantemente hacia un origen que cambia con cada imagen, crea entre tanto una tenue red de araña que va sedimentando un guión peculiar que, poco a poco, va enmarañando al lector. Otras veces, cuando el aguijón de la comprensión parece preparado, suelta inesperadamente a su presa y deja que camine libre, siempre por un filo aguzado por el ansia de conocer el siguiente paso.


Magnífica la traducción de Mario Merlino para la edición de abril de 2006 en DeBOLS!LLO, Barcelona. Digna de reseña la labor de Merlino cuando, como es el caso, es éste un libro que en tantos instantes combina el puro relato de la acción con el pensamiento más diluido, la palabra repetitiva que se retrotrae hacia tiempos pasados, embarcando, de igual manera, a los protagonistas hacia un presente que requiere, deliberadamente sin lograrlo, concisión y fijeza. Su "modus" de traducción coincide plenamente con el espacio original que pretende imponer el autor portugués y esto, a la larga, facilita si cabe su lectura.

10 oct 2014

LA CHARCA IDEAL



RAFAEL ARGULLOL                           "MALDITA PERFECCIÓN"
Al margen de las conocidas como "novelas-río" (estilo en el que ando algo metido últimamente), y como contrapunto a una trama inicial que normalmente continúa en otras obras que mantienen la misma historia, siquiera alteradas por el paso del tiempo, existen ensayos literarios que son como profundas charcas de ideas. Pozas donde quedan flotando las percepciones que un autor viene a expresar sobre distintas materias, algunas de ellas manteniéndose en la misma superficie de la acuosidad, dada su mayor relevancia y significado, otras, las más pesadas y difíciles de digerir, quedando ancladas en el leve tálamo de su profundidad. Esa pequeña balsa natural, que debido al fango acumulado muy pocas veces se nos presenta como transparente y cristalina, refleja no obstante las formas de aquellos elementos más próximos que, contemplados a ras de su superficie, sirven para acercarnos a una realidad que queda al alcance de la mano, en la trayectoria de aquella visión que con más atención las contemple. Tal es el caso de la penúltima obra publicada por el filósofo y ensayista, también poeta y catedrático universitario, catalán Rafael Argullol (Barcelona, 1949), "Maldita perfección. Escritos sobre el sacrificio y la celebración de la belleza" (Acantilado, 2013).

Siguiendo con el símil acuoso, bien podríamos imaginar que,  nunca de forma premeditada pero, eso sí, arrostradas por un destino inapelable, aparecen en la limitada parcela de la charca una serie de burbujas que caprichosamente van y vienen, impulsadas por un hálito de energía fugaz que las ven nacer y morir en cuestión de pocos segundos. Cada una de ellas, en su mayor o menor prolongación de vida, en su menor o menor tamaño, vienen a representar la existencia concreta de un autor y de una, o varias, de sus obras a comentar por el ensayista. Las burbujas de más grande envergadura, más proclives también a una más rápida explosión, nos muestran aspectos interesantes de artistas célebres como Miguel Ángel, Shakespeare, Goethe, Hölderlin, Nietzsche, Víctor Hugo, Thomas Mann y Pablo Picasso. Otras de menor tamaño, y más tendentes a su permanencia, nos hablan de Lucrecio, de Rilke, de Dostoievsky, de De Chirico, de Di Lampedusa, de Mark Rothko. Unas y otras, cruzándose y entrelazándose entre sí, crean algunas de mayor formato que, impulsadas por el propio soplo del ensayista, crecen de tal manera hasta que sus ondas se confunden con la totalidad del fluido. Éste, el ensayista, como un demiurgo plenamente consciente, dirige la acción desde la orilla de la pequeña laguna y, a veces, como adormecido por tanta belleza, lanza piedras de profundidad contra la superficie.

Y ocurre que hay todo un crucero naval en el trayecto que va de orilla a orilla. Un viaje impulsado por la idea de la obra de arte como más fidedigna representación del Hombre y de la Naturaleza. Autores célebres, como los mencionados, que actúan como pilotos y manejan el timón mejor forjado para hacer avanzar la nave en la que, desde Noé, sigue embarcada la raza humana. Travesía que en función del esfuerzo y sacrificio de los timoneles, contando también con las vicisitudes propias del clima artístico, arribará a un puerto donde lo aprendido tornará en mercancía de intercambio. Tal es el precio a satisfacer; más cultura, mayor conocimiento para rellenar la, casi siempre, insatisfecha mochila de la existencia.

El lector enamorado ante la calidad de la obra narrada, aquel que la come y hace de su placentera digestión una enseñanza que intenta abarcarla en su totalidad, se sorprenderá gratamente por el rum-rum que se irradia desde el mismo estómago de la poza. Desde los jugos que emanan del propio fluido emergerán a la superficie palabras y adjetivos definitivos, aquellas palabras que forjan por liberarse, estos epítetos que buscan enconadamente delimitarlas, ambos intentando febrilmente capturar el meollo de las mejores ideas, propicias a la huida muchas veces. "Movimiento ", "geografía mítica", "fuentes de otredad", "modernidad espectral", "pintura metafísica", "silencio escuchado", "futuro permanente", "enigma", "utopía biológica", "ideas de luz", "claroscuro"..., en tantas otras el ensayista armado de claridad, sutil verbo y pluma correosa.

Los remos del autor, éste Argullol del que solamente había leído su muy recomendable "La atracción del abismo" (Editorial Destino, 1983), bogarán también, en una suerte de "eterno retorno", hacia lo más profundo de la misma charca. Y tal sucede cuando, sumergido en su escafandra de visionario y de viajero hacia lo íntimo, nos narre las visiones propias del mundo abisal del agua estancada. Comentarios que abarcan el espíritu de los continentes, la personalidad propia de algunos países y ciudades, el entramado y el andamiaje de la poesía, las ráfagas intermitentes que han definido siglos y movimientos artísticos, y que se utilizan como faros espectrales para iluminar el núcleo más oscuro de lo ya acontecido. Pasado, presente y futuro. Brillo, desanclaje e incógnita aterradora.


