28 dic 2012
LLANO ESTACADO
NEIL YOUNG & CRAZY HORSE. "PSYCHEDELIC PILL"
A pesar de esa previsible sensación de hartazgo que pueda provocar el nuevo trabajo de Neil, el segundo este año con Crazy Horse, habida cuenta de la ya enorme cantidad de discos publicados por el autor canadiense (oiga, por cierto, ¿hay por ahí algún personaje nacido en dicho país que haya llegado a ser tan necesario e importante en los últimos 50 años?), la aparición de su septuagésimo (o así...) disco no deja indiferente, y es este su mejor valor.
"Psychedlic Pill" es una excelente medicación que tiene, por buen fin, el mantener bien alta la estima del oyente y seguidor de Neil y su banda.
Y es que Neil tiene ya un buen puñado de años, vivencias y experiencias, no solo musicales, que avalen lo nuevo que tenga que ofrecernos. Aquí nos narra, no solamente en sus textos, el sendero por donde discurren sus pensamientos, ya memoriales. También su vieja compañera, esa bendita guitarra Gibson, siempre contrapunto del personaje, nos transporta por derroteros que nos facilitan la comprensión del ámbito actual del artista. Al igual que su banda, Crazy Horse, constante y fiel eco de su versión sonora, extensa en sus tonalidades, profunda en sus aristas, marco contenido de sus ensoñaciones seculares, aquellas que ya forman parte también del acerbo vital de varias generaciones de aficionados.
El disco se articula en tres grandes y extensos temas. "Driftin´Back", con casi 29 minutos de duración, "Ramada Inn (Going South)", con casi 17 y "Walk Like A Giant", de la misma extensión. Su recitación sonora es una suerte de mantra, un circuito sensitivo que abre y cierra puertas, que fluye por canales antes anegados, dándoles aire y extrayendo líquenes que quedaban en el fondo, apenas vislumbrados. El resto de los temas, "Psychedelic Pill", "Born In Ontario" (¿tendrá Neil estatua en algún parque allí?), "Twisted Road", "She´s Always Dancing" y "For The Love Of Man" procuran un sosiego al oyente, nunca una tregua. Latidos polvorientos, rocío perlando telas de arañas, abandonados railes interminables, flanqueados por cactus, donde ningún urbanita de Manhattan atrevería a predecir sus ganancias. Esta es música para el que quiera seguir el rastro de los lagartos dorados, aquellos que se cruzaron en la pradera estacada con Flecha Rota. Música para los nuevos indígenas.
Neil Young
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