HOME                     LINKS                       CONTACT                      

31 jul 2014

HASTA SIEMPRE, CAMARADA



CHARLIE HADEN                 "LIBERATION MUSIC ORCHESTRA"
No quisiera terminar este tórrido mes de Julio sin hacer un breve y merecido homenaje al recientemente fallecido músico Charlie Haden, nacido en Shenandoah (Iowa) en 1937 y muerto en Los Ángeles el pasado día 11. También decir que los textos sobre los obituarios de personas a las que admiro, sean de la condición o profesión que fueran, nunca han sido una especialidad de esta casa. El hecho de intentar resumir en unas pocas palabras (sobre todo cuando se trata de un sencillo homenaje) un cúmulo de hechos que tienen más que ver con las personales impresiones y sensaciones del receptor, me ha resultado la mayoría de las veces una tarea que puede poner en evidencia la cortedad profesional del escribiente, especialmente cuando no es, como es mi caso, un reputado especialista en la obra y vida del personaje del que se habla. No obstante lo susodicho, y a fuerza de resaltar el carácter meramente personal (y obligadamente subjetivo) de mis comentarios, quisiera simplemente dejar constancia de mi pesar y admiración por el músico fallecido, por el gran contrabajista Charlie Haden.

Mis primeros contactos musicales con su figura datan ya de algunos años atrás, no sabría cuantificarlos exactamente. Las primeras grabaciones del artista que pasaron por mis manos no guardaron un orden cronológico estrictamente hablando. Desde luego, si recuerdo con nitidez, la primera adquisición del maravilloso "Missouri Sky" con Pat Metheny, una obra que me dejó marcado a perpetuidad, como una especie de señal por la que Charlie me indicaba un camino a seguir, una suerte de pacífica intromisión en un universo de nubes y manzanas celestes. Aleatoriamente, siguieron otras compras como su "Rambling Boy, with Family & Friends" y su maravilloso "Jasmine" con Keith Jarrett; el primero más ligado a sus raíces y antecedentes como miembro de una gran familia y tradición musical americana; el segundo, un sencillo y sorprendente ejercicio de sumisión y entrega al oyente, haciendo de éste último copartícipe de la misma emoción que los propios músicos sintieran al crear una red de emociones inevitablemente humanas, belleza, ternura, profundidad, confianza, realidad, tristeza...

Pero la grabación que me conmocionó más profundamente fue su inigualable primera "Liberation Music Orchestra" de 1969, obra que publica ese mismo año al calor de los recuerdos de sus mayores, aquellos voluntarios norte-americanos supervivientes de la "Brigada Abraham Lincoln" que lucharon en la Guerra Civil Española, además de su más inmediata memoria, aquella que le hablaba de la figura muerta del último gran revolucionario americano, Ernesto "Ché" Guevara, en 1967, y también de los acontecimientos sucedidos con motivo de la Convención Nacional Demócrata en Chicago en el verano de 1968. Una auténtica demostración de la mejor música, independientemente de su estilo, como vehículo de conmemoración histórica, en este caso ejemplo de la lucha por unos ideales que, según manifestaba el propio artista en el mismo texto que acompañaba a la grabación, ojalá sirvieran para "asistir al nacimiento de una nueva sociedad de tolerancia y sensatez, donde el pensamiento creativo llegara a ser la más importante fuerza dominante en la vida de todos los seres humanos"

En lo que propiamente se refiere a la memoria histórica relacionada con la Guerra Civil, Charlie Haden se vale fundamentalmente del folklore republicano de la época, aquellos muy conocidos temas tradicionales que se entonaban tanto en los frentes de batalla como en la retaguardia. "Song Of The United Front", "El Quinto Regimiento (The Fifth Regiment)", "Los Cuatro Generales (The Four Generals)" y "Viva La Quince Brigada (Long Live The Fifteenth Brigade)". La relativa al "Ché" Guevara, "Song For Ché", escrita por el propio Charlie adaptándola, en un "mixing" donde se intercala al final una parte de la melodía del tema "Hasta Siempre" del compositor cubano Carlos Puebla, y las que rememoran el clima de enfrentamiento político y violencia callejera que se sucedieron en la ciudad de Chicago en el verano de 1968, "Circus´68 ´69", escrita también por Charlie, y la famosa "We Shall Overcome" de Pete Seeger. Completan el disco el "War Orphants" de Ornette Coleman y los magníficos interludios que Carla Bley aporta al comienzo, "The Introduction", en la mitad de la grabación, "The Ending To The First Side" y casi al final de la misma, "The Interlude (Drinking Music)".

Los músicos que participan en esta grabación, a los que Charlie en sus notas califica de auténticos y muy meritorios creadores, conforman un excepcional elenco de virtuosismo instrumental. Por nombrar a los más relevantes, Gato Barbieri (saxo tenor y clarinete), Dewey Redman (saxo alto y tenor), Don Cherry (trompeta y flautas), Sam Brown (guitarras, excepcionales cuando reflejan muy fielmente  el estilo candente del sonido de la guitarra española), Paul Motian (batería) y Carla Bley (piano, en la foto adjunta con Charlie), auténtica protagonista responsable de los arreglos generales de la grabación y, Charlie también lo reconoce, inspirada potencia creativa que alienta un ambiente general de compromiso y culminación de una obra que, a todas luces, merece el calificativo de grabación histórica.

No por ser, muchas veces mal que me pese, ciudadano de este país, dejaría de destacar la muy conseguida simbiosis entre la música folklórica española y republicana y la realizada por la propia formación de la "Liberation Music Orchestra", en cuanto intenta reflejar lo más exactamente posible el timbre orquestal y popular de las interpretaciones que de los temas reseñados se hacían en España durante la Guerra Civil. Lo consiguen sin paliativos de ningún tipo, al igual que el ambiente musical propiamente cubano de su "Song For Ché" mezclado con el "Hasta Siempre" de Carlos Puebla (del que doy personal testimonio de su fuerza reivindicativa al haber asistido a uno de los conciertos más "broncas" de mi época universitaria, el que ofreció con Los Tradicionales en el Teatro Monumental en 1977, no recuerdo el mes, y que fue posteriormente grabado en el disco "Cuba Si, Yanquis No", editado por Movieplay el mismo año). También consigue la "Liberation Music Orchestra" transportar en su "We Shall Overcome" al ambiente de profunda protesta política del Chicago del verano del 68, cuando las delegaciones de Nueva York y California se rebelan, entonando al unísono la conocida canción de Pete Seeger,  contra la falta de condena de la Guerra del Vietnam en la propia Convención Demócrata. Fuera del Anfiteatro Internacional de Chicago, en los parques colindantes de Lincoln y Grant, los "Siete de Chicago" y los MC5 se encargaban de alentar a los miles de congregados con sus arengas, mítines y conciertos, casi siempre interrumpidos por las feroces cargas policiales.


Así es que Charlie, mejor expresado que nunca, "Hasta Siempre" camarada. Empecé el mes de Julio con la referencia que hacía el insigne bloguero (y amigo) Gonzalo Aróstegui en su magnífica entrada "The Shape Of Jazz To Come" de Ornette Coleman, donde se mencionaba a Charlie como destacado participante de la grabación, y lo termino con este breve y emocionado homenaje al contrabajista americano. ¡Gracias por lo que nos toca, maestro!