7 oct 2014

COSECHA DEL OTOÑO




ESPERANDO EL OTOÑO.
Todavía no ha llegado, aunque está listo para hacerlo, el color de crepúsculo brillante del Otoño, la estación predilecta de los románticos. Y mientras voy culminando un último trabajo consistente en toma de notas, muy inspiradoras para futuras entradas, me enfrento al ansia y a la necesidad, biológica, del cambio de color. Ya ciertamente cansado del alargado tono rubio y tostado del Verano, espero con expectación el primer fulgor del cielo y de las uvas, el resplandor de un limón que se torna cobrizo para terminar, casi extenuado, en un rojo eclesiástico.

30 sept 2014

LA REVOLUCIÓN SERÁ EN VIVO




GIL SCOTT-HERON                   "PIECES OF A MAN"
Coincido con numerosos críticos y ensayistas literarios en el hecho de resaltar la coincidencia de que muchos de los protagonistas de las mejores obras narrativas, desde la segunda mitad del siglo pasado hasta el presente, aparezcan ante nuestros ojos como auténticos héroes sin atributos. Parece como si el ocaso y decadencia de nuestra más reciente civilización se viera abocada a trasladar el vacío existente como el escenario más adecuado para dar pie a sus pequeñas o grandes historias. Obras como "El hombre sin atributos" de Musil, "Ulises" de Joyce o "Esperando a Godot" de Beckett (por mencionar unas pocas de las más representativas) nos trasladan a un entorno donde los personajes se alejan del estilo épico y totalizador del siglo XIX para, acuciados por un pesimismo congénito a la propia humanidad, mostrarnos en la falta de un carácter fuerte y decisivo la peculiaridad activa del hombre moderno.

Pienso, igualmente, que esa singularidad de la ficción literaria no se da afortunadamente en bastantes de los artistas y músicos de las penúltimas generaciones. Como si huyeran de una invención que les alejara de la realidad (también de los sueños) de su vida cotidiana, muchos de ellos intentan trasladar al oyente sus propias vivencias (además de las experiencias acumuladas), en una suerte de compromiso con la sociedad que les tocó vivir en su momento.Uno de esos músicos fue Gilbert Scott-Heron, trovador de la comunidad negra de su país, auténtico ejemplo de sintonía entre la situación de las clases menos favorecidas en los Estados Unidos de las últimas décadas y, el mismo artista, baluarte de la voz y el texto como arma de denuncia y látigo de las clases dirigentes.

Su propia vida, la de un ciudadano más que aspira a ejercer las oportunidades que la Ley de Derechos Civiles de 1964 le reconoce, es un modelo donde significativamente la decepción y la rabia toman carta de naturaleza. Nacido en 1948 en el Chicago del aluvión inmigrante negro de los estados del Sur, criado en el Tennessee donde la segregación racial es la norma social de convivencia, mudado al Bronx y al Chelsea de Nueva York, ghettos negros e hispanos entonces, sus experiencias alcanzan los más altos grados de exclusión y, al mismo tiempo, sirven de caldo de cultivo para una toma de conciencia militante y prolongada en el tiempo. Su talento natural para la escritura (manifestada incluso antes de encontrarnos con un Gil adolescente), y su paso posterior por la universidad Lincoln de Pensilvania (donde decide dedicarse a la carrera de escritor), sirven para que nuestro Gil pueda practicar su lírica de una forma mucho más concluyente y decisiva.

Los encuentros de Gil Scott-Heron con Brian Jackson en la universidad, un músico muy alineado entonces en el desarrollo del soul como estilo genuinamente negro (posteriormente estudioso de la fusión de ese género con el jazz) y participante destacado en la Midnight Band que liderará en sucesivas grabaciones con el propio Gil, y con Bob Thiele en el Nueva York de los últimos 60, le persuade para dedicar definitivamente su actividad hacia el campo de la música. Este último Thiele, entonces productor de grandes artistas del jazz (desde Louis Armstrong hasta John Coltrane), le guía hacia las enseñanzas de una composición melódica que, desde sus primeras grabaciones hasta el final de su trayecto profesional, le servirán de genuina expresión musical. Ritmos de fusión de jazz, blues y soul, a veces adornados con claros arreglos de pre-música-disco, acompañados por una voz de gran calidez y entonación, muchas veces semejante al "spoken word", harán que de acuerdo con muchos críticos musicales aparezcan los primeros antecedentes del posterior hip-hop y rap negro. La anteriormente citada lírica militante y de denuncia social concederán a nuestro artista una dimensión que pocos de sus pares de entonces llegaron a tener.

Y si hablamos de "spoken word", aunque sea de pasada, debemos referirnos al primer trabajo compuesto por el artista de Chicago. Un "Small Talk at 125th & Lennox" que no deja de ser un sorprendente ejercicio de poesía callejera, musicada en base a una selección previa de sus poesías. Obra publicada en 1970 y que, además de contar con excelentes músicos como Ron Carter (bajo), Bernard "Pretty" Purdie (bateria) y Hubert Laws (flauta y saxo alto), muestra por primera vez uno de los temas que más y mejor representarán a nuestro protagonista, el famoso "Revolution Will Not Be Televised", canción con la que se abre el album que hoy comentamos, el "Pieces Of A Man" de un año posterior.

Este "Pieces Of A Man", clara continuación temática del anterior, nos presenta entonces a un artista que abarca tanto la visión de compromiso social como la del compositor que se sirve de su talento poético para crear una obra de enorme alcance lírico. Frente a los versos incendiarios que buscan provocar la reacción de sus hermanos de raza y clase (en el mismo "Revolution Will Not Be Televised", "Save The Children" y "The Prisoner"), aquellos que relatan la pura miseria de la adicción ("Home Is Where The Hatred Is"), el ahogo existencial de una vida sin valores ("A Sign Of The Ages", "The Needle´s Eye"), la inviabilidad de la apariencia ("When You Are Who You Are") o la fractura de ese hombre sin atributos que comentábamos al principio ("Pieces Of A Man" y "Or Down You Fall"). Toda esta temática de desgarro se torna en sugerencia de alivio y curación en canciones como "Lady Day And John Coltrane" y "I Think I´ll Call It Morning" empleando, como el resto de las canciones mencionadas, todas ellas palabras y frases de una riquísima representación plástica, de un muy alto significado poético además.

