Seguramente influenciado por la exposición de Cristina Iglesias en el Museo Reina Sofía, a la que asistí a principios de este maravilloso y lluvioso mes de Marzo, he aquí el contorno, la geografía más inmediata de una pared.
"Gotelé", es su nombre técnico, que puede variar si la mirada se paraliza en la madera de una puerta o en la fria baldosa de un piso, entre las hilaturas de una cortina o en las arrugas de un papel acartonado.
El asunto es que si el observador anda medio dormido, todavía con la legañas del sueño pagando su peaje, cuando esa mirada que asusta, de tan fija y contundente, clava sus garras en un objeto cualquiera, permite ver y descubrir distorsiones, paralelismos, acercamientos, protuberancias, heridas, firmamentos, todo lo que la imaginación en ese preciso momento decida ver, decida imaginar.
Hay diminutas luces y sombras, puntos oscuros, valles microscópicos, afluentes donde milenarios rebaños de fósiles dejaron su huella. En el inmenso mundo de la pequeñez anidan universos de extraordinaria belleza.
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