27 jul 2014

RAREZAS IV. "MINIATURES", PRIMERA PARTE





"MINIATURES , A SEQUENCE OF FIFTY-ONE TINY MASTERPIECES EDITED BY MORGAN-FISHER"
Desconozco si Morgan Fisher, teclista de la renombrada banda inglesa Mott The Hoople , y quizás el más abierto de sus miembros a la experimentación musical (algunos lo calificarían también como su miembro más excéntrico), asistió al festival titulado "Nouvelle Musique, Rock In Opposition" que se celebró en la ciudad francesa de Reims durante los días 17 al 20 de Abril de 1980. Lo que si es probable es que se sirviera de la idea del festival para poner en marcha una iniciativa que por entonces, en una época donde la música rock ya había adquirido una cierta mayoría de edad, no dejaba de estar claramente en minoría ante la audiencia general de oyentes. Una música que, partiendo fundamentalmente de las teorías y enseñanzas impartidas por la escuela francesa de la "musique concrète" de Pierre Schaeffer y de los movimientos artísticos y políticos conocidos como "dadaísmo" y "situacionismo", pretendía desconceptualizar el arte y acercarlo, desproveyéndolo de un entorno formal opresivo, a una esencia más humanizada, haciendo más sencilla su propia creación y facilitando al receptor una sensación de mayor participación y cercanía.

Con esta idea en la mente Morgan Fisher se pone en contacto con una serie de músicos y artistas ingleses , continentales y americanos, algunos de ellos participantes en el mismo festival referido de Reims, otros totalmente alejados del propio territorio musical, y les propone la grabación de un tema musical, con un máximo de tiempo de un minuto, para dar lugar a la edición posterior de un Lp que recogería el compendio de la participación de todos los implicados. Por supuesto el tema musical, bien fuera una propia canción como tal, pieza instrumental, recitación literaria, grabación aleatoria de sonidos, o cualquier artefacto que tuviera un mínimo sentido de comprensión sensorial, quedaba al absoluto albedrío de los artistas elegidos. Muchos de ellos aceptarían la propuesta y, poco a poco, grabación a grabación, van remitiendo a Morgan sus cintas correspondientes para que, posteriormente, el músico de Mott The Hoople les diera forma en formato de vinilo y lo editara bajo el nombre de "Miniatures, a sequence of fifty-one tiny masterpieces edited by Morgan Fisher". Este vinilo, originalmente publicado en Inglaterra en el sello Pipe Records, lo sería en Europa a través del sello Cherry Red y en nuestro país por medio de la distribuidora catalana Edigsa en 1981. 

Con estas premisas fácil es comprender que el contenido de los temas que componen este "Miniatures" es absolutamente fascinante (evidentemente más para los amantes de la experimentación artística en general). Organizado en base a un total de 10 cintas, cada una de ellas con un número aleatorio de temas, se subdivide a su vez en 26 cortes en la cara A y 25 en la cara B del disco. Se incluye igualmente en el Lp un enorme póster, en forma de collage, donde se facilita al oyente la actualización discográfica de los músicos participantes e información sobre el resto de artistas, además de una serie de fotografías, pictogramas y textos (algunos realmente hilarantes) que vienen a conformar un auténtico, y muy meritorio,  trabajo de compilación de las corrientes artísticas más vanguardistas que se dejaban ver ya en los mismos inicios de la de década de los 80 del anterior siglo.

La primera cinta de la cara A contiene 5 temas. Encontramos en ellos en primer lugar al añorado Olie Halsall junto al menos conocido John Halsey (miembro de The Rutles, esa maravillosa banda que parodiaba la música de The Beatles, además de guitarrista participante en el "Transformer" de Lou Reed y músico en alguna de las giras de la época de Joe Cocker). Su tema "Burn Love", una suerte de recitación desganada de un crooner somnoliento, que va elevando su intensidad según se desarrolla el tema y cambia su lengua del inglés a alemán. Le siguen los irreductibles (en su anonimato) The Residents , versioneando el "We Are A Happy Family/Blai Ha" de los Ramones. Imaginarse el embrollo resultante es cosa fácil. Continuamos con Roger McGough, un escritor y lector de textos, miembro de una troupe de músicos viajeros (que recuerda un tanto a la fórmula de Ronnie Lane con su Slim Chance), la Scaffold & Grimms. Su tema, "The Wreck Of Hesperus", una recitación literaria que, dada su velocidad y vértigo, se convierte en una atolondrada extravagancia. Nuestro protagonista, el propio Morgan Fisher nos "deleita" a continuación con una composición que supone una sucesión de poemas de Blake, Parry y Bridges con una variante musical que viaja desde la inicial sonoridad de las catedrales a una leve diáspora de versos ritmicos, su tiítulo "Green and Pleasant". Culmina la primera cinta con John Otway, un auténtico "performer" muy conocido y prestigioso (en muy amplios círculos, TV incluida) de Inglaterra. Aquí interpreta con su amigo Adam Francis "Mine Tonight", una deliciosa canción acústica.

La segunda cinta comienza con una levísima versión del "My Way" de Frank Sinatra interprentada por Pete Challis y Phil Diplock, tan ingrávida y extraña versión que supone una auténtica deconstrucción de la original. Proseguimos con nuestro admirado Robert Wyatt, con uno de los mejores temas del disco, una maravillosa, triste y melancólica versión del "Strangers In The Night", también de Sinatra. Reanudamos nuestra ruta con Mary Longford, conocida productora teatral, que toca por primera vez el bajo en un delicioso tema titulado "Body Language", acompañándose de unos magníficos efectos de sonido. Atención porque ahora aparece el genial Andy "Thunderclap" Newman, miembro de la imprescindible formación creada por Tonwsend y Lambert (Thunderclap Newman). Su tema, "Andy The Dentist", nos transporta a una suerte de vodevil típico inglés con texto hilarante incluido. David Bedford, compositor inglés muy conocido por sus trabajos con Kevin Ayers ("Joy Of A Toy") y Mike Oldfield (la versión orquestal del "Tubular Bells") nos asombra en menos de un minuto con una de las obras clásicas más universales, "Wagner´s Ring In One Minute". 