No solo el futuro más inmediato de Gil Scott-Heron le llevó por esta misma orientación compositiva. Sus posteriores grabaciones hasta su muy postrera de 2010 "I´m New Here" (y recuerdo especialmente ahora la obra que quizás tengo más "trabajada", el "The First Minute Of A New Day" con la Midnight Band de Brian Jackson), le mantienen en las mismas cimas de altura expresiva. Ni los prolongados espacios (más de una década desde 1993) de silencio, ni los problemas legales que arrostró por su posesión de estupefacientes, pudieron calmar su pacto de compromiso con los suyos, con todos nosotros en definitiva. Gil Scott-Heron fue un auténtico hombre con atributos. 








25 sept 2014

VENDRÁN TIEMPOS MEJORES





ANGEL VIÑAS                      "LA SOLEDAD DE LA REPÚBLICA"
Hace no muchas fechas terminaba de ver en algún canal de televisión la serie basada en el muy recomendable libro de Arturo Barea "La forja de un rebelde" y sentí la necesidad de reforzar mis lazos ideológicos con la II República española. No por causa de que dichas ataduras estuvieran en ese momento de la visión debilitadas (algo muy improbable que ocurra dada mi profunda querencia sentimental con su doctrina y espíritu), sino más bien por el hecho de recargar con nuevas razones objetivas los argumentos iniciales que me llevaron en su momento a optar por ese sistema político. Exigencia, esta de confirmar mis votos republicanos, que personalmente me viene al pelo para fortalecer mi aborrecimiento y rechazo por una época como la actual en la que la malísima calidad de nuestra democracia  se ha tornado en el pan nuestro de cada día.

El texto elegido para aplacar tal necesidad revitalizadora ha sido el primer volumen que el historiador Angel Viñas publicó en 2006 (70 años después de la sublevación militar contra la República), titulado "La soledad de la República" y que conforma, junto a los posteriormente publicados, "El escudo de la República" (2007) y "El honor de la República" (2009), una trilogía de indudable valor histórico y documental. Angel Viñas, propietario de un envidiable curriculum académico y profesional (Catedrático de Economía Aplicada, profesor de la Escuela Diplomática, funcionario nacional e internacional de altísimo nivel en distintos ministerios españoles, FMI, Comisión Europea y delegación ante las Naciones Unidas) se sirvió de las entonces (2002-2004) descalificaciones secretas de los archivos republicanos, ingleses, franceses y rusos para aportar a su visión histórica todo un cúmulo de datos y documentos que supusieron una muy completa visión de los hechos acaecidos entre Julio y Diciembre de 1936, fechas en las que se produce la sublevación armada y la consolidación del "status quo" bélico entre los rebeldes y el gobierno legítimo.

Es obvio que la ingente y novedosa documentación que aporta Viñas en la primera obra de su trilogía republicana no sería tan interesante si no hubiera por medio una clara intención de desligitimar la visión histórica que muchos otros especialistas, post-franquistas y anti-republicanos en su mayoría, se han empeñado en considerar como únicas e inequívocas. Desligitimación, o visión torticera y claramente politizada (que también la hubo y mucha), de otros historiadores que, en la misma época en que Viñas publica su "La soledad de la República",  tuvieron acceso a la nueva documentación desclasificada y que, por razones obvias a su ideología, interpretaron a su modo o pasaron directamente por alto. Y no por ello, por estudiar concienzudamente los nuevos archivos y ligar sus datos con los ya existentes con anterioridad (en una suerte de fastidioso ejercicio de revisión de acontecimientos, repaso de hechos y novedosas interpretaciones de los mismos), cae Viñas en la fatuidad de considerar su mirada como definitiva y exclusiva. Antes bien, situándose (como reconoce) bajo el "dictum" del maestro Pierre Vilar, reconoce que las conclusiones a las que ha llegado no despejan en su totalidad las lagunas que todavía existen, dejando entonces a los historiadores futuros (una vez vean la luz pública los archivos todavía clasificados), la tarea de ir completando la historia viva sobre este apasionante tema.

Una "soledad" de la II República que, retomando el mismo título de la obra, es fruto entonces (Julio de 1936) de la debilidad interna del propio régimen (administrativa, de orden público y militar) y del inesperado vacío que le hacen las democracias occidentales a las que inicialmente acude pidiendo auxilio (Francia e Inglaterra, en menor medida los Estados Unidos). Aislamiento que, salvo la honrosa excepción del México del presidente Cárdenas, la obliga a buscar "in extremis" (avalado por el nervio financiero que significa el traslado y depósito de las remesas de oro nacionales) el apoyo de la Unión Soviética de Stalin. Soporte que empieza a consolidarse a mediados de Septiembre de 1936 con el envío de importantes remesas de armas y víveres, dos meses más tarde que los rebeldes sublevados, amparados desde el primer instante por la ayuda militar y económica (a crédito) de las potencias del Eje germano-italiano (además de la muy importante logística de Portugal). Tal plazo de tiempo, aunque compensa en alguna medida el desequilibrio militar republicano a primeros de Octubre de ese año, no sirve en absoluto para mermar las posiciones territoriales ya adquiridas por los sublevados, situación que, por el contrario, se verá lentamente acrecentada en los meses posteriores.

