LOU REED "BERLIN"
Hace unos pocos días Lou decidió adelantar el invierno casi por un mes y por esa razón hoy, muy temprano, he decidido subir al Monte Desolación. No crean que desde allí se pueden observar solamente paisajes de tristeza y abatimiento (su nombre puede dar lugar a pensamientos similares, es cierto). Mas al contrario, desde su cima se divisa una luz blanquísima, suerte de niebla pura y sin mácula que se deja filtrar alternativamente entre las altas copas de los árboles, sus lejanos puntos verdes se asemejan a un sarpullido gigantesco y, al caer la tarde, hace su entrada una fina llovizna que torna tal visión en una lámina de acero inabarcable.
Desde allí veo a Lou y a su mujer Bettye Kronstad llegar a un Londres de 1973 que ya está rendido a sus pies. El éxito de "Transformer" del año anterior le ha convertido en una de las estrellas del momento. Pero Lou ya ha atisbado la mediocridad del "glam" y, a pesar de la nueva propuesta de ayuda de Bowie (que rechaza), ha decidido embarcarse en su proyecto más personal. Trabajo le costó convencer a los directivos de la RCA el darle carta blanca, su "Berlin" contra un futuro disco en directo y otro más en la onda del "Transformer" en un período de dos años. Bob Ezrin, con tan solo 24 años, ya productor de éxito en los últimos trabajos del mejor Alice Cooper de la época, es el elegido para llevar las riendas en el Morgan Studio de Londres. Antes ha seleccionado una serie de músicos de primera categoría. Jack Bruce al bajo, Steve Winwood al órgano y harmonium, la pareja Steve Hunter y Dick Wagner a las guitarras, los hermanos Brecker, Randy y Michael, más Jon Pierson en la sección de vientos, B.J. Wilson y Aynsley Dumbar a la percusión, Tony Levin al bajo, Blue Weaver al piano. "The Company", nombre que dan a tal elenco de figuras en el mismo album, está dispuesta a embarcarse en un auténtico acontecimiento musical, la grabación de un disco que marcará un antes y un después, y no solamente en la música de Lou Reed.
Lou tenía una idea. Grabar un album que dramatizara el hundimiento de su matrimonio con Bettye (objeto desde hacía ya bastante tiempo de malos tratos), escenificando la historia de dos drogadictos americanos que vivían en Berlin. Un temario para adultos que dejara fuera los típicos argumentos intrascendentes por los que la música rock de entonces estaba transitando. Y esa puesta en escena la quería hacer aunando libremente textos líricos e imágenes, a semejanza de lo que los novelistas solían (y suelen) hacer. La imagen de la entonces capital alemana dividida atraería también poderosamente su atención. Un muro..., "In Berlin by the wall...", como reza el primer párrafo del tema inicial del disco, que se alza inamovible ante cualquier posible atisbo de salvación personal.
"Berlin" es el primer trabajo en la historia de la música rock que, teniendo un esquema inevitablemente conceptual, utiliza un "story-line" en tres dimensiones; la puramente lírica (un grupo de excelentes canciones que colocan a Lou en las mayores cotas de inspiración de su carrera), la visual con las potentísimas imágenes que aporta (un conjunto de fotografías desplegadas en el libreto de créditos del album, con unos muy acertados fondos verde plateados, punteados por los rojos de pasión y violencia que propicia el argumento), y que facilitan, con su aplastante presencia, la consolidación de la tercera dimensión, la fílmica, aquella que le otorga una secuencia cinematográfica perfectamente ensamblada por un guión peligroso, deprimente, eco real de la vida de dos protagonistas ahogados en su propio destino. Disco, libro y película al mismo tiempo. Nadie, entonces, se atrevió tanto.