Nos adentramos ya en la tercera cinta con el primer corte debido a Fred Frith (al que tuve la suerte de ver en el "Johnny" de Madrid con su banda Henry Cow y me firmó su autógrafo en una bota de vino, preguntándome previamente "..are you sure"?). Su tema "The Entire Works Of Henry Cow", en tan solo un minuto, resulta un auténtico resplandor de síntesis compositiva. Tocamos ahora a Maggie Nicols, que trabajó en la Spontaneous Music Ensemble (antigua guarida también de una tal Julie Tippett, nacida Driscoll, ¿les suena?). Su tema, "Look Beneath The Surface" es una de las piezas más conmovedoramente hermosas de la compilación. Alargamos nuestro repaso con Joseph Racaille, miembro de la banda ZNR (que recreaba el espíritu del gran Erick Satie; algún día hablaremos de sus maravillosas "gymnopedies"), uno de los participantes en el festival de Reims y que nos asombra aquí con el tema más corto de la recopilación, "Week-End", en apenas veinte segundos. Nos escolta ahora otro grupo que también participó en el festival de Reims, The Work, formado por antiguos miembros de Henry Cow. En su participación, "With Wings Pressed Back", usan mezcladores donde los sonidos quedan modulados como si se tratara de un solo instrumento; resultado, quizás la pieza más "dada" posible de la compilación. Tremina la tercera cinta con Neil Innes y su hijo de 5 años. Neil fue fundador del mítico grupo Bonzo Dog Doo Dah, y también participó en las grabaciones musicales y fílmicas de los anteriormente mencionados The Rutles. Aquí su hijo nos impresiona versioneando a la batería el famoso "Cum On Feel The Noize" de Slade.

Con esta pieza sorprendente termina la tercera cinta y nos adentramos en la cuarta con Herbert Distel, un experimentado minimalista suizo que nos sorprende realmente con la grabación más original del Lp, "Toscany In Blue Last Minute" , una "orquesta animada" por los sonidos generados por tres gatos, un gallo, cinco grillos, una sección coral de ranas y dos pájaros, uno carpintero y un cuco. Sin palabras. Prolongamos nuestro grato "tormento" con el gran Lol Coxhill, saxofonista de vanguardia, participante en numerosas grabaciones de grandes, muy grandes como Rufus Thomas, Moses Allison, Otis Spann o "Champion" Jack Dupree, también en alguna grabación del The Whole World Band de Kevin Ayers. Su tema aquí, "An End To The Matter", apuesta por un solo de saxo comedido en su forma y contenido. Proseguimos con Ken Ellis, personaje curioso que, en sus épocas, se dedicaba a recitar textos de rock en el famoso Speaker´s Corner de Hyde Park. Minimiza aquí un breve texto literario de Alexander Solzenhitsyn titulado "One Minute In The Life Of Ivan Denisovich". Y terminamos la cinta con un tema de Steve Miller, quien no hace casi falta presentar (miembro de Alexis Korner, Free y Caravan, entre otros). Gran pianista, la pieza que nos presenta, "Alice", lleva el nombre de su perro. Un delicado corte donde su piano nos transporta a una probable nebulosa campiña inglesa.

Permanezcan, por favor, atentos ya que entramos en la última cinta de la cara A, la quinta, que nos presenta inicialmente a Norman Lovett, un "performer" a la usanza del anteriormente mencionado John Otway. Aquí solaza al oyente con un texto medio inconexo que titula "John Peel Sings The Blues Badly". No cesa nuestro empeño al llegar a una de las mejores piezas de la compilación, la ideada por el autor francés Patrick "Pepe" Portella, amigo del anteriormente mencionado Joseph Racaille, clarinetista de su grupo ZNR, y también participante en el festival de Reims. Su tema "Seron Nous Les Coudes" está sobre-grabado en varias multipistas y nos ofrece un muy interesante sonido homogéneo. LLega, a continuación, George Melly, cantante de jazz y experto en performances dadaístas y surrealistas. Amigo del pintor Magritte durante muchos años, su pieza en el disco, "Sounds That Saved My Life", es un ejercicio pianístico de un famoso poema dadá del poeta Kurt Schwitters. Y terminamos, gracias por su paciencia, la quinta cinta con el imprescindible Robert Fripp, en esta ocasión ya fuera de su King Crimson y de sus posteriores colaboraciones con Eno. En ese momento estaba trabajando en su proyecto con su nueva banda "The League Of Gentlemen" y nos ofrece una sobria pieza de sintetizador titulada "Miniatures", como el mismo nombre de la compilación.


Les espero a ustedes en la segunda parte de este "Miniatures" que expondrá, mejor con mayor brevedad, la cara B y las cintas correspondientes de esta tan interesante (espero que para algunos así lo haya sido) recopilación multi-artística de algunos de los más celebrados autores de la primera década de los 80.

23 jul 2014

IGNORANCIA




THE BEVIS FROND                "WHITE NUMBERS"
Ignoro totalmente cuando supe algo sobre The Bevis Frond, la banda creada por el considerado por algunos expertos como el "Verdadero Rey Underground de la Psicodelia Inglesa". Pudo ser en alguna revista especializada hacia la segunda mitad de los años 80 o, en la misma época, fruto de alguna recomendación que me hiciera algún "dealer" en varias de las tiendas de discos que entonces frecuentaba en Madrid, "Record Runner", "Tony Martin" o "Discos del Sur". El caso es que allá por el 88 llegó a mis manos una recopilación de la banda, "Bevis Frond Through The Looking Glass", editada por un maravilloso y esotérico sello londinense Reckless Records (creo que ya desaparecido), y que daba a conocer a los aficionados varios de los temas que el líder de la banda, Nick Saloman, había editado anteriormente en otros LPs y en su propio sello, el también mítico Woronzow Records  (éste aun existe afortunadamente). El efecto que me causó tal pieza fue de un extraordinario asombro. Un músico de un talento portentoso que, haciendo alarde de su propio virtuosismo, tocaba la guitarra sin púa (como si los ángeles volaran sin alas), además de otros instrumentos que dominaba a la perfección, piano, bajo y teclados. Una posterior entrevista con el artista en el "Ruta 66" (¡cuanto le debo a esta revista!) en Junio del 94 me puso más en antecedentes y asentó aún más mi admiración por este vecino de Walthamstow, barrio norteño de Londres que pienso, en homenaje a nuestro protagonista de hoy,  visitar en mi próximo (e improbable) viaje a la capital inglesa.

Ignoro también, y esta ausencia puede que pese más como una losa en mi conciencia, cómo desde esos años de conocimiento previo (1988-1994) no tuve la oportunidad de ir adquiriendo parte de la obra del artista londinense, aunque en mi descargo debo admitir que no era nada fácil el hacerse con ella, entre otras cosas porque los discos que se iban editando lo hacían en cantidades minúsculas (no más de 250) y su llegada y distribución a nuestro país no era tarea sencilla. Vuelvo ahora afortunadamente al redil del que nunca debí salir con la adquisición y atenta escucha de la última obra publicada por The Bevis Frond el año pasado, el maravilloso "White Numbers", triple Lp que contiene 24 canciones agrupadas en dos vinilos más un tercero que añade las dos partes de una maravillosa "jam" casera titulada "Homemade Traditional Electric Jam", con los textos de las canciones incluidos.