No es evidentemente esta "La soledad de la República" una obra que remita su narrativa exclusivamente a los meros acontecimientos bélicos de la segunda mitad del año 36 en España ya que por sus páginas pasan los personajes que hicieron posible sus episodios. Los más significativos, un Largo Caballero, como nuevo jefe de Gobierno desde Agosto de ese año, un carácter más resolutivo y comprometido con la defensa a ultranza de la República, además de un Juan Negrín ,como ministro de Hacienda y encargado de planear la financiación de una "economía de guerra", apta para la supervivencia del régimen a un plazo mayor de tiempo, que ya entonces preveía. Franco (figura algo secundaria en un primer momento de la rebelión dado que la autoridad militar recaía en los Generales Mola y Sanjurjo) que, por sus primeros y concluyentes triunfos (y también por su astucia al autoproclamarse como único interlocutor válido ante Mussolini e Hitler), va adquiriendo el protagonismo por todos conocido. Azaña, asentado en Barcelona cautelarmente, pensando ya (a los pocos meses de iniciarse la conflagración) en la mediación internacional para dar fin a la contienda.

Hitler y Mussolini, haciendo caso omiso de las resoluciones de no intervención del Comité internacional del mismo nombre, enfrascados en su estrategia de utilizar a España como campo de pruebas del enfrentamiento bélico mundial que ya estaban fraguando. Leon Blum en Francia, como jefe de un gobierno salido de las urnas como Frente Popular que, por proximidad ideológica, debería haber dado mucho más apoyo a la República y que, débil interna e internacionalmente, queda al amparo de los intereses geoestratégicos del gobierno inglés, a la corta y a la larga enemigo no declarado de la II República. Un Stalin en una situación extremadamente compleja,  inicialmente apostando por una política de no injerencia (garantía de su plan estratégico para hacer con Francia una suerte de pinza contra Alemania), posteriormente, y una vez constatada la burla constante de las potencias del Eje, aliado imprescindible del régimen republicano, pero más orientado hacia el apoyo a un régimen "burgués, demócrata y no estrictamente revolucionario" que, sin ahuyentar la posible alianza con Francia sirviera, al mismo tiempo, de freno frontal a la creación de un estado fascista en el extremo sur de Europa. Roosevelt, más enfocado a la política interna (a 7 años del "crack" del 29, enfrascado en su ambicioso programa del "New Deal"), pero también siguiendo las recomendaciones del gobierno inglés para obstaculizar y paralizar las gestiones de los diplomáticos y agentes republicanos al objeto de financiar la compra de armas en su territorio.

Además de esos grandes protagonistas, parangón de la Historia Universal para bien y para mal de muchos de ellos, aparecen un sin fin de figuras que otorgan a la obra un singular carácter de curiosidad y cercanía en su relato. Embajadores, cónsules, agregados militares de todo rango, agentes gubernamentales, espías y contraespías (la documentación aportada por los servicios de inteligencia ingleses, en mayor medida, y rusos es abrumadora), comisarios políticos, dirigentes de partidos políticos, figuras anarquistas y nacionalistas (muy controvertida la actuación de muchos de ellos), financieros (¿recuerdan a un tal Juan March?...), aristócratas, aventureros, contrabandistas y gente de mal pelaje, pueblo llano,  todo un crisol de individuos y de escenarios que, en mayor o en menor medida, ayudan a que la obra, a veces farragosa en cuanto a la cantidad de datos que facilita, pueda digerirse con mayor comodidad.


Recomendable, en definitiva, para todos aquellos amantes de las obras de divulgación histórica y también para los que, como es mi caso, sean más aficionados a estudiar y comprender el devenir reciente de nuestro país. Independientemente del signo e ideología política del historiador (todos ellos en mayor o menor medida la tienen), una obra como "La soledad de la República" y, en definitiva, la entera trilogía del autor (de la que ya leí hace tiempo su segundo volumen), suponen una magnífica aportación para el conocimiento de unos hechos no tan lejanos y que, sin ninguna duda, siguen siendo tema de actualidad a día de hoy. Si a ello añadimos un esfuerzo encomiable, como hace el autor, por manejar los nuevos datos aportados por los archivos especializados más importantes, y hacerlo de la manera más objetiva posible, miel sobre hojuelas.







17 sept 2014

I NEED YOU THE EARLY RATIONALS CIRCA 1966

Bien, parece que funciona. Hagamos un nuevo intento, parece simple.




Marco un poco la separación entre texto e imagen del vídeo.

I NEED YOU THE KINKS 1965

Nueva prueba inclusión de vídeo en blog, después de un breve texto explicativo, que solamente nos servirá a efectos de relleno. Cuando escribo este texto estoy en la pestaña de "Redactar".

Accedo al link de insertar un video desde youtube, eligo el artefacto en concreto, le doy a seleccionar y aquñi está el resultado.

16 sept 2014

CORO DE LIBÉLULAS




BECK                         "MORNING PHASE"
El comienzo de "Morning" es intensamente bello, como el alquitrán perfumado. Su entrada orquestal queda enmarcada en una lenta sucesión de nubes que nos transportan hacia una intensa línea emocional de bajos, guitarra acústica, piano y nueva sección de cuerda, todas ellas conforman la estructura armónica del resto del disco, "Morning Phase". En ese momento sublime, tan leve que es apenas percibido, cuando la orquesta suavemente abre la puerta a los instrumentos que fijan definitivamente la melodía final, el mundo parece detenerse. Hay una inmersión y un cerrar de ojos, la mente queda anestesiada por un vapor de melancolía, el cuerpo deja sus contornos físicos, abandona su peso molecular, y la música nos conduce hacia otra dimensión. Llega entonces, de manera instantánea, a poseernos una sensación de curación, una breve brisa acaricia los cristales y las gotas de un tenue sol lucen dentro nuestras pupilas. Resucitamos de nuevo a la vida. "Wake up this morning / From a long night in the storm"


¿Cómo hemos llegado hasta aquí, desde el Bunker Hill de Los Ángeles hasta el Nueva York de la Factory de Andy Warhol, pasando por el Nashville que forman, todas ellas, el imprescindible triplete urbano de la música americana contemporánea? El degradado barrio angelino que vio crecer a Beck Hansen en 1970, las iniciales influencias del hip-hop negro y latino, el aprendizaje del "skatedance" y la temprana inmersión en el "delta-blues" de Son House y Leadbelly. El "anti-folk movement" del Village, rociado por el recuerdo ultra vanguardista de la tribu warholiana, el primer viaje iniciatico de Beck fuera de Los Ángeles. Antes el punk primitivo de la ciudad californiana, la asistencia a numerosos conciertos de The Screamers, The Controllers y The Germs; la convivencia adolescente con muchos de los personajes de la época radical, Darby Crash, DOA Dan, Kid Spike, Carla Mad Dog. Después, mucho tiempo después, la grabación en Nashville de las primeras versiones que dieron lugar a muchas de las canciones que formaron el definitivo "Morning Phase", mientras tanto, el fantástico "Loser" de 1993.

