GREENSLADE "BEDSIDE MANNERS ARE EXTRA"
Al término de la primavera de 1974, poco antes de mi primer viaje al Londres de la resaca "hippie", asistí a un concierto de Greenslade en la mítica sala M&M de Madrid, sita por entonces en la calle Béjar número 9, zona localizada entre las vías traseras de la Avenida de América y las travesías salientes a la calle Francisco Silvela, barrio sembrado entonces con profusión de pequeños bares, talleres mecánicos, churrerías, tintorerías, expendedurías de juegos y apuestas, y algún restaurante chino cantonés de los primeros de entonces. Lo cito porque en aquella lejana época no eran muchos los conciertos que se daban en Madrid (a años luz de Barcelona, como en muchas otras cosas), pero había una comunión especial entre los asistentes a esos eventos, casi rozando la ilegalidad, manifestada por una aglomeración de melenudos y gentes de mala pinta ("y poco rezo" como díría Lope...) que hacía que tales clases de eventos tuvieran una relevancia casi épica y semi clandestina.
Tenía la citada sala M&M una pista de baile que ocupaba el frontal postrero del club, lo suficientemente extensa como para montar sobre ella un escenario de proporciones relevantes para que los músicos se movieran con cierta comodidad. A su lado derecho unas escaleras ascendían hasta unas puertas cubiertas por un alto cortinaje oscuro, y en uno de sus escalones, a mitad más o menos de su trazado, me instalé con mi hermano José para asistir al concierto de la banda inglesa, su primera (y creo que única) visita a la ciudad.
Aparte de una excelente visión, una de las cosas que recuerdo con más nitidez es que, según iba progresando el concierto, de la cabeza del batería Andrew McCulloch se elevaba una densa cortina de humo, como si de su cerebro se escaparan sus pensamientos disfrazados de volutas crecientes, todo él parecido a una chimenea viviente, sedente debería más bien decir. Esa imagen, y algo tan banal como el profundo y aglomerado olor a tabaco, sudor y cerveza, o alcohol rayando en garrafa sin timbre de Hacienda, comenzaron entonces a ser referencias obligadas de lo que posteriormente fueron multitud de conciertos y, con el paso del tiempo, aglomeraciones menos sospechosas para la autoridad competente.
Y todo este prólogo para presentar a una banda, Greenslade, y un trabajo "Bedside Manners Are Extra", el segundo suyo grabado en 1973, un año posterior al de su fundación. Grupo paradigmático (aunque mucho menos conocido) del primer "rock progresivo", aquel que toma forma y se consolida en los primeros años de la década de los 70 en Inglaterra básicamente, ya la psicodelia marchita después del hartazgo de tantos jardines perfumados, un "sálvese quien pueda" que encuentra en los estilos propios del "jazz" y del "rythm & blues" las anclas suficientemente pesadas para afianzar la nueva propuesta, un nuevo género que , basado fundamentalmente en los teclados como instrumento principal, daría lugar entonces a la variante conocida como "rock sinfónico".
Verdad es que los miembros del grupo tenían ya suficientes tablas como para desarrollar sus ideas con garantías de agradar a cierta audiencia. Dave Greenslade, el "alma mater" y teclista del grupo, procedía de Colosseum, banda fundamental para zambullirse en el mejor nuevo rock de la época. Tony Reeves, amigo y compadre del Jon Hiseman creador de dicho grupo, aporta con su bajo eléctrico un anclaje técnico muy jazzístico, contrastado además con sus aportaciones en grabaciones anteriores con John Martyn y Curved Air. El inicialmente mencionado Andrew McCulloch había participado, nada menos, como batería oficial en el "Lizard" de King Crimson, a la par que se le deben posteriores colaboraciones con la Crazy World del histriónico Arthur Brown. Dave Lawson, voz y guitarra, procedía de combos conocidos como Episode Six, The Web o Samurai, formaciones de las que confieso no tener ninguna referencia, siquiera escrita.
Con tales credenciales no es fácil que la propuesta del grupo falle (bien a sabiendas que es necesario que el estilo mencionado, del que son abanderados, guste al oyente, como es mi caso). Y en apenas 40 minutos regalan a la audiencia con un ejercicio de rock progresivo honesto y sin pretensiones de convertirse, ni instantáneamente ni con el paso del tiempo, en "memorabilia" de dinosaurios, aquella gangrena que dejó malherido al rock a finales de los 70, y que los Ramones tuvieron el honor de sanar. Apenas 6 temas, y lo corto en la cantidad no se riñe con la calidad de los mismos, para sumergirnos en un escenario donde los teclados son los instrumentos protagonistas de la grabación. Teclados (mejor debería precisar, sintetizadores) que se desarrollan, tema a tema, en distintas capas sonoras, una básica que enmarca la estructura armónica, otra que se expande en volutas envolventes y que da pie a excursiones melódicas (los conocidos como "solos") de rica textura y contundencia expresiva. La base rítmica siempre adecuada al "tempo" de cada tema (gran aportación de Andrew y Tony durante toda la grabación), punteando bien al bajo o con la percusión ajustada la atmósfera buscada, la de un trabajo cercano a una suerte de pequeña sinfonía rock, cálida, acelerada o pausada según la línea argumental que revuela durante la grabación, un ejercicio de recreación con motivo medieval y misterioso, atmósfera que la portada del gran Roger Dean se encarga también de recalcar, aunque también hay que decir que los textos de las canciones no es que se signifiquen muy concretamente por esos territorios, más bien no dejan de ser algo banales.
Greenslade, grupo al que, como se notará sin mayor esfuerzo, guardo un gran cariño. Por lo que representó personalmente en una época de aprendizaje musical y conmoción vital, también porque, conforme se va ahondando en su lenguaje e historia, más supone fiel espejo de unos tiempos en que la música rock dio un paso hacia algún lugar distinto, camino y aventura por el que siempre he transitado con gozo y contento.
Este si que no lo controlo, pero he visto a John Martyn por ahí por lo que he de remediar mi ignorancia. gracias
ResponderEliminarMuy en la onda de los primeros discos prog con teclados como instrumento principal.
EliminarGracias por pasarte.
Abrazos,
Javier
Muy en la onda de los primeros discos prog con teclados como instrumento principal.
EliminarGracias por pasarte.
Abrazos,
Javier