Ignoro igualmente por que cuando un servidor tenía la tierna edad de 5 años no hizo lo mismo que Nick Saloman hiciera en su tierra natal, aprender a tocar el piano y además, dos años después e influenciado  por The Shadows, cambiarse a la guitarra para formar su primer grupo, cuando no era más que un mero colegial. También como excusa podré decir que entonces en mi país ("mierda de país" como ahora bien dice Rosendo Mercado en su último "Vergüenza Torera"), los chavales vivíamos más atrapados entre los "últimos coletazos del Imperio hacia Dios" y, ante tal hazaña épica, no cabían demasiadas alternativas liberadoras. Lo que sí pude paliar en parte fue algo de lo que Nick se hartaría cuando era adolescente en el inolvidable "swinging London" de los 60, aunque eso sí, ni color con el contenido ni con el continente. Mientras él no se perdía por entonces los grandes conciertos en los Roundhouse, Marquee o UFO, yo veinte años después, no faltaba a ninguno en los RockOla, El Sol, El Jardín, La Universal, La Montesol u otros similares. Algo es algo.

Ignoro si los que lean esta entrada conocen o no algo de Nick Saloman y The Bevis Frond. A aquellos que no tengan la suerte de hacerlo, se lo recomiendo muy de veras. Y es que hablaba antes del virtuosismo instrumental del músico inglés, expresado más significativamente en su personalísmo estilo guitarrero, una especie de cruce entre el mejor Jimi Hendrix, nuestro admirado J. Mascis o el más desconocido (pero no por ello menos digno de elogio) Greg Sage de The Wipers,  cuando aborda temas en una onda más de "hard-rock-melódico", sus riffs creando un escalonamiento de capas que elevan la melodía hasta terrenos a veces psicodélicos, otras, las más sosegadas, creando ambientes más folk-rock-ácido en la senda "byrdiana". En el primer caso cuenta Nick con la inestimable ayuda, y seguimos hablando de este su "White Numbers", de Paul Simmons, otro guitarrista que se acopla maravillosamente con nuestro protagonista, facilitando la estructura rítmica para que, a continuación, Nick vuele tan alto como las cigüeñas en las cubiertas de las más innacesibles catedrales sónicas. La base rítmica, compuesta por Ade Shaw (ex Camel) al bajo y Dave Pearce a la batería, refuerzan con sus punteos un andamiaje, a veces avasallador, otros más ligero, logrando un cúmulo de sonidos que transportan fácilmente al oyente al típico territorio efervescente y/o somnoliento del que nunca querría salir. 


Ignoro del mismo modo el afán de algunos críticos de la época (ya no tantos en la actualidad, cuando el artista ha logrado desde luego un cierto nivel de reconocimiento) en afearle el que no se alzara a los más altos peldaños de la fama, dada su relevancia como hombre de música global, esto es, compositor, multi-instrumentista, escritor y editor de magazines "on-line" (véase su muy plausible creación "Ptolemaic Terrascope"), o participación en sugestivas compilaciones como "Children of Nuggets: Original Artyfacts from Second Psychedelic Era - 1976-1995", además de sus grabaciones (entre otras muchas) con luminarias del calibre de Twink de The Pink Fairies, Country Joe McDonald o, más recientemente, Mary Lou Lord. Nick Saloman ha ido siempre por libre, ajeno al "mainstream" comercial por supuesto, sabedor de que su propuesta musical quedaba, y lo sigue haciendo, reservada para un determinado público, aquel que prefiere la estancia en el garito desconocido, cargado de miradas detonantes y humo púrpura, frente a los macro-conciertos y festivales de moda, donde la mera apariencia es el disfraz más "cool".


Dicen que no hay peor ignorante que aquel que ignora su ignorancia. Reclamo pues la mía, la relatada en este breve ensayo, como un ejercicio de pura humildad, un desamparo alimentado por muchos años de alejamiento, consentido o no (ya da igual a estas alturas) de la obra de un auténtico genio del rock, Nick Saloman, que, de haber seguido la senda contraria, seguro que hubiera llenado mis días de más soles, de más dudas, de más preguntas, de más vida. Hay un párrafo en uno de los temas del disco, "Begone" (y solo reseño uno entre montones de ellos) que dice: "Your plans of thought  will leave no vapour trails..."; nada va a quedar de tus planes, ni siquiera una breve estela de humo; y aunque ya lo intuía no por ello dejo de ser menos ignorante.




12 jul 2014

LA VIDA MARGINADA




PÍO BAROJA                 "MALA HIERBA"
Llega ahora la segunda entrega de la trilogía "La lucha por la vida" con "Mala Hierba", obra en la que Pío Baroja ofrece al lector la continuación de las aventuras urbanas de su personaje principal, Manuel Alcázar, y también los quehaceres de muchos de los protagonistas que aparecieron durante el transcurso de la primera novela de la trilogía, "La busca", recientemente comentada en este blog.. Lejos de la estructura folletinesca, tan denostada por el escritor donostiarra al acusar a esta de falta de exigencia estética, se sirve sin embargo de su típica secuencia narrativa para enfrentar al lector a un conocido entorno (el Madrid de principios del siglo XX) en el que tanto hombres como parajes aparecen en sucesivas travesías de tiempo y espacio, armadura que da pie al escritor para representar y dar a conocer las costumbres, casi siempre degeneradas, de determinadas clases y capas sociales madrileñas.

Si en "La busca" asistimos a las vivencias de un Manuel Alcázar demasiado joven e inexperto, ingenuo y más proclive a vivir "el juego de la vida" (aunque en el flanco más deteriorado por la miseria y la falta de recursos), en "Mala Hierba" le observamos ya dando el salto hacia una existencia más adulta, plagada también de sinsabores. Un muchacho joven, aprendiz de hombre, que une a su falta innata de energía una gran capacidad de observación, también unos inicios de percepción hacia una realidad que en nada le ayudan para consolidar su más íntimo deseo, aun desconocido en su totalidad, la lucha por abrirse camino honradamente en un mundo que por principio está mejor organizado para rechazarle. Esa contemplación, y el propio papel que juega el protagonista a lo largo de la novela, le conducirá igualmente hacia un constante autoanálisis que, en su propio desconcierto concluyente, le llevará hacia situaciones donde pugnará por sobrevivir como persona decente para caer, las más de las veces, en fases de abandono y dejadez, rayana la delincuencia. Su inquietud por llegar a ser partícipe de una determinada clase menestral y pre-burguesa choca, ineludiblemente, con sus querencias de antaño, la vida libre y sin cortapisas, el alegre deambular del golfo sin mayor objetivo que el vivir la inconsciente inmediatez de la vida, aun a costa de existir como marginado.

Uno de los mayores logros de la novela, conquista que es paradigmática en muchas de la obras de Baroja, es la confluencia entre el deambular propio del protagonista y su relación con los distintos personajes que le acompañan. Aunque se salga un poco del tono de esta breve entrada, ese famoso himno liverpudiano del "You Never Walk Alone" epitomiza la imbricación de Manuel Alcázar con todos y cada uno de los compañeros de viaje que se asoman por las páginas de "Mala Hierba". Su vida y andanzas no le pertenecen al cien por cien, sus decisiones, éxitos y fracasos, le vienen dados en muchos casos por las determinaciones tomadas por otros, los desenlaces de sus aventuras, enmarcados en una perpetua y brillante línea de sucesión (otro de los grandes aciertos del libro), se suceden dentro de unos escenarios en los que parece que Manuel es un mero comparsa, la pequeña pieza de un "puzzle" del que otros (los más aprovechados, también los más vinculados por su amistad) toman decisiones que le llevarán de un espacio a otro, de un estado anímico a aquel diametralmente opuesto.