Para Beck fue fácil llegar hasta aquí..., quiero decir que siendo nieto e hijo de personajes reconocidos por la vanguardia artística y musical de la Norteamérica contemporánea, pareciera como si en su propio ADN estuviera fijado el propio estigma de la mejor creación (lo que no significa que su inmenso talento, dedicación y grandes dotes de trabajo no le hayan ayudado). Su abuelo, Al Hansen, amigo de Jack Kerouac, apóstol zen en la década de los 50, importante miembro del Fluxus, rama neoyorquina, manager de grupos punk en la primera hornada de la Costa Oeste (siempre Los Ángeles...), creador de fanzines musicales que retrataban la escena musical radical de la segunda mitad de los 70. Su madre, Bibbe Hansen, con apenas 16 años la estrella más joven del universo de la Factory, actriz en varias películas de Warhol, miembro de una de las primeras "all girl bands" (The Whippets) neoyorquinas, también del grupo black fag en Los Ángeles, sus letras minúsculas parodiando su rechazo al exceso de testosterona de gente como Black Flag o The Nation of Ulysses. Auténtica heredera de la Gertrude Stein del París de los años 30, musa y belleza incuestionable en la pasarela artística angelina desde la década de los 80 hasta la actualidad. David Campbell, su padre, un reputado músico, arreglista y director de orquesta, aparte de sus propias composiciones reconocido también por su participación en grabaciones tan perdurables como el "Tapestry" de Carole King o el "What´s Going On" de Marvin Gaye, por citar solo unos pocos.

Debo decir, antes de olvidarlo y porque ahora se me ocurre una significativa conexión con los impresionantes antecedentes artísticos de Beck, que la desustructuración familiar a veces tiende a producir un profundo estrato de libertad, los miembros que la "padecen" es fácil que queden fuera de un estricto ámbito de convención y controles sociales, el traspaso de fronteras se hace con mayor facilidad y, en definitiva, la ausencia de una organización tutelar arraigada propicia una suerte de independencia que, bien aprovechada, favorece la búsqueda del propio camino. Beck creció en ese mundo, en sus orígenes muy ligado a la pobreza económica y a la falta de educación escolar. La influencia del comportamiento vital de sus mayores, auspiciado en ellos por un concepto de libertad a ultranza, le dio alas para desligarse de cualquier atadura e iniciar un recorrido profesional, musical en su caso, que le llevaría hasta las cimas que actualmente ocupa.

Dicho esto me centro en este excelente "Morning Phase". Afirma Beck (varias entrevistas en noviembre de 2013 en Rolling Stone y marzo de 2014 en Mojo) que este su doceavo disco, el último después de un hiatus de más de 5 años (su anterior obra "Modern Guilt" fue publicada en 2008), y el primero en su nuevo sello Capitol Records, es simplemente música de California, aquella que intentando recoger el legado de The Byrds, Crosby, Still and Nash, Gram Parsons y Neil Young, continúa caminando por el sendero del "sunshine pop" lisérgico aclimatado a los retos de nuestro tiempo actual, un momento presente que intenta encontrar un nuevo "cosmic cowboy" que revitalize el espíritu del legendario Topanga Canyon. Sus antecedentes nos retrotraen al año 2005 cuando graba en Nashville las primeras maquetas de algunos de los temas que compondrán el corpus final de este "Morning Phase". El resto de las canciones las completa en 2012, también en Nashville y esta vez en los estudios Third Man Records de Jack White, y en su estudio doméstico de Los Ángeles en 2013. Le acompañan en esta estancia la última hornada de músicos habituales del artista, Justin Meldal-Johnsen (bajo), Joey Waronker (batería), Roger Joseph Manning Jr (teclados) y Smokey Hormel (guitarra). Su padre David Campbell contribuyó brillantemente en todos los arreglos orquestales.

Manifiesta también Beck en las entrevistas mencionadas que este "Morning Phase" es de alguna manera una continuación del celebrado "Sea Change" de 2002. Les une una reacción interior propulsada por unos acontecimientos que conforman la base anímica de ambos trabajos. Si la ruptura sentimental, y el dolor consiguiente, es la trama emocional del "Sea Change", la enfermedad y la postración causada por una grave dolencia en la espalda del artista, es el motor que inicialmente alimenta la creación en "Morning Phase", bien entendido que mientras en el primero Beck relata un estado personal donde la pena y la tristeza se adueñan del espíritu del disco sin salir de él, en "Morning Phase", por el contrario, la superación del estado de abatimiento toma carta de naturaleza. Conviene apuntar, de todas maneras, que esa naturaleza no priva a "Morning Phase" de encuentros con la soledad, la angustia y la tristeza, aunque como colofón se desprenda un sentimiento general de melancolía en vías de superación por un Beck más maduro y ya en camino de una completa revitalización.

Y este nuevo revivir lo encuentra Beck en la necesidad de acudir a un estado de paz interior propiciado por la imagen de una mañana plena de luz, un anclaje al que se agarra casi desesperadamente, frente a las tinieblas de una noche de tormentas donde las sombras y malos augurios pueden extenderse hasta el alba. Desde el inicial "Morning", que refleja el estado preliminar de un artista acosado por sus fantasmas, hasta el último tema "Waking Light", donde la claridad del día le empuja al merecido confort del alivio final, el disco transcurre por una suerte de diástoles y sístoles compulsivas. "Heart Is A Drum" suplica la ayuda de una providencia desconocida, "Say Goodbye" se aleja temporalmente de su mejor estado mental, mientras "Blue Moon" recuerda, enmascarado con un divertido aporte de banjo, sus años de vagabundo buscador de los orígenes del blues. En "Unforgiven" se deleita en un lastimero ejercicio de introspección, y hay una inquieta elegancia en "Wave" que no deja oculta la posible rendición de su alma solitaria. "Don´t Let It Go" es un mantra proclive a la autoestima como terapeútica; exquisita e inteligente modulación del sueño eterno en "Blackbird Chain", que da paso a la invocación estéril del egoismo en "Turn Away". "Country Down", un country-rock premeditadamente limitado en sus formas externas, le acerca a sus raíces campestres (Gram Parsons).


