Este pasado mes de Marzo ha sido en Madrid el más lluvioso de los últimos 45 años. Nos remitimos, entonces, al año 1968, cuando otros acontecimientos más significativos ocupaban las portadas de los diarios e , ya sin acordarme o sin documentos gráficos que lo reflejaran, imagino que los observadores celestiales tuvieron tiempo para celebrar los colores que tan acertadamente Velázquez plasmó en sus lienzos.
En tales paletas he mirado algunas de las secuencias que aparecieron en el firmamento madrileño estos días atrás. Algunas pueden acercarse a los tonos que el pintor sevillano dibujó en sus obras, otras son más bien producto de interpretaciones más acordes con pesadas digestiones mentales. En todo caso, pretenden ellas ser fiel espejo del boleo que nubes, vientos, rayos y haz de luces compusieron en su momento, irrepetibles todas.
El título de Rutas sirva al viajero observador para lanzarse sin decoro por los pliegues que considere más interesantes. Hallarán satoris, haikus, últimos pespuntes del hilo de Penélope, bostezos olímpicos los más atrevidos; otros tan solo poemas sin palabras, a la cámara lenta de un galope visual, fenómenos metereológicos que quedaron estáticamente apuntados. Los más buscarán una senda equivocada, pues los colores que aparezcan no abrirán los caminos ni el espacio más azul tendrá forzosamente que significar libertad.
A todos los que vinieren y vieran estas imágenes, entonces, recordarles que aunque no nacimos erguidos ni mirando hacia arriba, allá, en las bóvedas de Dante, encontraremos motivos para celebrar nuestra existencia. Salud en los ojos.
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