A fuerza de ser redundante no me cansaré de repetir (y elogiar) el ritmo narrativo cíclico de muchas de las novelas de Pío Baroja, y esta "Mala Hierba" no se queda al margen de esta afirmación. Y ese tiempo seriado de acontecimientos queda perfectamente reflejado en la misma geografía urbana del Madrid de la época. De una ciudad arrabalera saltamos a los núcleos situados en el centro de la misma para volver, al finalizar, al origen primario de su contorno más externo, el propio extrarradio de la ciudad. Y en cada mapa se suceden los acontecimientos más identificados con su propia topografía; la miseria extrema de la periferia, la corrupción y el vicio lacerante en el centro (también el trabajo menesteroso y la supervivencia honrada, no todo debería ser tan penoso) para finalizar, como si de una extraña moraleja se tratara, con una escenificación donde, al amparo de un texto de acerada crítica social,  aparece el breve atisbo de una futura arcadia anarquista, suceso que tendrá lugar en los suburbios más lúgubres. El ciclo se cierra convincentemente.


En la anterior entrada dedicada a "La busca" apuntaba yo brevemente la capacidad del escritor vasco para reproducir pictóricamente muchas de las imágenes más características de la ciudad. Si entonces mencionaba esa su brillante disposición para colorear los contornos externos y los perfiles de la misma, ahora en "Mala Hierba" debería hacer lo mismo con aquellos interiores que son también espejos (nunca enmudecidos) de Madrid. Calles empedradas, salpicadas por una lluvia triste, soportales de una oscuridad casi medieval, faroles de gas frente a un nocturno Palacio Real, tabernas recónditas y bullangueras, cuartos lóbregos donde malviven la bohemia y la delincuencia, barrizales por donde trasiega un ejército de desheredados, portalones de cuarteles y prostíbulos y casas de timbas encubiertas. Toda una pirámide de imágenes que, más que una sucesión de fotografías añejas, mejor se nos antojaría como una cadena de grabados de tipos y de rincones madrileños que tan bien supo reflejar Ricardo Baroja, hermano del escritor.




6 jul 2014

SONIDO Y PALABRA




DAMIEN JURADO       "BROTHERS AND SISTERS OF THE ETERNAL SON"
Existe un antes del sonido y un prólogo de las palabras para producir una música y una poesía como la de "Brothers And Sisters Of The Eternal Son". No es un vacío, es un silencio que abre las puertas a la percepción de una ilusión sin materia. Llenan sus ondas un espacio entre habitaciones antiguas, un mundo abandonado al alcance de las emociones vivas del cerrojo. Se ha disipado la herrumbre del pestillo y entramos directamente en la emoción pura de la música y de su lírica. La clave puede que se encuentre en la celebrada combinación de sonidos y palabras.

 Es la primera vez que llego a la parada de Damien Jurado y siento un feliz desasosiego. Intento bucear y meterme dentro de mí mismo. Una primera estructura jazzística en la percusión, sus ecos metálicos escupen plata, sus redobles abren el archivo de Max Roach. Y cuando el esqueleto rítmico varía hacia la guitarra acústica y el piano, me envuelve una lectura de Nick Drake, la velocidad del sonido es íntima y las notas musicales parpadean hacia un dulce sopor. La voz de Damien se expande desde esquinas semi oscuras hasta las mejores avenidas celestes, tal es su registro y tono.

 Y aun siendo la riqueza instrumental del disco digna del mejor elogio, con mención especial a su productor Richard Swift, lo que más llama mi atención es el comentado ensamblaje entre el sonido y las palabras que emergen de él, un misterioso pulso entre niebla y rayos de sol. Todo en su conjunto evoca, me atreveré a compararlo, una suerte de consagración de la vida, más aun, un adelanto al principio, una carencia intacta, la celebración del inicio. 

 Palabras y frases en círculo contínuo, escritura que pretende alcanzar el meollo de la creación. Dioses que enseñaron a Damien un camino que compartir con los oyentes. Iniciaciones esotéricas en "Magic Numbers", vuelta al reino de la levedad de la lluvia en "Return To Maraqopa" (si, debe existir Maraqopa y quizás su aspecto sea el del gran globo de cristal que aparece en la portada...), "Metallic Cloud" con sus cielos retrasados y extraños paréntesis, "Jericho Road", el arcoiris como materia genética, y "Suns In Our Mind", visiones espaciales a punto de colisión.

 Pero donde, de manera más nítida, corre el arco hacia su inacabable circuito es en la secuencia de canciones dedicadas a unos protagonistas iniciados, una especie de cordón umbilical que liga los textos con la labor de Damien, misionero predicador de una probable dicha salvadora. "Silver Timothy", "Silver Donna", "Silver Malcolm", "Silver Katherine" y "Silver Joy". Caídas sin daño, levitación, amor sin fin, planas atmósferas de luz, pastores celestiales, despertares en los comienzos de la eternidad, un cúmulo de felicidad y redención ofrecidos a los dispuestos feligreses de la Sagrada Escritura Ecléctica. 


 Volveré a "Brothers And Sisters Of The Eternal Son" con la frecuencia del sediento, aquel que añora el espejismo de los dátiles, cuando busque en la música la cura de las heridas de la rutina y alivio para el camino a la tierra de ninguna parte. No pudo ser mejor esa primera estación con Damien Jurado, ya oficiante de un nuevo credo, aquel que existe solo para sus hijos preferidos.

25 jun 2014

CALMA CHICHA





JONATHAN WILSON                  "FANFARE"
Al inicio del verano, recién pasados los días de la festividad del fuego, cuando los necesarios augurios quisieran llegar tan altos como las llamaradas, y el humo y los rescoldos en la tierra propician el abono benefactor para las próximas simientes. También las ruedas prendidas de paja y alquitrán ardiendo, descolgadas y rodando desde lo alto de las montañas, cabalgando sin rienda hasta el frescor de las nuevas llanuras verdes, anunciando una nueva suerte de revolución campestre. Tal es así el papel de una Naturaleza a la que quiero hacer más viva, más impactante, por la acción de un propósito, cómputo feliz de muchos siglos y generaciones pasadas, ineludiblemente imbricado en el juego de la vida y de la muerte. Y la breve espadaña en el jardín, afilada su punta por el reflejo de un sol verde, acoge el aire bueno que sigue a la tormenta. Muere Junio y empieza el verano.

Comienza también la tarde y siento su pesado ADN caer mientras suena el "Fanfare" de Jonathan Wilson invitándome a descalzarme, a sentir el calor en las plantas de mis pies que se elevan en burbujas de leves colores. Hay un sedimento de polvo acumulado entre las estrías y huecos de la madera, una brevísima patina de vuelos de moscardones que han recorrido, días antes, ese mismo territorio en el que ahora me encuentro. Voy, estoy, buscando, redescubriendo ese antiguo camino que hace muchos años dejé semioilvidado, cuando en otros ámbitos del verano escuchaba a Pink Floyd con la reverencia del neófito. Suena la música pero, en verdad, suena el silencio del primer verano recordado. Aquel que surge en el trasfondo de tantos sueños (siestas) al fragor de una temperatura narcotizante, una brisa que alimentaba un corazón sosegado, a punto de considerar el mundo como una celebración interminable de sabor a pipas de girasol y olor de trilla. "Dear Friend", me invita a reconciliarme con el tiempo pasado.