Beck, que en su propia constitución como músico, ha bebido de innumerables estilos para adaptarlos a su propia idiosincrasia como compositor y productor de éxito reconocido, adquiere en este "Morning Phase" un estado de sazón que le encumbra ya como un artista clásico. Este estatus no le puede llevar a una situación de acomodo, antes al contrario, le empuja por caminos de experimentación tanto en la propia composición musical como en los posibles formatos a utilizar (sus últimos trabajos en "Song Reader", con la publicación de partituras de 20 canciones para ser interpretadas por músicos aficionados, además de sus composiciones instrumentales para varios videojuegos de PlayStation 3 y PlayStation Vita, lo atestigua). Sus declaraciones mencionadas en el Mojo de marzo de este año hablan de sus intenciones actuales para, literalmente, "romper barreras establecidas de sonidos", y explorar básicamente las posibilidades sonoras en el final de las canciones, volviendo a los conceptos que ya el gran Miles Davis atemperara en la década de los 70, cuando a las canciones se les permitía "respirar" durante 30 ó 40 minutos. "Morning Phase", independientemente de su contexto compositivo, supone un pequeño paso en esa dirección. Escuchen con atención los finales de cada tema incluido en el album y verán cómo queda abierta en todos una melodía que no parece tener conclusión.








9 sept 2014

EL SIGNO DEL CENTAURO



SAGITTARIUS                 "PRESENT TENSE"
Creo firmemente que la influencia de la última luna de Perigeo, acaecida esta pasada madrugada hacia las 3 de la mañana, ha sido del todo beneficiosa para mis propósitos. Verla en todo su esplendor, nuestro único satélite brillando un 14% más de lo habitual, la impresión de su grandeza alcanzando un 30% más de su volumen originario, concibió una sensación de plenitud más fácil de explicar en  romance que en pura prosa, un lance donde el supuesto agujero negro del universo se convirtió, en apenas unos pocos instantes, en una impecable fuente de luz, una inmensa bola de energía blanca saliendo incólume de un astro tantas veces indeciso. El encanto producido en esos momentos cayó sobre mí como una bendición y, transportado hacia el interior de cráteres de cristal, empecé a tararear la melodía del "My World Fell Down". La senda para hablar sobre el "Present Tense" de Sagittarius quedaba entonces abierta.

Debo advertir a los pocos lectores que me sigan que este pasante es muy amigo del barroco, del artificio y del arabesco, más cercano a los ensueños de la mente que a la dura realidad concreta de la existencia, lo digo porque es más que probable que me deje llevar por la emoción y me deslice, influenciado por la maravillosa vibración que el "Present Tense" me produce, por frases y dijes aparentemente inconexos, fruto ello de la mayor querencia por nadar entre la luz antes que encontrar una frase que delimite el concepto académico del resplandor. Intentaré, por lo tanto, ser conciso e ir al grano. El disco publicado por Sagittarius en 1968 no deja de ser, en un primer análisis de su razón, un gran disco de folk-pop-psicodélico, con orquestaciones y arreglos de altísimo nivel y con canciones que, bien separadamente o en su conjunto, conforman un corpus de gran altura compositiva.

Pero el disco "Present Tense" tiene mucho más en su interior, posee una historia de inspiración, de búsqueda y de encuentro feliz que, afortunadamente, lo ha aupado a las cimas de las obras maestras intemporales. Cada paso dado en su gestación, incluso sus antecedentes, su creación, desarrollo y edición final marcan perfectamente el ansia de trascendencia de sus dos autores, Gary Usher y Curt Boettcher. El primero colaborador estrecho de Brian Wilson en su etapa de reinado en la "surf and hot-rod music", productor también de éxito en gente tan poco sospechosa de veleidades como The Byrds, Simon and Garfunkel, Chad and Jeremy, The Peanut Butter Conspiracy o Gene Clark. El segundo, también moviéndose como el primero en el área de Los Ángeles, compositor, arreglista y cantante en propuestas tan significativas como Ballroom y sobre todo The Millenium, una suerte de conglomerado musical (algo más que una mera banda) que da a luz una obra del calibre de "Begin"

¿Qué es lo que aporta cada uno de ellos? Gary Usher representa la idea inicial de Sagittarius, una ilusión generada por un artista que se encuentra cansado de ser un simple arreglista y productor de grupos de éxito (su paso por bandas como The Hondells, además de composiciones compartidas con Brian Wilson y las producciones con The Byrds y el resto de grupos anteriormente mencionados lo atestiguan) y que busca, en los ratos libres que le deja su trabajo bien remunerado en el sello Columbia, su papel como escritor y compositor creativo, además de integrar en su modus operandi mucha de la técnica de grabación aprendida en sus años anteriores, sin olvidar por ello su anhelo por conseguir un estilo de música que, recogiendo fundamentalmente las enseñanzas del "Revolver" de The Beatles, utilizara los medios tiempos como una nueva orquestación armónica y hacer de ella, además de una experimentación per se, una base compositiva pocas veces desarrollada hasta entonces (el tema "The Truth Is No Real" incluido en "Present Tense" es buena prueba de ello). Gary Usher quería entonces dar a sus canciones un aura de trascendencia, de vibración espiritual que ayudara a sus oyentes a alcanzar cotas que fueran más allá de la propia sensación melódica.