Un Lou Reed, con una amplia educación musical, desde el free-jazz hasta el experimentalismo de John Cage, devoto seguidor de las creencias "warholianas" del "arte es arte porque yo lo creo ahora", da un paso de gigante (sin que probablemente fuera consciente de ello en ese momento) y crea una obra maestra. La fuerza instrumental es de tal calibre que, iniciándose en tonalidades de cabaret (tan de moda en el Berlin de todas las épocas), alcanza cotas de auténtica obra operística, un conjunto totalizador que crea un sonido muchas veces más próximo a una audiencia renacentista que a una roquera. Cada uno de los temas incluidos en el album alcanza su propia perfección orquestal, no importa que se trate de un mero acorde acústico, de una parsimoniosa entrada de piano, de un punteo de bajo (Jack Bruce no ha tocado el instrumento mejor en su vida) o de una secuencia de guitarras, emocionantes hasta el paroxismo cuando vuelan libres, secciones de viento y cuerdas, coros, todo se enrolla en un sí mismo, en un núcleo generatriz que al final, y muchos días después, explota y sigue explosionando en una especie de reverberación cósmica que incluso, en alguna ocasión de escucha atenta, anticipa el mejor viaje espacial. (Escuchen con atención el final de "The Bed")
Lou nunca ha sido un gran cantante, su voz no llegaba a alcanzar registros arrebatadores, en muchas ocasiones ni siquiera destacables. Es su tono, apagado, nasal, regurgitando más bien los textos o sus propios pensamientos, lo que le ha otorgado un signo diferenciador. Y en este "Berlin", donde la atmósfera es lenta y de una belleza casi asfixiante, esa textura vocal casa muy adecuadamente. La narración de los textos se hace entonces apagada, susurrante, casi sin voz. Comprueben, por ejemplo, la pálida tristeza de "The Bed", una sensación de amargura que raya (y rima) con la ternura de unos simples "Oh, Oh, Oh, Oh, Oh, Oh, Oh, what a feeling", una inmensa pena que acorta los propios límites expresivos de su voz. (Las últimas tomas vocales del disco se hicieron en Nueva York, no en Londres donde, según cuentan las comadres, Lou iba tantas veces tan ciego que la mayoría de sus tomas originales fueron desechadas)
Bobby Ezrin es el otro gran triunfador en "Berlin". Su implicación en el proyecto de Lou es total, hasta el extremo de querer jugar entonces al mismo nivel que el astro neoyorquino, al tiempo un dechado de hedonismo difícilmente soportable. La apuesta le cuesta cara y, al finalizar la grabación del "Berlin" (del que se recortan 14 minutos de su metraje original por los directivos de la RCA), se refugia en su Toronto natal donde sufriría un colapso (propiciado también por su adicción a la heroína que comenzara en las sesiones londinenses). Su grado de participación se acercaría a la demencia cuando se plantea el incluir los llantos y gritos infantiles en el tema "The Kids", el de mayor dramatismo del disco al narrar el suicidio de la protagonista, y cuenta a sus propios hijos que su madre acababa de morir en un accidente. (Pongan ustedes el comentario que deseen).
De todos conocido el fracaso de ventas y de crítica, salvo algunas honrosas excepciones, del "Berlin" cuando se publica. En Inglaterra, donde Lou entonces era más admirado que en su país natal, las ventas son algo mejores pero sin llegar, ni de lejos, a las cifras del "Transformer" (En Estados Unidos no pasaría del número 98 en el listado del "Billboard") Esta situación afecta profundamente a Lou, hasta tal punto que decide en su siguiente gira de promoción no interpretar en directo la totalidad de los temas del disco (y no lo hará hasta el año 2007). Su mujer Bettye, que estuvo presente durante toda la grabación del "Berlin", le abandona poco antes de terminar una pequeña gira por Inglaterra. Al llegar a Nueva York habla largo y tendido sobre las hazañas de su ex marido en Londres. Lou se rebela y se revuelve más en un torbellino de autodestrucción y paranoia, alimentando en definitiva su propia imagen de caos y de "próxima víctima de la depravación del rock", pero esa es otra historia.
"Berlin" no es un disco fácil, ni mucho menos admite una comparación simplista o banal con las grandes producciones anteriores y posteriores del artista. Su "rareza", su diferenciación, su "malditismo" y "lado oscuro" le otorgan un plus de culto entre los aficionados. Pero "Berlin" va más hallá incluso. Equivale a la llegada del rock a la edad adulta. Atrás quedaron los colores "hippies", el fulgor del "glam" pasó de largo. Es en ese momento incomparable, en el que por primera vez nos vemos en el espejo de la vida, y comprendemos que va en serio, en el "que la verdad desagradable asoma, envejecer, morir, el único argumento de la obra" ("No volveré a ser joven", Jaime Gil de Biedma) cuando aparece. Y lo hace para quedarse definitivamente en nuestra experiencia vital. ¡Qué remedio!, no hay vuelta de hoja.
Postazo!..... It's such an icy feeling it's so cold in Alaska, it's so cold in Alaska, it's so cold in Alaska....
ResponderEliminarGracias Niko, me pregunto si la Alaska de los Pegamoides y Dinarama se puso su nombre artístico basándose en ese estribillo del "Caroline Says II"...