"Her Hair Is Growing Long" (como el mío ahora), una suerte de acogimiento para que la brazada airosa de todas las mujeres a las que admiré no quede relegada al mero vaivén de la memoria, sus cabellos ondulando bajo puentes de lino y esparza. "Love To Love" me encuentra cogiéndote de la mano, la que sabe a pan y a sal, recreando contigo un arco voltaico de estrellas en los cines de barrio, sandalias de cartonaje bíblico entre las que copulaban los saltamontes, tus axilas limpias reflejando sombras de un erotismo aun no comprendido. "Future Vision" abriendo puertas y prados de olor de lluvia. Un tic-tac apenas controlado por la caída de una y otra gota de rocío entre las zarzas, las moras de un rojo coagulado al alcance de tus labios medio abiertos, aquellos por donde escapaban esas palabras que nunca te oí decir. Y "Moses Pain" era esa mies vista desde el espantapájaros, la visión de sus ojos de trapo alcanzaban hasta los confines de John Steinbeck, ese horizonte de doradas espigas jamás sometidas, susurrando el primer eco del folklore sureño, tantas veces después amado.

He sentido la instantánea dulzura del campo, la de Neil Young, cuando me dejaba arrastrar por las melodías de "Cecil Taylor" y de "Illumination", un aire rubio y caliente sobre el que vuelan unas pocas nubes de algodón, una quietud de mariposas que revolotean entre espinas, lentas como un tiempo casi detenido, mi madre desde el porche tejiendo el jersey del nuevo hermano, mi padre acariciando las cabezas de los mastines que olían a la Castilla de Oklahoma. Ya mayor, muchos años más y a punto de padecer el maravilloso presidio del amor, rodear mis brazos y manos con bucles eléctricos hacia el viento, cercano ya de las experiencias narcolépticas que tanto me enseñaron. "Desert Trip" es ya el viaje hacia el interior, a la orilla y al barro de las ranas, y cuando se abrían sus ojos y me miraban sentía el espanto de ser yo el que profanaba su santuario, una pequeña cabaña sobre el agua, la caña de pescar y los pies descalzos, como ahora.

Es el color de la piel,  salpicado por lunares de almendra, el que deseo perpetuar en esta tarde, en su tono cetrino y en su presencia descarada, simplemente. Ya el sol empieza a correr el velo de las cortinas y "Fazon" me saluda desde la distancia. Es un sonriente último rayo el que se cuela por la buhardilla, unas veces brillante como un haz de trigo, otras apagado por la penumbra de un cielo caprichoso, un cielo de finales de Junio. Me conmueven las despedidas de "New Mexico" y "Lovestrong", como cuando abandono una casa antigua, grande, llena de recuerdos, también de olvidos, aquellos que te llaman en las esquinas, que invitan a quedarte un rato más. Crujen al final las maderas en borbotones pálidos, hierve húmeda una chimenea hace muchos años apagada, el sonido del piano parece que desenreda las telarañas, una ventana entornada golpea contra su marco carcomido. Hay un chasquido final de libélulas. Calma chicha.




10 jun 2014

NO ES INVISIBLE EL PASADO





LA BUSCA                                         PÍO BAROJA
Existen círculos en la historia de lo visible y también existen en la historia de lo olvidado que,  a fuerza de ausencia de recuerdo, lamentablemente se tornan en invisibles. No deja de estar, no deja de existir ahora lo que no se ve, lo que hace mucho tiempo pasó y, demasiado alejado en la memoria, parece como muerto, como inexistente. Es cuando confluyen ambos círculos, el del presente y el del pasado, y vemos reflejada en una misma historia aquellos acontecimientos que son y que fueron un mismo hálito, un mismo tiempo para todo, cuando podemos entonces entender esa perenne filosofía del "eterno retorno", la vuelta a un origen que marcará, eternamente, un camino semejante al ya andado y que, de igual modo, nos conducirá a un final similar. La balanza de la vida plena, rica, ahíta de presentes frente a la existencia ausente de regalo, condenada a la interminable búsqueda de lo mínimo.

En el Madrid finisecular que retrata Pío Baroja en 1904 en su novela "La Busca" hay pobreza, y en el Madrid de la segunda década de este siglo XXI también la hay, y al salir a la calle cualquier día, en las aceras, en los esquinazos, en las escaleras de las estaciones, en los soportales de las plazas, entre los semáforos, (en las alambradas de las fronteras, muy lejos de la ciudad), ocurre lo mismo que sucedía hace poco más de un siglo. No es quizá una miseria similar a la de antaño, es aun peor, es la propiciada por la abundancia venida a menos, aquella que anega de egoísmo a toda una clase media, ingente en su número y proporción, que une la displicencia de su status, mucho menos empobrecido, con el rechazo hacia el sujeto pobre, diferente, rumano, negro, subsahariano, moro. Han cambiado los protagonistas, los del aluvión andaluz y castellano de finales del XIX , por aquellos que han venido de mucho más lejos, paisajes de una tierra sin esperanza que se vislumbra claramente en sus pupilas blancas.

Si, "La Busca" es un círculo, una gran circunferencia humana por la que transitan personajes y situaciones que convergen en un mismo punto inicial y desembocan en un idéntico final. Llegada a la ciudad y difícil tránsito para un protagonista principal, Manuel Alcázar, que es fiel trasunto de aquellos otros personajes que en la novela viven y padecen su misma situación, la lucha permanente por subsistir en un ambiente cruel y hostil, trabajando honradamente las menos, las más de las veces cruzada ya la línea de la delincuencia. También existe similitud circular en la propia trama histórica del protagonista principal con sus acólitos, aquellos jóvenes "randas" y golfos que, sujetos unísonos de las pasiones más perentorias, caen en el rechazo furioso contra la sociedad que les condena, cuando no en la violencia, pretendida cura del "honor" ultrajado, otras, las más ocurrentes, dando buena cuenta de la mejor picaresca urbana y del más acrisolado lenguaje de la nueva germanía.

La novela de Baroja, primera de las que compusieron, junto a "Mala Hierba" y "Aurora Roja", su afamada trilogía "La lucha por la vida", no es solo un gran documento social del Madrid de los primeros años del siglo XX, es también un claro ejemplo de la mejor práctica literaria puesta al servicio de la narrativa, de la claridad en la expresión y de la concisión de vocablos y diálogos al último fin de la sencillez lectora. Su sentido más profundo se recoge en la visión de un imaginario potentísimo, reflejo de múltiples acciones que le deben mucho a una estructura semejante a la representación teatral, y que marcan indeleblemente el curso de una novela que galopa desbocada hacia un final presentido, aunque no falto de drama.