Consecuencia de ello son los arreglos que realiza para la canción "My World Fell Down", incluida en el "Present Tense" como uno de los temas estrella, escrita por los compositores ingleses Geoff Stephens y John Carter e interpretada por su amigo Glen Campbell. Cuentan las crónicas de la época que el tema entusiasma a Clive Davis (personaje a la sazón presidente del sello Columbia y uno de los directivos más importantes en la historia de la música pop y rock) y que pregunta el nombre del grupo que ha grabado tal maravilla. Sin existir en ese momento ninguna banda propiamente dicha (tan solo alguno de los miembros de la famosa "Wrecking Crew" angelina, amigos muchos de ellos del mismo Usher, son los que llevan la parte instrumental de la grabación), Gary no se atreve a confirmar a Davis la inexistencia del grupo y, para salir del paso, se inventa un nombre, Sagittarius (que coincide con su signo zodiacal) para hacer de una ficción una supuesta realidad. La canción por sí misma, ya editada en single en 1967 por el propio Glen Campbell, alcanza el número 70 en Billboard´s Hot 100 y es escuchada con profusión en el San Francisco del "Summer Of Love".

El otro fiel de la balanza, Curt Boettcher, entra en contacto con Gary Usher en 1966, un año antes de la grabación del "My World Fell Down". Su encuentro se realiza en uno de los estudios de grabación de Columbia en Los Ángeles mientras Curt graba el "That´s The Way It´s Gonna Be" para Lee Mallory. Gary, acompañado por un Brian Wilson que trabajaba conjuntamente en alguna banda sonora, queda literalmente estupefacto cuando escucha la canción de Curt, tanto que no desistirá hasta que este último se incorpore a su proyecto de Sagittarius. Y lo hace por partida doble, ya en 1967, incorporando al "Present Tense" muchas de las canciones ya compuestas por su banda inicial Ballroom y, además, integrando en el proceso a los demás miembros de The Millenium que fechas antes habían registrado el prodigioso album "Begin". Asimismo Curt aporta una voz calificada por el propio Gary como angelical y un talento y capacidad compositiva que otorgan al "Present Tense" el sello de disco auténticamente genial, abanderado de una nueva atmósfera musical, aquella que pretende elevar al oyente hacia unas vibraciones sensoriales y melódicas muy poco corrientes en la época.

Entramos ya en terreno cenagoso, lo advertí al principio del texto, al tocarme ahora hablar de las puras sensaciones cerebrales causadas por la escucha de los temas que conforman el "Present Tense". Y también dije que por naturaleza me es más fácil (y creo que dará mayor mérito al disco) expresarme con términos poéticos más que prosaicos. Canción a canción, cada tema en su individualidad y como conjunto conforman una singular oda a la belleza. Si "Another Time" es la gota fresca que resbala sobre la manzana, "Song To The Magic Frog (Will You Ever Know)" es el sabor del beso femenino. "You Know I´ve Found A Way" me transporta a los cuentos de infancia y "The Keeper Of The Games" a los juegos de miradas. "Glass" invita a contar peldaños en los collares y "Would You Like To Go", con el que se cierra la cara A, me habla del camino andado por muñecas.

¿Qué decir del "My World Fell Down" con que se inicia la cara B?..., lo dejaremos en la explícita levedad del bambú, mientras "Hotel Indiscreet" me sabe a nuez y naranja. "I´m Not Living Here" me hace bailar un enigma y "Musty Dusty" conversa con el color dorado del otoño. La última secuencia, la que corresponde al final del disco, "The Truth Is Not Real" es un sueño de aguacates, de aceite y sal, todo un manjar que mi boca quiere alcanzar. Hay tanta sensibilidad en "Present Tense" que es quizás aconsejable escucharlo con suma vigilancia, más parece una pieza de cerámica que hay que manejar con extremado cuidado, la falta de atención puede asemejarse a un brusco movimiento y asegurar la fractura..., y no hablo de objetos de cielo profundo, de crustáceos estelares y nebulosas renacidas porque esa sería la segunda parte de la escucha y ya me voy empinando demasiado arriba. 



Nota: quisiera agradecer a Bernardo de Andrés Herrero por enseñarme el camino hacia Sagittarius y a AlbumLinerNotes.com por la información facilitada sobre los autores y el disco.




1 sept 2014

¡VIVA LA ANARQUÍA!



PÍO BAROJA                   "AURORA ROJA"
"...llevaba a sus corazones una deliciosa calma...", es la última frase de "Mala hierba", segundo libro de la trilogía "La lucha por la vida" que enlaza con la sencilla descripción del entorno del nuevo hogar de Manuel Alcázar en el tercer y último libro de la trilogía, "Aurora roja",... "La casa estaba en una plazoleta sin nombre cruzada por la calle de Magallanes, cerca de unos antiguos y abandonados cementerios". De una sensación  liberadora inflamada por la "idea", trasunto de la anarquía más primaria como fuente de felicidad futura, a la imagen concreta de un marco hogareño que, para el protagonista principal  de la novela, supone el fin de sus correrías de golfo y el establecimiento de una mentalidad normal y burguesa. Y momentos antes, como prólogo, en un escenario de fortísima escenografía naturalista, la rebeldía de Juan Alcázar, hermano de Manuel; su huída (campo a través) del seminario y su peregrinar por París y Londres, antes de llegar a Madrid, ya artista con cierto reconocimiento internacional y, como el otro fiel de la balanza, héroe del anarquismo más puramente consciente, el de la bondad humanitaria y el sacrificio personal. 

Permítaseme entonces decir que son dos entonces las verdaderas "estrellas cinematográficas" de "Aurora roja" (y no hablo de forma trivial cuando empleo el calificativo fílmico...). Manuel, el principal personaje desde el inicio de la trilogía ("La busca") y su hermano Juan. El primero, continuando en su estela de hombre sin energía anímica, pero ya resuelto definitivamente al trabajo metódico y a la normalidad burguesa, el segundo, artista que renuncia al reconocimiento de una sociedad que detesta para caer en brazos de la idea anarquista y de su propaganda. Cada uno de ellos, por separado a veces, otras en conjunción, interpretando sus papeles en un marco geográfico de gran calado visual. La ciudad y su ámbito puramente callejero, tanto en su centro como en su periferia, su latido ambiental y climático, sus habitantes y las pequeñas (y grandes) historias de todos aquellos a los que les cabe en la novela un cierto protagonismo. Sus desplazamientos por los escenarios puramente urbanos, sus contactos con las gentes y atmósferas de cada lugar, el jaleo del tipismo público y la soledad del recogimiento interno, todo ello conformado en una suerte de observación filmada, una mirada de celuloide con secuencias vivas y convincentes.