EliminarSaludos,
Javier
Junto a "Magic and Loss" me parece de sus discos más desgarradores. Ahora, muy presente todavía el dolor de la pérdida, me parece imposible afrontar una escucha del "Berlín"; prefiero obras más positivas y fluidas como "New York" o "Rock 'n' roll animal". Finalmente, todo pasa y lo sabemos; nos quedará obras maravillosas como éstas y gente para honrar su recuerdo con justicia como tú. Salud amigo.
ResponderEliminarSalud Antonio. A mí las últimas escuchas me han chupado la sangre. Te absorbe de tal manera que no piensas más que en él.
EliminarSaludos,
Javier.
Como siempre un magnifico articulo. Pero a mi gusto nunca fue un disco que me llenara siempre he preferido otros de tio Lou como Blue mask o New York. Pero leer tu reseña más que excelente me va a obligar a examinarme de materia berlinesca. Un 10
ResponderEliminarUna enciclopedia andante como tú Bernardo, seguro que le encuentras el punto definitivo.
EliminarSaludos y gracias,
Javier.
Excelente disección de "Berlin", diría que trepanación cuando llegas a escribir que "Cada uno de los temas incluidos en el album alcanza su propia perfección orquestal, no importa que se trate de un mero acorde acústico, de una parsimoniosa entrada de piano, de un punteo de bajo (Jack Bruce no ha tocado el instrumento mejor en su vida) o de una secuencia de guitarras, emocionantes hasta el paroxismo cuando vuelan libres, secciones de viento y cuerdas, coros, todo se enrolla en un sí mismo, en un núcleo generatriz que al final, y muchos días después, explota y sigue explosionando en una especie de reverberación cósmica que incluso, en alguna ocasión de escucha atenta, anticipa el mejor viaje espacial". En fin, Javier, que asistimos pasmados una vez más al parto y escucha de esta obra magna de Reed a través de una pluma, la tuya, que no para de crecer. Que no decaiga.
ResponderEliminarUn abrazo.
Gracias Master. Haremos lo posible por seguir la línea trazada. Un disco como "Berlin" ayuda mucho a sacar lo mejor de uno mismo.
EliminarAbrazos,
Javier
Para enmarcar -disco y entrada-. Bellísimo texto, Javier.
ResponderEliminarAbrazos.
Gracias Agente. De enmarcar algo, el disco sin duda.
EliminarSaludos,
Javier.
Pues no se que decir .... que estoy impresionado por la precisión y profundidad de tu texto de un disco indescifrable , al menos para mí ; Berlín es emocional , inclasificable y único ; pena , joder , que se nos haya marchado .
ResponderEliminarBrillante , Javier , enhorabuena.
Saludos desde la tierra del Cierzo !
UN saludo desde la tierra del Cierzo !
Gracias Jesús. De todos es sabida la dificultad inicial del disco, pero al final acaba entrando, llegas a descifrar su mensaje y te deja un gran poso.
EliminarSaludos,
Javier.
Otro que se rinde ante este post. Berlin es mucho Berlin, junto con el "Magic and loss" la esencia más implacable del siempre inolvidable Lou Reed. Un abrazo.
ResponderEliminar"Keep on Berlin..." Johnny, implacable, abusiva, malos tratos musicales, sevicias, abusos, todas las experiencias de una buena audición se concentran, una y otra vez, en tu interior sin dejarte escapar. Un disco total.
EliminarGracias y saludos,
Javier.
Y otro que se rinde... je, je, je... a Berlín y a tu pluma (la de escribir ehhh). Sinceramente es un disco difícil a la primera escucha, para el no avezado sobre todo, pero tiene un curro lírico y de precisión casi de orfebre que en aquella época (1973) fue poco entendido.
ResponderEliminarUn abrazo.
No hago más que desear un encuentro en una de tus famosas pinchadas (esperando sea antes que más tarde) y hacerte alguna "petición del oyente". Entre ellas, algo de Lou, lo que tú quieras.
EliminarSaludos,
JdG
Deseando estoy que eso suceda. Apunta ésta fecha (16 de noviembre en el Kubrick) y te pondré varias de Lou y la Velvet, le haré un pequeño homenaje. Gonzalo vendrá tb. Un abrazo.
EliminarGrandísimo post Javier, lo leo ahora mismo, encontrado en el buscador, mientras escucho Berlin, esa conclusión es acertada a más no poder, este disco no puede admitir comparación alguna con cualquier disco anterior o posterior, y creo que es algo típico en muchos de sus discos, únicos y difernetes, aunque como tu, opino que aquí Lou Reed alcanzó una de sus cimas creativas en cuanto a expresividad se refiere. Muy grande. Saludos
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