Teatro y también pintura, y poesía en breves frases de acertadísimos adjetivos, ecuánimes epítetos que enriquecen la prosa hasta cotas de breve belleza. Pinceladas, ya que hablamos de pintura, de una ciudad vista y observada desde la próxima lontananza de los arrabales y suburbios, geografía por la que transcurre gran parte de la acción de la novela. Un Madrid de tenues trazos horizontales, alargados esbozos pálidos, blanquecinos, húmedos, cobrizos a veces, otros plateados, en superposición de escalas cromáticas, hasta la cumbre de un pigmento azulado que corona la cresta del Guadarrama. Baroja pinta escribiendo, escenifica la acción, transcribe la realidad en su más pura e inocente verdad. Le queda al lector el placer, y la osadía, de soñarlo.


(Próxima convocatoria II Ruta Barojiana)
http://alazardelasletras.blogspot.com



30 may 2014

EL ÚLTIMO VIAJE DE JACK




LA VANIDAD DE LOS DULUOZ                        JACK KEROUAC
Oh viejo Jack, si estás en algún sitio conocido, aunque solamente sea en aquel en el que habitan los elegidos, ese desvencijado almacén que debemos descubrir por sus relatos y por nuestra santa intuición de bebedores, muéstrate de nuevo y marca el camino a seguir, semejante a aquel que nos enseñaste a finales del 57. Haz que tu aliento de cobre viejo tome nueva vida y dicte unas pocas palabras, aunque sean incomprensibles, para todos aquellos que, como nosotros, últimos seguidores de las curvas hacia ninguna parte, precisamos de un guía, alguien que nos cuente de nuevo como salpicaban sus oraciones los solistas de jazz de la calle 52, mojados hasta los huesos por el mejor alcohol barato canadiense, cegados por nieblas de humo de Virginia. Haznos entonces alguna señal, podría ser semejante a la que mostrabas a las innumerables nubes que bajaban por el Hudson, y seguiremos tus indicaciones sin pestañear, dichosos por llegar derrotados a cualquier cuartucho del Village y, tumbados a lo largo de una desvencijada alfombra persa, entonar los acordes secretos al compás del "koto" japonés. 

He visto a una mujer de gigantesca belleza suburbana, su boca orillada por los más hermosos labios posibles en un atardecer de la Linea 2. Y eran una concha de carne celestial, esa bulba externa que al abrirse solo podía mostrar un halo de bienestar para los demás, pasajeros sumidos en un sórdido traqueteo hacia los oscuros rincones de la eterna rutina. Sentada sin elevar sus ojos más que esporádicamente, de un azul semejante a las crestas de los delfines del estrecho, con la mirada perdida hacia al suelo y una tenue sonrisa que mostraba una tristeza infinita, un canto silencioso de paz y resignación. ¿Donde irás nueva musa de los sonidos de los ferrocarriles, esposa de mis manos que quisieran recoger las tuyas y besarlas, aspirar el dulce sabor de la pérdida, acompañarte hasta la estación donde finalmente abras tu boca y vea salir de ella todos los mares que añoro?

Jack Duluoz, genuina mezcla de los vientos de la costa este americana, nos cuenta su pequeña y gran historia del adolescente de Lowell, Massachussets, cuando a finales de la década de los 30 busca su propio camino como estudiante y jugador promesa de fútbol americano. Protagonista en un país que aún conserva la deliciosa diferencia entre la ingenuidad de los paisajes rurales y la pujanza industrial y cosmopolita de las grandes urbes. Mundos e imágenes de casas de madera con sus porches de malla metálica, primeras borracheras con sus compañeros colegiales, (algunos fieles en su amistad durante muchos años), playas desérticas donde corre un viento helado en invierno, innumerables tardes de lluvia que hacen más grises las olas y sucias las nubes de algodón, vecindarios llenos de ecos polacos, griegos, judíos, helados, cervezas, cánticos absurdos e ingenuos de una generación que muy pronto entrará en el horror ya presentido de la II Guerra Mundial.

Su paso por el Brooklyn de aceras calientes, por la Universidad de Columbia, los encuentros de fútbol que le enfrentan con otros equipos de la liga universitaria, sus desavenencias con el entrenador, las aspiraciones por que le sea reconocido su valor como deportista destacado, sus primeras relaciones con la que posteriormente sería su primera mujer, personaje en la sombra a quien va dirigido el libro a modo de carta y relato de sus vivencias escondidas. Un Nueva York vibrante donde tienen cabida cualquier tipo de situaciones y, aun siendo aparentemente normales, nunca banales ante el empuje narrativo del viejo Jack. Barrios, aceras, personajes de paso y protagonistas de escenas que muestran vívidamente la pujanza de una ciudad que siempre está al límite de su expresión urbana. Cines, libros, comentarios interminables sobre aquellos escritores por los que se pronuncia Jack y su grupo de amigos y, al momento, sin dar apenas respiro al lector, salida a la calle y vuelta al bullicio febril de las esquinas del Village, correrías nocturnas por los puentes y sentir la velocidad torrencial de un millar de pensamientos cruzando por un cerebro que todo lo quiere abarcar.

Y los viajes como entrenamiento para que el escritor se engarce con la América eterna de las praderas, hacia el sur del aroma criollo, vagabundo crepuscular de toda una posterior generación de compatriotas. Impulso que refleja el ansia estremecedora por vivir y contar la gran historia de una nación adormecida, arquetipo de una sociedad enferma de soledad y búsqueda del éxito a ultranza. Navegación por los mares de Terranova hasta la bahía de Baffin, viejos cargueros que proveen de armamento y material militar a las bases americanas, atenazados por el miedo a los submarinos alemanes. Su llegada a Inglaterra en 1943, siempre de cara a un mar que le trata a menudo con la dureza metálica de los supervivientes, recordando aquella frase genial de Shakespeare, "Gran Bretaña, la isla que empuña el cetro", y vuelta a un Nueva York que les espera con los brazos abiertos de la gran matrona de la muerte.

Quizás sea la última parte de la novela la mejor, aquella que relata la etapa en que consolida su decisión inequívoca de ser escritor. Las nuevas amistades con los escritores ya casi consagrados de la época. La que narra su complicidad en el asesinato de un obsesivo homosexual, personaje tangencial en su círculo de amistades más cercano, epílogo en el que concluyen jornadas interminables de creación alimentada por el alcohol y las drogas, locura colectiva de una banda de lagartos brillantes entre las esquinas doradas de una ciudad enfebrecida por el dolor. Una línea constante de mundos espontáneos, de acciones donde no importa si la inmediatez es sórdida o formidable en su genialidad instantánea, buscando experiencias cuya meta se presume imposible.


Así es que me decido a recoger aquel libro de Rafael Argullol en la librería de la calle Santa Teresa, y mi intención más profunda es volver a ver los ojos de aquella mujer joven que atiende el mostrador en la misma entrada del local. Voy pensando en ella durante el trayecto en tren hasta el centro de una ciudad que a veces es del color de un caldero dorado, otras veces se me presenta como una línea transparente de lluvia recién posada en sus calles. Huelo mis manos que aun mantienen el olor de cebolla de la tarde y los árboles me saludan, fondeando después en las lágrimas de otros. Me invade una sensación de color de berzas deshojadas, enfangadas en las fronteras abisales de las aceras, cuando ella me mira y solo siento un calor que apenas me trata como al buen cliente que ha recogido su encargo.