Al lado de ellos, como un contrapunto necesario, las mujeres. La Salvadora y la Ignacia. Trabajadoras incansables, amante en su pretensión aun no conseguida la primera con Manuel, regidoras ambas del hogar que va progresando en el orden burgués y económico, heroínas de una normalidad doméstica que no olvida sus raíces de clase y condición menestral. Sus papeles quedan enmarcados muchas veces en la tópica acción de mansedumbre femenina, otras, con sus silencios, miradas y comentarios, convienen en una especie de pacto que protege y promueve la percepción de una familia no del todo ensamblada, en un futuro (con el matrimonio de Manuel y la Salvadora) ya plenamente conseguida. También, a su pesar en muchas ocasiones, cómplices en la aceptación de unas costumbres de cierta tolerancia hacia los comportamientos erráticos de los hombres, sabedoras de la intrínseca naturaleza aventurera del género masculino.

La acción de los protagonistas Manuel y Juan bascula entre el asentamiento burgués del primero y la generosidad humanitaria del segundo, ambas encuadradas en un ambiente narrativo donde el conocimiento del ideario anarquista toma una vigorosa carta de naturaleza. Y es esta una de las tramas más singulares y apetitosas de la novela. Hay entre sus páginas una épica de la historia anarquista española, tan ligada inicialmente a la teoría de Bakunin y a las acciones de sus compañeros franceses e italianos, explicitada en breves pero jugosos párrafos. La dicotomía entre el ideario socialista y el anarquista, compendio de la acción organizada el primero, ejemplo de la pura espontaneidad revolucionaria el segundo, aparecen perfectamente delimitados en la novela. La crónica de los distintos acontecimientos en los que los activistas anarquistas intervienen, desde la visita a España de Lafargue (cuñado de Karl Marx) hasta el atentado y muerte de Cánovas del Castillo en el balneario de Santa Águeda a manos de Angiolillo, remarcando el papel fundamental de la Barcelona libertaria de finales del siglo XIX y las acciones anarquistas acaecidas en la capital catalana y en Madrid (sin olvidar a la Mano Negra andaluza y a la represión gubernamental), se relatan en la viva voz de los compañeros ácratas que acuden a las reuniones en la taberna de "La Aurora", Prats, El Libertario y El Madrileño, actores de reparto que sostienen parte del andamiaje ideológico de "Aurora roja"

Parte del armazón ideológico, digo, porque el otro se sostiene en las propias ideas que el Baroja de principios de siglo nos descubre como propios (aunque se sirva en esta ocasión de la voz de otro personaje, Roberto Hastings, que aparece en las tres novelas de la trilogía). Su feroz individualismo le lleva a aceptar la idea del anarquismo como síntoma natural del pueblo español, también tremendamente individualista y perezoso. La democracia en sí no es más que un medio para conseguir un estado final en el que el despotismo, autoritario e ilustrado (la aristocracia de los dirigentes cultivados), conseguirá poner orden a los siglos de retraimiento y consecuente paralización nacional. La lucha, la acción y la audacia deberán ser la dinámica personal, la educación individual, que conseguirá la creación de un hombre nuevo, libre de las ataduras del Estado, de la religión, de las leyes y de la opresión secular. La libre concurrencia (competencia) personal y social servirá de elección para una minoría que llevará el timón de la nación y para unas empresas que, fruto del impulso del profuso maquinismo industrial y del librecambismo, propiciarán el enriquecimiento del país. Muy anglosajón y autoritario, como se sabe, don Pío en esos años.

Y mientras ese tablado ideológico conforma una parte muy importante de la novela, nuestros protagonistas, (también la ciudad de Madrid, siempre presente) se encuadran en la secuencia narrativa propia del Baroja más clásico, un vigoroso entramado de acciones y escenarios cobran potente luz propia. Tapias de cementerios, sacramentales, mendigos dispuestos al proselitismo, otros muertos y abandonados en descampados, prostitución, merenderos a la orilla del Manzanares, antiguos amigos y delincuentes perseguidos y ajusticiados, polizontes, espías y delatores, imprentas (paradigma obrero del primer socialismo madrileño), borracheras y parrandas nocturnas, tentaciones y victorias, enfermedad y muerte de Juan, su entierro en el cementerio del Este, tan similar en su trayectoria urbana, tan premonitorio en su ambiente y significado con el propio de Baroja 52 años más tarde. El último discurso de despedida de El Libertario. Vuelta por carretera hacia Madrid. "Había oscurecido"..., sus últimas dos palabras, marcan el tono pictórico del final de la novela.

Colorido que, al igual que en las dos anteriores novelas de la trilogía, no se priva Baroja de trazar. Verdes en las copas de los árboles, cielos azules con el fondo blanco final del Guadarrama, blancas líneas de niebla subiendo desde las orillas del río, noches arrojando puñados de ceniza sobre el paisaje, luz incandescente de Agosto donde nadan los corpúsculos de aire, crepúsculos de nubes de púrpura, sonidos lejanos de esquilas de rebaños...Baroja, como en anteriores ocasiones en la trilogía, se hace con la paleta y dibuja unos contornos de encendida luz poética, de ambientes donde la sensación del lector es más visual que otra cosa. Conjunto entonces de percepciones que completan toda una red hipnótica. Personajes vitales, paisajes persuasivos, realismo narrativo, naturaleza efervescente, filosofía y experiencia, color. Arde o se inunda de agua una atmósfera de riquísima representación interior. No hay fin de la película, es solo literatura.