16 may 2014

OJOS ABIERTOS EN LA OSCURIDAD




"LOS MITOS DE CTHULHU"                     H.P. LOVECRAFT Y OTROS.
Nunca he sido demasiado aficionado a la llamada "literatura de terror", por emplear una expresión que ya de por sí considero algo feble, aunque, eso sí, no le he hecho ascos casi nunca a la denominada, esta vez con más acierto, de "ciencia ficción", y es que aparecen aquí términos que merecerían cierta clarificación al ser ambos géneros concomitantes en muchos casos. A primeros de la década de los 70 del siglo pasado (fuera de España el fenómeno se dio algo antes), ante la influencia del movimiento "hippie", toda una serie de escritores entraron en la onda de los lectores "enrollados" de entonces. Kerouac, Hesse, Castañeda, Huxley,  Burroughs,  Ginsberg,  Bowles,  Asimov,  Bradbury, otros anteriores en el tiempo como Egard Allan Poe,  Walt Withman o  William Blake. Gran parte de estos escritores planteaban, por decirlo de una manera sencilla, el hecho y la necesidad del viaje físico y mental como una alternativa a la rutina de una sociedad anquilosada, propiciando, al mismo tiempo, una ruptura de valores frente a generaciones anteriores. 

Si la experiencia provocada por la realización del viaje, del movimiento, de la acción comunal, motivó fuertemente a toda una generación durante los últimos años 60 y un período importante de los 70, gran parte de los escritores anteriormente enunciados tuvieron mucho que ver con ese nuevo rumbo y H.P.Lovecraft también estuvo, por mérito propio, entre ellos. La "literatura de terror", tomada en su estricto concepto, poco favor podía hacer a aquellos lectores "enrollados" de entonces que, en muchas ocasiones estando bajo el influjo del "viaje mental", (esto es, "colocados" hasta las cachas), lo que intentaban evitar a toda costa era un "mal rollo" o un "viaje chungo". Situación terrorífica que caso de producirse (y sobre todo si la ingesta había sido de ácido), podría despeñar al hipotético lector por territorios realmente peligrosos, parajes mentales totalmente incontrolados donde al incauto les esperarían sus buenos disgustos y, en estos casos, lógico es pensar que al amigo Lovecraft le fuera previamente colgado el sambenito de "persona non grata".

Al escritor de Providence había que paladearlo fuera de esos entornos mencionados, a sabiendas entonces que las sensaciones que produciría su lectura, la mente controlada y las pulsaciones cardíacas en su justo trote, serían muy bien recibidas por el sujeto lector de turno. De esa manera, y por aquellas épocas, me acerqué a Howard Philipps Lovecraft leyendo su magnífico relato "En las Montañas de la Locura", experiencia que aun recuerdo con cierta nitidez, tan gratos me resultaron los momentos (casi siempre nocturnos) en que me dejé llevar por su maravillosa fantasía. Desde entonces, aunque en mi imaginario mental entraron muchas figuras hijas legítimas de la "ciencia ficción" (procedentes muchas de ellas de los "comics" y de las propias películas del género), no había vuelto a vérmelas con el gran maestro de la, ya lo anuncio con todas las consecuencias, ¡ea!, mal llamada "literatura de terror". La escucha, y posterior transcripción, de las sensaciones mentales que me produjo el disco de Sendelica "The Kaleidoscopic Kat And It´s Autoscopic Ego", hicieron que me acercara a "Los Mitos De Cthulhu", asignatura que, desde hacía demasiados años, tenía vergonzosamente pendiente en una balda llena de polvo.


"Los Mitos De Cthulhu", nombre que da cabida a una comunidad de escritores (sus "corresponsales", como los llamaba el propio Lovecraft) y que participan en los distintos relatos que componen el libro, no es un libro de terror al uso, calificarlo de tal manera sería denostarlo. "Los Mitos..." es un prodigioso acercamiento a la más profunda y extravagante experiencia cósmica del hombre. El hombre tomado como un todo, un ser donde siguen palpitantes los ecos y oscuros deseos de toda una humanidad reprimida, a la espera secular de su definitiva liberación por las fuerzas que radican en lo más profundo de su mente. La lucha, nunca resuelta (tampoco en la actualidad) entre el Bien y el Mal. Un Bien asentado en una sociedad corrompida por un progreso de los iguales frente a un Mal representado por númenes y divinidades proscritas. Un entorno físico donde el aura del misterio y de los enigmas no resueltos ululan entre un aire viciado por la venganza, por la resurrección de un mundo muy antiguo que hará por fin justicia, que otorgará solo a los iniciados el poder final para instaurar una nueva raza amorfa, señora y dueña del Mundo antes de que incluso existiera. "Los mitos de Cthulhu" es mucho más, es un libro de filosofía, un libro de religión.

Este panorama desolador se le ofrece al lector muchas veces bajo el tenue velo del sueño del narrador, experiencia onírica que araña en no pocas ocasiones el tablón desvencijado de una realidad que nunca queda oculta, patente en su desolación a ultranza; otras veces en largas disquisiciones psicológicas, donde los meandros de la pura ficción se entremezclan con razonamientos científicos e interpretaciones somáticas, otorgando a la narración en alguno de sus mejores relatos un aura de "libros de iniciación", compendio de verdades oscuras, listas para ser redescubiertas y elevadas a categorías malévolas de obligada reverencia. Líneas, entre líneas, frases, párrafos, ambientes deformes los vistos por el lector, aun más espeluznates los que se adivinan según transcurre la lectura de los relatos; vahos, suspiros, alientos, jadeos, aire de podredumbre nocturna, no importa que la acción se desarrolle a la luz de un sol que ya no alumbra. Dudo de verdad que algún director cinematográfico, incluso entre los especialistas del género, pueda llegar a plasmar en imágenes fiables la sensación de vacío abisal, de temor lumínico erigiéndose desde el mar, de clima atosigante, empapado en un sudario ya medio devorado por las larvas de la sinrazón. El resplandor refulgente, la parálisis disecada por esas visiones nunca antes previstas será siempre superior para el lector atento.

Además de Lovecraft son otros los excelentes escritores que participan en este "mitico" volumen de relatos. Lord Dunsany,  Robert W. Chambers, Arthur Machen,  Algernon Blackwood,  Frank Belknap Long, Robert E. Howard,  Henry Kuttner, Robert Bloch,  August Derleth o J. Ramsey Campbell, por no citarlos a todos. A destacar, sin caer en el desmérito por no mencionar algún otro relato, todos de gran calidad, un trío de ellos : "El Wendigo" de Blackwood, "La sombra sobre Innsmouth" del mismo Lovecraft y "La sombra que huyó del chapitel" de Bloch. Excelente el prólogo de Rafael Llopis, seguramente el más importante experto español en la obra de Lovecraft, y el pequeño epílogo-relato del catalán Joan Perucho, autor de la mejor literatura de ficción en nuestro país.